domingo, 25 de julio de 1993

Amores



Amores*

            Hay amores que  matan, dice el refranero. Pero hay otros amores estupendos, que dan vida, son  cauce para la solidaridad y construyen páginas espléndidas de la historia cotidiana. A veces, el amor se percibe sin relación directa con las personas, porque visto con ojos miopes parece que se otorga a cosas: son esos amores por el arte, los libros, los pequeños objetos domésticos en los que late la experiencia y el recuerdo de tantos seres queridos...En el fondo, ahí está la persona. Dice El Principito que “el amor es invisible a los ojos”, y es cierto. Hay demasiados amores invisibles, y que sin embargo están ahí, existen. Estos amores son los que cada día ayudan a mantener viva la esperanza, aunque sean amores incomprendidos y silenciados. En este ámbito sitúo yo el amor de Javier Malagón y de su esposa Helena hacia la Biblioteca Pública de Toledo. Ellos, con Julia Méndez, conforman un modélico y continuado amor hacia este centro de lectura.
            Javier Malagón, historiador, jurista, bibliófilo, profesor, consultor y diplomático,  donó durante sus treinta últimos años de vida fondos bibliográficos que hoy conforman una valiosa colección de la Biblioteca. Libros jurídicos, de temática americana y la producción de los españoles exiliados son algunos de los más de diez mil volúmenes legados. Tan importante se juzgó su apasionado amor hacia este centro de información, cultura y educación que el Gobierno Regional le concedió en 1988 la Medalla de Castilla‑La Mancha en su categoría de oro. Hoy, que sus cenizas reposan en el sereno cementerio de Nambroca por expreso deseo de este toledano insigne y universal, la llama de su amor permanece viva; no sólo por la sombra proyectada por la riqueza infinita de su colección bibliográfica: también por el testigo recogido por su esposa Helena. Desde América, ella continúa velando por la salud de una biblioteca demasiado olvidada por los responsables públicos desde hace más de una década. Y como obras son amores, ahora ha ofrecido recursos económicos para adquirir el equipamiento informático que permita tratar con tecnología adecuada la colección Malagón y, consiguientemente, la reconversión de los catálogos manuales de la Biblioteca.
            En tiempos de crisis, en los que a la tradicional marginación que a la política bibliotecaria tiene sumida el Ministerio de Cultura se unen los recortes presupuestarios, esta iniciativa  supone un verdadero espejo que invita a mirarse no sólo a las autoridades sino a los distintos colectivos sociales y políticos con alguna responsabilidad en la educación integral de la persona. Quien invierte en bibliotecas públicas está invirtiendo en el grado de madurez de una sociedad, de un país. Por ello, este ofrecimiento es verdaderamente ejemplar.


* Ya  (25-7-1993), pág. XII

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