Biblioteca y Museo:
La solución no es
dividir Santa Fe*
El
artículo de mi buen amigo y profesor José María Calvo sobre la pretendida
división del convento de Santa Fe da un giro copernicano al problema: él es
hasta ahora el único toledano (salvo la Directora del Museo) que comparte la
idea de la partición del citado convento, en esa línea pragmática que ha
caracterizado tantas realizaciones españolas abordadas bajo el refrán “más vale
pájaro en mano que ciento volando” y que trata de justificar la división con el
pretexto de aligerar los trámites que permitan el rápido inicio de las obras
que dotarán a Toledo de 3.000 m2 más de cultura viva.
Posturas ante una polémica
Me
ha alegrado profundamente constatar que en diversos sectores de la ciudad
comienza a preocupar el tema. El Ayuntamiento toledano, a través de su Comisión
Municipal Permanent
e, asume la moción de la Academia; CC.OO. acaba de hacer
público un comunicado en el que se solidariza plenamente con esta postura. Y
ahora J.M. Calvo, uno de los hombres más hondamente preocupados por la cultura
provincial toledana, toma postura ante esta cuestión. La novedad de este último
ingrediente en la polémica consiste, precisamente, en que su posición no es
nueva: es idéntica a la formulada por la Dirección General de Bellas Artes,
Archivos y Bibliotecas. Su opinión, necesaria en la sociedad plural y
democrática en que convivimos, muestra la rica sensibilidad de mi antiguo
profesor y actual compañero en las tareas investigadoras sobre historia
toledana, al mismo tiempo que intenta enmendar la plana a la Real Academia de
Bellas Artes y Ciencias Históricas, considerado el máximo organismo consultivo
en cuestiones de patrimonio artístico y cultural.
Pero, en todo caso, el estímulo
que el profesor Calvo hace al Sr. Tusell para “que lo parta bien” me parece
preocupante por proceder de uno de los
máximos responsables de la política cultural de UCD en nuestra provincia y porque,
en otro nivel, da la impresión de suponer el relevo a la tímida defensa que los
subdirectores generales de museos y bibliotecas han efectuado a la decisión de
Tusell. Y, mientras tanto, el culto, inteligente y democrático señor Tusell
sigue sin hacer público su plan de aprovechamiento del edificio en litigio y
sin visitar la Casa de la Cultura de
Toledo, cosas ambas que juzgo imprescindibles para que conozca por sí mismo lo
que está en juego.
Sin pretender efectuar una
disección del artículo de mi querido compañero, sí quisiera resaltar algunos
aspectos del mismo.
Municipales: el convento para la biblioteca
El primero gira en torno al
programa electoral de UCD en las elecciones municipales de 1979. Me congratula
que ese grupo político mantenga que “el libro es el vehículo primordial y
material de la cultura” y haga otras declaraciones genéricas al respecto. Pero,
al margen de esa declaración de intenciones, hay que hacer una clara
puntualización: en aquel programa, UCD abogaba por la urgente adquisición del
convento de las Ursulinas con destino a la Casa
de la Cultura existente y reclamaba tajantemente “las inversiones
necesarias para la ejecución de este proyecto por el valor incalculable de los
fondos documentales y bibliográficos existentes y por la potenciación cultural
que Toledo y su provincia así lograrían”. En ningún caso aludía a una división
Biblioteca/Museo. Apoyar ahora esa partición podría interpretarse como una
incoherencia en el pensamiento de J.M. Calvo, importante orientador de la política
Cultural de UCD de Toledo y redactor del programa electoral referido a
bibliotecas y otras materias del área de cultura en aquellas elecciones.
Justificar ese incumplimiento por razones de urgencia o de miedo a una
planificación a largo plazo, parece atrevido. Muy al contrario, y
afortunadamente, los legítimos representantes de los ciudadanos toledanos en el
Ayuntamiento asumen decididamente, como ya dije con anterioridad, la moción de
los académicos, demostrando así el grupo de concejales centristas un fiel
respeto a su programa. Este respeto, unido a la actual vocación del Municipio
de dotar a diversos barrios de la ciudad con bibliotecas populares, es muy
elogiable. Y me alegro aún más al saber que en esto andan los diversos grupos
políticos del Ayuntamiento.
Las limitaciones de un edificio
Lógicamente, las coincidencias
tienen que existir: el elogio que J.M. Calvo efectúa de los fondos de nuestro
máximo centro bibliográfico, parece valorar suficientemente su buena voluntad
respecto al tema, lo que hace más extraña aún la continua dicotomía que a lo
largo de su artículo se observa. Por ejemplo, un olvido importante es la
incidencia de la propia estructura del edificio en la solución del problema. Su
apoyo a la opción ministerial (que reparte el convento con arreglo a 2.000 m2
para la biblioteca y 1.000 m2
para el museo) pienso lo efectúa sin tener en cuenta las limitaciones que
contiene el citado edificio: el pie
forzado de tres patios que ocupan una superficie de 526 m2 y unas
zonas que por su valor artístico no pueden alterarse. Así, resulta indudable
que si se dispusiese de un solar sin trabas de patios, paredes maestras,
artesonados, etc., y hubiera la posibilidad de elevar alturas sin ninguna clase
de limitaciones el solar necesario podría ser menor, para albergar los mismos
servicios. Consecuentemente, los 2.500 m2 hábiles a distribuir entre
Museo y Biblioteca resultan claramente insuficientes para solucionar los
problemas de espacios y desarrollo de ambas instituciones culturales. Y hay
todavía otro aspecto que olvida Calvo Cirujano: el traslado del Archivos
Histórico Provincial a otro lugar, para el que ya se han iniciado al parecer
las gestiones, permitiría que los 36.000 libros de la Colección Borbón-Lorenzana que aún quedan, en tristísimas condiciones,
en dependencias del Museo de Santa Cruz pasasen al actual edificio de la
Biblioteca, que alojaría exclusivamente el fondo antiguo. Ello supondría, en lo
que respecta a las necesidades del Museo, dejar libres para su utilización dos
plantas de 500 m2 cada una, con posibilidad de aumentar a tres
mediante las reformas oportunas. Esos 1.500 m2 que el Museo recibirá
en su mismo edificio son ya superiores a los que les corresponderían en el
reparto de Santa Fe y dejaría libre el camino a la Biblioteca para programar un
edificio moderno y funcional que cumpla suficientemente las recomendaciones de
la UNESCO y le convierta en el gran centro cultural de la comunidad.
Otra coincidencia radica en la
idea de buscar nuevo emplazamiento para la sección arqueológica, dejando el
Museo de Santa Cruz solamente para las Bellas Artes. Las muestras, ricas y
variadas, que el Museo desea ofrecer (“pintura, escultura, tapices, tejidos,
orfebrería, muebles, monedas, documentos, etc.”) pueden muy bien alojarse en su
actual edificio, que se verá incrementado con los ya citados 1.500 m2
dejados libres por la Colección Borbón-Lorenzana y los ocupados
actualmente por el sector arqueológico.
Seguir a la UNESCO
Porque éste es otro tema: la
moción utiliza módulos internacionales establecidos por la UNESCO y sería muy
triste que una vez más parcheásemos y no pensásemos en soluciones a largo
plazo, como recomienda ese alto organismo internacional en materia cultural.
Invito a que recordemos los graves problemas que en materia de sanidad,
educación, urbanística, etc. padece nuestra ciudad precisamente por no haber
planificado siquiera a medio plazo. Comparto con mi ilustrado amigo la
incertidumbre del año 2001, pero no justifico, como él parece hacer, la
división del edificio por el hecho de que todo el caudal informativo contenido
en los miles de volúmenes que entonces tenga la biblioteca pueda meterse en una
computadora de 10 x 10 metros. Y ello porque hay algo evidente: podemos (y
ojalá nuestro país inicie pronto el desarrollo suficiente de la cibernética y
la informática alcanzado por las naciones desarrolladas) tener esa computadora,
conectarla a la red bibliotecaria
internacional, pero ¿y con los libros/manuscritos originales, qué haremos?
Espero que una vez esos fondos microfilmados, metidos en la computadora,
puestos, en fin, útilmente al servicio de todos los científicos del mundo, sus
originales no se quemen, se envíen a Madrid o se vendan a los americanos, por
poner unos ejemplos. ¿No sería conveniente adaptar el edificio que nos ocupa no
sólo a las necesidades actuales sino también a las futuras, excavando, si fuera
preciso, varios pisos que permitan unos depósitos de gran capacidad y
seguridad? ¿Acaso el moderno/desarrollado hombre de la actual o futuras décadas
se atrevería a destruir ese rico presente cultural, dando de esta forma una
triste lección a sus antepasados de los tiempos prehistóricos, que tanto nos
legaron? Creo, por otro lado, que el hecho de hacer las cosas bien no ha de
estar reñido con hacerlos pronto. Pero la palabra en esto, y la responsabilidad
que conlleva, vuelve a tenerla el Ministerio de Cultura.
Pero hay otra desafortunada
interpretación de mi excelente amigo sobre la historia de las peticiones que la
directora de la Biblioteca Pública ha efectuado en legítima defensa del centro
del que es responsable. Me refiero a la solución que proponía en la Memoria de
1970: cuando hablaba de 1.500 m2 lo estaba haciendo de solar, en un
tiempo en que el paseo del Miradero no tenía aún su actual estructura de cemento
y hormigón y estaba situado en un nivel muchos metros más bajo. Si entonces se
hubiera construido el edificio anejo, constaría de varios sótanos y 4 pisos,
que supondrían una superficie total aproximada de 9.000 m2.
Razones para la centralización de servicios
Es otro aspecto a puntualizar. La
centralización de que se habla no se debe sólo a la escasez de personal. La
Biblioteca Pública es cabecera del sistema bibliotecario de la provincia, hoy
denominado Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas, y por lo tanto tiene
que servir a éste de recursos primario, dentro de un sistema informativo
nacional. En un sistema bien montado, a tenor de las recomendaciones
internacionales, la sección de referencia de la biblioteca y sus fondos deben
estar a disposición de los habitantes no sólo de la capital sino también de la
provincia. El personal cualificado de la biblioteca pública de la capital es el
encargado de las tareas de selección, catalogación y clasificación centralizada
que evita la duplicación de tareas a todos los puntos de servicio de la red.
Las grandes bibliotecas centrales de todos los países bibliotecariamente
desarrollados certifican este aserto. Además el personal de la biblioteca
central, por su cualificación, es el encargado de responder a las consultas
especializadas en materia bibliográfica, ya sea por carta o telefónicamente.
El servicio de bibliobuses, que
debe atender a las demandas lectoras de 180 municipios toledanos menores de
3.000 habitantes, con una población que sobrepasa los 200.000 habitantes tiene
necesariamente que estar ubicado en el mismo edificio que albergue a la
biblioteca pública de la capital, pues son los fondos totales de este Centro
los que permiten satisfacer las demandas de libros de materias más específicas
que el bibliobus no cuenta entre sus fondos propios, con los que se atiende la
demanda lectora de tipo medio, no la especializada.
Todo esto es lo que me ha ido
demostrando la experiencia y lo que algunas lecturas especializadas
recomiendan.
Olvidar a los minusválidos
Y quiero destacar, finalmente,
otro aspecto que cualquier humanista debería tener en cuenta y que supongo
–conocida su tradición ética y democrática- que mi buen amigo ha soslayado
simplemente por olvido: la distribución que Tusell pretende, y es defendida en
el artículo que comento, deja a la Biblioteca sin accesos a nivel de la calle.
Esta cuestión sería prioritaria si el asunto se estudiase en cualquier país. La
necesidad del constante trasiego de libros que entran y salen de ella a
toneladas hacen imprescindibles esos accesos. Pero hay otra razón importante,
esta vez de carácter ético-moral: las actuales barreras arquitectónicas de la
Biblioteca, que persistirán si el proyecto del Director General sigue adelante,
impiden la entrada a la numerosa población de minusválidos existente en nuestra
ciudad. En un época como la nuestra, en la que las declaraciones a favor de los
más débiles abundan, parece raro que no se les tenga en cuenta a la hora de
proyectar esta salomónica intimidación.
Tusell: imita a Salomón
Porque ante esto estamos: Salomón
fue un rey sabio y prudente que amenazó con la partición de un niño para que
resplandeciesen la verdad y la justicia. A mí, particularmente, me da una
amplia alegría la noticia, facilitada por mi amigo Calvo, de que Tusell cuente
entre sus antepasados más ilustres al rey Salomón. Espero, y seguro que así lo
esperan también otros muchos toledanos, que Tusell-Salomón obre con la misma
sabiduría y prudencia que lo hizo el Rey. El niño (el convento, en este caso) está entre las manos –allá en su
despacho de director general en Madrid- del Sr. Tusell. Quiera Dios que el buen
juicio que permitió la salvación de un niño permita la del convento. Entonces
podremos asegurar que, nuevamente, en la historia
coloquial, Salomón permanecerá como figura sabia y justa y prototipo por
antonomasia de un buen juez para litigios aptos sólo para los más dignos y
escogidos.