La cultura en
Toledo/2.
La necesidad de la información: Las
bibliotecas*
Recientemente, Robert Escarpit ha dicho que
"un hombre que lee es un hombre que no puede evitar pensar, y un hombre
que piensa es un hombre peligroso". Si compartimos esta opinión tendremos
que creer que, sin duda, en este país se ha intentado evitar durante muchos años
que los ciudadanos accedan plena y libremente al libro. Los sucesivos gobiernos
de la dictadura y de la transición han tenido especial cuidado en evitar la
expansión de las biblioteca, a sabiendas de que la potenciación real del libro
influiría positivamente en la actitud cultural de los españoles y colaboraría en la formación integral de la
persona. Las bibliotecas son el centro
básico para la conversión del hombre en una
persona libre, responsable y crítica: en la información que, libre y
gratuitamente proporcionen radicará la base misma de cualquier cultura. La información
será, pues, la clave para que hombres y mujeres, niños y ancianos, sean dinámicos
y combativos, abiertos y tolerantes, demócratas y críticos. Las bibliotecas
tienen una tremenda responsabilidad de cara al cambio que los españoles han votado esperanzada y abrumadoramente.
El sistema bibliotecario toledano
La
estructura tradicional de la
red bibliotecaria de la provincia toledana ha consistido en una biblioteca
central -radicada en Toledo- y 19 bibliotecas públicas municipales, de las
cuales 6 disponen de servicios complementarios como salón de actos, sala de
exposiciones, aulas, etc. Las popularmente denominadas Casas de Cultura se localizan en Consuegra, Corral de Almaguer,
Quintanar de la Orden, Talavera de la Reina, Ocaña y Toledo, aunque la de la
capital no funciona como tal al ser necesario en su día habilitar su salón de
actos para depósito, atendiendo a las crecientes adquisiciones de libros.
Completan los servicios del llamado Centro
Provincial Coordinador de Bibliotecas
cuatro unidades móviles o bibliobuses, que actualmente ofrecen servicio a 120
localidades menores de 3.000 habitantes. Esta red es de las más importantes del
país y ha servido de modelo, singularmente en el caso de los bibliobuses, para
numerosas provincias. Aproximadamente, un 30 por 100 de los toledanos no tienen
el más mínimo acceso a algún servicio bibliotecario y la población teóricamente
atendida lo es, generalmente, ton
precariedad. La importancia relativa del sistema bibliotecario toledano
manifiesta palpablemente la penuria que en este campo sufre el país.
Todas las bibliotecas creadas en los últimos
años se ajustan a los módulos marcados por la UNESCO. Ello, a veces, ha
suscitado la polémica, al negarse la Dirección del Centro Coordinador a dar el
visto bueno a proyectos de bibliotecas que no aseguraban el mínimo de espacio,
condiciones del edificio, volúmenes y apertura al público que garantizasen su
eficacia. Evidentemente hubiese sido más popular y, quizá, más rentable
políticamente para el partido dominante en la Diputación -que financia en gran
parte la actividad del Centro Coordinador- inaugurar más bibliotecas, aunque su
calidad dejase que desear, pero a la larga sería sólo un parche que tendría que replantearse a corto plazo. Frente al
clásico argumento de que problemas
presupuestarios, impiden de momento hacer
otra cosa que no sea regalar lotes de libros (que terminan perdiéndose o
utilizándose por escasas personas) o abrir pequeñas bibliotecas con un fondo
ridículo, un personal no cualificado y una apertura condicionada a que
"alguien lo pida", mi opinión personal es que la instalación de
bibliotecas depende, fundamentalmente, de tener una clara y firme convicción
política de que las bibliotecas son imprescindibles para el hombre actual.
Los grandes problemas
En su mayoría, los problemas, de las
bibliotecas toledanas proceden de la escasa atención que en Madrid se ha
prestado al tema. Al escandaloso, por ridículo, numero de bibliotecarios con
que cuenta España, hay que unir la necesidad de que la construcción del
edificio destinado a biblioteca sea costeado en buena parte por Ayuntamiento y
Diputación, al contrario, por ejemplo, de los colegios, financiados por el
Estado. La carencia, al mismo tiempo de una Ley
de Bibliotecas (que el PSOE anuncia como una de las primeras que aprobará
en el campo cultural), largamente solicitada por los bibliotecarios y otros
sectores de la cultura, ha facilitado que en la reciente estructuración
autonómica del País, cada Comunidad
regional haya planteado el problema con distintos criterios, a veces fuera de
toda lógica y despreciando las más elementales normas biblioteconómicas.
Un problema arrastrado largo tiempo es el de la
biblioteca provincial toledana, situada en el Paseo del Miradero: Constituye
uno de los más importantes centros bibliográficos europeos, gracias a la rica Colección Borbón-Lorenzana ( 100.000
libros procedentes de los antiguos arzobispos de Toledo, además de 411
incunables y más de 1.000 manuscritos de los siglos XI al XIX ). Allí se
encuentra un selecto fondo toledano, incluidas numerosas colecciones de
periódicos hoy imprescindibles para construir la Historia de los siglos XIX y
XX. Y de su fondo moderno destaca la colección legada por Malagón Barceló, que
contiene unos 10.000 volúmenes fundamentales para conocer la actividad de los
exiliados españoles tras de nuestra Guerra Civil. La falta de una sección de
préstamo para adultos y de una sala de
lectura más funcional y de mayor capacidad, se unió desde casi su inauguración
en 1966 a la escasez de depósitos para albergar las continuas e importantes
adquisiciones de nuevas obras. La pérdida obligada de su salón de actos hizo
que, desde 1973, la Biblioteca renunciase a ofrecer todas las actividades
culturales que, complementarias a su labor como lugar de lectura, ofrecía
cotidianamente a los toledanos. La ya larga espera en la resolución del litigio
entre Biblioteca y museo de Santa Cruz para ampliar sus instalaciones en base
al cercano edificio de las Ursulinas, con la ya conocida polémica que envolvió
a la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas con distintas
entidades y personas toledanas, obligará al próximo gobierno socialista a
tomar una determinación que al fin
resuelva esos graves problemas. Por otro lado, la carencia de personal técnico
suficiente ha sido un factor determinante a la hora de impedir una conveniente
y necesaria extensión bibliotecaria, al
servicio de la mayoría de los toledanos y no exclusivamente de los estudiantes
e investigadores.
Un verdadero golpe al sistema bibliotecario ha
sido el desgajar del mismo su cabeza, la biblioteca provincial. Tras la
justificada dimisión de la Directora del Centro Coordinador, la Diputación ha
tomado la sublime e irresponsable
decisión de separar de la red bibliotecaria precisamente al que debía ser su eje obligado, imprescindible para que
los habitantes de la provincia accedan, a través de las bibliotecas municipales
o de los bibliobuses, a volúmenes que sólo se encuentran en la Biblioteca de
Toledo. Esta ruptura de la red va en contra de todas las directrices técnicas
de los organismos internacionales en esta materia, siendo necesario unificar de
nuevo el sistema bibliotecario
provincial. E1 reciente proyecto de informatizar toda la red mediante un
ordenador de gran capacidad -cuya aprobación había sido ya aprobada por la
Diputación-, queda así olvidado y
con ello Toledo pierde una nueva oportunidad de haber servido de modelo para
todo el país. Miles de libros irán ahora a parar a sus nuevos depósitos, en el edificio del Nuncio. Esperemos que no
se conviertan en un mero instrumento
electoralista en vísperas, como estamos, de elecciones municipales y
regionales.
Lineas de accion
Indudablemente puede ser decisivo el impulso que
desde el Gobierno central se preste a la política bibliotecaria. Con ese punto
de partida, la provincia de Toledo habrá de abordar la realización de un plan
de bibliotecas que dote de estos instrumentos de cultura e información a la
totalidad de los municipios con población superior a 3.000 habitantes, sin
ningún tipo de discriminación derivado del color político del Ayuntamiento
respectivo. Todas las bibliotecas que se creen deberán cumplir los requisitos
técnicos marcados por los organismos internacionales especializados, incluida la contratación de personal especializado y, muy importante,
vocacionado no sólo a ser un perfecto bibliotecario sino un verdadero animador
socio-cultural de la comunidad. Finalmente, las nuevas bibliotecas deben
disponer de los servicios complementarios correspondientes (salón de actos,
etc.), para así servir a los intereses socio-culturales y de ocio de toda la población.
Respecto a las actuales bibliotecas, habrá de plantearse su modernización (edificio,
fondo bibliográfico...) e intentar adaptarlas para que constituyan el primer
foco para conseguir desarrollar una política cultural progresista. Su
reconversión en los casos necesarios -como Sonseca-, en Casa de Cultura será primordial para atender la demanda popular.
El resto de los municipios -los menores
de 3.000 habitantes que no disponen de biblioteca actualmente- se acercarían al
libro a través de los bibliobuses. La marginación que ahora sufren 45
localidades en razón de su lejanía de la capital podrá amortiguarse
descentralizando este servicio y estableciendo tres cabeceras; en Toledo,
Talavera y La Mancha, según proyecto de la dimitida Directora del Centro Coordinador.
Los casos de Toledo y Talavera merecen un trato
especial. Su incremento demográfico,
fundamentalmente, obliga a crear bibliotecas filiales en los barrios más
populosos. En este sentido resulta esperanzadora la próxima apertura de la
situada en el Polígono Industrial de la capital, verdadero modelo de biblioteca
de barrio en todo el país por el elevado número de volúmenes de que dispondrá.
Además, ella puede ser un campo de experimentación para demostrar lo que
lectura y cultura pueden, hacer en una comunidad humana como es este nuevo barrio toledano.
En cualquier caso, la biblioteca deberá de
convertirse en el núcleo para la animación socio-cultural de los habitantes de
pueblos y capital. No sólo habrá de recibir a estudiantes, sino que todos los
sectores (jóvenes, niños, adultos, amas de casa, tercera edad) deben ver en ese
lugar su espacio para la cultura y el ocio y su principal canal de información.
El problema, por tanto, no radica sólo en crear bibliotecas, sino en acercarlas
a los ciudadanos. Convertirla en un centro dinámico y alegre, alejada de ser un
mero depósito de volúmenes, será el reto de cada uno de los bibliotecarios y
animadores socio-culturales que regenten estos importantes lugares.
Una última cuestión -en un artículo de obligada
brevedad como es el presente- quiero resaltar. Prescindiendo de las
elucubraciones sobre dónde se asentará, definitivamente, la capitalidad de la
región castellano-manchega, sí quiero dejar claro que esta región necesitará a corto plazo una biblioteca regional que recoja la producción bibliográfica
castellano-manchega y comience a recopilar los fondos que posibiliten ofrecer a
los investigadores y, en general, a todos los ciudadanos, materiales
suficientes para conocer el pasado y el presente de esta Región. La especial riqueza, tanto en fondos de
los siglos pasados como del actual,
de la Biblioteca Pública de Toledo hace aconsejable totalmente que ésta sea el
núcleo para la formación de la biblioteca regional. Aquí creo que no hay que
hacer concesiones.
*
La Voz del
Tajo (24 de noviembre de 1982). Págs. 2-3. Recogido en Combates por la biblioteca pública, págs. 263-266.