sábado, 23 de abril de 1994

Leer, un derecho de todos




Leer, un derecho de todos*


            Leer es cosa de todos, es el lema elegido este año por la Consejería de Educación y Cultura para celebrar la Fiesta del Libro e iniciar un programa de promoción de la lectura y de asistencia a las bibliotecas. Entre los numerosos lemas ofrecidos por los directores de las Bibliotecas Públicas del Estado y de los Centros Coordinadores Provinciales de Bibliotecas de nuestra región, finalmente se eligió éste, que había sido propuesto desde el Servicio Regional de Archivos y Bibliotecas. Con ese título genérico se intenta integrar en el Año Internacional de la Familia las iniciativas que durante 1994 puedan ponerse en marcha en Castilla‑La Mancha relacionadas con el libro, la lectura y las bibliotecas.
            Y es que Leer no es privativo de los niños (aunque sean ellos los usuarios más numerosos de las bibliotecas), ni de los estudiantes (demasiadas veces lectores forzados por sus profesores), ni de un cierto sector de la población adulta más concienciado de la necesidad de estar informado y de acudir por ello a la biblioteca, ni  de ese grupo minoritario de creadores e intelectuales que buscan en la biblioteca las fuentes para su trabajo...
            Tampoco es la biblioteca el único lugar para la lectura. Los editores hacen campañas de promoción normalmente dirigidas a que los ciudadanos compren libros; y parece legítimo, pues los libros, además de fuente de información, cultura y ocio, constituyen una de las grandes industrias de nuestro país. En similares términos se mueven los libreros, y es lógico porque, según la Encuesta de...prácticas y consumos culturales de los españoles (1991), sólo el 37% de las personas mayores de 18 años compró algún libro en el período de 12 meses. Y por cierto, nuestra región, según ese estudio, es la penúltima de las Comunidades Autónomas, con sólo un 22% frente a regiones como Madrid (54%), Cataluña (46%), País Vasco (43%), Asturias (41%), etc.
            Pero el hábito de compra de libros, que está muy bien, no puede hacernos olvidar que la lectura es un derecho de todos los ciudadanos y, consiguientemente, los poderes públicos han de velar por el cumplimiento de dos derechos constitucionales: a la información y a la cultura, que es donde hay que enmarcar el acceso de los españoles al libro y a otros soportes de información. Por ello, aunque me parece más constructiva la imagen de una familia leyendo que una familia abandonada a la alienante “suerte” del televisor, los bibliotecarios resaltamos la función social que efectúa un servicio público tan fundamental como es la biblioteca.
            Dice el mismo estudio citado que sólo el 11% de los españoles adultos acuden a las bibliotecas. Y esa cifra, sin duda muy baja, contrasta con la visión que la mayoría de las bibliotecas españolas ofrecen: normalmente repletas de público, a veces con problemas de convivencia derivados precisamente de la escasez de puestos de lectura. Las Administraciones públicas han realizado durante los últimos años un importante esfuerzo inversor; en concreto, la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha ha invertido en bibliotecas y casas de cultura unos 6.000 millones de pesetas entre los años 1985‑1993. Todo esto quiere decir que, a pesar de estos datos, aún queda mucho camino por recorrer.
            Entre los grandes retos pendientes en la política de lectura pública está el completar  las colecciones bibliográficas y de publicaciones periódicas e incorporar a las bibliotecas los equipos audiovisuales básicos y los correspondientes soportes: Compact Disc, vídeo...También está pendiente la paulatina informatización de las bibliotecas del Sistema Bibliotecario  Regional y su acceso a bases de datos mediante videotex, CD‑Rom,... Y, sobre todo, la asignatura pendiente es la dignificación y estabilidad profesional del bibliotecario: no hay biblioteca sin bibliotecario. Junto a estas necesidades de las bibliotecas, se encuentra la tarea de incrementar el número de centros bibliotecarios en las localidades mayores para asegurar un servicio efectivo al conjunto de la población. Me explico: igual que no basta un único hospital para una ciudad, sino que se precisa una red de centros de salud, en el caso de las bibliotecas los ciudadanos han de poder contar con una red de bibliotecas que presten servicio a los vecinos de los diferentes barrios. Sólo así podrá hablarse verdaderamente de una cobertura plena de la población.
            Las bibliotecas, bien dotadas y con personal adecuado y estable, son una alternativa real para la educación, el ocio, la cultura y la información de las personas. Desde luego, serían una alternativa a la calle, la discoteca  o el bar, que en muchos casos parece son los únicos lugares que nuestra sociedad  destina a los jóvenes. Y si hablamos de que leer es cosa de todos y de que constituye un derecho también de todos, me parece preocupante la marginación que en este sentido sufre el ciudadano de las pequeñas localidades que, por su escasa población, no tienen biblioteca: cerca de 600 municipios de Castilla‑La Mancha (el 65% del total) carece de cualquier tipo de servicio bibliotecario. Son aproximadamente 234.000 personas a los que, por el delito de vivir en pequeñas localidades se les niega el derecho al libro.
            Afortunamente, la biblioteca va poco a poco considerándose por los responsables públicos como uno de los servicios que han de generalizarse. Pero sigue siendo escasa la reivindicación que el conjunto de la sociedad formula al respecto: sin formación e información no tendremos una democracia madura; y en esas parcelas la biblioteca ocupa (aunque de momento sea demasiado teóricamente) un lugar privilegiado. Lo que hace falta es que, como ocurre con el derecho a la salud, a la educación o a otros derechos considerados básicos, los propios ciudadanos comencemos a clamar por el derecho a la información y a la lectura  para todos, como un servicio público que debe estar en la base de la educación y la cultura de un país.


* La Voz del Tajo (23-4-1994), p.9