miércoles, 28 de noviembre de 1979

El libro, viajero ilustre por los pueblos toledanos



El libro, viajero ilustre por los pueblos toledanos*


               El día 19 de febrero del presente año se reanudó en nuestra provincia el funcionamiento del servicio de Bibliotecas Móviles (Bibliobuses). Habían transcurrido más de 2 años de inactividad de dicho servicio y existían temores y recelos sobre la reacción del  público. Y no hay duda de que ésta ha sido tremendamente favorable: los lectores aumentan estrepitosamente. Parece como si todo el ansia de LEER hubiese estado contenido, reprimido, y ahora se desbordase en alegría y esperanza. En aproximadamente 6 meses de prestación real del servicio, se han registrado 9.337 inscripciones de socios en los 121 pueblos que visitan los 4 bibliobuses. Esta cifra resulta muy importante, y como dato significativo podemos señalar que en el primer año de funcionamiento (9-7-73 a 31-7-74) el número total de socios fue de 8.193, repartidos entre 179 núcleos de población. Es decir, en la mitad de tiempo y con 58 localidades menos, han aumentado los lectores. La primera consecuencia práctica que deducimos de estas cifras comparativas es que lo más difícil es empezar, desbrozar el camino. Una segunda consecuencia es que a mayor número de vehículos-bibliotecas aumenta la eficacia del servicio: en el primer año existían 2, después 4. Ahora sería necesario aumentar a 6 bibliobuses para potenciar la campaña.
               De todos modos, la labor efectuada hasta el momento permite la esperanza: terminar de una vez con el desencanto de este país, de esta provincia, de esta ciudad. A nuestro alrededor oíamos repetidamente el término apatía como definitorio de los toledanos. También escuchábamos que hay que interesar a los jóvenes para que se aficionen a actividades tan culturales y formativas como el teatro, el cine, el libro, ... y se dejen de tanto pasotismo, tanta discoteca y tanto rock. ¿Hasta cuando hemos de escuchar que el toledano es apático por naturaleza y que no se puede esperar nada de esa juventud pasota y desinteresada de cuanto le rodea? Estamos abiertamente en contra de esa teoría de la apatía y creemos que basta con organizar actividades de todo tipo para demostrar lo contrario: el toledano participará y vivirá ese nuevo ambiente. Que se dice que no lee, démosle un libro; que no ama el teatro, traigamos representaciones; que no le preocupa la música, organicemos recitales. Nuestra sociedad se ve agarrotada por los tópicos, que a su vez suministran la necesaria desesperanza para fomentar la inactividad. Rompamos lo tópicos, Y respecto a los jóvenes, ¿de qué nos quejamos y de qué nos sorprendemos? Tenemos la juventud que hemos heredado, casi la que hemos querido. ¿Qué ofrece, por ejemplo, nuestra ciudad a los jóvenes de 15 a 18 años? ¿Cuántos clubs juveniles, cuántas bibliotecas populares en los barrios, qué instalaciones deportivas? ¿Qué van a hacer unos jóvenes que dejaron los estudios y no encuentran trabajo, qué otros jóvenes que estudian y desean ocupar su tiempo libre?
               Nuestra ciudad, como todo el país, tiene un nuevo ayuntamiento, esta vez democrático. El de Toledo, prepara actualmente una ambiciosa planificación cultural para el año próximo (pese a encontrarse en precarias condiciones económicas). Si se hace una difusión adecuada de cuantos acontecimientos se realicen, Toledo –el pueblo toledano- responderá y se habrán roto los tópicos.
               Ya se han roto en el caso de la lectura (al menos en los pueblos donde llegan los bibliobuses. En nuestra ciudad, el problema de la Biblioteca Pública sigue latente). A la vista del cuadro siguiente, tenemos que creer en la esperanza: en nuestros pueblos más modestos ya hay más de un 7% de lectores, que aumentarán considerablemente en breve plazo de tiempo, siempre que el servicio se vaya adaptando a las nuevas y crecientes necesidades. De momento, la mayor parte de los lectores son niños. Pero ¿qué mayor riqueza y porvenir que la lectura en un niño?, un adulto-lector del mañana. ¿Y el hábito al libro, el acostumbrarse desde la infancia a tener como amigo a un libro, ahora cada quince días un amigo-libro, mañana quizá cada día un libro-amigo? Tenemos la experiencia de adolescentes que comenzaron leyendo novelas del oeste o de otras aventuras y al año leían ensayos de Don Miguel de Unamuno o de Ortega y Gasset. ¿Hay mayor muestra de la labor ejemplar del libro y de un servicio que hace llegar el libro a cada pueblo, como el visitante más ilustre, como el mensaje más verdadero de la fraternidad y la cultura? Otro dato: el servicio se presta en condiciones cualitativamente inferiores a las condiciones que marcan las normas internacionales para estos casos: aquí, un bibliobús atiende a un promedio de 32.112 habitantes, cifra que es más del doble de la recomendada por países con muchos años de experiencia en estas tareas, en los que el servicio de bibliotecas móviles se considera eficiente y rentable culturalemente cuando abastece a una población de 15.000 habitantes o 12.000 si es población más dispersa. Según estas cifras –emanadas de las indicaciones de la UNESCO-, sólo para cubrir las poblaciones menores de 3.000 habitantes, se necesitarían en nuestra provincia 11 bibliobuses. Pedir, pues, un mínimo de 6 no parece exagerado, sino un paso más en adecuar nuestras estructuras culturales a los niveles internacionales.


RESULTADOS DEL SERVICIO DE BIBLIOBUSES DE 19-2-79 a 30-9-79 (1)


BIBLIOBUS

ZONA

Nº PUEBLOS

HABITANTES

Nº DE SOCIOS

%
“A”
Jara I
34
28.277
1.952
6,9
“B”
Sagra
27
35.943
2.068
5,8
“C”
Jara II
30
30.035
2.282
7,6
“D”
Mancha
30
34.193
3.035
8,9
TOTAL
121
128.448
9.337
7,3
(1)     Se exceptúan el mes de julio, por vacaciones, y la 2ª quincena de septiembre, por labores de catalogación, reposición de libros, etc.

FUENTE: Elaboración propia, con datos facilitados por el Centro Coordinador de Bibliotecas de Toledo.

               Y, finalmente, una reflexión: en la primera época de los bibliobuses, se atendía a 179 municipios; es decir, todos los que no tenían y no podían tener legalmente abierta una Biblioteca Pública. Ahora, al no disponer del número de vehículos adecuado para una cobertura provincial racional y que sirviesen eficazmente a la población lectora a medio plazo, los criterios se han modificado. El resultado es la eliminación de bibliobuses en los siguientes casos:
               a) Ayuntamientos mayores de 3.000 habitantes, pues según las Normas para Bibliotecas Públicas deben tener su propia biblioteca.
               b) Las localidades que, siendo menores de 3.000 habitantes, se encuentran a una distancia importante de Toledo, con lo que no es posible incorporarlos a las rutas (ello llevaría implícitas una jornadas laborales de 12 ó 14 horas, que supondrían un número de horas extraordinarias mensuales superior al que permite la vigente Ley de relaciones laborales).
               En definitiva, además de los pueblos mayores de 3.000 habitantes (que deben tener Biblioteca Pública) son 49 núcleos de población –generalmente los más marginados y empobrecidos pueblos de la provincia- los que no reciben ni las migajas de pan cultural que significan los libros quincenales suministrados por las Bibliotecas Móviles. Pueblos de La Mancha, La Jara y los Montes de Toledo. Pueblos en donde el curso de la vida no se inmuta por esta inasistencia cultural, tan peligrosa para nuestra sociedad como la sanitaria o la educativa. Pueblos que son marginados por el mero hecho de estar un poco más lejos de la capital (¿no se había extinguido el centralismo?). Pueblos, en suma, sin ni siquiera fuerzas para pedir justicia y reclamar su derecho a la lectura, tal vez tan sólo por la sencilla razón de que cada vez son menos, para protestar, porque muchos de estos pueblos se han ido convirtiendo en un auténtico despoblado.
               Sería muy triste que a las eternas desigualdades que nos aquejan se añadiese esta otra, casi institucionalizada, entre los pueblos de una misma provincia, unos con derecho (con posibilidad) a leer y otros con derecho sólo (sin posibilidad) a poder soñar con un libro.
               El Ministerio de Cultura y la Diputación Provincial, mecenas principales de la obra, deben esforzarse aún más en proteger esta admirable tarea educativa que gestionó para Toledo el Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas. Hace varios días, un verdadero humanista, Joaquín Ruiz Jiménez, recordaba en una conferencia sobre la Universidad (su razón y su sin razón) las recomendaciones de la UNESCO para los países en el sentido de que el presupuesto para la educación debería de ser del orden del 25% del total. Ello no parece factible, ciertamente, hoy. Pero sí es legítimo reclamar en el conjunto de la política educativa y cultural del Estado una mayor atención a las bibliotecas, en sus diversas vertientes. Toledo puede dar ejemplo al país: provincia pionera en el servicio de bibliobuses en cuento a la cobertura total de su territorio mediante estas bibliotecas, hoy se ve obligada a abandonar a muchos de sus pueblos. Esa atención que reclamábamos al Estado hacia la dotación de bibliotecas, la solicitamos a nuestros organismos provinciales: que apoyen con todas sus fuerzas y medios a su alcance un servicio verdaderamente modélico y entrañablemente popular. Que de nuevo Toledo sea La Ejemplar.
               Y a nuestros pueblos hoy marginados, a sus autoridades y educadores principalmente, les llamamos a la reflexión y al convencimiento de que sus gentes necesitan libros. Libros para ser libres. Libros para conocer nuestro pasado y nuestra realidad actual. Libros para que el campesino obtenga un guía de primera mano para mejorar sus cultivos. Libros para todos los hombres, en sus diversos campos profesionales, porque conozcan que el libro es auxiliar imprescindible para el ejercicio de su labor. Libros para que el anciano no aguarde sólo la llegada del último viaje contemplando el paso del  tiempo. Libros para enriquecer a una comunidad humana que aspira a ser autónoma. Libros para que las nuevas generaciones crezcan con una mentalidad abierta, tolerante y respetuosa de todas las ideas, par que un día realmente la imaginación pueda llegar al poder: una imaginación que salve al Hombre y le guíe por el camino de la verdad y la justicia.
               Y, finalmente, un grito, una voz fuerte, un llamamiento desde La Voz del Tajo, a todos esos pueblos toledanos, para que reclamen su derecho al LIBRO y a la LIBERTAD de creación mediante la continuada lectura.



* La Voz del Tajo (28-11-1979), págs. 38-39

miércoles, 3 de octubre de 1979

La biblioteca pública se cierra un poco más



La biblioteca pública se cierra un poco más*


            El Toledo cultural ha tenido que encajar un nuevo golpe: el cierre de la Biblioteca Pública por las mañanas. En la puerta de la Casa, una  octavilla lo anuncia: “A partir del próximo lunes día 17 de septiembre no se abrirá la biblioteca por las mañanas debido a falta de personal”. Hace ya unos años que cesó toda su actividad cultural complementaria (conferencias, recitales, teatro, ...) Hubo algunas protestas, pero el resultado es que nadie consiguió poner remedio a esa situación de penuria que se avecinaba para nuestra ciudad.
            Ahora, esta nueva medida viene a ser un claro indicador de la situación cultural que atraviesa Toledo: una ciudad que algunos pretenden sea declarada Capital cultural de España, pero que, como única realidad tangible, presenta la de su cultura muerta: su ambiente milenario, su arte, su historia. El recuerdo... No hay verdaderamente una actividad tal que pueda definir a Toledo como centro de cultura viva: el propio Ministerio de Cultura lo reconoce oficialmente en sus informes mensuales sobre la Situación coyuntural de las actividades vinculadas al Ministerio de Cultura, publicados por la Secretaría General Técnica del mismo, dando a Toledo como de niveles de “actividad poco importante” en la mayoría de los campos (expresiones literarias, plástica, musical, escénica,...). En efecto, relativo a la capital existe una crisis de cine (2 salas de proyección y ningún Cine-club que funcione), de teatro (la importante labor del grupo Pigmalión cada vez se ve más dificultada y, por otro lado, el teatro comercial brilla por su ausencia), de bibliotecas, un Centro Universitario mortecino, etc. Sólo en el terreno plástico la actividad se puede considerar en el nivel medio del país, gracias a la continua obra del grupo Tolmo y a las exposiciones montadas en salas de diversas instituciones. Y algo que aún refleja más tristemente la situación: no hay una prensa que sea el espejo cotidiano de la ciudad. Sólo un semanario, La Voz del Tajo, aún con tirada limitada; pero falta un diario: Toledo es la única capital de provincia de toda la geografía del país que carece de prensa diaria propia.
            Y lo terrible no es sólo el carecer de actividad cultural: es peor el desinterés de los toledanos hacia la cultura, por supuesto como resultado de la nefasta política cultural que se ha hecho en este país y en esta ciudad en concreto. Se ha cerrado la biblioteca, pero no importa. Nadie protestará. La ciudad está sembrada de bares, comercios y no faltan las discotecas o los pub. Todo tiende al consumismo y a la alienación. Hasta el día en que no proliferen las bibliotecas –siempre  que ofrezcan una dimensión popular real-, no podremos decir que hay cultura y que se hace cultura. Por supuesto que la existencia de bibliotecas y la vertiente popular de la cultura no son los únicos datos significativos de la coyuntura cultural de una determinada comunidad, pero creemos que sí son algunos de los indicadores  más importantes del nivel cultural de un pueblo. En Toledo, es ya urgente no sólo solucionar de una vez la problemática de la Casa de la Cultura, sino la creación de bibliotecas en cada uno de los barrios, siempre que se instalen no con la mera misión de almacenar libros. Pero, mientras tanto, el cierre parcial de nuestra biblioteca no va a tener ninguna trascendencia a nivel de ciudad: y esto porque cada vez es menor el número de lectores que acuden  a ella. Una biblioteca que cierra por las mañanas y que en las tardes sólo acoge a 1, 2, 3, ó 6 lectores, como está sucediendo en los últimos días, es una buena muestra de su ineficaz labor popular.
            Los dirigentes del Ministerio de Cultura hablan de “popularizar la cultura”, y añaden que eso significa que “llegue a todos la cultura del pasado y aplicar a las generaciones actuales a que hagan cultura”. Nunca han faltado palabras en este país y nunca tampoco las intenciones de hacer una política de “cultura popular” –al menos de palabra, claro-. Nunca ha faltado la cultura oficial, pero muy pocas veces ésta ha ido destinada a fomentar  la cultura del pueblo. Si algo no ha faltado en la cultura de estos años ha sido el elitismo, el personalismo y la fachada de los grandes acontecimientos culturales no enraizados en el pueblo. Pero tal vez ahora cambie...
            La Biblioteca cierra por las mañanas: no creo que haya manifestaciones populares pidiendo su apertura. Con el nuevo curso, los estudiantes acudirán por las tardes a consultar algún libro para realizar cualquier trabajo. El resto del pueblo permanecerá incomunicado con esta institución cultural. No va a pasar nada. Al final, se comentará: “Realmente no era necesario abrir por las mañanas. Para la gente que viene...Para el interés que la gente tiene... “ Justificaremos este cierre.
            Hace unos días, cuando me encontraba en un centro “educativo-cultural” de carácter provincial, se me acercó un niño de unos 10 años y me preguntó: “¿Qué curso haces?” Le miré sonriente y traté de evadir la respuesta, pues no hubiese comprendido, y, como hacen los gallegos, le respondí con un interrogante: “¿Y tú?” Me impresioné al escuchar su respuesta: “Burrología –dijo, y se echó a reír”. Me puse triste y recordé las palabras de aquel pionero del periodismo toledano que fue Navarro Ledesma, cuando llamó a esta ciudad Aburrópolis. ¿Era una profecía?: si los toledanos no lo remediamos, pronto Toledo será un poco más Aburrópolis que en aquellos primeros años de siglo, cuando contaba con varios periódicos diarios y había una inquietud cultural popular muy importante. Pero queda la esperanza de que el Ministerio de Cultura lo remedie.


* La Voz del Tajo (3-10-1979), pág. 13. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 214-215.
Los problemas que atravesó la Biblioteca Pública de Toledo en los finales de los años setenta y los ochenta, hicieron correr ríos de tinta y levantaron una polémica con gran resonancia ciudadana. No es preciso recordar en esta nota las circunstancias que motivaron tal polémica, pues queda perfectamente reflejada en los artículos seleccionados. El conocimiento que yo tenía de la situación de la Biblioteca, por haber trabajo en ella años atrás, me hizo posicionarme claramente con una serie de artículos periodísticos, que fueron contestados en algunos casos por los responsables del Ministerio de Cultura y en otros por representantes locales y provinciales del entonces partido en el poder, Unión de Centro Democrático. El largo contencioso me llevó también a buscar la colaboración en la defensa de la Biblioteca toledana de intelectuales, instituciones culturales, asociaciones vecinales, ayuntamiento y otras entidades públicas, sindicatos, etc., así como a articular posteriormente  el llamado Comité Permanente de Apoyo a la Biblioteca Pública de Toledo. Las protestas en la etapa del gobierno de U.C.D. proseguirían tras la llegada al poder de los socialistas. El talante mostrado por Jaime Salinas, nuevo Director General de Bibliotecas en el Ministerio, no resolvería tampoco el problema, pues, igual que hizo el equipo de Javier Tusell, el problema de la necesidad de ampliación de la Biblioteca de Toledo se aparcó y no se formuló una decisión al respecto. Con la autonomía regional, pronto el equipo de la Consejería de Educación y Cultura, bajo la responsabilidad del consejero José María Barreda Fontes, y en el que participé activamente, planteó una solución alternativa y casi revolucionaria en aquel momento: la utilización del Alcázar. Tampoco es momento aquí de narrar los avatares de este proyecto, pero finalmente, en octubre de 1998, la Biblioteca de Toledo se instalaba en la última planta del Alcázar, convertida en Biblioteca de Castilla-La Mancha.