lunes, 11 de septiembre de 2017

El olvido de la lectura en la Educación de Castilla-La Mancha

El olvido de la lectura en la Educación de Castilla-La Mancha


Comienza el nuevo curso y con este motivo el consejero de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Castilla-La Mancha, Angel Felpeto, ha escrito un extenso artículo de opinión que está a caballo entre un programa y una reciente memoria de gestión de los logros alcanzados. Un artículo que he leído y releído, escrito por una persona a la que aprecio, y que me obliga a escribir de nuevo por la profunda decepción que sus palabras me provocan.
Sé con certeza que el consejero está trabajando con gran esfuerzo en rescatar la política educativa y cada día nos asombran con nuevos datos y con renovados éxitos. Como vengo insistiendo, esto no ocurre en el ámbito de la Cultura. Nuestros gobernantes deben pensar aquello de que “El cielo puede esperar” -por citar el título en castellano de la conocida película de 1978- y cada vez que alzamos la voz se remiten a los nuevos presupuestos para variar el rumbo de la Cultura en general y de las bibliotecas en particular. Hace unos días, un alto cargo del gobierno regional me decía: “Juan, pronto va a haber buenas noticias para las bibliotecas”. Pero así llevamos años, mientras cada día se corrigen recortes educativos, se amplían plazas de profesores o se anuncian nuevas infraestructuras. Como vengo diciendo, insisto: para mí tan importante son las bibliotecas como los centros educativos o sanitarios, pero el gobierno de Castilla-La Mancha no parece coincidir en mi planteamiento.
Mi enfado ante este artículo-memoria es el radical olvido al libro, la lectura y las bibliotecas, aunque haga una alusión a las ayudas para compra de libros de texto. Puedo entender que se le olvide al Presidente del gobierno regional en su discurso de investidura o en sus intervenciones públicas, que al fin y al cabo tiene mucho que decir, aunque demasiadas veces sus palabras sean apenas humo. Pero que el consejero de Educación se olvide del papel del libro y la lectura me parece gravísimo.
Demasiadas veces hablamos de que no estamos en una sociedad lectora. Y los expertos coinciden en que la pasión por la lectura se forma en un trípode: familia, centro educativo y biblioteca. Pero las claves del fracaso de esta sociedad no lectora están fundamentalmente en el sistema educativo. Los niños leen en su infancia pero dejan de leer sobre todo tras su paso por la Educación Secundaria. Sé que esta afirmación no puede ser genérica pero normalmente es así. Unas lecturas obligadas, generalmente no las más adecuadas para alumnos de esas tempranas edades, desembocan en un cierto desprecio a la lectura. Si además muchas veces los alumnos tienen que hacer un trabajo sobre esos libros o incluso algún modo de examen, en todo caso evaluado, se comprende el miedo de un alumnado que no encuentra placer alguno en leer sino una obligación más impuesta por el sistema educativo. Claro que soy partidario de una educación basada en el esfuerzo personal, pero se precisan claves pedagógicas para ese modelo.
Tenemos maestros y otros profesores magníficos, que además poseen estupendas técnicas de animación a la lectura. También disponemos de profesores que se encargan en alguna medida de lo que pomposamente llamamos biblioteca escolar. Pero, en general, la comunidad educativa está huérfana de expertos para animar a leer. Desde hace décadas he hablado de que los centros educativos, en todos sus niveles, necesitan un bibliotecario escolar. No es momento ahora de describir cómo debe ser ese profesional. Lo cierto es que los centros educativos se fueron llenando de profesores de todo y de profesionales de todo: profesores de idiomas, orientadores, profesores de educación física o de música, etc. Y con el paso del tiempo se logró contar con profesionales que eran muy necesarios. Pero nunca se quiso hablar del bibliotecario escolar, aunque sí de bibliotecas escolares, olvidando que una biblioteca sin bibliotecario no lo es: es un almacén de libros. Y hubo mucho presupuesto para compra de libros y otros materiales. Pero nunca quisieron afrontar lo que es la verdadera asignatura pendiente de los sistemas educativos en España: la biblioteca escolar.
El bibliotecario escolar es un profesional que es absolutamente necesario en los centros y que tiene una función esencial en la comunidad educativa: alumnos, padres y profesores. Un experto en información y en técnicas de animación a la lectura que, de existir, tendría un papel fundamental para conseguir el que debe ser gran objetivo de la educación: apasionar a los alumnos por la lectura, que pasen de una situación de obligación a la lectura a la pasión por leer. Y de esa pasión por leer llegará también la pasión y el deseo de escribir. Pero lo fundamental es que la lectura es el eje de la educación de las personas, de los verdaderos valores, y de la construcción de ciudadanos libres, críticos, tolerantes y con un fuerte compromiso social y participativo.
Pero, ¿qué podemos esperar? En un artículo de 1.622 palabras, tres de las palabras más significativas de la Educación caen en el olvido una vez más. En distintos momentos de las últimas décadas hablé este tema con consejeros, viceconsejeros y directores generales y nunca pude convencerles de la necesidad de contar con una política de lectura en el sistema educativo que estuviera basada en la existencia de un profesional. Y siempre fue la misma excusa: no hay recursos. Y no era verdad, porque si se hubiese empezado esa política hace años, hoy contaríamos con el mejor sistema educativo del país.
Y si a este olvido al libro, la lectura y las bibliotecas escolares añadimos el desprecio con el que las Cortes y el Gobierno de Castilla-La Mancha están tratando a las bibliotecas públicas de la región, podremos entender por qué fracasa nuestro sistema educativo.
En la anterior legislatura, con gobierno del PP, se planteó un plan piloto de bibliotecas escolares que se coordinarían en buena medida con la Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha. Se estuvo trabajando durante dos años, con los 25 centros educativos seleccionados para participar en el proyecto. No se llegaba a proponer el tema del bibliotecario escolar pero era un proyecto innovador en el panorama de nuestro país y un paso importante. Y cuando todo estaba preparado, y ya se habían realizado los trabajos y gastos previstos, hubo un cambio de gobierno y el actual no pareció sensibilizado por este tema y paralizó el proyecto. Es esa manía de los políticos españoles de hacer un gran “parque” en una legislatura y en la siguiente abandonarlo… Así se lo hicimos saber al consejero Felpeto cuando tomó posesión pero no se ha enmendado el error.
Educar en un tiempo nuevo es necesario. Pero no se podrá educar con los errores de tiempos pasados. Los nuevos tiempos necesitan libros (en cualquier soporte) y bibliotecarios. Y no habrá una sociedad lectora sin bibliotecas escolares y con bibliotecas públicas sin recursos. Esta es la grave responsabilidad del gobierno regional. O si se prefiere lo digo de otro modo: esta es la grave irresponsabilidad del gobierno regional. Pero, como denuncié recientemente en el ámbito de la Cultura, la lectura es la gran olvidada del gobierno regional.

1 comentario:

  1. Impresionante, por ser tan real, la narración que haces de la realidad de las Bibliotecas en la actualidad.
    Gracias por tu alegato.

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