“En esta sociedad los bibliotecarios estamos
llamados a ser agitadores”
Juan
Sánchez Sánchez (Toledo, 1952) escoge al azar un libro en la Sala de Préstamo
de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, su destino durante los cinco últimos
años, tras más de cuatro décadas de carrera. «Ha salido Neruda», dice, mientras
mira a la cámara escasas horas antes del día de su jubilación. El exjefe de
gabinete de José María Barreda, antiguo jefe de servicio de Archivos y
Bibliotecas de Castilla-La Mancha, no ha esperado hasta el día de su jubilación
para reivindicar a las administraciones públicas un respeto por su medio
natural. Las hemerotecas están ahí, lo mismo que una novela, Rebelión por la
Biblioteca (Ledoria, 2013), en la que levantó en armas a toda una ciudad
por el cese de un bibliotecario. «Los libros que más te ayudan -lee, frente al
fotógrafo- son aquellos que más te hacen pensar. Un gran libro de un gran
pensador es un buque de pensamiento, cargado de belleza y verdad».
Antes de preguntarle por su
jubilación: ¿Cuáles son las necesidades más perentorias de la Biblioteca de
Castilla-La Mancha, que ahora abandona?
Fundamentalmente,
el depósito bibliográfico del Miradero. Hace años, la Junta de Comunidades
proyectó la construcción de un nuevo edificio en el barrio de Santa María de
Benquerencia que habría permitido dar servicio tanto a la Biblioteca de
Castilla-La Mancha como a las bibliotecas provinciales. Desgraciadamente, el
proyecto no salió adelante. Creo que debería ser el Ministerio de Educación,
Cultura y Deportes quien se encargase de esa labor, ya que cuando se constituyó
la Biblioteca de Castilla-La Mancha -que además de ser de carácter regional es
biblioteca pública del Estado- no aportó recurso alguno. Si el Ministerio
tomase cartas en el asunto, además, el actual depósito del Miradero (donde
acaba de hacerse una pequeña actuación para mejorar su seguridad) podría quedar
integrado dentro de los espacios que requiere el Museo de Santa Cruz.
¿Cumple la última planta del
Alcázar con las necesidades de esta doble biblioteca?
La
Biblioteca de Castilla-La Mancha es muy especial, porque además de ser una
biblioteca pública es una biblioteca de conservación. Esto quiere decir que
alberga, además de los fondos procedentes de nuevas adquisiciones y del
depósito legal, una impresionante colección de fondo antiguo formada por más de
100.000 documentos (en total, más de 450.000, en formatos que van desde
soportes musicales hasta manuscritos). Tenemos, sin duda, los fondos históricos
más importantes entre todas las bibliotecas públicas del país. Nuestro espacio
es grande, pero se nos comen los depósitos. De ahí nuestra necesidad de contar
con espacios de refuerzo. Estamos intentando reaprovechar, más que remodelar,
algunas de nuestras estancias para que puedan ser mejor aprovechadas por los
ciudadanos, especialmente por los clubes de lectura. La Hemeroteca, por
ejemplo: las consultas pueden hacerse en la Sala General, lo que a cambio
podría permitir que se reunieran en ella los clubes o celebrar talleres con
carácter puntual.
¿Diría que es necesaria una
nueva Biblioteca?
No. A
esta ciudad lo que le hacen falta son nuevas bibliotecas, en plural. Es decir,
constituir una red específica o un consorcio de bibliotecas a partir de las que
ya existen (y que están integradas en la Red de Bibliotecas de Castilla-La
Mancha). Sería posible a través de un convenio entre la Junta de Comunidades y
el Ayuntamiento, y permitiría repartir la actividad cultural por los barrios.
No es razonable que una sola biblioteca -que, obviamente, estaría a la cabeza
de ese consorcio por su carácter de referente- concentre toda la actividad
cultural y que Santa María de Benquerencia, con sus veinte mil vecinos, no
tenga una biblioteca decente, que abra todo el día. Tampoco hay biblioteca en
el barrio de Santa Teresa-Reconquista, cuando lo deseable sería que fueran lo
más accesibles posible, para que los padres pudieran acudir a ellas cómodamente
con sus hijos. Claro, en la región hay ciudades que están peor, como
Guadalajara, donde sólo existe la biblioteca pública del Estado, sin ninguna
municipal; pero hay otras mejor, como Albacete, con una red de trece
bibliotecas municipales espléndida.
Si tuviera que hacer un
diagnóstico, ¿cómo están las bibliotecas en Toledo?
Muy atrasadas. Llevan en el
mismo estado veinte años. No han progresado en recursos, en personal, en
horarios... Uno de los problemas de Toledo es que nunca se ha hecho de las
bibliotecas un proyecto de ciudad. Lo mismo que sucede con la gestión de otros
de sus muchos recursos culturales, que suelen ser entendidos como una especie
de baúl, un contenedor de maravillas históricas que no es necesario mantener
abierto permanentemente. No hablo de la capacidad de los bibliotecarios, que
son espléndidos, sino de falta de recursos, que es básicamente la principal de
las necesidades por las que antes me preguntaba. La Biblioteca de Castilla-La
Mancha sólo puede gestionar actualmente una cuarta parte de su presupuesto,
apenas 50.000 euros, para adquirir novedades y fondos de temática regional, menor
que el de la Biblioteca José Hierro de Talavera, de carácter municipal . Eso no
ayuda. Hemos tenido que renunciar a varias suscripciones, algo que hace
resentirse a nuestras colecciones. Es cierto que hemos intentado compensarlo
incrementando el número de actividades culturales, pero también para eso
contamos con un presupuesto reducido, aunque en estos cinco años hemos contado con el
mecenazgo puntual de Caja Rural, Fundación La Caixa, recursos europeos,
Unesco... Pero no es suficiente. No, si queremos unas bibliotecas modernas.
Otra cosa es que queramos torres de marfil desconectadas de la sociedad.
¿Qué
sería lo deseable?
Precisamente eso: bibliotecas
que sirvan a la sociedad, que no se encierren en sí mismas, que sean lugares
para la creatividad, donde tengan cabida artistas y pensadores. Me gusta mucho
una frase del filósofo José Antonio Marina, que dijo que la Biblioteca de
Castilla-La Mancha era un laboratorio para la ciudad, que el Ayuntamiento de
Toledo debería mirarse en ella. Durante los últimos años, aparte de conservar
nuestros depósitos -aunque con unas instalaciones de climatización que tienen
ya veinte años y que el Ministerio debe renovar-, hemos configurado una
biblioteca muy viva, donde además de leer y navegar por Internet es posible
asistir a debates, participar en propuestas ciudadanas, clubes de lectura,
talleres...
¿No teme que con su marcha se
supriman esas dinámicas, incluidas algunas tan específicas como Biblioteca
Solidaria?
Espero que no, porque
solidaridad y participación suelen ir de la mano. Estrategias como Biblioteca
Solidaria [por la que la Biblioteca de Castilla-La Mancha ha sido recientemente
premiada por el Banco de Alimentos de Toledo] no dependen tanto de recursos
-aunque siempre son bien recibidos- como del capital humano. Estos últimos
años, nos tocó la lotería al contar con gente como Alfonso González Calero y
Emilio Recio, que traían un enorme bagaje procedente del mundo de los libros,
el periodismo y el teatro. Ellos ya no están en la Biblioteca porque también se
han jubilado, pero contamos con un equipo joven y muy ilusionado. De hecho,
será la primera vez que el personal dedicado a actividades culturales esté
enteramente formado por profesionales bibliotecarios. Ellos son conscientes de
que las bibliotecas actuales no se conciben sin una programación prácticamente
diaria de actividades, y que deben estar abiertas a quien desee presentar un
libro u ofrecer un concierto. Y lo mismo digo de los proyectos solidarios, la
cooperación con inmigrantes y, por supuesto, con los jóvenes.
En muchas ocasiones ha
manifestado su intención de potenciar las actividades para ellos.
Es que es imprescindible. Está
comprobado que los jóvenes dejan de leer durante su paso por la Enseñanza
Secundaria, algo a lo que sin lugar a dudas contribuye que no haya bibliotecas
escolares. En tiempos de bonanza, se dotó a los centros de aulas informáticas,
orientadores, profesores de idiomas..., pero nunca se planteó la necesidad de
profesionales de las bibliotecas, animadores de la lectura no sólo para los
jóvenes, sino también para sus familias y para los propios profesores, que a veces
han hecho barbaridades. Una biblioteca escolar no es un simple espacio que se
abre a una hora y se cierra a otra para que un grupo de niños se reúnan a
estudiar. Creo que el fortalecimiento de las bibliotecas escolares es una
asignatura pendiente y que éstas, combinadas con las bibliotecas públicas,
podrían aportar muchísimo para la generación de una sociedad lectora en nuestro
país. En realidad, es fundamental contar con niños y jóvenes que lean si
queremos construir ciudadanos libres, críticos, constructivos, participativos.
¿Comparten
las administraciones actuales esa visión?
La mayoría de los políticos de
esta región frecuenta muy poco las bibliotecas. Vienen sólo en actos
institucionales, y muchos ni eso. No han descubierto la grandeza democrática de
estos edificios, que dan la bienvenida a todos por igual y que poseen un fuerte
compromiso social. Nuestros políticos tienden a hacer de esta actividad una
profesión, cuando en realidad debería ser un servicio a la comunidad durante un
tiempo limitado. En contra de lo que decía el verso de León Felipe, se les ha
acostumbrado el pie a pisar el mismo suelo. Me asombra, por ejemplo, que los grupos
parlamentarios autonómicos no tengan una dirección de correo electrónico
personalizada a la que los ciudadanos puedan enviarles sus propuestas y sus
quejas. ¿Por qué no lo implantan? No disponer de eso a estas alturas me parece
faltar al respeto a los ciudadanos. Y en políticas bibliotecarias,
lamentablemente, no hemos tenido mucha suerte en este país. Yo he reivindicado
una Ley de Coordinación Bibliotecaria en España desde tiempos de la Transición.
Fue promesa electoral del PSOE y nunca se hizo. Sólo en 2007, tras muchos
debates y propuestas, tras estar cerca de dos años tramitándola, cuando estaba
ya todo aprobado y aceptadas las enmiendas, el PSOE la echó por tierra,
dejándola en agua de borrajas. Para mí fue incomprensible.
Diez
años después, ¿cómo está la situación en Castilla-La Mancha?
Esta región, por desgracia,
mantiene muchos de los problemas que sus bibliotecas tenían en 1995 o 2000.
Algunos, incluso, se han agudizado, porque en comparación con aquellos años los
gobiernos regionales no han sido fieles a su compromiso de apoyar las
bibliotecas públicas. De hecho, la Junta de Comunidades ha abandonado prácticamente
desde 2010 la parte de financiación que le corresponde junto a ayuntamientos y
diputaciones. Estos dos últimos hacen lo que pueden, pero que la Junta no haga
más es grave, porque las bibliotecas públicas constituyen la unidad social y
cultural más básica y democrática de los municipios. Y aún así, con todo, las
bibliotecas públicas de Castilla-La Mancha se sitúan al frente de España en
número de actividades culturales (diecisiete) por cada mil habitantes. La mayor
parte de ellas, organizadas prácticamente sin dinero. Cataluña, que en
comparación podría considerarse una región por encima de la nuestra, no
promueve más de ocho por cada mil. Hablo de toda la comunidad autónoma -en
donde el 70% de los municipios no posee una biblioteca pública: es un auténtico
erial-, no de la ciudad de Barcelona, cuya política bibliotecaria es excelente.
¿No tiene esperanzas en los
nuevos presupuestos?
No voy a ser yo quien critique la importancia de la garantía
social ni lo que ha pactado el PSOE con Podemos, pero: ¿no podrían haber
dedicado dos o tres millones a apoyar el funcionamiento de unas bibliotecas que
prestan servicio a un treinta y tres por ciento de los ciudadanos? ¿Es que no
son conscientes de que no existe en Castilla-La Mancha ningún partido político
o asociación sindical que expida tantos carnés como la Red de Bibliotecas?
Hablamos de una cantidad enorme de personas y muchas de ellas saben que el
Gobierno regional, al no dotar sus bibliotecas como merecen, les está dando la
espalda.
¿Cree que los usuarios podrían
llegar a movilizarse para reivindicar mejoras?
Los usuarios, esencialmente, no son muy distintos en
comparación con el ciudadano medio. Pero sí suelen ser más participativos,
porque además de quienes vienen a las bibliotecas a leer o a llevarse libros en
préstamo contamos con miembros de clubes de lectura, socios de la Asociación de
Amigos de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, plataformas y colectivos
reivindicativos... Ellos saben que las puertas de esta biblioteca las tienen
abiertas, aunque eso no siempre siente bien a las administraciones (¿Cómo voy a
negar a los afectados por el amianto, en Santa María de Benquerencia, el dar
charlas o incluso instalar una pequeña exposición, aunque eso pueda no sentar
bien en la Junta...?). En 1976, cuando reunir firmas aún estaba prohibido, nos
movilizamos para evitar el cierre de los bibliobuses. En 1980, estando Jaime
Salinas de director general del Libro y Bibliotecas [con Javier Solana como
ministro de Cultura, durante el primer mandato de Felipe González], se
maravilló de que los toledanos -Fernando Martínez Gil, Rafael del Cerro, mi
hermano Isidro [fundador y anterior director del Centro de Estudios de
Castilla-La Mancha] y yo mismo- hubiesen creado un Comité de Defensa de la
Biblioteca Pública. Creo firmemente que los bibliotecarios tenemos que ser
agitadores. Creadores de opinión. Y eso, fíjese lo que le digo, nos convierte
en gente “peligrosa”. De entrada, estamos más en contacto con la realidad que
muchos políticos, y esa relación con el ciudadano, y trabajar a su servicio,
nos convierte en la institución más democrática de todas. Ojalá existiese la
posibilidad de organizarse y exigir a la Junta esos tres millones de euros.
Desde luego, hay que luchar por las cosas en las que uno cree.
¿Estaría orgullosa su maestra,
Julia Méndez Aparicio, de su labor a lo largo de estas cuatro décadas?
Somos amigos desde hace
muchísimos años. Es una persona a la que quiero y a quien respeto muchísimo por
su postura en defensa de las bibliotecas públicas, un tema sobre el cual
escribió un libro junto a su hermano Juan Antonio, La biblioteca pública:
índice del subdesarrollo español (Madrid, 1984). Creo que hizo mucho por
esta ciudad y que conseguimos cumplir su sueño de reunir las colecciones en el
Alcázar (porque inicialmente venía sólo fondo antiguo y el resto de la
biblioteca pública se quedaba en el Miradero; la Biblioteca de Castilla-La
Mancha, ni existía aún).
¿A qué otras personas recuerda,
justo antes de su jubilación?
Aprendí mucho también de Modesto Triviño, que era el técnico
que me enseñó a catalogar, una persona extremadamente amable. Siempre he tenido
la suerte de contar con equipos maravillosos, así que me acuerdo bien de todos
ellos. Joaquín Selgas, por ejemplo, a quien propuse hace años como director, un
bibliotecario con una capacidad y profesionalidad tremendas. En él,
precisamente, está inspirada mi novela Rebelión por la Biblioteca
(Ledoria, 2013), porque me dolió más su cese que el mío como jefe de servicio.
Recuerdo también a Javier Docampo, que ha tenido una magnífica carrera en la
Biblioteca del Museo del Prado y ahora está en la Biblioteca Nacional. A Carmen
Sañudo, la primera directora, a quien por cierto me costó mucho convencer para
que aceptase el cargo. Y a Óscar Arroyo, actual jefe de servicio de
bibliotecas. No quiero seguir porque sería injusto no mencionarlos a todos. Sí
me gustaría destacar, y así los englobo, la figura del bibliotecario municipal.
Les admiro profundamente, porque son profesionales capaces de hacer mucho con
muy poco.
Entrevista publicada en La Tribuna de Toledo.
Fecha: 10 de septiembre de 2017.
Título principal: "En esta sociedad, los bibliotecarios estamos llamados a ser agitadores".
Entrevistador: Adolfo de Mingo.
Fotógrafo: Víctor Ballesteros.
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