miércoles, 13 de diciembre de 2017

Presentación del libro Una historia de Toledo, de Fernando Martínez Gil.




Presentación del libro
Una historia de Toledo, de Fernando Martínez Gil.
Toledo, Sala Capitular del Ayuntamiento, 13 de diciembre de 2017



















A finales de la década de los sesenta, tras volver de un intercambio juvenil en el Valle del Loire, en Francia, llegué a la aduana española con una dosis de miedo y temblor razonables. Yo era un joven pueblerino y llevaba en la maleta algunos libros prohibidos en España. Dos de ellos los recuerdo especialmente: El poeta en la calle, de Rafael Alberti; y esa breve, concisa y distinta Historia de España, que había publicado Pierre Vilar originariamente en 1947 y de la que se sucedían las ediciones. Eran dos títulos emblemáticos prohibidos por el franquismo y que adquirí en la famosa Librairie Espagnole de París, un punto de atracción para algunos españoles que llegábamos a la capital francesa. Afortunadamente el agente no me pidió abrir la maleta y pude entrar en España sin contratiempo alguno. El miedo, en aquellos años finales del franquismo, era libre.
Cito, al comienzo de este acto, ambos libros, porque tuvieron un especial recorrido en nuestras vidas. Pero antes de seguir con esta narración, quiero decirles que probablemente la única razón por la que yo estoy hoy aquí es la amistad. Una amistad con Fernando Martínez Gil que viene de lejos  y que me ha concedido el privilegio de escribir unas palabras a manera de prólogo para el libro que hoy presentamos y ahora la oportunidad de estar en esta impresionante Sala Capitular del Ayuntamiento de Toledo, con la presencia de nuestra alcaldesa y amiga, Milagros Tolón, a quien agradezco su acogida.
Nos conocimos Fernando y yo en las aulas del hoy llamado Palacio de Lorenzana, cuando era sede del único instituto de bachillerato de la ciudad. Él era bastante más joven que yo y pronto sintonizamos por un común amor, sobre todo, a la literatura. Por cierto que muy pronto fuimos un día a su casa en la cuesta de Santa Ana y conocí a su padre, Antonio Martínez Ballesteros, el gran dramaturgo toledano. Fue el primer autor literario con el que tuve contacto y aún me emociona recordarlo. Luego tuve la posibilidad en colaborar en alguna ocasión en su grupo “Pigmalión” y, sobre todo, empezó a construirse una amistad con una familia a la que admiro y que vive una dimensión cultural importante. Además de la actividad de Antonio, la propia de Fernando, de la que hoy toca hablar; y también Carlos, profesor, musicólogo y a veces uno más del grupo teatral; y Ana, profesora y que ha significado la continuidad en Pigmalión con su marido Fernando Botica. Y de fondo, Rosa Maria, esposa y madre, y yo creo que un poco el alma en silencio de la familia.
 Con Fernando, en esa primera fase de encuentro creo que fueron cuatro cursos de experiencias, de realizar teatro y recitales poéticos un poco prohibidos en aquellos inicios de los años setenta. Entre las actividades “subversivas” que ambos, junto con otros compañeros de estudios realizamos, fue la puesta en escena de la “Cantata por la paz y la alegría de los pueblos”, una obra teatral compuesta por Alberti en 1950, incluida en ese volumen prohibido de “El poeta en la calle” traído de Francia, y que significaba un grito contra tantas guerras y un alegato a favor de la paz. Representamos esta obra en 6º de Bachillerato pero fue prohibida una nueva representación en COU. Igual que un recital poético, que tuvimos que hacer en el patio de Lorenzana en lugar de en la sede del Instituto en su nuevo edificio del camino del cementerio.
Luego coincidiríamos en los estudios de Geografía e Historia, primero otra vez en Lorenzana y después en la Complutense. Entonces yo era ya un joven bibliotecario que recorría los pueblos de la provincia de Toledo, razón que me impedía asistir a clase casi siempre. Con otros jóvenes historiadores hicimos algunos proyectos juntos y un día recibimos con alborozo la noticia de que Fernando había sido galardonado con el premio nacional de literatura infantil y juvenil por una obra que mostraba su amor a Toledo y al  Tajo: El río de los castores, que tuve el privilegio de leer antes de su edición. Y años después recibiría el premio Lazarillo, también de literatura juvenil.
En un proyecto que realicé en 1979 para un concurso de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, estimulado por el cardenal Primado D. Marcelo González Martín, expuse que para realizar esa Enciclopedia de la Cultura Toledana, se precisaban una serie de iniciativas como congresos y publicaciones, especialmente referidas a la Historia de Toledo. Y algunas de esas acciones tuvimos la oportunidad de realizarlas juntos. En los inicios de los ochenta defendimos la biblioteca toledana, con manifiestos de intelectuales y con iniciativas distintas que sorprendieron en una ciudad no muy caracterizada en la defensa de la cultura;  hicimos el primer libro sobre uno de los fotógrafos históricos de la ciudad, Casiano Alguacil, que fue publicado por el Ayuntamiento, animados por la pasión de Manolo Carrero y con la participación también de otros jóvenes historiadores como Isidro Sánchez y Rafael del Cerro;  después recreamos una leyenda histórica sobre la época comunera; y como grupo de jóvenes historiadores animamos a la Diputación a crear una colección de obras de divulgación de los temas toledanos… Fue una etapa, plena de entusiasmo y de actividad, que permitió ir consolidando nuestro conocimiento y amistad.
             Fernando comenzó una de sus labores singulares: el cine-club universitario, que ha mantenido con  un esfuerzo y una dedicación encomiables. Y llegó la oportunidad de trabajar juntos, durante dos años,  en el gabinete del consejero de Educación y Cultura del gobierno regional, José María Barreda, convirtiendo en realidades sueños como el I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha o varios congresos de historia joven de nuestra reciente comunidad autónoma, la convocatoria y concesión de becas para jóvenes historiadores…que eran ideas plasmadas en aquel viejo proyecto de Enciclopedia Toledana, ahora con visión y ámbito  regionales. Y en los noventa volvimos a encontrarnos: Yo estaba al frente del Servicio Regional del Libro, Archivos y Bibliotecas y pedí a Fernando que concibiera un juego de animación a la lectura; y vaya que lo hizo, denominándolo “Desde Castilla-La Mancha la vuelta al mundo en ochenta libros”, que desde la Consejería de Educación y Cultura difundimos en la totalidad de la Red de Bibliotecas Públicas de la región; también en los años noventa juntos fuimos agitadores para defender el traslado de la Biblioteca de Toledo al Alcázar en condiciones dignas y sin atentar contra la unidad de sus colecciones y servicios; y le pedí asumiera la coordinación de un libro sobre la naciente Biblioteca de Castilla-La Mancha en el Alcázar, un proyecto en el que él había participado en la primera fase del diseño de reconversión del edificio. Son algunos pequeños secretos de la intrahistoria…

El siguió escribiendo libros de narrativa juvenil y obras de historia y pasó a ser profesor de historia moderna en la Universidad de Castilla-La Mancha, en la que todos sus alumnos han admirado siempre su docencia y su compromiso con la transmisión apasionada del conocimiento. Martínez Gil es sin duda uno de los grandes historiadores toledanos, con investigaciones fundamentales sobre la guerra de las Comunidades de Castilla, la muerte y la sociedad  en la baja Edad Media y en la España de los Austrias, la crisis de Castilla, la fiesta del Corpus; los dos volúmenes de su historia del cine y de los cines en Toledo, obra titulada “Con él llegó el escándalo”, ámbito en lo que es el gran experto. Libros verdaderamente esenciales para conocer la historia de la ciudad toledana, de los que espero me permitan elegir  uno que considero esencial: La invención de Toledo. Sin duda, el libro La invención de Toledo es un libro importantísimo para la historiografía, la sociología e incluso la política de nuestra ciudad. Tan fundamental que en mi discurso “Decálogo para Toledo”, pronunciado en la Real Academia como apertura del curso en 2014 consideré esta obra como una de las cinco esenciales para conocer nuestra ciudad.
Algunos historiadores habíamos insistido en la necesidad de redactar y publicar una nueva historia que recogiese la abundante producción historiográfica surgida a la sombra del Toledo universitario y así poder llenar ese vacío. Quedaba muy lejos la Historia de la ciudad de Toledo, dada a la luz por Antonio Martín Gamero en 1862. Y aunque hubo contribuciones importantes, no llegaba esa obra. Y no fue fácil. Hubo intentos fallidos, como un proyecto en el que participamos una treintena de especialistas pero que finalmente no fue apoyado por la Real Fundación de Toledo. Así que fue muy bien recibida la iniciativa de la Editorial Azacanes y  la Librería Universitaria, que  en 1997 publicaron una magnífica Historia de Toledo que permitía contar con una historia local moderna y que cubría todas las épocas. Y en este volumen no podía faltar Fernando Martínez Gil, que redactó los capítulos del Antiguo Régimen, desde 1480 a 1800.
            Sin duda, junto a las aportaciones de historiadores ya prestigiosos, la nueva historiografía toledana ha sido muy fecunda en las últimas décadas. Pero no han sido muchas las visiones generales ofrecidas sobre la evolución histórica de nuestra ciudad. Una síntesis actual y con cuidada edición es la publicada por Ediciones Covarrubias en 2012, escrita por Ventura Leblic y con el título Breve Historia de Toledo
            Mientras Fernando Martínez Gil iba siendo cada vez más el gran historiador de Toledo, yo fui arrinconando mis trabajos historiográficos para convertirme en un bibliotecario y en un defensor de las bibliotecas. Por ello, insisto, que estoy aquí como amigo, pues sin duda hay historiadores que harían la presentación de esta Historia de Toledo  de forma mucho más profesional. Pero a pesar de esta trayectoria un poco peculiar que hemos realizado juntos o al menos con la mirada siempre cercana, sí creo poder afirmar algunas características sobre el libro que ahora publica Fernando Martínez Gil.
            Confieso que el libro que hoy presentamos es una obra que muchos hemos soñado pero que sólo una persona, un historiador como Fernando podía escribir. Esta es la obra que, en mi opinión, sirve de paralelo a aquella Historia de España que escribió el hispanista Pierre Vilar y que la mayoría hemos leído. Su veintena de ediciones refleja el éxito de una obra escrita para historiadores y para ciudadanos corrientes, para amantes de la historia y para quienes querían conocer las claves históricas de nuestro país. Por eso la traje escondida en mi maleta desde Francia a finales de los años sesenta, cuando era muy joven y ni siquiera había pensado realizar estudios de historia. Años más tarde los jóvenes historiadores nacidos a finales de la década de los setenta suspirábamos por aquella breve Historia de España de un hispanista. Una síntesis de la historia de España que ofrecía una visión completa, sugerente y sugestiva de la vida española.  Luego se editarían otras obras similares de grandes historiadores españoles.
Pero, sin duda, aunque los ámbitos espaciales sean distintos, la obra de Fernando dedicada a Toledo es una verdadera maravilla histórica y literaria.  Esta es una historia de Toledo escrita desde la madurez y desde la experiencia historiográfica y personal de este historiador. El título, Una historia de Toledo, tiene resonancias de humildad, pues parece que es una contribución más a la historia de nuestra ciudad. Pero no es así. Atrás quedó aquel tiempo en el que la historia de la ciudad más reciente era la de Martín Gamero del siglo XIX. 
            Esta historia es distinta. Es una historia que traza las sucesivas etapas de la vida de Toledo pero incluyendo con gran importancia algunos temas que se superponen a la historia cronológica. Y siempre hay un latido de historia social, de historia cultural…Es el modelo de historia que aprendimos de la escuela francesa y de la más moderna historiografía, modelos más preocupados por la historia estructural y de tiempos largos que la tradicional basada en los acontecimientos y los nombres.           Podría afirmarse que Una historia de Toledo  sigue esa línea historiográfica, representada por Vilar, Vicens y otros historiadores. Pero desde mi punto de vista la perfecciona, acudiendo a los testimonios de los grandes escritores que llegaron a nuestra ciudad o escribieron sobre ella, a los propios viajeros….
El libro es una obra apasionante que enamora: quien lea esta historia se habrá enamorado irremediablemente de nuestra ciudad y de su historia, que en buena medida, como tantos historiadores han dicho, es la historia de nuestro país.
            El libro está escrito para todo tipo de personas y no sólo para los especialistas. Es un libro que sin duda acrecentará el amor por la historia y por Toledo. Y además un libro que se lee como si fuera una novela, con gusto, deseando pasar de capítulo para conocer el devenir de la época siguiente. Y que termina haciendo un recorrido por los libros sobre Toledo, y no al revés. Porque esta historia dejará buen sabor de boca al lector y le animará a seguir leyendo obras sobre nuestra ciudad, su arte, su historia, sus problemas, sus proyectos….
            Otra característica de este libro es crucial: estamos ante una obra de un historiador comprometido con su tiempo. No escribe sólo para mostrar el largo recorrido histórico, el escaparate geográfico, histórico, artístico, sociológico….en el que se han sucedido tantas historias. No, Fernando Martínez Gil es un hombre y un historiador que lucha para que nuestra ciudad busque siempre su presente y su futuro aprovechando esa experiencia pero sin anclarse en ella. No quiere una ciudad convertida en un parque temático para un turismo de masas sino una ciudad que viva y que construya su sociedad desde la participación y desde la complicidad con el proyecto de ciudad.
            Finalmente, es una historia que ama la palabra. Las “ilustraciones” de texto que acompañan el recorrido histórico de la obra, significan el amor por las palabras. En unos casos se acompañan textos singulares de diversos autores; y en otros son palabras del propio Fernando Martínez Gil, que fija en esos recuadros en los que no hay grandes fotografías ni otras ilustraciones sino palabras, benditas palabras que ponen el acento en la prioridad de la palabra. Aquel refrán de que “Una imagen vale más que mil palabras” no se cumple en esta obra, que da cabal importancia a las palabras como vehículo esencial del conocimiento.  Y esto lo hace un hombre, un historiador, que es un maestro en el conocimiento y difusión histórica a través de la fotografía y del cine. Pero en esta ocasión ha priorizado de forma nítida a la palabra escrita. De hecho, el álbum que acompaña la obra es responsabilidad del editor.
            En fin, bienvenida esta historia de Toledo. Y gracias, Fernando Martínez Gil, por hacer una historia para los ciudadanos sin historia, para todos, para quienes cada día caminamos por una ciudad que nos asombra y a la que deseamos contribuir de forma activa.
No quiero finalizar sin mostrar también mi gratitud al editor, Francisco Carvajal. Como otros editores locales o regionales es un fabricante de sueños, enamorado de los libros y de la lectura, que hace apenas dos años creó la editorial El Perro Malo y ya ha hecho estupendas e importantes contribuciones a nuestra cultura y en especial a la literatura, publicando obras de Galdós, Urabayen, Bécquer… Sin personas como Paco Carvajal obras tan espléndidas como esta historia de Toledo de Fernando tal vez no hubiesen visto la luz. Paradójicamente parece que las instituciones viven la crisis con mayor gravedad que los editores privados, que arriesgan sus propios recursos para que las creaciones literarias o científicas puedan nacer y difundirse. ¿Cuándo finalizará la crisis en las Instituciones para el mundo del libro?
Pero esta noche es de regocijo y de esperanza. Todos -toledanos y ciudadanos de cualquier otra ciudad- vamos a poder conocer y vivir la historia y la intrahistoria de Toledo gracias a un hombre enamorado de su ciudad y de su profesión investigadora y docente. Hoy nace, se presenta en sociedad, el que será uno de los libros más importantes en la vida y la historia de Toledo. ¡Bienvenido sea! Muchas gracias, Fernando. Muchas gracias, amigo.

Juan Sánchez Sánchez
Numerario de la Real Academia de Bellas Artes
y Ciencias Históricas de Toledo.

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