viernes, 1 de enero de 1999

Biblioteca de Castilla-La Mancha: de utopía a realidad



Biblioteca de Castilla-La Mancha: de utopía a realidad*


            Escribir estas páginas significa para mí rememorar muchos años de ilusiones, de debates, de trabajo... Muchos años de un esfuerzo colectivo realizado por las instituciones de Castilla‑La Mancha, por los profesionales bibliotecarios y por muchos intelectuales y colectivos socioculturales, especialmente toledanos, junto con ciudadanos que demandaban un servicio bibliotecario más acorde con nuestro tiempo.
            Pero lo importante ahora es que el Gobierno de Castilla‑La Mancha ha convertido en realidad un proyecto que, siendo imprescindible para una joven Comunidad Autónoma como la nuestra, parecía un sueño, una utopía inalcanzable. Este proyecto ha pasado por sucesivas fases y prácticamente, de alguna manera,  ha estado presente en la vida de Castilla‑La Mancha en sus dos décadas de vida, primero como ente pre‑autonómico y luego como Comunidad Autonóma con un gobierno democráticamente elegido por los ciudadanos.
            La historia del proyecto de Biblioteca Regional ha estado unida a la de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, o Provincial, que desde los inicios de los años setenta llevaba buscando una solución a la ampliación de sus instalaciones y servicios. Dos instituciones distintas que estaban destinadas a la unidad, a constituir uno de los más importantes centros bibliotecarios de nuestro país. Si la Biblioteca provincial acumulaba dos siglos de historia y una impresionante colección bibliográfica, la Regional apenas había nacido legalmente e iniciaba lentamente su camino de recopilación de fondos pero estaba llamada a constituir el corazón del Sistema Bibliotecario de Castilla‑La Mancha.
            Con la instalación en el Alcázar de Toledo de la Biblioteca de Castilla‑La Mancha ‑que integra ambas bibliotecas y pone a disposición de todos los ciudadanos no sólo unas importantes colecciones bibliográficas sino, además, los más avanzados servicios de acceso a la información que pueden prestarse desde una Biblioteca Pública‑  se consigue que Toledo, y en general la Comunidad Autónoma de Castilla‑La Mancha, cuenten con un centro bibliotecario de  gran magnitud que trabaja para hacer posible que la información, la cultura, la educación y el ocio sean más accesibles para todos. Con la Biblioteca de Castilla‑La Mancha, la Junta de Comunidades, a través de la Consejería de Educación y Cultura, ha conseguido un gran objetivo: democratizar  el acceso a la información para  los ciudadanos y  posibilitar que los toledanos, y cuantos investigadores de todo el mundo lo deseen, utilicen de forma cotidiana este singular edificio cargado de historia que es el Alcázar.
            Este artículo pretende ofrecer una síntesis del camino recorrido durante todos estos años, trabajos que  ahora se ven recompensados con esta espléndida realidad que ofrece la Biblioteca de Castilla‑La Mancha a todos  sus usuarios:  niños, jóvenes o adultos; hombres o mujeres, investigadores o estudiantes...La Biblioteca de Castilla‑La Mancha ha sido concebida pensando en todas las personas y está abierta a todos los que deseen utilizar sus recursos para ser más creadores, más libres, más tolerantes y más críticos.


1.      Septiembre de 1986...

            Fue el 16 de septiembre de 1986 cuando el ministro Serra visitó Toledo y, tras conocer la sede de la Biblioteca Pública del Estado en el paseo del Miradero, se dirigió al Alcázar y anunció el propósito del Ministerio de Defensa de convertir el Alcázar en un gran centro cultural en el que la base principal lo constituirían los servicios de una biblioteca pública. El informe que se distribuyó entonces a los medios de comunicación constataba las graves carencias que atravesaba la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, sus necesidades, y se pretendía poner en marcha el modelo de biblioteca que defendía la UNESCO: "La biblioteca pública es, de un modo habitual, el centro cultural de la comunidad, en el que se reúnen las gentes que tienen intereses semejantes. Ha de poder disponer, pues, de los locales y el material necesarios para organizar exposiciones, debates, conferencias, conciertos y proyecciones cinematográficas, lo mismo para los adultos que para los niños".
            Pero en un edificio de tan grandes dimensiones, el proyecto de instalaciones culturales era muy ambicioso, pensándose en implantar en el Alcázar los fondos y servicios de la Biblioteca Pública del Estado y de la Biblioteca Regional así como el Archivo Regional.  Específicamente el proyecto mencionaba una fototeca, una hemeroteca (aunque esta sección es uno de los servicios básicos de toda biblioteca pública), una gran sala de exposiciones y un salón de actos, además de prever la utilización del patio del Alcázar para la celebración de grandes conciertos, teatro, etc. Y, aprovechando las ricas colecciones bibliográficas y las estanterías históricas, se pretendía ofrecer un Museo del Libro, entonces inexistente en España. En definitiva, junto a las funciones clásicas de una biblioteca, el proyecto pretendía "potenciar el Alcázar como lugar sde encuentros, foco de atracción y centro de cultura viva; y asimismo recuperar todas aquellas tradiciones que le son propias".
            La noticia de la conversión del Alcázar en un gran centro cultural tuvo un poderoso impacto social y fue destacada con grandes titulares y espacios por los más importantes medios periodísticos del país  y por todos los de la región.
            El proyecto redactado por la Consejería de Educación y Cultura, siendo entonces consejero José María Barreda Fontes, incluía la puesta en marcha de un Patronato del Alcázar. Pero toda aquella explosión  informativa fue serenándose y parecía que la instalación de la Biblioteca   en el alcázar no se produciría nunca. Desde luego, aparte de las declaraciones tanto del Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha, José Bono, como  del entonces ministro de Defensa, Narcis Serra,   el proyecto no llegó a plasmarse en un acuerdo ratificado documentalmente entre ambas administraciones públicas.
            En septiembre de 1986, cincuenta años después de la Guerra Civil que enfrentó a los españoles, se inició una polémica que probablemente ha repercutido en el largo tiempo que ha sido necesario para hacer realidad este proyecto. La página del asedio del Alcázar en 1936 eclipsó la historia de este edificio, que a lo largo de los siglos tuvo fines muy diversos. En un esclarecedor artículo del historiador Fernando Martínez Gil titulado “Historia del Alcázar de Toledo” publicado en junio de 1987 en la revista Historia 16, este escritor afirmaba: “En un tiempo en que la convivencia democrática apuesta por la superación de los traumas de la Guerra Civil, la decisión del Ministerio de Defensa, permitiendo a la biblioteca  Borbón‑Lorenzana alojarse en el Alcázar toledano, puede representar un bello carpetazo a cincuenta años de intolerancias y discusiones...”  
2.      Los acuerdos del bienio 1990‑1991.

            Cuatro años después de las noticias anunciadas por el ministro Serra, cristalizó un acuerdo entre el Gobierno de Castilla‑La Mancha y el Ministerio de Defensa que fue firmado el 19 de julio de 1990. Mediante este protocolo, los fondos históricos de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo se ubicarían en la planta primera del edificio del Alcázar. En el apartado primero del Acuerdo, se indica que en este nuevo espacio, esa “importante colección de indudable valor histórico‑bibliográfico” podrá “cumplir su función social, ya que el lugar que actualmente ocupan resulta totalmente inapropiado...” Y  el punto tercero  es bien significativo   del Acuerdo: “La incorporación al Alcázar de este valiosísimo patrimonio documental, unido al interés museológico que actualmente tiene una parte del edificio, hará que el Alcázar en su conjunto se realce aún más y entronque con la tradición misma de su propia historia, que, a lo largo de siglos de vicisitudes, ha conocido funciones militares y culturales, pasando de ser sede de la principal corte europea en el siglo XVI a Academia de Infantería o Real Casa de Caridad.”  El apartado cuarto señala los fondos concretos objeto del acuerdo:  “...los fondos históricos a que se hace referencia en las manifestaciones anteriores son los integrados por la denominada Biblioteca Borbón‑Lorenzana, por la específica existente sobre la ciudad de Toledo y una tercera biblioteca conocida como 'Donación Javier Malagón'”         
            Poco más tarde, el 13 de septiembre de 1990 se firmó el Acuerdo   entre el Ministerio de Cultura y la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha sobre la organización de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo.  Según este acuerdo, los fondos de esta Biblioteca se dividen en dos grandes secciones: Históricos y Modernos, estableciéndose que los fondos que se trasladarían a la primera planta del Alcázar serían los de carácter histórico, integrados por las tres colecciones ya citadas en el párrafo anterior. El punto segundo del acuerdo expresa: "...la voluntad del Ministerio de Defensa significa la solución para albergar con dignidad la importante colección histórico‑bibliográfica de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, enriqueciendo de este modo el valor monumental, cultural e histórico del Alcázar".
            Los sectores intelectuales y los medios de comunicación acogieron muy favorablemente estos acuerdos, que rompían las dudas que  empezaban a caer sobre el futuro de la biblioteca en el Alcázar, especialmente por los cerca de cuatro años que habían pasado sin que, al menos aparentemente, se  diesen pasos significativos. Como ejemplo, recordemos que el periodista Baltasar Magro escribía en Ya el 23 de septiembre de 1990 un artículo titulado "El Alcázar y la ciudad de todos", en el que podía leerse:
            "El reciente acuerdo firmado por el Ministerio de Defensa y el presidente de Castilla‑La Mancha el pasado mes de Julio para instalar en el Alcázar los inestimables fondos de la biblioteca Borbón‑Lorenzana empieza a poner las cosas en su sitio y representa una iniciativa con pocos precedentes en el ámbito de la que fue calificada en algún momento como imperial ciudad. Es una grata noticia para todos los que amamos y nos sentimos cercanos a ese espacio...que hemos visto reducir con criterios partidistas a una especia de frontera de las esencias patrias, muy lejos de su principal característica como ciudad de pacto y encuentro entre todas las creencias y culturas en las fracciones más vitales de su historia... Con buen criterio, a mi entender, se abren ahora las puertas a todos los ciudadanos sin exclusión...Con este paso no se pretende marginar ni restar importancia a los hechos recientes del Alcázar. En el  mismo lugar permanecerá el museo que recordará, a quien lo desee, los acontecimientos de la Guerra Civil.  Es por ello incomprensible que la resistencia de unos pocos para convertir el monumento en patrimonio cultural de todos haya impedido adelantar esta iniciativa. Los que reivindicaban un uso estrictamente militar del conjunto participan del mismo espíritu  que   ha evitado, desde hace bastantes años, cualquier ensayo con sentido moderno en la ciudad...El acuerdo sobre el Alcázar permite revivir parte de su historia y esperar con optimismo el futuro de una ciudad viva, otra vez, y para todos".
            El 1 de marzo de 1991 el presidente de Castilla‑La Mancha, José Bono, y el ministro de Defensa, Narcís Serra, firmaron un nuevo convenio para la instalación de los fondos históricos de la Biblioteca Pública de Toledo en el Alcázar. El nuevo texto ratificaba los acuerdos de 1990, autorizaba la incorporacion al Alcázar de Toledo de los "denominados fondos históricos de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo" y, también, autorizaba a la Consejería de Educación de Cultura de Castilla‑La Mancha a que "efectúe los estudios técnicos, obras y acciones necesarias para una adecuada instalación de los fondos históricos en la ubicación prevista".

3.      Los intelectuales y el cambio de proyecto de 1994.

            Probablemente pocos temas han experimentado en Toledo la toma de posiciones de los ciudadanos, especialmente del mundo de la cultura y la educación, como la biblioteca pública. Basta acudir a las hemerotecas para comprender que los toledanos han luchado en las dos últimas décadas para conseguir la dignificación del servicio de lectura pública en nuestra ciudad. En los inicios de los años ochenta se constituyó un Comité Permanente de Apoyo a la Biblioteca Pública que mediante manifiestos y gestiones ante el Ministerio de Cultura luchó para que la entonces proyectada ampliación de la Biblioteca se llevase a cabo utilizando la totalidad el convento de Santa  Fe, contiguo a la sede de la Biblioteca en el paseo del Miradero, y no sólo una parte como pretendía el Ministerio, que había decidido que otra parte de ese edificio fuese para el museo de Santa Cruz.
            En 1994, ya adjudicadas las obras de remodelación de la primera planta del Alcázar, más de un centenar de toledanos se posicionó claramente en contra de la división de los fondos de la Biblioteca y luchó para que, en caso de trasladarla al Alcázar, se hiciese de todos sus fondos y servicios. La proyectada división había propiciado la oposición al proyecto de una biblioteca dividida en el Alcázar de numerosas instituciones culturales y científicas, así como de los profesionales de bibliotecas. El manifiesto publicado en la práctica totalidad de medios de comunciación de la ciudad en febrero de 1994 dejaba claro el apoyo de los intelectuales a la ubicación de la Biblioteca en el Alcázar pero, al mismo tiempo, rechazaba el proyecto tal y como se había convenido entre las Administraciones públicas: "...la división de la Biblioteca de Toledo supone un atentado contra nuestro patrimonio histórico, además de una duplicación de recursos económicos, técnicos y humanos. El hecho, además, de que se traslade la colección de fondos antiguos significa que se invierte precisamente en la sección de la biblioteca menos necesitada, mientras que los ciudadanos seguirán careciendo de un servicio bibliotecario público, moderno y amplio". Los firmantes del manifiesto, que se autocalificaban como "personas a las que nos une nuestra preocupación por la cultura, por la integridad de nuestra Biblioteca y por el deseo de que en el futuro los toledanos, y en general todos sus usuarios, podamos disponer de una gran y moderna biblioteca", concluían el texto hecho público con tres claros mensajes:
            ‑ Su oposición a la división de la Biblioteca Pública Provincial de Toledo.
            ‑ Solicitan "un proyecto global de ampliación, mejora y modernización de las instalaciones de la Biblioteca, efectuado de manera coordinada por las Administraciones Públicas implicadas y que cuente con la colaboración de los profesionales bibliotecarios"
            ‑ Finalmente, "para que no se malgasten los fondos públicos, exigimos la paralización del actual proyecto de instalación en el Alcázar de una parte de los fondos de la Biblioteca".  Los  intelectuales declaraban que aceptarían cualquier ubicación de la Biblioteca, bien en el Miradero utilizando para la ampliación el contiguo convento de Santa Fe, como en el Alcázar, pero con una clara condición: "todas las instalaciones y servicios bibliotecarios deberán permanecer unidos."
            Estoy convencido de que la cercanía entre los administradores públicos y los ciudadanos ayuda a resolver los problemas. Esta  creo ha sido una de las claves del éxito  del Estado de las Autonomías. Si en la polémica generada  en 1981 el Ministerio no arbitró solución alguna y su única iniciativa fue archivar cualquier proyecto de mejora de la Biblioteca de Toledo, castigando así a los toledanos a no poder disponer de un servicio bibliotecario moderno y de calidad por la carencia de espacio y servicios en la biblioteca del Miradero, ahora el Gobierno de Castilla‑La Mancha, desde la cercanía, reaccionó con prontitud. Creo que hay que decirlo en justicia: a principios de abril, el Consejero de Educación y Cultura, Santiago Moreno, anunció la rectificación e hizo público el nuevo proyecto de la que calificó como Biblioteca del futuro".    El Consejero, en una comparecencia ante los medios de comunicación,  expresó su satisfacción porque próximamente se firmaría un nuevo convenio con Defensa por el que se conseguían más metros cuadrados de superficie de los inicialmente contemplados y ello facilitaba el traslado de la totalidad de los fondos de la Biblioteca al Alcázar.  Es cierto que esto suponía el cambio de ubicación en planta, que en lugar de hacerse en la primera se pasaba a la segunda. Pero, sin duda, esta sensibilidad del Gobierno de Castilla‑La Mancha provocó la satisfacción entre los toledanos.   Además, esta importante iniciativa tenía dos consecuencias más:
            ‑ Quedó claro que los toledanos apoyaban la utilización del Alcázar para sede de la Biblioteca, y mucha de la oposición que algunos querían ver hacia esta iniciativa era en realidad sólo hacia el tipo de prouyecto que se había articulado inicialmente, de división de fondos.
            ‑ De nuevo, las autoridades culturales de Castilla‑La Mancha pensaron en integrar los servicios de biblioteca pública del Estado y Biblioteca Regional, como  se pensó originariamente en 1986. Es decir, y desde mi punto de vista, los toledanos, y especialmente los creadores, educadores y pensadores,  habían impulsado al Gobierno Regional hacia un proyecto de biblioteca mucho más ambicioso y más acorde con las recomendaciones técnicas biblitecarias de los organismos internacionales (UNESCO, IFLA,...)
            El 12 de mayo de 1994 se firmó el anunciado convenio, entre el presidente Bono y el ministro de Defensa, Julián García Vargas. El apartado segundo  del convenio era  suficientemente explícito: en el protocolo de 1991 "no se contemplaba el traslado de toda la Biblioteca Pública del Estado, considerándose posteriormente conveniente este traslado integral, a fin de evitar los problemas y dificultades que se derivarían de la separación de los fondos de la ...Biblioteca". Y en el apartado tercero se decía: "...el Alcázar no sólo realzará de este modo sus contenidos museológicos y culturales, mediante la incorporación de ciertos fondos de carácter histórico...sino que también enriquecerá los usos y valores culturales del inmueble, a través de la integración de una biblioteca de carácter general e incuestionable importancia". La solución para los problemas de la Biblioteca de Toledo, paralizada desde el inicio de los años setenta, y el camino hacia la Biblioteca Regional eran ahora más correctos técnicamente: nos acercábamos al proyecto de Biblioteca de Castilla‑La Mancha que pronto podrán disfrutar tantos miles de ciudadanos.
           
4.      La realidad  de la Biblioteca de Castilla-La Mancha

            La Biblioteca de Castilla-La Mancha constituye el centro bibliográfico y cultural más importante de la región. Las obras realizadas en el Alcázar de Toledo no sólo permiten acoger el importantísimo tesoro bibliográfico depositado en la Colección Borbón‑Lorenzada sino que, además, han hecho  posible contar con una biblioteca que presta servicio a la sociedad regional y, en particular, a la comunidad científica. Por supuesto, el interés de sus colecciones patrimoniales hacen que la Biblioteca situada en el histórico edificio del Alcázar sirva de referencia a investigadores en las materias humanísticas y sociales en todo el mundo.
             La Biblioteca está llamada a ser el centro de recursos bibliográficos e informativos más importante de la región y, paralelamente, un centro de actividad cultural relacionado con la creación literaria, la historia del libro y la reflexión científica en asuntos básicos para la cultura y la sociedad de Castilla‑La Mancha.
            Pero, aun con esa dimensión regional, nacional e internacional de la Biblioteca, no debemos olvidar que los primeros grandes beneficiarios de este servicio público serán los ciudadanos de Toledo. La capital de la Comunidad Autónoma se beneficia directamente no sólo de un mejor acceso a sus importantes colecciones bibliográficas sino que, además, cuenta con un centro bibliotecario que, sin duda alguna, constituye la Biblioteca Pública que más amplios y modernos servicios preste en el país. Un centro cultural vivo y dinámico, abierto a todos, que conjuga  los servicios de acceso a la información con el valor añadido de poder disfrutarlos en uno de los edificios emblemáticos de la ciudad, cuidadosamente adaptado -en la planta que ocupa- para este servicio esencial para la comunidad.
            En el pórtico del tercer milenio, la Biblioteca Regional armoniza también la imagen de la historia de las bibliotecas. Librerías del siglo XVIII que pertenecieron a la primitiva biblioteca arzobispal de Lorenzana, que ahora acogen en libre acceso fondos relativos a Castilla-La Mancha; una librería del siglo XIX constituirá la sala de investigadores, denominada "Borbón-Lorenzana" como homenaje a estos arzobispos; espectacular resulta la nueva sala general de lectura, que entronca con la tradición más clásica pero con un uso funcional; y las nuevas tecnologías están muy presentes en la biblioteca, democratizando a todos los ciudadanos el acceso a las bases de datos (CD-ROM,...) y a las redes mundiales de información (INTENET), además de a los soportes ya más convencionales (Compact Disc, video, etc.) en una moderna mediateca. Pero la biblioteca se concibe de forma muy integral, de modo que en todas las salas de lectura se cuenta con diversos puestos de acceso a la red informática de la biblioteca, a las bases de datos en CD-ROM   e incluso a INTERNET, de modo que los usuarios que están utilizando servicios generales puedan en un momento determinado hacer las consultar que precisen a través de esos soportes y  redes. Finalmente, es reseñable que la biblioteca está realmente dirigida a todo tipo de públicos, cumpliendo su carácter de biblioteca pública o general, aunque también se trate en buena medida de una biblioteca especializada por el tipo de fondos que conserva. Los niños y los más jóvenes disponen de sus propias salas, tambiénn con acceso a los nuevos soportes y redes. Y las personas mayores, como el resto de adultos,  podrán disfrutar de una cómoda y relajada lectura de prensa diaria y de información general sin ningún tipo de limitaciones.
            La Biblioteca de Castilla-La Mancha acogerá dos importantes archivos fotográficos: el fondo Rodríguez, fundamental para la historia, el arte y la vida cotidiana de Toledo, y el de Escobar, importante testimonio de la vida de Albacete. De igual modo se irán incorporando a la Biblioteca reproducciones fotográficas relativas a nuestra región y que se conservan en distintos archivos y bibliotecas del país; y se ha iniciado un plan de conservación y difusión del patrimonio fotográfico que existe en las localidades de nuestra región, y muchas de esas fotografías se están reproduciendo para que integren la importante fototeca de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, que constituirá una sección denominada Centro Regional de Fotografía.
            La biblioteca se ha concebido sin barreras, muy diáfana, con el atractivo añadido de las maravillosas vistas de Toledo que pueden contemplarse desde sus instalaciones. Y con una circulación muy fluida, de modo que todas las generaciones de toledanos y, en general, de ciudadanos que acudan a la Biblioteca puedan siempre contemplar a otros ciudadanos que aman el libro y la información, que creen en la fuerza transformadora de la cultura y la educación y que en la biblioteca pueden encontrar un buen servicio para el ocio. En esta Biblioteca se cumple fielmente el Manifiesto de la UNESCO sobre la Biblioteca Pública de 1994: "Este Manifiesto proclama la fe de la UNESCO en la biblioteca pública como una fuerza viva para la educación, la cultura y la información y como un agente esencial para el fomento de la paz y del bienestar espiritual a través del pensamiento de hombres y mujeres".





*Revista de Abenzoares, nº 6 (1999-2000); págs. 25-36. Escrito en 1998, este texto fue escrito originariamente para el libro colectivo El Alcázar de Toledo: Palacio y Biblioteca. Un proyecto cultural para el siglo XXI (Toledo: Consejería de Educación y Cultura. Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1998), que coordinó mi buen amigo Fernando Martínez Gil y que proyectamos desde la Consejería para su edición con motivo de la apertura de la Biblioteca Regional.  Por diversas circunstancias, mi texto no fue incluido finalmente en el libro, publicándose un tiempo después en esta revista.

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