Oda a la Biblioteca
Pública
El 5 de diciembre de 2018 ha abierto
sus puertas la nueva
Biblioteca Central de Helsinki: la moderna y grandiosa Oodi (que en finés
significa “oda”), La ciudad ha hecho una inversión de 98 millones de euros en
sus ciudadanos y eligieron esa fecha para la gran inauguración, enlazándola
estratégicamente con el Día de la Independencia, que se celebra el 6 de
diciembre. Finlandia se toma muy en serio las bibliotecas y, junto a otras
infraestructuras culturales tiene un magnífico sistema de bibliotecas. En esas
mismas fechas los españoles hemos celebrado los 40 años de la Constitución que
nos ha permitido crecer en tantos aspectos durante el régimen democrático. Y
los poderes públicos, las distintas Administraciones, han realizado una gran
campaña mediática sobre estas cuatro décadas. Pero ¿qué nos queda como
infraestructura que simbolice este período de desarrollo democrático?
Como recuerda Katri Vänttinen, directora de los
servicios bibliotecarios de la Ciudad de Helsinki, en Finlandia “Desde
principios del siglo XIX, cada pueblo tenía su escuela y su biblioteca, por lo
que el acceso a la alfabetización y a una educación básica era igualitario.” No
hace falta recordar el gran déficit en bibliotecas y otros servicios públicos
que ha padecido España, así como el gran avance experimentado durante la época
democrática. Pero, por desgracia, el crecimiento de las bibliotecas públicas no
ha ido paralelo a otros servicios y, como he criticado reiteradamente, existe
una gran desigualdad en servicios bibliotecarios entre regiones, provincias y
localidades. La falta de una Política de Estado en materia de bibliotecas está
propiciando esa dispar situación. En mi reciente informe “Lectura pública
y bibliotecas en España. Por un Pacto de Estado” (revista CLIP de
SEDIC, núm. 78, julio-diciembre 1978, https://clip.sedic.es/article/lectura-publica-y-bibliotecas-en-espana-por-un-pacto-de-estado/) pueden verse las principales claves
del servicio bibliotecario en nuestro país así como propuestas para salir de
este injusto panorama.
En noviembre de 2016
se celebró en Toledo el VIII Congreso Nacional de bibliotecas
públicas con un tema central: los espacios bibliotecarios. Se trataba
de analizar las nuevas tendencias en bibliotecas públicas en relación a los
espacios, físicos y virtuales, prestando especial atención a los nuevos usos y
servicios que demanda una sociedad cada vez más tecnológica. En distintos
artículos clamé para que se articulase un plan
nacional con participación de la Administración General del Estado, las
Comunidades Autónomas y las Administraciones Locales que permitiera el
desarrollo de servicios, la paulatina modificación en los espacios para
adecuarlos a nuevas necesidades y la reforma de los edificios obsoletos, dentro
de una estrategia de planificación planteada con cooperación y coordinación. En
definitivo, pedí un Plan Nacional que
permitiría el desarrollo de Planes regionales de infraestructuras
bibliotecarias. Pero, como
siempre, caso omiso por parte del Ministerio y de las comunidades autónomas.
En ese año 2016, el gasto por habitante de las distintas
Administraciones Públicas en servicios bibliotecarios fue de 9,95 €. ¡Enorme! Y
el total de inversiones realizadas superaba ligeramente los 24 millones de
euros, distribuidos así: 9,7 millones por parte de los Ayuntamientos, 4 millones
de Diputaciones y Cabildos, 3,1 millones de administraciones autonómicas y 6,9
millones de la Administración General del Estado, con un descenso espectacular
respecto a años y períodos anteriores. ¡En todo un año y en el conjunto de
España y por la totalidad de Administraciones Públicas, apenas un tercio de lo
que Helsinki se ha gastado en su biblioteca Oodi!
Siento sana
envidia de esa biblioteca. Situada frente al Parlamento, quiere significar una interacción entre el
Estado y sus ciudadanos, “una nueva vía para promover la libertad de expresión
y la democracia”. La directora afirma: “Las
bibliotecas de hoy necesitan ser pensadas como un espacio físico, una
plataforma para actividades como la lectura, el aprendizaje y el debate
público. También deben facilitar el acceso a herramientas, a redes de datos o
al conocimiento. Incluso disponemos de instructores de lectura, que trabajan
igual que un entrenador personal, pero para ayudarte a leer”.
Como cualquier biblioteca avanzada,
los libros no son el factor único. Las bibliotecas hoy son lugares de
encuentro, creatividad, participación, debate público….Como biblioteca
tradicional, Oodi contiene unos 100.000 libros pero apuesta por promover la
cultura digital. Se estructura en tres niveles: la planta superior para las funciones más tradicionales de la
biblioteca a través de un espacio adaptable muy diáfano y con amplias vistas de
la ciudad. La planta media está dedicada a fomentar la creatividad, a “aprender
haciendo” (makerspace); dispone de estudios, talleres y salas de música, y
espacios para el trabajo colaborativo, con impresoras 3D y otros dispositivos. La
planta baja sirve como extensión de una plaza pública, un lugar para la
convivencia y el encuentro, con sala
polivalente para exposiciones, cafeterías y un cine.
La biblioteca abre los siete días de la semana. Y,
lógicamente, no sólo destaca por sus espacios abiertos y modernos. Precisa de
unos recursos humanos muy
especializados, que sean capaces de promover la interacción con los usuarios.
Está destinada a promover el conocimiento, el aprendizaje y la igualdad en un
país considerado el más alfabetizado del mundo.
Mientras tanto, en nuestro país, cayeron las
inversiones bibliotecarios, no hay un plan de infraestructuras de carácter
nacional, los políticos piensan que con google ya sobran los bibliotecarios y
en lugar de considerar la dignificación de los profesionales se les tiene
sumidos en unas condiciones que desde luego no son las más adecuadas para la
alta misión que tienen en nuestra sociedad de la información y el conocimiento.
Pero podemos estar contentos: ¡En España, las bibliotecas van bien!