¿Una tabla de salvación para invertir
en bibliotecas municipales?
He
criticado hasta la saciedad la brecha
que existe en el desarrollo de los servicios bibliotecarios en nuestro país. A falta de una política de Estado en materia de
bibliotecas públicas y de una legislación nacional que señale los servicios
bibliotecarios que deben prestar los municipios españoles de acuerdo a sus
características y población, España presenta un grave mosaico de desigualdad.
Uno de los aspectos más notables son los espacios, sobre los que ahora hablamos
frecuentemente por la necesidad de adaptar las bibliotecas a las nuevas
funciones sociales, educativas, informativas y culturales que realizan y que
precisan de actuaciones que piensen en la presencia de los ciudadanos en
nuestros centros.
Los
indicadores clásicos de los espacios bibliotecarios (“Superficie útil
bibliotecaria por biblioteca”, “Puestos
de lectura por 1.000 habitantes”, “Superficie
útil bibliotecaria por 1.000 habitantes” y otros) proporcionados por la Estadística de
Bibliotecas elaborada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes en
colaboración con las comunidades autónomas, reflejan nítidamente las enormes
diferencias entre unas y otras regiones o incluso entre provincias y
localidades de una misma comunidad. Pero la situación se agrava porque la
mayoría de las regiones no cuenta con planes de infraestructuras
bibliotecarias. La Ley Orgánica 2/2012, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad
Financiera, estableció que el superávit alcanzado por las distintas
administraciones públicas debía destinarse a la reducción del nivel de
endeudamiento neto. Esa norma, unida a la gravísima crisis económica, fue una
buena excusa para paralizar hace más de
un quinquenio las inversiones en nuevas bibliotecas o en la ampliación,
remodelación o modernización de las bibliotecas existentes, especialmente de
las municipales.
Es
verdad que en muchas ciudades se inauguraron nuevas bibliotecas, pero en
general se ha producido un estancamiento considerable. Junto a nuevas
bibliotecas, con espacios bibliotecarios magníficos y algunas remodelaciones y reformas para adecuar
bibliotecas a las nuevas necesidades, la mayoría de las bibliotecas españolas
han vivido una parálisis. Las cifras son elocuentes: si en el año 2011 el
conjunto de Administraciones Públicas dedicó a programas inversores de bibliotecas
120,9 millones de euros, en 2015 esa inversión fue de sólo 56 millones de
euros: ¡un descenso del 54%! Los gobiernos regionales ralentizaron su apoyo
presupuestario a las bibliotecas y los ayuntamientos, siempre con dificultades
financieras, encontraron una buena coartada en la normativa presupuestaria para
no invertir en bibliotecas.
La
mayoría de los municipios españoles han intentado sobrevivir a la crisis con
edificios bibliotecarios que a muchas veces no cuentan con las más
imprescindibles instalaciones o que resultan inadecuadas a los nuevos usos de los
usuarios. Con motivo del VIII Congreso Nacional
de Bibliotecas Públicas pedí que en sus
conclusiones se planteara la necesidad de un Plan Nacional de infraestructuras
bibliotecarias realizado con la coordinación y la cooperación del conjunto de
Administraciones Públicas. Pero el Ministerio no estás dispuesto a desarrollar
una iniciativa política de mejorar las redes bibliotecarias de nuestro país.
Tampoco parece factible que el Consejo de Cooperación Bibliotecaria asuma entre
sus objetivos impulsar estrategias que permitan desarrollar en España la modernización y
adaptación a nuevas funciones de los edificios bibliotecarios.
Por
ello, en un país en el nadie parece dispuesto a liderar fórmulas que permitan
disminuir la brecha en los espacios bibliotecarios, la decisión del ministro
Montoro no deja de ser una buena noticia. La aprobación en el Consejo de
Ministros del 23 de marzo de 2018 del Real Decreto que permite a los
ayuntamientos la inversión de sus superávits presupuestarios en una serie de
servicios públicos dejará sin coartadas a los políticos municipales. Las
inversiones no sólo pueden dedicarse a seguridad, ordenación del tráfico,
prevención de incendios, vías públicas y carreteras, parques y jardines,
asistencia social, creación de centros docentes…. También se citan expresamente
las bibliotecas y archivos y en general los equipamientos culturales, así como
la protección del patrimonio histórico y las instalaciones deportivas.
En definitiva, con la normativa aprobada por el
Gobierno de España se habilita a los ayuntamiento a que arranquen con sus
actuaciones inversoras y puedan ejecutarlas hasta abril de 2019, cuando se
convoquen las elecciones municipales, tal y como se estableció entre Hacienda y
la Federación Española de Municipios y Provincias. Según señala el propio
Gobierno tenemos ahora las circunstancias que
conducen “a la aprobación de la prórroga de la norma que permite a las
Corporaciones Locales destinar su superávit a realizar inversiones
financieramente sostenibles.”
Las bibliotecas no sólo son
sostenibles sino totalmente imprescindibles en nuestra sociedad. Por ello, los
profesionales debemos insistir ante los políticos municipales en la oportunidad
que se abre ahora para hacer esas pequeñas o no tan pequeñas inversiones que
nuestras ciudades necesitan. ¿Es este Real Decreto una tabla de salvación para
invertir en bibliotecas municipales? El tiempo lo dirá… Pero, desde luego, los
profesionales debemos apoyarnos en esta iniciativa legal del Gobierno de España
para recordar a los políticos locales que las bibliotecas también existen y
precisan inversiones para hacerlas más atractivas, cercanas y creativas.
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