Manifiesto de la UNESCO sobre la Biblioteca Pública*
En noviembre de 1994 fue aprobada la
nueva redacción del Manifiesto de la
UNESCO sobre la biblioteca pública, y en
estos días la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, que tan espléndida labor hace
por la promoción del libro y la lectura en España, está difundiendo este
importante documento, que en buena medida sirve de guía a los profesionales de
todo el mundo a la hora de planificar y desarrollar el servicio bibliotecario
desde una biblioteca pública.
Afortunadamente, va creciendo la
sensibilización hacia este servicio público. Pero falta mucho camino por
recorrer: para muchos la biblioteca pública sigue siendo un servicio secundario,
bastante menos importante que un centro docente o un hospital, por ejemplo; en
muchos casos la biblioteca parece seguir con la consideración de guardería de niños, bastando con que sea el sector de
población infantil el que utiliza la biblioteca y aceptando que los adultos no
encuentren en este servicio un atractivo suficiente para convertirse en
usuarios estables. Un indicador bastante representativo de la estima en que se tiene a la biblioteca
pública puede verse en la situación laboral que históricamente han tenido la
mayoría de las personas encargadas de las bibliotecas: en buena parte de las
bibliotecas municipales, el bibliotecario carecía de todo tipo de contrato,
dedicándose a esta labor como segunda ocupación o simplemente como un trabajo de
varias horas al día por el que se le entregaba una pequeña gratificación, etc.
En este sentido, el programa iniciado en 1994 por la Consejería de Educación y
Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha para ayudar
económicamente a los ayuntamientos a contratar al bibliotecario municipal, está
siendo muy eficaz: se han abierto bibliotecas que permanecían cerradas desde
hacía años y se empieza a corregir
en parte de los casos esa
situación tan injusta que padecían numerosos bibliotecarios. Lo más importante
es que, mejorando las condiciones profesionales, las autoridades municipales
están comprobando en qué medida está también mejorando el servicio
bibliotecario. Todavía no estamos en una buena situación pero, sin duda, se está poniendo un peldaño para dignificar y
profesionalizar nuestras bibliotecas.
No es la sociedad castellano‑manchega
precisamente muy lectora. Por ello, contar con una red de centros y servicios
que garanticen el derecho constitucional a la cultura y a la información de cuandos
vivimos en nuestra Comunidad Autónoma tiene que ser uno de los grandes retos
que han de afrontarse. La Consejería de Educación y Cultura ha hecho en los
últimos años un importante esfuerzo inversor, que hay que continuar no sólo
para completar la red de bibliotecas públicas sino para que estos centros
cuenten con las colecciones bibliográficas que precisan los ciudadanos que
viven en esas localidades y, además, constituyan un verdadero centro público de
acceso a la información a través de los distintos soportes y, en el futuro,
estén preparadas para que todas las personas, con independencia de su situación
socioeconómica, puedan acceder a las autopistas de la información que en
nuestro tiempo están desarrollándose. Por otro lado, una región como la nuestra,
con un porcentaje tan elevado de
pequeños municipios, ha de encontrar fórmulas que sustituyan a la biblioteca
pública para que esos ciudadanos no estén en la realidad discriminados por
vivir en localidades de pocos habitantes.
Esta tarea compete a todos: desde
luego no sólo a las distintas Administraciones Públicas, aunque éstas tengan un
papel fundamental por ser, en sus distintos ámbitos territoriales, responsables
de que el derecho a la lectura pública, a la información y la cultura, se haga realidad
en todos los rincones de nuestra tierra. También los partidos políticos tienen
la responsabilidad de velar por el cumplimiento de ese derecho, aunque
corresponda a una cuestión normalmente no demandada ni reclamada por los
ciudadanos. De igual forma, los educadores, los creadores, las asociaciones
culturales o vecinales y otros
profesionales o sectores sociales, están obligados a preocuparse por
este servicio público esencial que es una biblioteca.
Invito a leer el Manifiesto de la UNESCO, institución que
proclama su fe en la biblioteca pública “como una fuerza viva para la
educación, la cultura y la información y como un agente esencial para el
fomento de la paz y del bienestar espiritual a través del pensamiento de
hombres y mujeres”. La UNESCO resume las
misiones de la biblioteca pública: “crear y consolidar los habitos de lectura
en los niños desde los primeros años”; servir de apoyo al sistema educativo;
posibilitar a todas las personas “el desarrollo personal creativo”, estimulando
la imaginación de niños y jóvenes; “fomentar el conocimiento del patrimonio
cultural, la valoración de las artes, de los logros e innovaciones científicas”
así como el “diálogo intercultural”; apoyar a la “tradición oral”; “garantizar
a los ciudadanos el acceso a todo tipo de información de la comunidad”,
prestando además un servicio adecuado de información a empresas y asociaciones
de su localidad; “facilitar el progreso en el uso de la información y su manejo
a través de medios informáticos” y prestar apoyo y participar en “programas y
actividades de alfabetización para todos los grupos de edad y, de ser
necesario, iniciarlos”.
Concebida la biblioteca pública como
“centro local de información que facilita a sus usuarios todas las clases de
conocimiento e información”, sus servicios han de prestarse gratuitamente y
debe garantizarse la igualdad de acceso para todas las personas, “sin tener en
cuenta su edad, sexo, raza, sexo, religión, nacionalidad, idioma o condición
social”. Todos los grupos de edad han de disponer del “material adecuado a sus
necesidades” y las colecciones y servicios “han de incluir todo tipo de
soportes...,tanto en modernas tecnologías como en materiales tradicionales”. Es
decir, además de libros, prensa diaria, revistas... la biblioteca pública ha de
contar con colecciones de vídeos
educativos, culturales,...; Compact Disc,
CD‑ROM o CD‑I , etc., así como conservar cuantos materiales tengan interés
para la historia de esa comunidad (periódicos locales, obras o artículos
referidos a la localidad, fotografías, grabaciones musicales o videográficas de
temática local, etc.).
Muy significativos son los párrafos
introductorios del Manifiesto.
Recuerda que es primordial contar con “ciudadanos bien informados para ejercer
sus derechos democráticos y desempeñar un papel activo en la sociedad”. Y
concreta aún más: “La participación constructiva y la consolidación de la
democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso
libre y sin límites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la
información”. Y en todo ello aparece determinante el papel que debe ejercer la
biblioteca pública.
También me parece significativo el
insistente llamamiento dirigido a las autoridades: al finalizar la
introducción, “...la UNESCO alienta a las autoridades nacionales y locales a
dar soporte y comprometerse activamente en el desarrollo de las bibliotecas
públicas”; y en el párrafo final del
documento: “Se insta a quienes toman las decisiones a nivel nacional y local y
a la comunidad bibliotecaria en general, en todo el mundo, a que apliquen los
principios expuestos en el presente Manifiesto”.
Comprendo que, en éste como en
tantos otros casos, las teorías, las palabras, no bastan. Ningún defensor mejor
de un biblioteca pública que quien
durante buena parte de su vida se ha servido de ella, se ha beneficiado de los
servicios que presta, incluso tan llenas de limitaciones como ocurre en muchos
centros. Por ello, me permito una
sugerencia: acudan a la biblioteca pública más próxima.
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