miércoles, 27 de septiembre de 2017

"Las bibliotecas no son un lujo, sino una necesidad social"

44 años ligado a la cultura

"Las bibliotecas no son un lujo, sino una necesidad social", el adiós tras 44 años de Juan Sánchez

Juan Sánchez se retiró hace unas semanas de su labor como director de la Biblioteca regional, pero su pasión, sus ideas y su alegato siguen formando una frase mayúscula en la fachada del Alcázar toledano


Juan Sánchez, exdirector de la Biblioteca de Castilla-La Mancha Foto - Rebeca Arango
La andadura del bibliotecario por excelencia en la región, Juan Sánchez Sánchez, al menos durante estos 44 años, terminó hace apenas unas semanas, como el que saborea las páginas de un libro que le ha trasladado duante horas y días a otro mundo, leyendo la última página, esa última página que muchas veces queremos evitar, porque supone el final de una historia, pero un punto y aparte hasta otra entrega, hasta otra lectura más.
Sánchez finalizó hace unas semanas su labor profesional al frente de la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Una labor que comenzó, aunque no como director -cargo que ha ocupado hasta ahora-, el 9 de julio de 1973 y no justamente de una manera que pudieramos decir “tradicional”. Los bibliobuses acababan de llegar a la provincia de Toledo, de la mano de Julia Méndez y, junto a ella, Sánchez comenzó a “amar las bibliotecas y defenderlas”.
Sus últimos días en el que ha sido su despacho en estos casi cinco años los ha pasado, como él mismo dice, leyendo emails que le puedan interesar. “No son como las cartas, no lo puedo archivar”. No le había dado tiempo a contestar todos los correos y mensajes, llenos de agradecimientos hacia su larga labor, siempre al lado de la biblioteca pública, por la que tanto ha luchado, por la que tantas charlas ha dado, tantas líneas ha escrito y tantas noches, seguro, le habrá costado dormir.


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Juan Sánchez, durante la entrevista.

Admite que tardaría mucho tiempo en responder todas las muestras de cariño que recibió durante los primeros días más recientes a su jubilación, el pasado 6 de septiembre, pero se muestra más que satisfecho por las palabras de tantos amigos, conocidos y compañeros que no tardaron en dedicarle unas palabras, por email, redes sociales o teléfono.
“He cumplido una misión”. Nada más sentarse en la mesa, así define su trabajo: como una misión, y esta no es otra que la de defender lo público. “Seguiré defendiendo lo que creo, como he hecho siempre”. En su cara únicamente se reflejaba una sonrisa y una tremenda vocación a la hora de decir lo que decía, de explicar lo que sentía y de recordar su larga trayectoria, últimamente en el Alcázar de Toledo, que ahora “alberga a más de 1.500 personas al día”, lo cual, para el bibliotecario es “maravilloso y apasionado”.
Sostiene Sánchez que ahora es tiempo de distancias, porque ha llegado la hora de que se marquen. “Creí en una Biblioteca regional”, nos explica, y asume el fin de su carrera profesional, ya que es el momento de “otros”…

En su mente y en su corazón, la defensa de las bibliotecas

Lugares de lectura y de estudio. Lugares casi siempre silenciosos, aunque llenos de gente. Libros, enciclopedias, largos pasillos y grandes ventanas. Jóvenes, mayores, niños, madres, padres. Muchas palabras forman la nube léxica que nos imaginamos cuando pensamos en las bibliotecas.
Durante años, desde que subió por primera vez a uno de esos bibliobuses que recorrían la provincia de Toledo para compartir lecturas y vivencias, este licenciado en Geografía e Historia siempre se ha definido como una persona con vocación. “Voy a seguir luchando”, dice una y otra vez. Lo tiene claro. Juan Sánchez sabe que “se necesitan recursos” para que haya más “dignidad” en torno a las bibliotecas públicas de la región.
“Hemos avanzado mucho… y hemos sentado unas bases que se deben mantener”, considera el bibliotecario. Este activista con pasión y que asegura que “no va a abdicar en esta dedicación” se muestra orgulloso de su legado, pero sin salirse de las líneas. “Lo que no ha acabado es mi defensa de las bibliotecas públicas, que las voy a seguir defendiendo y reivindicando, como derecho ciudadano y voy a seguir luchando por esos 3.000 municipios españoles que no tienen, para que puedan tenerlas algún día…”.
Mucho por construir en la región en el ámbito cultural, quedan muchos caminos por recorrer... porque "la cultura hace personas", según Sánchez
En Castilla-La Mancha, tal y como nos cuenta, las administraciones reconocen que tenemos una red de bibliotecas sólida, que “está funcionado con apenas nada”, aunque admite que  “las bibliotecas necesitan recursos, y los bibliotecarios necesitan ser tratados como profesionales”. Juan Sánchez no se considera una persona negativa en este aspecto, y afirma la solidez de la institución, pero considera que “cualquier edificio que no tenga mantenimiento… se termina cayendo”, y cree que es algo que también puede pasar en la región.

“Yo ya no tengo 20 años, pero me siento con la fuerza y la energía de seguir peleando como un jóven de esa edad”, dice, y recuerda la canción de Serrat.

La cultura, ese bien común

“La cultura hace personas… yo no concibo la cultura como un escaparate, y a veces los políticos convierten la cultura en grandes eventos que son importantes, pero a mí la cultura que me interesa es la que realizan los ciudadanos, la cultura de la creatividad”, considera.
Esos templos de la cultura no dejan de ser estas bibliotecas que tanto nombra, una y otra vez, el ya exdirector de la institución central de la región, que a su modo de ver “están dejando de ser simplemente lugares donde hay libros, o donde se consulte Internet… Ahora son lugares para generar complicidad y convivencia, para hacer música, para hacer arte… No son lugares para grandes exposiciones, sino para que las personas puedan crear arte y exponerlo allí, que puedan hacer teatro…”, defiende.

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Juán Sánchez en uno de los largos pasillos de la biblioteca regional.

La creatividad y la lucha “por una sociedad mejor” son dos de los motivos por los que esta renovación cultural en las bibliotecas debe traerse también a la región aunque, admite, “se necesitan espacios adecuados. Tiene que haber gente que sepa que en una biblioteca se puede poner en práctica cualquier manifestación cultural… que vengan a crear, a luchar por una sociedad mejor”, según Sánchez, quien recuerda a José Antonio Marina con la frase que un día dijo, y que el propio Juan suscribe: “Las bibliotecas son un laboratorio para la ciudad soñada”.
Espacios adecuados, rienda suelta a la imaginación y otras de las virtudes que las bibliotecas siguen buscando, también en la región
“Nosotros hemos seguido una estrategia de complicidad con la sociedad”, sin grandes recursos, afirma el exdirector, que concreta que esto lo aprendió “en su fase de director de gabinete” (entre 1984 y 1990, aunque en diferentes consejerías), y recuerda las palabras que tanto escuchó en aquella época sobre que “hay que gobernar en coalición con la sociedad”.
Quizá esto suene como utopía para muchos. Él mismo lo suele reconocer, a pesar de que se trata de una utopía por la que siempre ha luchado, y una utopía con diferentes caminos que ha defendido. Cuenta que ha querido dirigir la biblioteca, siempre “con los colectivos, con las personas”, por lo cual, nunca “una sola persona ha sido rechazada aquí”, sostiene Sánchez.
“Cuando ha habido tentativas, he preservado la libertad de expresión… mientras estén dentro de la legalidad“. Valores, derecho a expresarse libremente, solidaridad… esos son los eslóganes que según el exdirector de la Biblioteca regional debe tener esta “casa de todos”, porque son el lugar natural de acceso democrático a la cultura, información y la educación que debe tener un municipio.

En el ágora de los sabios… Queda mucho por aprender

“A mí me gustaría que los parlamentos fueran como las bibliotecas, porque aquí hay respeto… vienen personas de todas las ideologías políticas… yo les digo que digan lo que quieran y que den sus opiniones, pero con un límite: el respeto al otro”. Juan Sánchez siempre ha sido conocido, además de por su labor al frente o al lado de las bibliotecas, por su opinión, por sus lecciones y por sus vivencias, y sabe bien que en los parlamentos se necesita más cordialidad y menos enfrentamiento vanal.
“Las cámaras de representantes deben ser un ejemplo para los ciudadanos, pero no lo son”, critica, y se hace una pregunta: “¿Qué ejemplo damos a los jóvenes, a los ciudadanos?”. El ejemplo, para él, es una “responsabilidad sagrada”.
A pesar de los recortes, han crecido los socios de la Biblioteca de CLM
El 33 por 100. Ese es el porcentaje de socios de la Biblioteca regional sobre el total de población, una cifra muy reseñable: un tercio de la población de Castilla-La Mancha está vinculada a una biblioteca de alguna manera. “En esta etapa de recortes, hemos visto suprimidos algunos recursos, pero ha crecido el número de usuarios”, admite. “La gente ve que necesitan bibliotecas en su vida, y que hacen falta”, según el bibliotecario.
Castilla-La Mancha tiene que “recuperar el liderazgo ideológico en esta materia”, según el análisis de este experto, ya que de ser así los servicios bibliotecarios “estarán en la base de la cultura”, y certifica que “si se invierte en ello, se invierte en mejorar la sociedad, en un tipo de ciudadano más activo, más critico, tolerante…”. No ha dejado nunca de lado esta actitud, esta reivindicación, porque Juan, además de querer servicios bibliotecarios para la región, también quiere que existan “ciudadanos críticos”.

Un lugar para debatir, crear y compartir

La Biblioteca de CLM “ha sido un lugar para hacer propuestas, para debatir…”. A pesar de ello, el exdirector subraya que, con sus fallos, se ha conseguido que sea una referencia de lo que tiene que ser en una comunidad autónoma. “Todas tienen unos profesionales absolutamente implicados”.
En 1998, año en el que la Biblioteca regional abrió sus puertas, el Alcázar de Toledo pasó de ser un edificio meramente militar e histórico a ser un espacio cultural. Cuánta gente quisiera poder reconocer lo mismo. Allí estaba él. Una de las personas que más había insistido en este emplazamiento, en lo que supondría tener una biblioteca como la “nuestra” en un lugar como “este”.


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Juan Sánchez, en el Alcázar, durante las obras de adecuación de la biblioteca.

Hace varias décadas se decía que “pasas más hambre que un maestro de escuela… Y se arregló aquello porque los gobiernos se dieron cuenta de que hacían falta escuelas, colegios e institutos”, recuerda Sánchez, y admite que su lucha ha tenido un valor porque “las bibliotecas se han considerado como servicio de segunda división”, pero afirma con rotundidad que “son tan necesarias como los hospitales, como los centros educativos”, porque como defiende, no son un lujo, sino “una necesidad social y por eso tenemos un fuerte compromiso social, y cultural”.

Diferentes retos para crecer como persona

Sánchez reconoce ser seguidor del asociacionismo, aunque se define más como un “francotirador” que tiene pensado seguir disparando para conseguir objetivos: “Cuando estás en un puesto público, tienes que moderar e ir por la via constructiva… pero cuando no te paga nadie y eres un francotirador… ¿Qué te queda? Seguir contribuyendo a la sociedad con artículos, participando en asociaciones, y ser un activista…”, o lo que supone una lección de supervivencia.
Entre 1981 y 1982, Sánchez puso en marcha, con más gente, el Comité de Defensa de la Biblioteca de Toledo, en unos momentos en los que la institución cultural toledana “moría de asfixia”, como recuerda. En esa misión tuvo el apoyo de mucha gente de la ciudad para que la cultura no decayera. Ahora admite que sí hay que resucitar un comité de defensa, “claro que sí”, aunque matiza que sería “en toda España”, aunque no se muera de asfixia, pero para evitar que eso pase. “Estoy dispuesto, pero estoy jubilado… aunque es muy importante la presencia”, señala.


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Juan Sánchez, en uno de los bibliobuses que recorría la provincia.

Durante años ha protagonizado numerosas charlas, conferencias y coloquios, así como ha publicado libros y ha sido profesor. Ninguna dedicación exclusiva en otro ámbito le quitó tiempo para seguir trabajando por las bibliotecas. ¿Por qué? Su respuesta, el compromiso. “He tenido la suerte de que los profesionales, de algún modo, me muestren, me reconozcan esa labor de defensor de las bibliotecas, por lo tanto tengo que ser fiel a ese compromiso”, añade.

Renovarse o morir

La biblioteca, aunque no se renueve, puede acabar muriendo. El exdirector de la Biblioteca regional también lo sabe “perfectamente”, ya que si no se cumplen “los fines que en cada época tiene que tener… acaba muriendo”. Se trata de algo que también él ha dejado caer muchas veces, porque como defiende, “se necesita renovar colecciones, recursos… y en este momento, sobre todo, cambiar el chip: ya no son templos del saber ni lugares de conservación de libros, sino son sobre todo centros con compromiso social”.
Y advierte: aquellas que no se renueven “serán como mausoleos: irá la gente a leer pero no tendrán presencia”. A eso le podríamos llamar la enfermedad del mal de las bibliotecas, a la que siempre estarán condenadas, como cualquier espacio que no tuviera en cuenta a sus usuarios. “Esta biblioteca por su vida y su dinamismo”, recalca, aunque “los que vengan” -como dice el propio Sánchez, para referirse a sus sucesores- “tienen que trabajar en coalición con la sociedad y para estar a la vanguardia al servicio de la comunidad”.
Entre las cosas que Juan destaca de la renovación del centro, considera que en los últimos años se ha destacado por los programas para jóvenes y niños. “Cuando yo vine, había muchos clubes de lectura de adultos, y no había ninguno de niños ni jóvenes”, y subraya: “Para hacer lectores estables hacen falta clubes de lectura”. Las bibliotecas ya no son templos del saber ni lugares de conservación de libros. “Son sobre todo centros con compromiso social”.
Los clubes de lectura, una de las herramientas que más movimiento otorga a los centros
Acto más importante en la vida es leer. Antonio Basanta, director gerente de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez decía que “cuando uno lee, el 100 por 100 del cerebro está dedicado a la lectura… y eso construye a esa persona. Y sin embargo, cuando escuchamos música, vemos la tele… a veces el cerebro solo dedica un 20 por 100. Lo más importante que hay es la lectura para construir una persona…”.
Algunos de sus grandes fracasos, admite, como director de la Biblioteca, “han sido en el trabajo. Hicimos un bibliobotellón que fracasó estrepitosamente. Poemas… arte… Fue un éxito mediático porque no se había hecho algo parecido… pero fue un batacazo porque no hubo nadie… 30 jóvenes nada más, pero fíjate, fue el germen para un club de lectura”.
Una apuesta, el bibliobotellón, que en Toledo no tuvo la suficiente acogida
Sostiene Sánchez que el desapego a la lectura que existe entre los jóvenes, que en los últimos años es cierto que se ha generalizado, tiene su inicio en los centros escolares. El exdirector considera que el problema podría repercutir en que en algunos centros, “no saben hacer bien su trabajo”, e insiste: “No se puede mandar a un chico de 14 años a que lea La Celestina, El Quijote u otras obras”.
Juan Sánchez, que también tiene un ancho recorrido pedagógico, considera que lo primero es animarlos con la lectura porque, en su opinión, “no se puede asumir el tipo de literatura que supone La Celestina, por ejemplo…” ¿Su alegato? Tiene que haber “animadores”.

Una convivencia “compleja” con los políticos

La relación de un cargo público con un político nadie dijo que fuera sencilla. Existen las jerarquías y las influencias, y muchas veces se trata de hacer cambiar de opinión, de línea o de argumentos a algunas personas que, realmente, no están dispuestas a hacerlo. El bibliotecario se sincera en este aspecto. Se considera una persona que siempre ha intentado “convencerles de muchas cosas”, aunque no siempre con suerte.
“Normalmente el político ha dicho que hay que mirar en la misma dirección y nos han encontrado tanto a mí como al resto del equipo mirando hacia la misma dirección”, subraya, y sobre este tema también hace un apunte, “nosotros siempre hemos visto como muy importante hacer planes para las bibliotecas, pero teníamos necesidad de que nos tuvieran en cuenta”. Y es que, como Juan admite, al final los presupuestos “los aprueban los políticos en las Cortes…”
Sus más y sus menos con los representantes políticos, pero siempre en el centro la reivindicación de los servicios públicos
Durante su carrera admite que ha habido políticos que “no solo no han ayudado, sino que han entorpecido”, pero por suerte, como matiza, “se fueron muy pronto; y puedo decir que los bibliotecarios tuvimos la culpa de que esto fuese así”.
“Cuando la realidad no se puede hacer, hablaba de mis sueños. Siempre les he dicho mi postura y al final la responsabilidad la tienen ellos”, nos explica y añade que él en multitud de veces les ha apoyado y “cuando han entendido bien, han hecho su trabajo y yo el mío”

El deseo de Juan Sánchez, que su sustituto sea “un profesional”

Ya habiendo recogido el despacho y asimilando el nuevo cargo, el de jubilado, el más alto galón en la escala de la vida, ya sea por experiencia o por edad, Juan Sánchez llega al final de la conversación pidiendo y subrayando lo mismo que al principio, la profesionalidad. Le preguntamos sobre quién vendrá después, quién se pondrá al frente de la Biblioteca regional.
“Tiene que ser un funcionario de máximo nivel, de escalas bibliotecarias del Estado o comunidades, o cuerpos generales que tengan experiencia”, explica. Su plaza la sacarán a concurso en las próximas semanas y de momento va a asumir la dirección Carmen Morales, “quien conoce bien este sitio”, admite, porque “ha trabajado en puestos técnicos, es una gran profesional y lo asumirá provisionalmente”.
Juan Sánchez quiere, necesita, para su conciencia también, que su sustituto “sea un profesional”, algo que ya se lo ha trasladado al consejero de Educación, Cultura y Deporte, Ángel Felpeto. “Esta biblioteca lo necesita, porque no se puede politizar la biblioteca”. Él sabe que en estos cargos existe el riesgo de que si quisieran poner a alguien a dedo… Pero Felpeto sabe lo que hay… Un profesional puede dialogar con su plantilla”.
No puede politizarse una biblioteca, y esta biblioteca lo necesita
Y como no podía ser de otra manera, entre libros nos despedimos. Preguntado sobre qué libro recomendaría a su sucesor o sucesora, Sánchez dice, con el libro entre manos: “Estoy leyendo ahora un libro que me dejaron, y la verdad es que me ha encantado”. Se trata de El escritor en su paraíso, de Ángel Esteban y habla “de 30 grandes autores que fueron bibliotecarios”.
Sobre la lectura que recomendaría a aquellas personas que le han entorpecido en su camino, Sánchez les ofrecería leer un libro colectivo que nació en su “factoría”: Palabras por la Biblioteca Pública, libro que incluye “opiniones sobre las bibliotecas”. Ahí están las opiniones de autores, artistas y bibliotecarios, para hacer “una labor de pedagogía”, como admite el propio Juan, y recuerda que todos sus libros han intentado siempre ir por ese camino.
El escritor en su paraíso, lectura que recomienda al próximo director o directora; y Palabras por la Biblioteca Pública, para aquellos políticos a los que tocó enfrentarse
Rebelión por la biblioteca, otro de los libros escritos de su puño y letra, relata un hecho ficticio, pero basado en un hecho que le tocó vivir, sobre el despido de un compañero, que como admite le sentó “fatal”, por lo que decidió crear esta novela, en la que relata que la ciudad “bajo la utopía de los jóvenes, se pone en movimiento”.
Y, en su nueva etapa, como católico que es, y creyente que se siente, le apetece leer el “libro de libros”, la Biblia. Aunque admite que tiene mucho por leer, tras tantos años recibiendo lecturas y recomendaciones, sabe que quiere hacer una lectura “absolutamente meditada”, algo que, como se sincera, necesita “profundamente”: desde el Génesis al Apocalipsis. “Voy a intentar hacer una lectura absolutamente meditada”, reitera.
Por los caminos de la vida, como aquellos días leyó El Quijote, este bibliotecario, ahora alejado de su despacho, de sus quehaceres, pero nunca de su dedicación, seguirá defendiendo lo que tantas veces ha señalado, repetido, sugerido y anunciado: que los libros sigan siendo materia viva, y sigan siendo un atractivo para todos los que, como él, han vivido tantas aventuras, y buscan también en los libros vivirlas.

Entrevista en Encastillalamancha.es
Entrevistador: José Verdugo.
Fotógrafa: Rebeca Arango.
Título principal: "Las bibliotecas no son un lujo, sino una necesidad social".
Enlace: Las bibliotecas no son un lujo, sino una necesidad social

lunes, 11 de septiembre de 2017

El olvido de la lectura en la Educación de Castilla-La Mancha

El olvido de la lectura en la Educación de Castilla-La Mancha


Comienza el nuevo curso y con este motivo el consejero de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Castilla-La Mancha, Angel Felpeto, ha escrito un extenso artículo de opinión que está a caballo entre un programa y una reciente memoria de gestión de los logros alcanzados. Un artículo que he leído y releído, escrito por una persona a la que aprecio, y que me obliga a escribir de nuevo por la profunda decepción que sus palabras me provocan.
Sé con certeza que el consejero está trabajando con gran esfuerzo en rescatar la política educativa y cada día nos asombran con nuevos datos y con renovados éxitos. Como vengo insistiendo, esto no ocurre en el ámbito de la Cultura. Nuestros gobernantes deben pensar aquello de que “El cielo puede esperar” -por citar el título en castellano de la conocida película de 1978- y cada vez que alzamos la voz se remiten a los nuevos presupuestos para variar el rumbo de la Cultura en general y de las bibliotecas en particular. Hace unos días, un alto cargo del gobierno regional me decía: “Juan, pronto va a haber buenas noticias para las bibliotecas”. Pero así llevamos años, mientras cada día se corrigen recortes educativos, se amplían plazas de profesores o se anuncian nuevas infraestructuras. Como vengo diciendo, insisto: para mí tan importante son las bibliotecas como los centros educativos o sanitarios, pero el gobierno de Castilla-La Mancha no parece coincidir en mi planteamiento.
Mi enfado ante este artículo-memoria es el radical olvido al libro, la lectura y las bibliotecas, aunque haga una alusión a las ayudas para compra de libros de texto. Puedo entender que se le olvide al Presidente del gobierno regional en su discurso de investidura o en sus intervenciones públicas, que al fin y al cabo tiene mucho que decir, aunque demasiadas veces sus palabras sean apenas humo. Pero que el consejero de Educación se olvide del papel del libro y la lectura me parece gravísimo.
Demasiadas veces hablamos de que no estamos en una sociedad lectora. Y los expertos coinciden en que la pasión por la lectura se forma en un trípode: familia, centro educativo y biblioteca. Pero las claves del fracaso de esta sociedad no lectora están fundamentalmente en el sistema educativo. Los niños leen en su infancia pero dejan de leer sobre todo tras su paso por la Educación Secundaria. Sé que esta afirmación no puede ser genérica pero normalmente es así. Unas lecturas obligadas, generalmente no las más adecuadas para alumnos de esas tempranas edades, desembocan en un cierto desprecio a la lectura. Si además muchas veces los alumnos tienen que hacer un trabajo sobre esos libros o incluso algún modo de examen, en todo caso evaluado, se comprende el miedo de un alumnado que no encuentra placer alguno en leer sino una obligación más impuesta por el sistema educativo. Claro que soy partidario de una educación basada en el esfuerzo personal, pero se precisan claves pedagógicas para ese modelo.
Tenemos maestros y otros profesores magníficos, que además poseen estupendas técnicas de animación a la lectura. También disponemos de profesores que se encargan en alguna medida de lo que pomposamente llamamos biblioteca escolar. Pero, en general, la comunidad educativa está huérfana de expertos para animar a leer. Desde hace décadas he hablado de que los centros educativos, en todos sus niveles, necesitan un bibliotecario escolar. No es momento ahora de describir cómo debe ser ese profesional. Lo cierto es que los centros educativos se fueron llenando de profesores de todo y de profesionales de todo: profesores de idiomas, orientadores, profesores de educación física o de música, etc. Y con el paso del tiempo se logró contar con profesionales que eran muy necesarios. Pero nunca se quiso hablar del bibliotecario escolar, aunque sí de bibliotecas escolares, olvidando que una biblioteca sin bibliotecario no lo es: es un almacén de libros. Y hubo mucho presupuesto para compra de libros y otros materiales. Pero nunca quisieron afrontar lo que es la verdadera asignatura pendiente de los sistemas educativos en España: la biblioteca escolar.
El bibliotecario escolar es un profesional que es absolutamente necesario en los centros y que tiene una función esencial en la comunidad educativa: alumnos, padres y profesores. Un experto en información y en técnicas de animación a la lectura que, de existir, tendría un papel fundamental para conseguir el que debe ser gran objetivo de la educación: apasionar a los alumnos por la lectura, que pasen de una situación de obligación a la lectura a la pasión por leer. Y de esa pasión por leer llegará también la pasión y el deseo de escribir. Pero lo fundamental es que la lectura es el eje de la educación de las personas, de los verdaderos valores, y de la construcción de ciudadanos libres, críticos, tolerantes y con un fuerte compromiso social y participativo.
Pero, ¿qué podemos esperar? En un artículo de 1.622 palabras, tres de las palabras más significativas de la Educación caen en el olvido una vez más. En distintos momentos de las últimas décadas hablé este tema con consejeros, viceconsejeros y directores generales y nunca pude convencerles de la necesidad de contar con una política de lectura en el sistema educativo que estuviera basada en la existencia de un profesional. Y siempre fue la misma excusa: no hay recursos. Y no era verdad, porque si se hubiese empezado esa política hace años, hoy contaríamos con el mejor sistema educativo del país.
Y si a este olvido al libro, la lectura y las bibliotecas escolares añadimos el desprecio con el que las Cortes y el Gobierno de Castilla-La Mancha están tratando a las bibliotecas públicas de la región, podremos entender por qué fracasa nuestro sistema educativo.
En la anterior legislatura, con gobierno del PP, se planteó un plan piloto de bibliotecas escolares que se coordinarían en buena medida con la Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha. Se estuvo trabajando durante dos años, con los 25 centros educativos seleccionados para participar en el proyecto. No se llegaba a proponer el tema del bibliotecario escolar pero era un proyecto innovador en el panorama de nuestro país y un paso importante. Y cuando todo estaba preparado, y ya se habían realizado los trabajos y gastos previstos, hubo un cambio de gobierno y el actual no pareció sensibilizado por este tema y paralizó el proyecto. Es esa manía de los políticos españoles de hacer un gran “parque” en una legislatura y en la siguiente abandonarlo… Así se lo hicimos saber al consejero Felpeto cuando tomó posesión pero no se ha enmendado el error.
Educar en un tiempo nuevo es necesario. Pero no se podrá educar con los errores de tiempos pasados. Los nuevos tiempos necesitan libros (en cualquier soporte) y bibliotecarios. Y no habrá una sociedad lectora sin bibliotecas escolares y con bibliotecas públicas sin recursos. Esta es la grave responsabilidad del gobierno regional. O si se prefiere lo digo de otro modo: esta es la grave irresponsabilidad del gobierno regional. Pero, como denuncié recientemente en el ámbito de la Cultura, la lectura es la gran olvidada del gobierno regional.

domingo, 10 de septiembre de 2017

“En esta sociedad los bibliotecarios estamos llamados a ser agitadores”



“En esta sociedad los bibliotecarios estamos llamados a ser agitadores”



Juan Sánchez Sánchez (Toledo, 1952) escoge al azar un libro en la Sala de Préstamo de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, su destino durante los cinco últimos años, tras más de cuatro décadas de carrera. «Ha salido Neruda», dice, mientras mira a la cámara escasas horas antes del día de su jubilación. El exjefe de gabinete de José María Barreda, antiguo jefe de servicio de Archivos y Bibliotecas de Castilla-La Mancha, no ha esperado hasta el día de su jubilación para reivindicar a las administraciones públicas un respeto por su medio natural. Las hemerotecas están ahí, lo mismo que una novela, Rebelión por la Biblioteca (Ledoria, 2013), en la que levantó en armas a toda una ciudad por el cese de un bibliotecario. «Los libros que más te ayudan -lee, frente al fotógrafo- son aquellos que más te hacen pensar. Un gran libro de un gran pensador es un buque de pensamiento, cargado de belleza y verdad».
Antes de preguntarle por su jubilación: ¿Cuáles son las necesidades más perentorias de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, que ahora abandona?
Fundamentalmente, el depósito bibliográfico del Miradero. Hace años, la Junta de Comunidades proyectó la construcción de un nuevo edificio en el barrio de Santa María de Benquerencia que habría permitido dar servicio tanto a la Biblioteca de Castilla-La Mancha como a las bibliotecas provinciales. Desgraciadamente, el proyecto no salió adelante. Creo que debería ser el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes quien se encargase de esa labor, ya que cuando se constituyó la Biblioteca de Castilla-La Mancha -que además de ser de carácter regional es biblioteca pública del Estado- no aportó recurso alguno. Si el Ministerio tomase cartas en el asunto, además, el actual depósito del Miradero (donde acaba de hacerse una pequeña actuación para mejorar su seguridad) podría quedar integrado dentro de los espacios que requiere el Museo de Santa Cruz.
¿Cumple la última planta del Alcázar con las necesidades de esta doble biblioteca?
La Biblioteca de Castilla-La Mancha es muy especial, porque además de ser una biblioteca pública es una biblioteca de conservación. Esto quiere decir que alberga, además de los fondos procedentes de nuevas adquisiciones y del depósito legal, una impresionante colección de fondo antiguo formada por más de 100.000 documentos (en total, más de 450.000, en formatos que van desde soportes musicales hasta manuscritos). Tenemos, sin duda, los fondos históricos más importantes entre todas las bibliotecas públicas del país. Nuestro espacio es grande, pero se nos comen los depósitos. De ahí nuestra necesidad de contar con espacios de refuerzo. Estamos intentando reaprovechar, más que remodelar, algunas de nuestras estancias para que puedan ser mejor aprovechadas por los ciudadanos, especialmente por los clubes de lectura. La Hemeroteca, por ejemplo: las consultas pueden hacerse en la Sala General, lo que a cambio podría permitir que se reunieran en ella los clubes o celebrar talleres con carácter puntual.
¿Diría que es necesaria una nueva Biblioteca?
No. A esta ciudad lo que le hacen falta son nuevas bibliotecas, en plural. Es decir, constituir una red específica o un consorcio de bibliotecas a partir de las que ya existen (y que están integradas en la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha). Sería posible a través de un convenio entre la Junta de Comunidades y el Ayuntamiento, y permitiría repartir la actividad cultural por los barrios. No es razonable que una sola biblioteca -que, obviamente, estaría a la cabeza de ese consorcio por su carácter de referente- concentre toda la actividad cultural y que Santa María de Benquerencia, con sus veinte mil vecinos, no tenga una biblioteca decente, que abra todo el día. Tampoco hay biblioteca en el barrio de Santa Teresa-Reconquista, cuando lo deseable sería que fueran lo más accesibles posible, para que los padres pudieran acudir a ellas cómodamente con sus hijos. Claro, en la región hay ciudades que están peor, como Guadalajara, donde sólo existe la biblioteca pública del Estado, sin ninguna municipal; pero hay otras mejor, como Albacete, con una red de trece bibliotecas municipales espléndida.
Si tuviera que hacer un diagnóstico, ¿cómo están las bibliotecas en Toledo?
Muy atrasadas. Llevan en el mismo estado veinte años. No han progresado en recursos, en personal, en horarios... Uno de los problemas de Toledo es que nunca se ha hecho de las bibliotecas un proyecto de ciudad. Lo mismo que sucede con la gestión de otros de sus muchos recursos culturales, que suelen ser entendidos como una especie de baúl, un contenedor de maravillas históricas que no es necesario mantener abierto permanentemente. No hablo de la capacidad de los bibliotecarios, que son espléndidos, sino de falta de recursos, que es básicamente la principal de las necesidades por las que antes me preguntaba. La Biblioteca de Castilla-La Mancha sólo puede gestionar actualmente una cuarta parte de su presupuesto, apenas 50.000 euros, para adquirir novedades y fondos de temática regional, menor que el de la Biblioteca José Hierro de Talavera, de carácter municipal . Eso no ayuda. Hemos tenido que renunciar a varias suscripciones, algo que hace resentirse a nuestras colecciones. Es cierto que hemos intentado compensarlo incrementando el número de actividades culturales, pero también para eso contamos con un presupuesto reducido, aunque  en estos cinco años hemos contado con el mecenazgo puntual de Caja Rural, Fundación La Caixa, recursos europeos, Unesco... Pero no es suficiente. No, si queremos unas bibliotecas modernas. Otra cosa es que queramos torres de marfil desconectadas de la sociedad.
¿Qué sería lo deseable?
Precisamente eso: bibliotecas que sirvan a la sociedad, que no se encierren en sí mismas, que sean lugares para la creatividad, donde tengan cabida artistas y pensadores. Me gusta mucho una frase del filósofo José Antonio Marina, que dijo que la Biblioteca de Castilla-La Mancha era un laboratorio para la ciudad, que el Ayuntamiento de Toledo debería mirarse en ella. Durante los últimos años, aparte de conservar nuestros depósitos -aunque con unas instalaciones de climatización que tienen ya veinte años y que el Ministerio debe renovar-, hemos configurado una biblioteca muy viva, donde además de leer y navegar por Internet es posible asistir a debates, participar en propuestas ciudadanas, clubes de lectura, talleres...
¿No teme que con su marcha se supriman esas dinámicas, incluidas algunas tan específicas como Biblioteca Solidaria?
Espero que no, porque solidaridad y participación suelen ir de la mano. Estrategias como Biblioteca Solidaria [por la que la Biblioteca de Castilla-La Mancha ha sido recientemente premiada por el Banco de Alimentos de Toledo] no dependen tanto de recursos -aunque siempre son bien recibidos- como del capital humano. Estos últimos años, nos tocó la lotería al contar con gente como Alfonso González Calero y Emilio Recio, que traían un enorme bagaje procedente del mundo de los libros, el periodismo y el teatro. Ellos ya no están en la Biblioteca porque también se han jubilado, pero contamos con un equipo joven y muy ilusionado. De hecho, será la primera vez que el personal dedicado a actividades culturales esté enteramente formado por profesionales bibliotecarios. Ellos son conscientes de que las bibliotecas actuales no se conciben sin una programación prácticamente diaria de actividades, y que deben estar abiertas a quien desee presentar un libro u ofrecer un concierto. Y lo mismo digo de los proyectos solidarios, la cooperación con inmigrantes y, por supuesto, con los jóvenes.
En muchas ocasiones ha manifestado su intención de potenciar las actividades para ellos.
Es que es imprescindible. Está comprobado que los jóvenes dejan de leer durante su paso por la Enseñanza Secundaria, algo a lo que sin lugar a dudas contribuye que no haya bibliotecas escolares. En tiempos de bonanza, se dotó a los centros de aulas informáticas, orientadores, profesores de idiomas..., pero nunca se planteó la necesidad de profesionales de las bibliotecas, animadores de la lectura no sólo para los jóvenes, sino también para sus familias y para los propios profesores, que a veces han hecho barbaridades. Una biblioteca escolar no es un simple espacio que se abre a una hora y se cierra a otra para que un grupo de niños se reúnan a estudiar. Creo que el fortalecimiento de las bibliotecas escolares es una asignatura pendiente y que éstas, combinadas con las bibliotecas públicas, podrían aportar muchísimo para la generación de una sociedad lectora en nuestro país. En realidad, es fundamental contar con niños y jóvenes que lean si queremos construir ciudadanos libres, críticos, constructivos, participativos.
¿Comparten las administraciones actuales esa visión?
La mayoría de los políticos de esta región frecuenta muy poco las bibliotecas. Vienen sólo en actos institucionales, y muchos ni eso. No han descubierto la grandeza democrática de estos edificios, que dan la bienvenida a todos por igual y que poseen un fuerte compromiso social. Nuestros políticos tienden a hacer de esta actividad una profesión, cuando en realidad debería ser un servicio a la comunidad durante un tiempo limitado. En contra de lo que decía el verso de León Felipe, se les ha acostumbrado el pie a pisar el mismo suelo. Me asombra, por ejemplo, que los grupos parlamentarios autonómicos no tengan una dirección de correo electrónico personalizada a la que los ciudadanos puedan enviarles sus propuestas y sus quejas. ¿Por qué no lo implantan? No disponer de eso a estas alturas me parece faltar al respeto a los ciudadanos. Y en políticas bibliotecarias, lamentablemente, no hemos tenido mucha suerte en este país. Yo he reivindicado una Ley de Coordinación Bibliotecaria en España desde tiempos de la Transición. Fue promesa electoral del PSOE y nunca se hizo. Sólo en 2007, tras muchos debates y propuestas, tras estar cerca de dos años tramitándola, cuando estaba ya todo aprobado y aceptadas las enmiendas, el PSOE la echó por tierra, dejándola en agua de borrajas. Para mí fue incomprensible.
Diez años después, ¿cómo está la situación en Castilla-La Mancha?
Esta región, por desgracia, mantiene muchos de los problemas que sus bibliotecas tenían en 1995 o 2000. Algunos, incluso, se han agudizado, porque en comparación con aquellos años los gobiernos regionales no han sido fieles a su compromiso de apoyar las bibliotecas públicas. De hecho, la Junta de Comunidades ha abandonado prácticamente desde 2010 la parte de financiación que le corresponde junto a ayuntamientos y diputaciones. Estos dos últimos hacen lo que pueden, pero que la Junta no haga más es grave, porque las bibliotecas públicas constituyen la unidad social y cultural más básica y democrática de los municipios. Y aún así, con todo, las bibliotecas públicas de Castilla-La Mancha se sitúan al frente de España en número de actividades culturales (diecisiete) por cada mil habitantes. La mayor parte de ellas, organizadas prácticamente sin dinero. Cataluña, que en comparación podría considerarse una región por encima de la nuestra, no promueve más de ocho por cada mil. Hablo de toda la comunidad autónoma -en donde el 70% de los municipios no posee una biblioteca pública: es un auténtico erial-, no de la ciudad de Barcelona, cuya política bibliotecaria es excelente.
¿No tiene esperanzas en los nuevos presupuestos?
No voy a ser yo quien critique la importancia de la garantía social ni lo que ha pactado el PSOE con Podemos, pero: ¿no podrían haber dedicado dos o tres millones a apoyar el funcionamiento de unas bibliotecas que prestan servicio a un treinta y tres por ciento de los ciudadanos? ¿Es que no son conscientes de que no existe en Castilla-La Mancha ningún partido político o asociación sindical que expida tantos carnés como la Red de Bibliotecas? Hablamos de una cantidad enorme de personas y muchas de ellas saben que el Gobierno regional, al no dotar sus bibliotecas como merecen, les está dando la espalda.
¿Cree que los usuarios podrían llegar a movilizarse para reivindicar mejoras?
Los usuarios, esencialmente, no son muy distintos en comparación con el ciudadano medio. Pero sí suelen ser más participativos, porque además de quienes vienen a las bibliotecas a leer o a llevarse libros en préstamo contamos con miembros de clubes de lectura, socios de la Asociación de Amigos de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, plataformas y colectivos reivindicativos... Ellos saben que las puertas de esta biblioteca las tienen abiertas, aunque eso no siempre siente bien a las administraciones (¿Cómo voy a negar a los afectados por el amianto, en Santa María de Benquerencia, el dar charlas o incluso instalar una pequeña exposición, aunque eso pueda no sentar bien en la Junta...?). En 1976, cuando reunir firmas aún estaba prohibido, nos movilizamos para evitar el cierre de los bibliobuses. En 1980, estando Jaime Salinas de director general del Libro y Bibliotecas [con Javier Solana como ministro de Cultura, durante el primer mandato de Felipe González], se maravilló de que los toledanos -Fernando Martínez Gil, Rafael del Cerro, mi hermano Isidro [fundador y anterior director del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha] y yo mismo- hubiesen creado un Comité de Defensa de la Biblioteca Pública. Creo firmemente que los bibliotecarios tenemos que ser agitadores. Creadores de opinión. Y eso, fíjese lo que le digo, nos convierte en gente “peligrosa”. De entrada, estamos más en contacto con la realidad que muchos políticos, y esa relación con el ciudadano, y trabajar a su servicio, nos convierte en la institución más democrática de todas. Ojalá existiese la posibilidad de organizarse y exigir a la Junta esos tres millones de euros. Desde luego, hay que luchar por las cosas en las que uno cree.
¿Estaría orgullosa su maestra, Julia Méndez Aparicio, de su labor a lo largo de estas cuatro décadas?
Somos amigos desde hace muchísimos años. Es una persona a la que quiero y a quien respeto muchísimo por su postura en defensa de las bibliotecas públicas, un tema sobre el cual escribió un libro junto a su hermano Juan Antonio, La biblioteca pública: índice del subdesarrollo español (Madrid, 1984). Creo que hizo mucho por esta ciudad y que conseguimos cumplir su sueño de reunir las colecciones en el Alcázar (porque inicialmente venía sólo fondo antiguo y el resto de la biblioteca pública se quedaba en el Miradero; la Biblioteca de Castilla-La Mancha, ni existía aún).
¿A qué otras personas recuerda, justo antes de su jubilación?
Aprendí mucho también de Modesto Triviño, que era el técnico que me enseñó a catalogar, una persona extremadamente amable. Siempre he tenido la suerte de contar con equipos maravillosos, así que me acuerdo bien de todos ellos. Joaquín Selgas, por ejemplo, a quien propuse hace años como director, un bibliotecario con una capacidad y profesionalidad tremendas. En él, precisamente, está inspirada mi novela Rebelión por la Biblioteca (Ledoria, 2013), porque me dolió más su cese que el mío como jefe de servicio. Recuerdo también a Javier Docampo, que ha tenido una magnífica carrera en la Biblioteca del Museo del Prado y ahora está en la Biblioteca Nacional. A Carmen Sañudo, la primera directora, a quien por cierto me costó mucho convencer para que aceptase el cargo. Y a Óscar Arroyo, actual jefe de servicio de bibliotecas. No quiero seguir porque sería injusto no mencionarlos a todos. Sí me gustaría destacar, y así los englobo, la figura del bibliotecario municipal. Les admiro profundamente, porque son profesionales capaces de hacer mucho con muy poco.

Entrevista publicada en La Tribuna de Toledo.
Fecha: 10 de septiembre de 2017.
Título principal: "En esta sociedad, los bibliotecarios estamos llamados a ser agitadores".
Entrevistador: Adolfo de Mingo.
Fotógrafo: Víctor Ballesteros.