jueves, 1 de marzo de 2001

Bibliotecas y sociedad de la información: Teoría de los cuatro mundos



Bibliotecas y sociedad de la información:

 Teoría de los cuatro mundos*


            Hace ya dos décadas que Julia Méndez Aparicio, que dirigió durante tantos años la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, publicó su libro La Biblioteca Pública, ¿índice del subdesarrollo español? Sin duda, desde entonces  mucho se ha avanzado en el terreno de las bibliotecas en nuestro país y en nuestra región. Sin embargo, subsisten problemas verdaderamente históricos, estructurales, que impiden que el derecho constitucional que todo ciudadano tiene a la educación, a la cultura, a la información –y este trípode está en toda biblioteca que cuente con recursos para cumplir adecuadamente su misión- sea verdaderamente una realidad.
            Contamos en España con magníficas bibliotecas, dotadas de amplias colecciones, actualizadas y diversificadas en cuanto al tipo de soporte. Bibliotecas que junto a la tradicional colección de libros y publicaciones periódicas, ofrece a sus lectores CD-ROM, DVD-ROM, Videos y DVD-Vídeo, Compact Disc,  acceso a Internet. Bibliotecas que además son centro de formación permanente para los ciudadanos, que organizan de forma estable actividades culturales y de animación a la lectura, que tienen programas de formación de usuarios y se relacionan con la comunidad educativa, con asociaciones culturales y sociales. Son bibliotecas con presupuestos importantes, con personal técnico y auxiliar numeroso, con amplios horarios de servicio al público... En nuestra región, un ejemplo claro de este tipo de bibliotecas es la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Podríamos decir, simplificando, que este tipo de bibliotecas, aunque no estén exentas de problemas y de necesidad de mayores recursos, constituyen hoy el primer mundo en cuanto a bibliotecas, perfectamente preparadas para servir a los ciudadanos del siglo XXI, de la sociedad de la información.
            Existen luego numerosas bibliotecas que han mejorado sus servicios, que amplían sus colecciones, que van diversificando sus fondos mediante la incorporación progresiva de soportes multimedia y paulatinamente incorporan nuevos servicios basados en tecnologías de la información. Están haciendo un esfuerzo para mejorar la situación de sus plantillas, incrementar el horario de apertura, consolidar un programa de actividades, conseguir de sus responsables un incremento de sus presupuestos, reformar sus espacios para que se adapten a las nuevas necesidades...Nunca es fácil trazar divisorias, por lo que muchas de estas bibliotecas rozan a menudo el primer mundo; pero por algunas carencias podrían incluirse en un segundo grupo, un segundo mundo. Son la mayoría de las Bibliotecas Públicas del Estado, un número cada vez más creciente de  bibliotecas municipales de ciudades y pueblos, a veces las propias redes  municipales de algunas grandes o medianas ciudades. También podemos incluir en este mundo muchas bibliotecas de pequeños municipios, incluso inferiores a 5.000 habitantes, que a base de tesón y esfuerzo han conseguido levantar un servicio bibliotecario verdaderamente digno, sobre todo si se compara con la población de la localidad... Son servicios bibliotecarios cada vez más consolidados y que reciben el apoyo incondicional de sus usuarios, que ven cómo se moderniza paulatinamente su biblioteca y está enraizada en su comunidad.
            Espero que nadie se ofenda si empleo el término de tercer mundo para referirme a tantas bibliotecas que mantienen unos presupuestos escasos, un reducido horario de servicio, locales inadecuados y unas colecciones obsoletas y sin apenas incremento anual, en las que además no se han incorporado los nuevos soportes de información. Son bibliotecas en las que normalmente sólo los niños son sus usuarios y apenas se programan actividades de animación. También estarían aquí las ciudades carentes de una red municipal de bibliotecas suficiente, y que en muchos casos disponen de una sola biblioteca para toda la población. También podría estar aquí un servicio de biblioteca móvil que no tenga una frecuencia adecuada. No es un problema de población del municipio sino de interés político y comunitario por este servicio público. Apenas me atrevo a dar más características, pues podrían ser injustos los juicios. ¿Cómo no valorar a un pequeño municipio que ha puesto en marcha una pequeña Sala de Lectura Pública, contratando a un bibliotecario a media jornada? ¿Cómo no elogiar a un ayuntamiento de 700 habitantes que tiene biblioteca pública municipal e incluso ofrece acceso a Internet a sus usuarios? No me atrevería a decir que están en el tercer mundo: desde luego, sí están en un tipo de servicio bibliotecario que frecuentemente se aleja de las necesidades presentes que tienen los ciudadanos.  Pero es verdad que esos municipios están prestando un servicio público sin que tengan actualmente obligación legal de hacerlo. Así, aun reconociendo las dificultades para generalizar y conformar un grupo, esos servicios bibliotecarios, pequeños o inadecuados,  podrían conformar este tercer mundo en el panorama bibliotecario español.
            Pero, a pesar de las sombras, los ciudadanos que disponen de algún servicio de acceso público a la lectura y a la información, pueden considerarse privilegiados. Pues existe un porcentaje todavía importante de la población española que carece totalmente de acceso a bibliotecas, bien sean fijas o móviles. Esto es inimaginable en servicios públicos como la educación, la sanidad,..., pero las bibliotecas siguen siendo asignatura pendiente no sólo por sus deficiencias sino por su inexistencia en tantos casos. Son el cuarto mundo, los sin techo, los que por vivir en pequeñas localidades o en barrios de ciudades parece que carecen de derechos en este terreno. Según el  Anuario Estadístico de las Bibliotecas Públicas Españolas de 1999, publicado recientemente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte con datos de las Comunidades Autónomas, estimamos en más de 3.000 los municipios españoles que carecen de biblioteca pública y que tampoco están atendidos por otros servicios bibliotecarios alternativos.
            Ahora se nos llena a todos la boca con términos como sociedad de la información, Internet, CD-ROM,...y a veces nos lamentamos de los bajos índices de lectura existentes en nuestro país. Es el servicio de biblioteca pública el llamado a democratizar totalmente las ventajas de esa sociedad de la información. Pero mientras que haya ciudadanos sin derechos, personas que no tienen la posibilidad de leer, de conectarse gratuitamente a Internet, de consultar bases de datos, de experimentar la emoción y el placer del libro y la lectura, no deberíamos lanzar las campanas al vuelo sin rubor. ¿Cuál es la solución? Si me lo permiten, parafraseando La historia interminable, esa es otra historia, y la contaremos en otra ocasión. Cuestión sólo de espacio...



*  Anaquel, nº 13 (marzo-abril 2001), pág. 17

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