Los ciudadanos
tenemos derecho a opinar sobre la vida pública
Desde
la Biblioteca de Castilla-La Mancha mantuve siempre una presencia
pública, intentando comunicar a la sociedad el valor de las bibliotecas
públicas para trabajar
en coalición con todo tipo de instituciones, con los ciudadanos. El
filósofo toledano
José Antonio Marina, en una conferencia que pronunció en nuestra
Biblioteca para abrir el ciclo "El Toledo que soñamos, el Toledo que
queremos" dijo que la Biblioteca era un maravilloso laboratorio para
diseñar la ciudad soñada. Hoy, ya jubilado, continúo
en esa línea, con continuos escritos en defensa de las bibliotecas
públicas y haciendo propuestas, especialmente en el ámbito de la
Cultura, el Urbanismo, el medio ambiente....Y siempre desde la libertad. Comparto con los profesionales bibliotecarios mi último artículo
de opinión, que como siempre está siendo publicado en numerosos medios
de comunicación, y que trata de difender la libertad de expresión y el
derecho de los ciudadanos a participar en la vida pública. A los
gobernantes no les gusta que un funcionario, ahora
jubilado, siga proclamando el derecho de todos los ciudadanos a tener
servicios bibliotecarios, vivan donde vivan; y tampoco les gusta que
alcemos la voz cuando los gobiernos toman decisiones inadecuadas o
utilizan caprichosamente los presupuestos públicos.
En
fin, que siempre he proclamado que los bibliotecarios tenemos una
importante función que realizar en la vida pública, y que las
bibliotecas están en el corazón de
la sociedad.
Los ciudadanos
tenemos derecho a opinar sobre la vida pública
A
veces las redes sociales nos hacen escribir y opinar a vuela pluma,
como se decía antes. Pero normalmente -al menos yo lo intento- ponemos
por escrito ideas
que tenemos bastante interiorizadas y que defendemos. En bastantes
debates, de estos
“cuerpo a cuerpo”, se reciben dardos o simplemente consejos sobre lo que uno debe hacer. Hoy, con mayor tranquilidad, voy a explicar algunas
de las cosas en las que creo.
La
verdad se busca entre todos. Y para los cristianos, la Verdad es lo que
nos da la libertad más profunda. Pero en muchos temas de la vida
cotidiana, políticos,
técnicos y ciudadanos deben buscar el bien común, lo mejor para las
personas, que no tiene porqué corresponder a la mayoría de la población.
Lamentablemente
demasiadas veces las decisiones las toman exclusivamente los políticos,
desoyendo a los técnicos
y no contando con los ciudadanos ni con los expertos. He escrito a
veces que es necesario mirar en la misma dirección…En mi vida
profesional tuve distintas responsabilidades, en unos casos políticas y
en otras técnicas; y siempre intenté buscar soluciones
consensuadas y de sentido común y algunas veces tuve que enfrentarme a
los responsables políticos para hacerles ver el error que estaban
cometiendo. No es momento ahora de recordar casos concretos, pero han
sido numerosos en mi trayectoria.
Aprendí de un político, a quien sigo apreciando,
que había que
gobernar en coalición con la sociedad.
Algo que aunque ahora se continúa diciendo en ocasiones se utiliza
poco. Desde luego esa actitud no es la
práctica que observo en el Ayuntamiento toledano, en el Gobierno
regional y ni siquiera en las Cortes regionales. Se hace, eso sí, mucho
teatro, mucho juego floral sobre la participación ciudadana e
incluso
adornada con organismos o sistemas que teóricamente inducen a esa
participación o la posibilitan. Pero, realidades, escasas.
Hace muchos años clamé por la
regeneración política.
Pero
luego se olvidó esa importante necesidad de la vida pública. Ahora
vuelve a ser realmente urgente. Está en juego el propio sistema
democrático. Un cansancio atroz por el clima de corrupción,
unos privilegios consolidados de la clase política y un olvido
fundamental: la política es un servicio a la sociedad y no una búsqueda
de privilegios personales o partidistas. El espectáculo verdaderamente
circense y de maleducada confrontación que demasiadas
veces ofrecen el Congreso de los Diputados o nuestras Cortes
regionales, no ayuda a la sociedad, especialmente a los jóvenes, a tener
una mayor consideración de la vida política y les sume en un gran
desencanto, en una actitud de desprecio de la actividad
política. Las autoridades, los gobernantes, tienen que dar ejemplos que
sirvan a los ciudadanos, que animen a las personas a creer y valorar la
vida política y las propias instituciones.
Pero
estar en un puesto público o simplemente en un partido político no es
la única manera de participar en la vida pública y de intentar
contribuir a mejorar
nuestra sociedad. Yo soy un hombre sin partido: nunca lo tuve ni podré
tenerlo, porque es difícil encontrar un partido que se amolde a mis
ideas y principios. Como dijo Don Miguel de Unamuno cuando le
preguntaron sobre su adscripción política, él contestó:
“Yo soy unamuniano. Y el día que se apunte alguien a mi partido yo me borro”. Y en otro momento expresó:
“Hacer
política es, ante todo y sobre todo, hacer opinión pública, fraguar
conciencia colectiva, y no hacer elecciones. Y usted, al preguntarme si
iba a entrar
en la política, lo que me preguntaba es si pienso alistarme en un
partido político, sea el que fuere, con vistas a un acta de diputado o
senador”.
En definitiva, que tenemos la posibilidad de hacer política,
de contribuir a la vida pública, desde fuera de los partidos políticos.
Respeto y
valoro a los partidos políticos y en todos encuentro aspectos que me
gustan y otros que me desagradan profundamente. Pero hay una diferencia
entre estar en la política activa o en la “barrera”:
quienes están en política tienen la obligación de buscar soluciones,
resolver problemas, dialogar, diseñar consensos… Cuando un político, sea
concejal o consejero, se excusa diciendo que es “muy difícil” tal vez
no tiene talla para estar en ese puesto o simplemente
no lo merece. Los políticos tienen que ser maestros en resolver lo difícil, a veces con pocos recursos económicos. Pero siempre diciendo la verdad
y comunicando a los ciudadanos las causas o razones que impiden lograr un objetivo o solucionar determinados temas.
Lo de echar balones fuera debe quedar para los partidos de fútbol. Recientemente lo ha expresado con contundencia
el papa Francisco, en su Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz:”
Cada
uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa
común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo
leal entre
los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada
hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede
liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y
espirituales.”
Quienes
estamos en la barrera, sólo somos observadores. Es cierto que muchos
ciudadanos prefieren estar en el sillón de su casa, alejados del “barro”
y del
debate; otros hemos optado por seguir colaborando en la mejora de la
sociedad. Lamentablemente, a los políticos en activo
no les gustamos nada los observadores que opinamos desde la "barrera". Y
es más
difícil cuando vivimos en una ciudad pequeña y descubrimos los
comentarios que hacen sobre nosotros…., porque quizá no entienden la
libertad de expresión y el pluralismo ideológico y social.
La
sociedad no es uniforme. Por eso las mayorías absolutas no son buenas,
desde mi punto de vista, porque se toman decisiones que demasiadas veces
no consideran
el bien común sino el de un sector de la sociedad.
Por eso, los “observadores”, los ciudadanos normales y corrientes, no podemos presumir de tener soluciones milagrosas;
seríamos engreídos y farsantes. Debemos ser humildes, pero tenemos derecho a decir lo que pensamos y a intentar
contribuir a mejorar la sociedad en la que vivimos.
Digo
esto porque últimamente algunos amigos, o simplemente conocidos, me
insisten que debería militar en un partido e incluso presentarme a
elecciones. Los
hay más osados que incluso van comentando mis adscripciones políticas
concretas. Y quiero decirlo alto y claro: pienso honestamente que cuando
uno se jubila, debe estar jubilado. No es momento de intentar cambiar
la vida pública desde puestos de responsabilidades políticas. No
critico que otros lo hagan (allá ellos) pero yo no. Soy un ciudadano que
vive en Toledo, en España; y observo cada día lo que me rodea. Y este
observador se convierte en un ciudadano que opina,
escribe, piensa, comparte... Nada más. No me siento imprescindible para
nada ni para nadie; si acaso para mi familia, y para aquellos que en
momentos concretos puedan precisar mi ayuda de cualquier tipo. Incluso
en temas como los que mejor conozco, las
bibliotecas públicas,
creo que he dicho todo y más de lo que pienso y se debe hacer. Que los
políticos sean tan indiferentes a aplicar unas
políticas es cosa de ellos. Ahora, ¡que nadie se enfade porque un
jubilado siga escribiendo! Me estoy empezando a hartar de todos los
poderosos que se quejan que yo siga escribiendo: lo he hecho desde mi
juventud y mientras Dios me conceda un poquito de sabiduría
y de fuerzas seguiré opinando.
Amo
Toledo y me siento un privilegiado por poder vivir en esta maravillosa
ciudad, no exenta de graves problemas. Apoyo la vida, y por ello el
aborto me
parece un drama: Defiendo la familia y critico que los gobiernos estén haciendo tanto en su contra y muy poco en su favor.
No me
gustan las fronteras y me duelen las muertes de los centenares de
emigrantes que intentaron arribar a nuestras costas y cómo tienen que
sobrevivir los que llegaron con vida. Me sobrecogen
los desahucios y ver a las fuerzas de seguridad arrastrando a ancianos.
Estoy a favor del
Estado de
las Autonomías pero en contra de las desigualdades crecientes que
existen entre los ciudadanos de unas y otras regiones. Creo que la
Cultura debe ser una prioridad política, y especialmente
las bibliotecas públicas, como derecho universal de todos los
ciudadanos; y que hay que propiciar un modelo de cultura que anime a
crear,
compartir,
soñar, participar…. Defiendo un urbanismo que responda a un modelo de ciudad y no sólo a intereses
empresariales o políticos. Exijo a los
gobiernos que utilicen la publicidad institucional como un servicio
público y no en beneficio partidista. Y me desmarco de los medios de
comunicación que se convierten en portavoces del gobierno de turno y no
acogen las opiniones del discrepante….También me
duele que el portavoz del Gobierno regional desprecie a algunos
ciudadanos sólo por haber cometido el “delito” de mostrar posturas u
opiniones contrarias a las actuaciones del Gobierno; e igual me ocurre
con algunos periodistas que insultan a personas por
no coincidir con sus diagnósticos. Eso se llama prepotencia. Y así
podría seguir narrando las cosas en las que creo y amo o las que
combato.
Vivimos
en un Estado democrático pero a quienes gobiernan no les gusta que haya
ciudadanos que opinemos libremente, sin intereses. La nuestra es una
democracia
formal, pero demasiado influida por la partitocracia y por los
intereses privados.
Así que NO, no voy a ir en ninguna lista de partidos. Me llevo bien con la mayoría y en todos los partidos
encuentro personas valiosas y sanas y también mediocres que basan su vida en la obediencia ciega al líder;
igual que cosas que acepto
y
me parecen bien y otras cuestiones que detesto y no puedo compartir. De
una de mis maestras escuché que
una de las peores y más graves corrupciones es situar a mediocres en
puestos de responsabilidad pública. Soy un hombre sin partido que
intenta ser independiente y libre. Así que cuando me vean con personas
que militan en determinados partidos, de izquierda
o de derecha, que nadie piense que me estoy "arrimando". Es que se
necesita una
política con voluntad de Pacto,
en todo.
Y es necesario conversar, buscar soluciones desde distintas ideas y
posiciones. Allá esos políticos que deciden, con soberbia, que no
hablarán con determinados grupos o partidos.
Sobran las ocurrencias de políticos que solo piensan en ganar elecciones, aunque sea aprovechando los recursos
públicos en beneficio de los propios partidos o candidatos.
En fin, son algunas de mis ideas, tal vez equivocadas, pero en conciencia es en lo que creo y defiendo.