viernes, 9 de diciembre de 2005

¡Estás llamado a ser un dirigente!



 ¡Estás llamado a ser un dirigente!*
           
            Vengo proclamando desde hace dos décadas algo que parece una obviedad: no hay biblioteca sin bibliotecario. Y es un mensaje que ha sido necesario  porque tan sólo hace unos años bastantes  bibliotecas públicas municipales de nuestra región no contaban con un profesional al frente, debidamente contratado y cualificado profesionalmente. En muchos casos  un colaborador, al que el ayuntamiento pagaba una gratificación, atendía de forma irregular la biblioteca; otras veces era un funcionario municipal, un maestro o cualquier otra persona quien, con buena intención y voluntad, se hacía cargo de atender el  servicio bibliotecario.
            Pero tales situaciones, que muchas veces constituían un verdadero fraude de ley, no creemos que pueda achacarse a la correspondiente corporación local. La responsabilidad recae en la insuficiente regulación que en España existe sobre la biblioteca pública municipal. La todavía vigente Ley de Bases de Régimen Local señala como obligatoriedad la prestación del servicio de biblioteca pública sólo a los municipios con población superior a 5.000 habitantes. Bien es verdad que esta obligatoriedad no está adecuadamente definida, pues, al contrario que en otro tipo de servicios públicos, ninguna legislación señala cuántos centros tiene que haber en cada municipio en función de su población y cómo deben prestarse estos servicios. Y cuando ayuntamientos tan importantes como el de Guadalajara incumplen la legislación y no han puesto en marcha ninguna biblioteca pública, existe una indefensión total de los ciudadanos.
            La Biblioteca Pública tiene en nuestro tiempo una importancia estratégica enorme. Es la puerta democrática para que el conjunto de los ciudadanos puedan acceder libre y gratuitamente a los beneficios de la Sociedad de la Información y del Conocimiento. Pero aunque durante las últimas décadas se ha producido un gran desarrollo de servicios bibliotecarios en España y en nuestra Comunidad Autónoma, producto del esfuerzo de las distintas Administraciones Públicas y de la demanda de la sociedad, todavía la biblioteca pública no es considerada un servicio público esencial. Un ejemplo de ello es que, frente a servicios como la educación y la sanidad, con una regulación estatal y autonómica y cuya responsabilidad y financiación está perfectamente delimitado en quién recae, no es éste el caso de las bibliotecas públicas municipales. En nuestra región existen 515 bibliotecas públicas, de las cuales 506 son de gestión municipal. Pero, legalmente,  sólo 62 municipios están obligados a tener en funcionamiento el servicio de biblioteca. La Consejería de Cultura, con una política bibliotecaria ejemplar desde mediados de los años noventa, ha estimulado la creación y desarrollo de bibliotecas públicas, con programas de apoyo técnico y financiero a los ayuntamientos, que son en muchos casos pioneros en el conjunto de España. Pero ese desarrollo todavía no ha evitado que la Red de Bibliotecas Públicas, con tantas virtudes, adolezca de unas debilidades y carencias verdaderamente impresionantes. Una inestabilidad preocupante especialmente en los municipios más pequeños y que origina situaciones profesionales entre los profesionales bibliotecarios lamentables.
            Mientras que en las grandes bibliotecas, como las Bibliotecas Públicas del Estado y otras de los mayores municipios, existen equipos humanos bastante consolidados que permiten además una adecuada diversificación de funciones en la prestación de servicios, en la mayoría de los municipios existe sólo un bibliotecario, generalmente contratado como Auxiliar de Bibliotecas (grupo C de la Administración) y con media jornada de trabajo, con independencia de que en la mayoría de los casos sean titulados superiores o medios. Si históricamente el refranero popular recogía la sentencia “Pasas más hambre que un maestro de escuela”, la asunción por el Estado de esa competencia resolvió el viejo problema. No ha ocurrido así con los bibliotecarios de municipales, que han visto mejorar sus contratos gracias a la mayor sensibilidad de los ayuntamientos y al apoyo de la Junta de Comunidades, pero que todavía tienen encima la inseguridad y unos salarios que no se corresponden con sus importantes funciones sociales y educativas.
            El bibliotecario municipal en un pequeño municipio es un mediador social, dinamiza la vida cultural y social, anima a la lectura, propugna la participación ciudadana, es un empedernido colaborador de proyectos de interés local, orienta a los usuarios,… Si la biblioteca pública es el lugar de encuentros de la comunidad local, el bibliotecario es el corazón, el motor de esa hermosa realidad colectiva. Por ello, en buena parte de los municipios, el bibliotecario es un verdadero dirigente, un líder sociocultural. Y creo que, con justicia, podemos aplicar a estos profesionales de la cultura, la información y la educación permanente el alegato que pronunció el poeta Bertolt Brecht: ¡Estás llamado a ser un dirigente!
            El proyecto de reforma de la  Ley de Bases de Régimen Local rebaja la obligatoriedad de la prestación del servicio de biblioteca hasta los 3.000 habitantes. Pero en Castilla-La Mancha hemos avanzado más y mejor que en el conjunto del país y ya prácticamente está cumplido el objetivo de que cuenten con biblioteca los municipios mayores de 1.000 habitantes. Esta realidad aconseja que en el proyecto de nueva Ley de Bibliotecas de Castilla-La Mancha, en que se viene trabajando desde hace tres años, la obligatoriedad se sitúe precisamente en los municipios de más del millar de habitantes. Pero esa medida, tan positiva para los ciudadanos, significa una obligación legal para los municipios de Castilla-La Mancha mayor que para los de las restantes regiones. El interés demostrado por los políticos municipales hacia la biblioteca pública, porque han visto que es un servicio básico para sus comunidades locales, ha de verse apoyado por nuevas vías de financiación desde la Junta de Comunidades, precisamente ante el Pacto Local.
            No se trata, desde luego, de cerrar bibliotecas sino de dignificarlas y adecuarlas para que realmente sean el servicio de referencia para sus ciudadanos.  Las bibliotecas son en Castilla-La Mancha el servicio público más visitado después de los hospitales: más de 5,5 millones de ciudadanos (lógicamente, repitiendo periódicamente su visita a la biblioteca) han usado las bibliotecas públicas de nuestra región. La demanda social es imparable y sólo queda seguir invirtiendo para mejorarlas, dotarlas de colecciones mayores y más actualizadas, de edificios adecuados y, esencialmente, de profesionales con una formación permanente y unos salarios  y condiciones dignas de su importante tarea. Por esta razón, en las recientemente celebradas II Jornadas Bibliotecarias de Castilla-La Mancha, un grupo de técnicos hemos lanzado una nueva propuesta: para compensar a esos municipios que no tienen obligación legal de tener biblioteca pública, hay que buscar fórmulas de cofinanciación estables y permanentes. En definitiva, que en el caso de gastos de personal se impulsen nuevas modalidades de ayuda desde la Administración Autonómica para que, al menos, los municipios menores de 3.000 habitantes (es decir, los no obligados por la nueva legislación estatal para los municipios) reciban recursos financieros con carácter ilimitado en el tiempo y no como en la actualidad, que se limitan a 3 ó, en el mejor  de los casos, 6 años. Se trata de una iniciativa que ha sido considerada por el Comité Científico de las Jornadas y, consecuentemente, incluida en las conclusiones oficiales de este importante encuentro bibliotecario.
            Esa medida, que precisa un incremento presupuestario de la Consejería de Cultura, llevaría a la consolidación y modernización necesaria a unas bibliotecas públicas que nacieron por el deseo de leer y recibir información de muchos ciudadanos del medio rural y que ahora es preciso estabilizar como verdaderos servicios públicos llamados a influir en el acceso democrático de las personas a los frutos de esta Sociedad del Conocimiento en la que estamos inmersos. Y tenemos esperanza de que este nuevo sueño utópico sea posible.




* La Tribuna de Toledo (12 de diciembre de 2005), pág. 22. Este artículo se publicó también, en la  misma fecha,  en las otras seis ediciones de este medio de comunicación en Castilla-La Mancha (La Tribuna de Albacete, La Tribuna de Ciudad Real, La Tribuna de Cuenca, La Tribuna de Guadalajara,  La Tribuna de Puertollano y La Tribuna de Talavera).

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