sábado, 28 de abril de 2007

Bibliotecas, talante y escenificación democrática




Bibliotecas, talante y escenificación democrática*


En 1982, en los días de campaña “Por el Cambio”, el PSOE hizo la promesa de una “Ley de Bibliotecas” que luego no tuvo voluntad de promover. Y esa misma postura siguieron los distintos gobiernos de España. Esta carencia de una ley-marco de bibliotecas propició un desarrollo desigual de los servicios bibliotecarios en las comunidades autónomas. De hecho, entre la primera ley autonómica de bibliotecas (Cataluña en 1981) y la última (Baleares en 2006)  han transcurrido  25 años de distancia. Puede pensarse  que las leyes no lo son todo, pero constituyen  la premisa para diseñar unas políticas bibliotecarias que garanticen a todas las personas el acceso a unos servicios de lectura pública adecuados a la Sociedad de la  Información y del Conocimiento que aspiramos a construir.
En mayo de 2006 la ministra de Cultura, Carmen Calvo, presentó al Consejo de Ministros un Proyecto de Ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas que no había consensuado ni con los sectores profesionales ni con las Comunidades Autónomas. Y formalmente intentó corregir esa falta de participación de la sociedad civil y de los gobiernos regionales. Especialmente era patético, e inútil, el capítulo V del Proyecto, dedicado a las bibliotecas, hasta el punto de que en los informes y alegaciones presentadas por instituciones tan representativas como la Federación Española de Municipios y Provincias o FESABID, que agrupa al conjunto de asociaciones bibliotecarias de todo el país, se pidió nítidamente una Ley específica dedicada a las bibliotecas o una reforma total del texto inicialmente propuesto.
Pero el gobierno de Rodríguez Zapatero, siempre fiel pregonero del talante y la participación, no defraudó sus dotes teatrales  y, sin modificar ningún aspecto del citado capítulo dedicado a las bibliotecas, dijo a los cuatro vientos en los inicios de noviembre de 2006 que el Consejo de Ministros había aprobado el Proyecto de Ley, que enviaba al Parlamento y que recogía las sugerencias aportadas por los sectores profesionales, sociales y políticos. Una gran mentira que ningún medio de comunicación denunció. Pueden compararse los textos y podrá comprobarse cómo el Gobierno de España no recogió ni una sola de las propuestas presentadas.
Y así pasó al Congreso de los Diputados. Nuevamente informes con alegaciones, e incluso bastantes comparecencias de los representantes de los sectores profesionales. Contactos con los grupos parlamentarios y muy buenas palabras. Los grupos políticos del Congreso presentaron 211 enmiendas, con singular presencia de Izquierda Unida, Esquerra Republicana y Partido Popular. Y la Comisión de Cultura, en un trabajo arduo,  introdujo buena parte de las enmiendas, incluso algunas de cierto calado que acogían propuestas de las asociaciones bibliotecarias. Y llegó el momento decisivo: la ministra de Cultura, maestra de la imagen, resaltó el gran consenso en su intervención ante el Pleno del Congreso de los Diputados del día 29 de marzo de 2007. Claro que, como ya estaba previsto, por un voto particular del Grupo Socialista, se modificó el texto que había sido aprobado en la Comisión de Cultura  y que había recogido las propuestas más significativas, por ejemplo, de Izquierda Unida.
Resultado: se ha aprobado un texto, ahora en el Senado, que es perfectamente inútil para resolver los problemas de las bibliotecas españolas. Finalmente, el Proyecto de Ley no regula los servicios básicos que debe prestar toda biblioteca pública ni resuelve el problema de falta de servicios bibliotecarios en los pequeños municipios,  que son unos 3.000 actualmente. Tampoco aclara las competencias de las distintas Administraciones Públicas ni se aborda el problema de la financiación de este servicio público. De igual modo, el texto no indica a quién corresponde la responsabilidad de prestar el servicio de biblioteca pública ni se configura como debe ser básicamente este servicio en función de los niveles de población de los municipios. Paradójicamente, y aunque es un Proyecto con referencias continuas a promover planes de lectura, el Proyecto no puede considerarse una ley integral en políticas de lectura pública, y no aporta tampoco ninguna característica mínima de las bibliotecas escolares. Y, lo más grave, omite totalmente la obligatoriedad de la coordinación bibliotecaria entre el Ministerio, las Comunidades Autónomas y las Administraciones Locales,  y sólo alude a la cooperación como algo voluntario de las distintas administraciones y sectores implicados.
La mayoría de los grupos políticos reconoció que este Proyecto no era una Ley de Bibliotecas. Por ello, Izquierda Unida defendió la denominación de Ley de la Lectura, del Libro y de la Coordinación Bibliotecaria, mientras que Esquerra Republicana y el Partido Popular optaron por la conversión del proyecto en una Ley de la Lectura, del Libro y de la Cooperación  Bibliotecaria.  Pero sólo el Partido Popular ha planteado en sus enmiendas la promulgación de una futura LEY DE BIBLIOTECAS.
El resultado es que se pierde la oportunidad de una Ley que garantice a todos los españoles el derecho a acceder a servicios bibliotecarios de calidad, dignos de nuestro tiempo. Más de dos décadas de espera merecían un Proyecto de Ley que afrontase y resolviese problemas. Pero la ministra Calvo sólo ha resuelto su particular problema político: ha modificado la Ley de Propiedad Intelectual, para que las bibliotecas paguen un canon por cada libro prestado y España pueda cumplir la directiva comunitaria.
Y lo peor es que no se vislumbra que el  Ministerio de Cultura esté dispuesto a convocar a debatir la  situación de las bibliotecas públicas en nuestro país y, mediante el consenso con las Comunidades Autónomas, impulsar una verdadera Política de Estado en materia de lectura y bibliotecas.
Pero si denuncio que el Gobierno y el Congreso de los Diputados no han querido afrontar el problema histórico de la biblioteca pública en España, tengo que reconocer que ambas instituciones merecen una nota de sobresaliente en su calidad de actores: han realizado una brillante representación escénica de un estéril juego democrático. Tal vez así tienen la conciencia tranquila de que sirven al pueblo que les otorgó el privilegio de convertirlos en representantes de los ciudadanos españoles. Pero se equivocan.




* ABC Año CIV, núm. 33.372 (28-04-2007), pág. 54. Edición nacional. Sección  Tribuna abierta. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-28-04-2007/abc/Opinion/bibliotecas-talante-y-escenificacion-democratica_1632798178123.html
El Digital de Castilla-La Mancha. Nº 458  (3-05-2007). http://www.eldigitalcastillalamancha.es/articulos.asp?idarticulo=14534

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