domingo, 10 de febrero de 2019

Mil nuevos vecinos para el casco histórico de Toledo


Mil nuevos vecinos para el casco histórico de Toledo

 
No voy a hacer un estudio demográfico sobre Toledo y singularmente sobre su casco histórico. Basta con resaltar una evidencia: el corazón de Toledo, el casco histórico situado en el interior del recinto amurallado, ha perdido progresivamente población. El padrón municipal de 2017 recoge 10.400 vecinos, del total de 83.972 que tenía en ese año la ciudad. Apenas un 12%. Los expertos dicen que además esa cifra no es real: que hay personas empadronadas que no viven en el casco y hay otros que tienen vivienda en el casco y están empadronados pero su residencia habitual es otra, en cualquier otro barrio de Toledo o incluso fuera de nuestra ciudad. Los más pesimistas llegan a decir que en nuestro casco apenas residimos ocho mil o incluso menos vecinos.

No hace falta recordar por qué hemos llegado a esta situación. Lo ha explicado recientemente Tomás Marín en su estudio “Población y vivienda en el casco histórico”, uno de los magníficos trabajos que integran el libro Casco Histórico de Toledo. Construir la convivencia (Editorial Toletum revolutum, 2018), que recomiendo leer vivamente. Y también historiadores como Fernando Martínez Gil y geógrafos como Antonio Zárate en numerosos trabajos científicos.  Aquellas oleadas de  ciudadanos que vinieron a Toledo, en parte al casco, cuando Toledo se convirtió en capitalidad regional, cesaron. Luego, la inmigración extranjera que llegó a la ciudad y que en buena medida se asentó en el casco por la disponibilidad de viviendas vacías y con menor costo de alquiler. Ambas repoblaciones terminaron e incluso se fueron revirtiendo.  Paralelamente, el lento pero continuado exilio de toledanos a otros barrios o a localidades próximas buscando mejores condiciones en las viviendas, precios más económicos, mejores servicios públicos y comerciales y menores problemas a la hora de vivir. Y una desgracia añadida: tenemos unas autoridades municipales que no dudan en expresar que la gente no quiere vivir en el casco, por sus incomodidades. Presumen de casco, de su maravilloso patrimonio histórico-artístico, programan espectáculos de luz y sonido en sus monumentos, algunos eventos culturales…Pero vivir en el casco…. Predican con su propio ejemplo. En 2015 propuse, sin ningún éxito, que se iniciase una campaña para atraer nuevos vecinos al casco, que se titulase algo así: “Toledano, ¡ven a vivir al casco!”, poniendo en marcha, claro, determinados beneficios para estimular el retorno al casco. Pero, con honrosas excepciones, los  miembros de la Corporación Municipal viven extramuros, en los nuevos barrios y justifican el lento declive en las dificultades urbanísticas y de todo tipo del casco histórico. Pero continuamente se les llena la boca de que Toledo está lleno, más vivo y precioso que nunca….Porque se está cumpliendo lo que diversos expertos anunciaron hace décadas: Toledo se convierte en un parque temático.

Sin embargo, algo se mueve en el casco. Los políticos siguen pensando en crear nuevos barrios, como el que anuncian en La Peraleda y no renuncian a que la Vega Baja pueda volver a ser objeto de deseo de las inmobiliarias. El IBI y los demás impuestos relacionados con la vivienda son una de las fuentes de ingresos municipales más importantes. Pero paralelamente hay todo un movimiento ciudadano que está asentándose en el casco y que hacen que, junto a la Biblioteca de Castilla-La Mancha, el Teatro de Rojas, el Ateneo de Toledo y alguna otra entidad o centro cultural, se esté produciendo una programación cultural autogestionada en Matadero Lab del IES Sefarad, el espacio sociocultural  Urbana 6 y otras iniciativas. Normalmente son jóvenes y hacen que la oferta cultural esté muy viva, al contrario de lo que ocurre en otros barrios.

Pero no podemos cerrar los ojos a la cruda realidad. El Ayuntamiento reconoce que de las 3.000 ó 4.000 viviendas vacías que existen en Toledo, en el casco habrá unas 1.600, con muy distinto estado. Yo, que resido en el casco histórico, camino a  menudo por estas calles y veo la compleja situación de muchas de ellas, con inmuebles en ruinas, vacíos y en zonas muy deterioradas y abandonadas. Porque el esplendor de Toledo, del casco histórico de Toledo, se reduce a su impresionante catálogo de monumentos, a su amenazado paisaje y a diversas arterias que acogen la mayor afluencia turística.

Dicen también en el Ayuntamiento que hay una gran demanda de viviendas: 2.438 personas (el 74% jóvenes) solicitan un inmueble, y que las peticiones en el casco son sobre todo por parte de jóvenes. Tengo la sensación de que el Ayuntamiento intenta justificar sus ansias de construir nuevas viviendas en nuevos barrios, aunque sea vulnerando la protección y características de esos espacios. Quienes saben de urbanismo y vivienda insisten que no hay cifras de población que justifiquen la construcción de viviendas. En todo caso, sí debería haber un plan de actuación, especialmente de rehabilitación y repoblación del casco, así como un proceso de reflexión sobre la vivienda y el futuro en barrios como Palomarejos, Reconquista, Santa Teresa…., junto a las posibilidades que entiendo sigue ofreciendo Santa María de Benquerencia. De momento, frente a ese grave problema que constituyen las viviendas vacías, el Ayuntamiento está pensando en una actuación de alquiler de la Empresa Municipal de Vivienda, que va a consistir en facilitar a jóvenes menores de 35 años el alquiler de 12 viviendas en Santa María de Benquerencia. ¡Poco se me antoja!, pero es bueno iniciar una senda.

Coincido con otros toledanos en que tenemos que mostrar una actitud positiva y optimista sobre el casco histórico de Toledo, para no “asustar” a posibles interesados en residir en el casco, bien sean antiguos residentes o, por qué no, llegados de otras tierras. Por mi parte, empezaré mi particular campaña personal: “Mil nuevos vecinos para el casco histórico de Toledo”. ¿Y en qué consistirá? Lo veremos en un nuevo artículo y en otras iniciativas que se irán poniendo en marcha.

domingo, 27 de enero de 2019

Los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre la vida pública

 
Los ciudadanos  tenemos derecho a opinar sobre la vida pública

Desde la Biblioteca de Castilla-La Mancha mantuve siempre una presencia pública, intentando comunicar a la sociedad el valor de las bibliotecas públicas para trabajar en coalición con todo tipo de instituciones, con los ciudadanos. El filósofo toledano José Antonio Marina, en una conferencia que pronunció en nuestra Biblioteca para abrir el ciclo "El Toledo que soñamos, el Toledo que queremos" dijo que la Biblioteca era un maravilloso laboratorio para diseñar la ciudad soñada. Hoy, ya jubilado, continúo en esa línea, con continuos escritos en defensa de las bibliotecas públicas y haciendo propuestas, especialmente en el ámbito de la Cultura, el Urbanismo, el medio ambiente....Y siempre desde la libertad. Comparto con los profesionales bibliotecarios mi último artículo de opinión, que como siempre está siendo publicado en numerosos medios de comunicación, y que trata de difender la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a participar en la vida pública. A los gobernantes no les gusta que un funcionario, ahora jubilado, siga proclamando el derecho de todos los ciudadanos a tener servicios bibliotecarios, vivan donde vivan; y tampoco les gusta que alcemos la voz cuando los gobiernos toman decisiones inadecuadas o utilizan caprichosamente los presupuestos públicos.
En fin, que siempre he proclamado que los bibliotecarios tenemos una importante función que realizar en la vida pública, y que las bibliotecas están en el corazón de la sociedad.

Los ciudadanos  tenemos derecho a opinar sobre la vida pública


A veces las redes sociales nos hacen escribir y opinar a vuela pluma, como se decía antes. Pero normalmente -al menos yo lo intento- ponemos por escrito ideas que tenemos bastante interiorizadas y que defendemos. En bastantes debates, de estos “cuerpo a cuerpo”, se reciben dardos o simplemente consejos sobre lo que uno debe hacer. Hoy, con mayor tranquilidad, voy a explicar algunas de las cosas en las que creo.
La verdad se busca entre todos. Y para los cristianos, la Verdad es lo que nos da la libertad más profunda. Pero en muchos temas de la vida cotidiana, políticos, técnicos y ciudadanos deben buscar el bien común, lo mejor para las personas, que no tiene porqué corresponder a la mayoría de la población.  Lamentablemente demasiadas veces las decisiones las toman exclusivamente los políticos, desoyendo a los técnicos y no contando con los ciudadanos ni con los expertos. He escrito a veces que es necesario mirar en la misma dirección…En mi vida profesional tuve distintas responsabilidades, en unos casos políticas y en otras técnicas; y siempre intenté buscar soluciones consensuadas y de sentido común y algunas veces tuve que enfrentarme a los responsables políticos para hacerles ver el error que estaban cometiendo. No es momento ahora de recordar casos concretos, pero han sido numerosos en mi trayectoria.  Aprendí de un político, a quien sigo apreciando,  que había que gobernar en coalición con la sociedad. Algo que aunque ahora se continúa diciendo en ocasiones se utiliza poco. Desde luego esa actitud no es la práctica que observo en el Ayuntamiento toledano, en el Gobierno regional y ni siquiera en las Cortes regionales. Se hace, eso sí, mucho teatro, mucho juego floral sobre la participación ciudadana e incluso adornada con organismos o sistemas que teóricamente inducen a esa participación o la posibilitan. Pero, realidades, escasas.
Hace muchos años clamé por la regeneración política.  Pero luego se olvidó esa importante necesidad de la vida pública. Ahora vuelve a ser realmente urgente. Está en juego el propio sistema democrático. Un cansancio atroz por el clima de corrupción, unos privilegios consolidados de la clase política y un olvido fundamental: la política es un servicio a la sociedad y no una búsqueda de privilegios personales o partidistas. El espectáculo verdaderamente circense y de maleducada confrontación que demasiadas veces ofrecen el Congreso de los Diputados o nuestras Cortes regionales, no ayuda a la sociedad, especialmente a los jóvenes, a tener una mayor consideración de la vida política y les sume en un gran desencanto, en una actitud de desprecio de la actividad política. Las autoridades, los gobernantes, tienen que dar ejemplos que sirvan a los ciudadanos, que animen a las personas a creer y valorar la vida política y las propias instituciones.
Pero estar en un puesto público o simplemente en un partido político no es la única manera de participar en la vida pública y de intentar contribuir a mejorar nuestra sociedad. Yo soy un hombre sin partido: nunca lo tuve ni podré tenerlo, porque es difícil encontrar un partido que se amolde a mis ideas y principios. Como dijo Don Miguel de Unamuno cuando le preguntaron sobre su adscripción política, él contestó: “Yo soy unamuniano. Y el día que se apunte alguien a mi partido yo me borro”. Y en otro momento expresó: “Hacer política es, ante todo y sobre todo, hacer opinión pública, fraguar conciencia colectiva, y no hacer elecciones. Y usted, al preguntarme si iba a entrar en la política, lo que me preguntaba es si pienso alistarme en un partido político, sea el que fuere, con vistas a un acta de diputado o senador”.
 En definitiva, que tenemos la posibilidad de hacer política, de contribuir a la vida pública, desde fuera de los partidos políticos.  Respeto y valoro a los partidos políticos y en todos encuentro aspectos que me gustan y otros que me desagradan profundamente. Pero hay una diferencia entre estar en la política activa o en la “barrera”: quienes están en política tienen la obligación de buscar soluciones, resolver problemas, dialogar, diseñar consensos… Cuando un político, sea concejal o consejero, se excusa diciendo que es “muy difícil” tal vez no tiene talla para estar en ese puesto o simplemente no lo merece. Los políticos tienen que ser maestros en resolver lo difícil, a veces con pocos recursos económicos. Pero siempre diciendo la verdad y comunicando a los ciudadanos las causas o razones que impiden lograr un objetivo o solucionar determinados temas.  Lo de echar balones fuera debe quedar para los partidos de fútbol. Recientemente lo ha expresado con contundencia el papa Francisco, en su Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz:” Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.”
Quienes estamos en la barrera, sólo somos observadores. Es cierto que muchos ciudadanos prefieren estar en el sillón de su casa, alejados del “barro” y del debate; otros hemos optado por seguir colaborando en la mejora de la sociedad. Lamentablemente, a los políticos en activo no les gustamos nada los observadores que opinamos desde la "barrera". Y es más difícil cuando vivimos en una ciudad pequeña y descubrimos los comentarios que hacen sobre nosotros…., porque quizá no entienden la libertad de expresión y el pluralismo ideológico y social.
La sociedad no es uniforme. Por eso las mayorías absolutas no son buenas, desde mi punto de vista, porque se toman decisiones que demasiadas veces no consideran el bien común sino el de un sector de la sociedad.  Por eso, los “observadores”, los ciudadanos normales y corrientes, no podemos presumir de tener soluciones milagrosas;  seríamos engreídos y farsantes. Debemos ser humildes, pero tenemos derecho a decir lo que pensamos y a intentar  contribuir a mejorar la sociedad en la que vivimos.
Digo esto porque últimamente algunos amigos, o simplemente conocidos, me insisten que debería militar en un partido e incluso presentarme a elecciones. Los hay más osados que incluso van comentando mis adscripciones políticas concretas. Y quiero decirlo alto y claro: pienso honestamente que cuando uno se jubila, debe estar jubilado. No es momento de intentar cambiar la vida pública desde puestos de responsabilidades políticas. No critico que otros lo hagan (allá ellos) pero yo no. Soy un ciudadano que vive en Toledo, en España; y observo cada día lo que me rodea. Y este observador se convierte en un ciudadano que opina, escribe, piensa, comparte... Nada más. No me siento imprescindible para nada ni para nadie; si acaso para mi familia, y para aquellos que en momentos concretos puedan precisar mi ayuda de cualquier tipo. Incluso en temas como los que mejor conozco, las bibliotecas públicas, creo que he dicho todo y más de lo que pienso y se debe hacer. Que los políticos sean tan indiferentes a aplicar unas políticas es cosa de ellos. Ahora, ¡que nadie se enfade porque un jubilado siga escribiendo! Me estoy empezando a hartar de todos los poderosos que se quejan que yo siga escribiendo: lo he hecho desde mi juventud y mientras Dios me conceda un poquito de sabiduría y de fuerzas seguiré opinando.
Amo Toledo y me siento un privilegiado por poder vivir en esta maravillosa ciudad, no exenta de graves problemas. Apoyo la vida, y por ello el aborto me parece un drama: Defiendo la familia y critico que los gobiernos estén haciendo tanto en su contra y muy poco en su favor.  No me gustan las fronteras y me duelen las muertes de los centenares de emigrantes que intentaron arribar a nuestras costas y cómo tienen que sobrevivir los que llegaron con vida. Me sobrecogen los desahucios y ver a las fuerzas de seguridad arrastrando a ancianos. Estoy a favor del  Estado de las Autonomías pero en contra de las desigualdades crecientes que existen entre los ciudadanos de unas y otras regiones. Creo que la Cultura debe ser una prioridad política, y especialmente las bibliotecas públicas, como derecho universal de todos los ciudadanos; y que hay que propiciar un modelo de cultura que anime a crear,  compartir,  soñar, participar…. Defiendo un urbanismo que responda a un modelo de ciudad y no sólo a intereses empresariales o políticos. Exijo a los gobiernos que utilicen la publicidad institucional como un servicio público y no en beneficio partidista. Y me desmarco de los medios de comunicación que se convierten en portavoces del gobierno de turno y no acogen las opiniones del discrepante….También me duele que el portavoz del Gobierno regional desprecie a algunos ciudadanos sólo por haber cometido el “delito” de mostrar posturas u opiniones contrarias a las actuaciones del Gobierno; e igual me ocurre con algunos periodistas que insultan a personas por no coincidir con sus diagnósticos. Eso se llama prepotencia. Y así podría seguir narrando las cosas en las que creo y amo o las que combato.
Vivimos en un Estado democrático pero a quienes gobiernan no les gusta que haya ciudadanos que opinemos libremente, sin intereses. La nuestra es una democracia formal, pero demasiado influida por la partitocracia y por los intereses privados.  Así que NO, no voy a ir en ninguna lista de partidos. Me llevo bien con la mayoría y en todos los partidos encuentro personas valiosas y sanas y también mediocres que basan su vida en la obediencia ciega al líder;  igual que cosas que acepto  y me parecen bien y otras cuestiones que detesto y no puedo compartir. De una de mis maestras escuché que una de las peores y más graves corrupciones es situar a mediocres en puestos de responsabilidad pública. Soy un hombre sin partido que intenta ser independiente y libre. Así que cuando me vean con personas que militan en determinados partidos, de izquierda o de derecha, que nadie piense que me estoy "arrimando". Es que se necesita una política con voluntad de Pacto, en todo. Y es necesario conversar, buscar soluciones desde distintas ideas y posiciones. Allá esos políticos que deciden, con soberbia, que no hablarán con determinados grupos o partidos.  Sobran las ocurrencias de políticos que solo piensan en ganar elecciones, aunque sea aprovechando los recursos públicos en beneficio de los propios partidos o candidatos.
En fin, son algunas de mis ideas, tal vez equivocadas, pero en conciencia es en lo que creo y defiendo.

martes, 1 de enero de 2019

Oda a la Biblioteca Pública


Oda a la Biblioteca Pública


            El 5 de diciembre de 2018 ha abierto sus puertas la nueva Biblioteca  Central de Helsinki: la moderna y grandiosa Oodi (que en finés significa “oda”), La ciudad ha hecho una inversión de 98 millones de euros en sus ciudadanos y eligieron esa fecha para la gran inauguración, enlazándola estratégicamente con el Día de la Independencia, que se celebra el 6 de diciembre. Finlandia se toma muy en serio las bibliotecas y, junto a otras infraestructuras culturales tiene un magnífico sistema de bibliotecas. En esas mismas fechas los españoles hemos celebrado los 40 años de la Constitución que nos ha permitido crecer en tantos aspectos durante el régimen democrático. Y los poderes públicos, las distintas Administraciones, han realizado una gran campaña mediática sobre estas cuatro décadas. Pero ¿qué nos queda como infraestructura que simbolice este período de desarrollo democrático?

Como recuerda Katri Vänttinen, directora de los servicios bibliotecarios de la Ciudad de Helsinki, en Finlandia “Desde principios del siglo XIX, cada pueblo tenía su escuela y su biblioteca, por lo que el acceso a la alfabetización y a una educación básica era igualitario.” No hace falta recordar el gran déficit en bibliotecas y otros servicios públicos que ha padecido España, así como el gran avance experimentado durante la época democrática. Pero, por desgracia, el crecimiento de las bibliotecas públicas no ha ido paralelo a otros servicios y, como he criticado reiteradamente, existe una gran desigualdad en servicios bibliotecarios entre regiones, provincias y localidades. La falta de una Política de Estado en materia de bibliotecas está propiciando esa dispar situación. En mi reciente informe “Lectura pública y bibliotecas en España. Por un Pacto de Estado” (revista CLIP de SEDIC, núm. 78, julio-diciembre 1978, https://clip.sedic.es/article/lectura-publica-y-bibliotecas-en-espana-por-un-pacto-de-estado/pueden verse las principales claves del servicio bibliotecario en nuestro país así como propuestas para salir de este injusto panorama.

En noviembre de 2016  se celebró  en Toledo el VIII Congreso Nacional de bibliotecas públicas con un tema central: los espacios bibliotecarios. Se trataba de analizar las nuevas tendencias en bibliotecas públicas en relación a los espacios, físicos y virtuales, prestando especial atención a los nuevos usos y servicios que demanda una sociedad cada vez más tecnológica. En distintos artículos clamé para que se articulase un plan nacional con participación de la Administración General del Estado, las Comunidades Autónomas y las Administraciones Locales que permitiera el desarrollo de servicios, la paulatina modificación en los espacios para adecuarlos a nuevas necesidades y la reforma de los edificios obsoletos, dentro de una estrategia de planificación planteada con cooperación y coordinación. En definitivo, pedí un  Plan Nacional que permitiría el desarrollo de Planes regionales de infraestructuras bibliotecarias. Pero, como siempre, caso omiso por parte del Ministerio y de las comunidades autónomas.

En ese año 2016, el  gasto por habitante de las distintas Administraciones Públicas en servicios bibliotecarios fue de 9,95 €. ¡Enorme! Y el total de inversiones realizadas superaba ligeramente los 24 millones de euros, distribuidos así: 9,7 millones por parte de los Ayuntamientos, 4 millones de Diputaciones y Cabildos, 3,1 millones de administraciones autonómicas y 6,9 millones de la Administración General del Estado, con un descenso espectacular respecto a años y períodos anteriores. ¡En todo un año y en el conjunto de España y por la totalidad de Administraciones Públicas, apenas un tercio de lo que Helsinki se ha gastado en su biblioteca Oodi!

Siento sana envidia de esa biblioteca. Situada frente al Parlamento, quiere significar una interacción entre el Estado y sus ciudadanos, “una nueva vía para promover la libertad de expresión y la democracia”. La directora afirma: “Las bibliotecas de hoy necesitan ser pensadas como un espacio físico, una plataforma para actividades como la lectura, el aprendizaje y el debate público. También deben facilitar el acceso a herramientas, a redes de datos o al conocimiento. Incluso disponemos de instructores de lectura, que trabajan igual que un entrenador personal, pero para ayudarte a leer”.

Como cualquier biblioteca avanzada, los libros no son el factor único. Las bibliotecas hoy son lugares de encuentro, creatividad, participación, debate público….Como biblioteca tradicional, Oodi contiene unos 100.000 libros pero apuesta por promover la cultura digital. Se estructura en tres niveles: la planta superior para  las funciones más tradicionales de la biblioteca a través de un espacio adaptable muy diáfano y con amplias vistas de la ciudad. La planta media está dedicada a fomentar la creatividad, a “aprender haciendo” (makerspace); dispone de estudios, talleres y salas de música, y espacios para el trabajo colaborativo, con impresoras 3D y otros dispositivos. La planta baja sirve como extensión de una plaza pública, un lugar para la convivencia y el encuentro,  con sala polivalente para exposiciones, cafeterías y un cine.

La biblioteca abre los siete días de la semana. Y, lógicamente, no sólo destaca por sus espacios abiertos y modernos. Precisa de unos recursos humanos  muy especializados, que sean capaces de promover la interacción con los usuarios. Está destinada a promover el conocimiento, el aprendizaje y la igualdad en un país considerado el más alfabetizado del mundo.

Mientras tanto, en nuestro país, cayeron las inversiones bibliotecarios, no hay un plan de infraestructuras de carácter nacional, los políticos piensan que con google ya sobran los bibliotecarios y en lugar de considerar la dignificación de los profesionales se les tiene sumidos en unas condiciones que desde luego no son las más adecuadas para la alta misión que tienen en nuestra sociedad de la información y el conocimiento. Pero podemos estar contentos: ¡En España, las bibliotecas van bien!


Enlace a la publicación en Desiderata: Oda a la Biblioteca Pública