miércoles, 29 de abril de 1981

El juicio de Salomón: La biblioteca pública se muere por asfixia



El juicio de Salomón:
 La biblioteca pública se muere por asfixia*




La adquisición del convento de santa Fe para ampliar la biblioteca toledana suponía la solución ansiada a su asfixia. La decisión de la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas de dividir el edificio entre Biblioteca y Museo de Santa Cruz ha provocado diversas reacciones en la prensa toledana, a partir de la moción que hizo pública la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Mis trabajos bibliográficos hacen que me sienta ligado a nuestra Biblioteca, a la que acudo asiduamente. Esta razón me mueve a opinar sobre este conflictivo tema, obligado moralmente como lector y como toledano. Mi interés por este centro cultural no es nuevo: buena prueba de ello son otros artículos anteriores publicados en La Voz del Tajo. En esta ocasión me he planteado el problema repasando la historia reciente de este centro bibliográfico. Las memorias publicadas a partir de 1966, la moción de la Academia y mi propio conocimiento empírico del problema son las claves en que me asiento para tomar postura. Por otro lado, no niego las necesidades de expansión del Museo: pero pienso, sinceramente, que deberá buscarse otra solución distinta a la que el Ministerio de Cultura pretende. Dividir santa Fe no eliminará, ni siquiera a corto plazo, los problemas de ninguno de los centros. El gasto público que supondrá la adecuación del convento a sus nuevos fines obliga a hacer las cosas bien y con visión de futuro.
            España, se dice, es uno de los países donde más se publica y donde menos se lee. Si esto es cierto, me parece indudable que gran parte de la culpa de tal situación radica en la deficiente infraestructura bibliotecaria del país. Escasas bibliotecas y unos cuerpos de bibliotecarios tan exiguos que podrían hacer encasillarnos como país tercermundista son los dos reflejos más evidentes de la nefasta política bibliotecaria que en este terreno se ha hecho y se hace en España. No pretendo ahora analizar este complejo problema, que tantos males acarrea en nuestra sociedad y que, sin embargo, es marginado por propios y extraños.

La riqueza de la Biblioteca de Toledo

Dentro de esta problemática se enmarca la situación de la Biblioteca Pública de Toledo. La importancia de sus fondos hace que sus problemas deban tener dimensión nacional, pues el rico contenido bibliográfico que atesora este centro debe ser hoy patrimonio de todos los españoles: la internacionalmente conocida Colección Borbón-Lorenzana, compuesta por unos 100.000 libros impresos ( entre ellos 411 incunables) y más de 1.000 manuscritos de los siglos XI al XIX la hace una de las mas importantes de Europa. Si exceptuamos Madrid y Barcelona ninguna provincia española cuenta con biblioteca de tal entidad, ni siquiera las universitarias. Esta importancia se consideró ya en 1966, año de inauguración de los nuevos locales que albergaban a la Biblioteca y al archivo provincial de Protocolos: el entonces Director General de Archivos y Bibliotecas, don Eleuterio González Zapatero, la calificó como una de las doce bibliotecas más importantes del mundo desde el punto de vista de las ciencias eclesiásticas, lo que es lógico si pensamos que la mayor parte de sus fondos antiguos proceden de la biblioteca de los cardenales arzobispos de Toledo, entre los que hubo grandes bibliófilos. Aquellas nuevas instalaciones se enmarcaban en la política de creación de Casas de Cultura, bibliotecas que presentaban una serie de servicios anejos (la de Toledo sólo salón de actos) para que su labor pedagógica y cultural alcanzara una proyección integral en la comunidad.
 
Una vieja utopia: planificar con visión de futuro 
Conocemos que las directoras de la Biblioteca y el Archivo, a la vista del proyecto del nuevo edificio, advirtieron que esa Casa de la Cultura sería incapaz de alojar los fondos de ambos centros. El Ministerio se excusó de atender las objeciones de las directoras diciendo que sus preocupaciones procedían de un "celo excesivo". Pero el M.E.C. se equivocó: tan sólo cuatro años después la dirección de la Biblioteca denunciaba los frecuentes altercados que se producían en la sala de lectura debido al malestar que la insuficiencia de plazas (sólo existen 48 puestos) provocaba entre los lectores. El paulatino desarrollo cultural de Toledo (creación de un Centro Universitario, de la Universidad Laboral y de varios institutos de bachillerato, por citar sólo las instituciones docentes) ponía de manifiesto la total incapacidad de la Biblioteca para atender al menos a la población estudiantil. La Directora emitía un informe (publicado en la Memoria de 1970) sobre la necesidad de construir un edificio anejo en el paseo del Miradero para ampliación de la Biblioteca, alertando que de no hacerlo así "el desarrollo cultural de Toledo, sede irradiadora durante siglos del máximo saber de la época, se verá frenado y puede que hasta casi anulado por la carencia de una biblioteca eficaz y actual y de los imprescindibles servicios agregados a ella, tan importantes para la elevación del nivel espiritual y hasta material de sus habitantes ". Pero nadie se inmutó.
La cultura no importa
Otra nueva medida vino a ensombrecer el panorama cultural toledano: en abril de 1973 tuvo que dejarse de programar actos culturales por la imperiosa necesidad de habilitar el salón de actos para nuevo depósito. Las crecientes adquisiciones de nuevos volúmenes hizo aún más insuficientes sus locales. Se pensaba que las autoridades provinciales y nacionales se alarmarían ante el gravísimo problema que se cernía para los toledanos. Pero la cultura no importó a nadie. Sólo la Directora de la Biblioteca hacía gestiones para solucionar el problema. Su nueva propuesta fue la adquisición del convento de Santa Fe, al haber marchado de la ciudad las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos (ursulinas), que utilizaban el mismo como colegio de E.G.B y B.U.P. Desde la Memoria de 1974, en todas aparecen informes sobre la absoluta necesidad de comprar dicho inmueble, habiendo efectuado intensas negociaciones con los sucesivos altos cargos del MEC, primero, y del Ministerio de Cultura después. Nadie, salvo la Directora, se ha molestado en colaborar en que esas gestiones fructificasen. Nadie ha admitido, al parecer, que el constreñimiento de la Casa de la Cultura fuese problema que afectase por igual a todos los toledanos y no exclusivamente a su Dirección. Ningún partido político tomó entre sus objetivos electorales la solución de tal problema: quizá porque la cultura importa a pocos y tal vez porque ni los mismos políticos se han percatado de que no hay cuestión más prioritaria en una política cultural coherente y avanzada que la atención preferente a las bibliotecas públicas. De su dinamismo e incidencia en la sociedad dependerá en buen grado, el progreso de los pueblos.
La esperanza: la compra del Convento de Santa Fe
Los nuevos tiempos trajeron renovadas esperanzas. A finales de 1979, Toledo conocía que el Ministerio de Cultura había adquirido, por fin, el antiguo convento, con aportación económica, a mitades, de las subdirecciones generales de Bibliotecas y de Archivos, entonces dependientes de dos direcciones generales distintas; la de Libro y Bibliotecas y la de Patrimonio Artístico y Museos respectivamente. Era una medida harto esperada por los que nos interesábamos en el tema: la continua expansión cultural de la ciudad hacía imprescindible dicha compra, máxime en estos momentos en que, en varios años, cabe la posibilidad de restaurar un pleno Toledo universitario, con la creación de algunas Facultades de la proyectada Universidad de Castilla-La Mancha; de otra parte, ya he apuntado en otros artículos la necesidad de crear un centro bibliográfico regional, como base de la potenciación de la investigación regional, para el que, sin lugar a dudas, apuesto por la Biblioteca Pública toledana como el más adecuado. Y, en fin, la céntrica situación de la Casa de Cultura es otro aliciente más para afirmar que este Centro deberá ser el lugar de donde emerja gran parte de la cultura toledana y al que confluyan, en los distintos áreas de interés, todos los toledanos.

La desesperanza: tropezar en la misma piedra

La Biblioteca proyectaba sacar el máximo rendimiento al nuevo edificio, respetando su estructura arquitectónica por ser monumento nacional desde el año 1919. Así, la capilla del siglo XVII (con ábside del XIII) podría utilizarse como amplio salón de actos que albergaría no sólo los acontecimientos culturales cotidianos sino incluso congresos nacionales e internacionales, que actualmente no encuentran en la ciudad su marco adecuado. Otro ejemplo es la sala con artesonados mudéjares del XV, que sería una extraordinaria sala de exposiciones. Junto a estos dos servicios, imprescindibles hoy además de nuevos depósitos que permitan el ingreso de volúmenes a largo plazo, se crearía una serie de dependencias especiales en razón de la magnitud de esta Biblioteca, que hace aconsejable que cuente con servicios no comunes en otras bibliotecas provinciales, como restauración del libro antiguo, microfilm, medios audiovisuales, etc. Pero este país no tiene remedio: parecía lógico que nunca volviera a darse la falta de planificación que el MEC mostró al proyectar la actual Casa de Cultura, desoyendo, como ya dije, las sugerencias de las responsables más inmediatas: las directoras de biblioteca y archivo. La experiencia parece no contar en este país. Por segunda vez ante un mismo problema, Madrid distribuye un edificio sin realizar los estudios oportunos sobre las necesidades del Centro. y no sólo no planifica sino que intenta una solución salomónica partiendo en dos mitades el convento de Santa Fe, destinando una parte a ampliación de la Biblioteca y otra a la del Museo de Santa Cruz. Nunca, durante los duros años de negociaciones, hubo una petición del citado Museo de destinar el convento a sus instalaciones museológicas: sólo lo ha hecho una vez adquirido. Pero esto no es lo más importante: si fuese racional esta división apoyaríamos las legitimas aspiraciones del Museo y diríamos que. "más vale tarde que nunca". Pero no es así: la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas ofrece una solución que a mi juicio es aberrante e irracional, con el agravante de que dictamina sin antes conocer in situ la realidad del problema de la Biblioteca Pública. De no asegurarse el futuro de esta institución estaremos hipotecando el futuro de Toledo, de su desarrollo cultural e incluso privarla de una de las condiciones imprescindibles que dan a una ciudad carácter universitario. Cuando tras diez años Madrid quiere soslayar el tema desnudando a un santo para malvestir a dos, está marginando un problema de importantes dimensiones que afecta no sólo a los toledanos sino a todos los investigadores del país.
La moción de la Real Academia

Como con la ya famosa polémica de la variante de Soria, empiezan a alzarse voces clamando contra esta decisión injusta. La primera, y muy  potente, ha sido la de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, que ha hecho pública una densa moción en la que pide que el convento de Santa Fe se destine "en su totalidad" a ampliar los servicios de la Biblioteca. La moción constituye toda una alternativa al problema. La Academia recuerda la necesidad de que la Biblioteca presente todos sus fondos en un mismo edificio, céntrico para facilitar el acceso de los lectores o de los asistentes a sus programas culturales, y demuestra minuciosamente, con los mínimos que establece la UNESCO para estos centros, que la Biblioteca no tendrá espacio sobrante para realizar correctamente su actividad aún en el caso de que se destine todo el edificio para sus fines. Uno de los párrafos intenta responder a la justificación que alega el Museo para ejercer su pretensión a disponer de la mitad del convento:  “..las necesidades del Museo de disponer los fondos de manera que se encuentren ordenados por culturas y por periodos arqueológicos y artísticos, que permitan una exposición didáctica de las colecciones se ha roto ya con la creación de las secciones monográficas de la época visigoda, en San Román; Sefardí, que actúa administrativamente desligado del Museo de Santa Cruz, en la sinagoga del Tránsito; de la sección de artes mudéjares, instalada en el Taller del Moro; y del Museo monográfico de Arte Contemporáneo en la calle de las Bulas. Por tanto, queda obviado el problema de establecer nuevas secciones en las inmediaciones de la colección central, más aún teniendo en cuenta que esta colección se refiere en su mayor parte a las Bellas Artes y los museos monográficos actualmente existentes, y que se pretenden instalar en el edificio que nos ocupa, son colecciones arqueológicas que pueden muy bien ser instaladas con tal de facilitar una circulación lógica a los visitantes, a lo largo de todo Toledo, en cualquiera de los múltiples edificios que están quedándose vacíos dentro del casco antiguo y que el Ministerio de Cultura tiene la obligación de conservar, por tratarse de una ciudad monumental. Este no es, sin embargo, el caso de la Biblioteca Publica que tiene, obligatoriamente, que presentar sus colecciones lo más compactas posibles y en el lugar más céntrico y con mejores accesos para todos los habitantes de la ciudad". 

Cultura divide sin dar explicaciones

Esta es la concepción de la Academia. Por su parte, la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas divide el convento sin aclaración alguna y, lo que es más grave, sin explicar en qué medida podrán ser utilizadas y aprovechadas esas dos mitades por Biblioteca y Museo respectivamente. Y, en otro grado habría que analizar, con proyección de futuro, si esa solución salvará de una vez por todas a la asfixiada Biblioteca Pública toledana. La moción ha sido asumida por la comisión de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Toledo y por la comisión de Patrimonio Artístico. Creemos que otras fuerzas políticas y sociales se movilizarán si la solución salomónica del señor Tusell sigue adelante. Tusell, actual Director General de Bellas Artes, es un intelectual nato: su actividad como historiador es una garantía para ocupar un puesto de tal responsabilidad en la cultura española. El, como nadie, debe saber la  importancia que los fondos de la  biblioteca toledana tienen para la cultura. Si no los conoce, le animaría  fervientemente a que realizase una  detenida visita a la biblioteca para que se cerciore de la riqueza bibliográfica de  la misma. De persistir en su actual decisión, la imagen del Director General, podría verse seriamente desprestigiada y  le alcanzaría una polémica de dimensión nacional que ahora puede evitar si la razón y la lógica se imponen. Por otra parte en una época que por todos lados, se bautiza como democracia, resultaría ilógico que no se abriese un diálogo franco entre los responsables ministeriales y la Directora de la Biblioteca y demás entidades afectadas.
Un deber de todos los toledanos: proteger nuestra biblioteca
El problema, en su actual estado, no compete sólo a la Biblioteca. Otras entidades culturales, políticas y sociales deberán definirse en torno al tema. Deben ser presentadas nuevas alternativas al problema y, aún más, las autoridades provinciales han de tomar postura ante una acción que afectará al futuro cultural de la provincia en grado sumo. Cuando una cuestión como la que comentamos ocurre en el marco provinciano, han de rehuirse los amiguismos y las medias tintas. Estar entre dos aguas supone una actitud digna de los buenos conservadores y un inhibirse de las situaciones que se presentan. Hoy como ayer, no podemos ser neutrales si la razón, el bien común y la cultura nos exigen que plantemos cara a los problemas reales de Toledo: y hoy el atropello que se pretende hacer a nuestro máximo centro bibliográfico no sólo es una reminiscencia de las formas de actuar de los tiempos de la dictadura, sino una de las decisiones que mayor infuencia puede tener en el futuro de la cultura toledana. La Historia ha evolucionado en su objeto, su concepto, sus protagonistas y sus métodos: pero todavía juzga las grandes responsabilidades: si un día los historiadores estudiamos la evolución de la Biblioteca Pública toledana -en su doble dimensión de rico legado bibliográfico de los siglos y nueva concepción en su proyección a  la comunidad humana a la que sirve- sin duda nos detendremos especialmente en este momento histórico. Usted, señor Tusell, tiene en su mano el juicio de la Historia a su decisión.




* La Voz del Tajo (29-4-1981), págs. 4-5. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España,  págs. 216-222.



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