Tengo la voz ronca de
clamar…*
Tengo la voz
ronca de clamar.
Son ya muchos
años de gritar,
como un profeta
en el desierto.
Palabras,
palabras, palabras lanzadas al viento
defendiendo un
derecho que se niega
como el pan y el
agua se niega en tantos países de la tierra.
Y sigo caminando.
A veces soy un
peregrino de esperanza,
pero tantas veces
siento el deseo de quedarme quieto…
y callado,… en
silencio….
Es cierto
que ya somos un
verdadero ejército
que lucha a favor
del libro,
que sueña con que
algún día
todos puedan
acceder a bibliotecas repletas de palabras y pensamientos,
todos puedan
disfrutar
de información en
libertad. y en convivencia.
Y, sin embargo,
renacen gigantes que muestran sus dientes afilados,
que pretenden
segar la cosecha de un trigo
que aún no tiene
el tiempo necesario.
Si, en verdad
somos un ejército inmenso,
bibliotecarios
para un servicio público esencial,
cada uno en su
barrio, en su ciudad, en su pueblo,
ofreciendo
exquisitos manjares a quienes los demandan,
a quienes los
aceptan, a tantos que aman las palabras.
Somos un ejército de paz y
de palabras,
pero demasiadas
veces yo siento
que soy un
corredor de fondo y voy solo corriendo,
sin nadie a mi
lado,
y la meta se me
antoja lejana,
infinitamente
lejos,
y entonces me
siento sin fuerzas,
y cesaría en mi
empeño
si no fuera por
Dios y por el Viento.
Información y
lectura son derecho de todos,
derecho de los
que viven en las grandes ciudades
derecho de los
que viven en las áreas rurales,
en municipios
medianos o en pequeñas aldeas,
derecho de los
niños y también de los jóvenes,
derecho de los
ancianos y de todos los adultos,
de hombres y
mujeres y de pobres y ricos,
de inmigrantes
que llegaron de tierras lejanas
y de quienes
crecieron a la sombra de los árboles de su ciudad.
Y, sin embargo,
se sigue negando este derecho
como se niegan el
pan y el agua en tantos lugares de la tierra.
¿Cuándo
bibliotecas para todos?
¿Cuándo políticos
que asuman este derecho con valentía y firmeza?
A caminar, a
caminar,
a seguir
proclamando las palabras,
aunque el
cansancio amenace por los cuatro
costados
y te sientas
señalado por el dedo como un soñador enloquecido.
*
Escrito como introducción a la conferencia “La biblioteca pública, derecho de los ciudadanos", pronunciada en Murcia el 14 de octubre de 2004, dentro del Foro Bibliotecas y sociedad.
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