Una asignatura pendiente: la lectura pública*
El
libro hace al ciudadano: ciudadanos libres, críticos, tolerantes,
constructores de la convivencia y el respeto. Y sin embargo, conocida esta
relación hace muchos siglos, todavía en las políticas culturales de las Administraciones
Públicas la promoción del libro y de la lectura no aparecen como eje
prioritario. He escuchado a veces que, siendo importante la recuperación del
patrimonio histórico-artístico, es más urgente la formación de la persona. «La
gente es el reino», afirmó el arbitrista toledano Sancho de Moncada: la
vitalidad y carácter de un país, de un tierra, dependerá de la formación de su
gente.
El libro informa, educa y desarrolla la
imaginación. Ante un libro, todo un mundo de sensaciones, de ideas y de iniciativas
surge en la persona que centra sus ojos en las páginas de una obra de creación
literaria, de ensayo,..
Pero, a pesar de los avances conseguidos, el
libro sigue siendo aún objeto de deseo para muchos: tal vez los altos precios,
motivados por las cortas tiradas de las ediciones, influya en el hecho de que,
por ejemplo, en Castilla- La Mancha sólo un 22% de personas compraran algún
libro en 1990; o que sólo un 11% de los españoles mayores de 18 años acudieran
ese mismo año a una biblioteca pública.
También se ha dicho: «Un hombre sin información
es un hombre sin opinión». La biblioteca pública es para la Unesco el centro
básico de información, cultura, educación y ocio para todos los ciudadanos.
Completar, por tanto, la red de bibliotecas y poner en marcha servicios que
permitan en cualquier localidad el acceso al libro de todas las personas y
sectores sociales, especialmente de los más marginados, son necesidades
primarias de nuestro país.
Democratizar
el libro y la lectura, y desarrollar y vertebrar adecuadamente los sistemas
bibliotecarios, siguen siendo asignatura pendiente de las políticas culturales,
incluso considerando la mejora de los indicadores estadísticos y el esfuerzo
inversor realizado en los últimos años. Ahora, ante unas elecciones generales,
los partidos políticos deberían afrontar con seriedad y con planteamientos de
futuro un problema histórico en España: la lectura pública.
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