La cultura en
Toledo/1.
El triunfo de la esperanza*
El 28 de octubre es ya un día histórico, un día vivido realmente
con intensidad por los españoles que, expectantes, se aprestaron a emitir su
voto en esa fecha. Recuerdo entrañablemente la jornada: los electores mostraban
visib1emente su ánimo, su deseo de cambio. Algunos decían, incluso, al
depositar su voto: "A los de ahora ya los conocemos; ya sabemos qué han
hecho..." Pero los recuerdos más emotivos se centran en los niños: miraban
con sus ojillos vivarachos el espectáculo de la urna, de las gentes enfiladas
con seguridad hacia la urna, deseando también echar esos sobres blancos y amarillos
en la caja de cristal. Eran, creo, conscientes de estar ante un acontecimiento
extraordinario y observaban el espectáculo petrificados, absortos por la magia
de esos momentos.
Algunos adultos reflexionábamos sobre la
tremenda influencia que éstas y otras elecciones irían ejerciendo en esos
niños. La tranquilidad y la esperanza con que familias enteras acudían a los
colegios electorales sería, sin duda, la mejor pedagogía para que tos futuros
electores captasen el verdadero talante democrático. En esos niños de mirada
indagadora y sonriente, que acudían a las cajas transparentes de la mano de sus
padres, veíamos el mañana de cultura y libertad que deseábamos para nuestro
país.
Luego la noche se convirtió en alegría.
La extraordinaria y sorprendente participación en e1 proceso electoral era ya
de por si un indicador suficiente de la importancia dada por el pueblo español
y el toledano- a esta convocatoria. Pero no fue todo: para los que creíamos que
el triunfo del PSOE podía traer realmente, aires más puros y una renovada
esperanza, los resultados que fueron conociéndose en la madrugada del 29 nos
invitaban a la fiesta.
Ya en la mañana, el recorrido por las calles
toledanas sugería un ansia de vida y libertad indescriptible: Zocodover era un
ágora donde buen número de toledanos comentaban el triunfo de los socialistas.
Veías abrazos, apretones de manos, sonrisas y una honda emoción, a medias
contenidas, en algún socialista viejo,
que había suspirado por este momento durante toda su vida. El día espléndido
era como un símbolo de la esperanza que surgía para todos. Sí, para todos,
porque el triunfo no había sido sólo para el PSOE. El triunfo debería servir
para todos, por la heterogeneidad de los que habían apoyado esa victoria. Vencedores y vencidos se obligaban, con este giro copernicano de la política
nacional -y provincial, claro-, a colaborar en la consolidación de una
esperanza que los españoles habían perdido hacía tiempo. El éxito del partido
socialista no era sólo el del propio partido como tal: suponía además, el
triunfo sobre el desencanto; la abstención, el golpismo y el miedo. No es poco,
indudablemente. La abrumadora mayoría socialista no era, además un signo
definitivo de que este país fuese socialista: se había votado
mayoritariamente al cambio, por
encima de las ideologías. Se había votado a la esperanza que únicamente los socialistas ofrecían como una tabla de
salvación a la que nos aferrábamos para consolidar definitivamente la
democracia y nuestra serenidad. Y esto tenía una importancia inmensa: que,
prescindiendo en muchos casos de las ideas, se votase socialista implicaba un compromiso colectivo. Ese cambio debería ser asumido
responsablemente por todos los sectores sociales que lo habían apoyado y, para
que fuese real y fructífero, buscaría la colaboración de esos mismos sectores.
Un reto, desde luego, que asumimos ilusionadamente muchos españoles.
Pero es preciso mantener esa esperanza.
Hay que evitar que la naciente ilusión quede sólo en eso, en ilusión.
Responsabilidad e imaginación son algunas de las cualidades que los próximos
gobernantes socialistas, deberían ejercer para que la esperanza se consolide y revierta
en actuaciones colectivas que supongan realmente un cambio para nuestra sociedad.
Toledo
y el cambio cultural
En mi artículo Toledo y 1a necesidad de la cultura nueva, publicado en estas
páginas la víspera de las pasadas elecciones reflexionaba sobre el concepto de
cultura y diseñaba algunas líneas maestras que los ganadores de las elecciones
podrían tener en cuenta a la hora de realizar un programa cultural para nuestra
provincia. Ahora. y ante la petición qué me hace en este sentido La Voz del Tajo, inicio una serie de
artículos en los que iré profundizando en la realidad cultural toledana.
Analizaré la situación en las distintas áreas y formularé algunas propuestas
básicas para cada uno de los campos. En anteriores artículos sobre el hecho
cultural he reiterado mi confianza en la Cultura como medio de progreso y
libertad para los españoles, habiendo apostado por una cultura crítica y por
asentar las bases que faciliten no el acceso de sus ciudadanos a la cultura
como simples espectadores sino como realizadores y auténticos partícipes de esa
cultura. El 27 de octubre afirmaba igualmente, mi convicción de que sería precisa
la colaboración de todos los llamados hombres
de la cultura en este proceso esperanzador que ahora se abre. Me reafirmo
en este pensamiento: si confiamos en que el cambio
cultural será uno de los primeros que se aborden -quizá no el primero que
llegue, pues los cambios de las mentalidades fueron siempre históricamente los
más lentos- los intelectuales y, en general, cuantas personas se mueven en
alguna parcela cultural, deberán dar respuesta con su expresa colaboración a la
expectación que los ciudadanos manifiestan.
La Cultura -ya lo he dicho otras veces- es
realmente el más profundo arma de transformación de una sociedad. La provincia
toledana, con su rica tradición histórica y cultural, debe al fin construir su
nueva y propia cultura. El creciente asociacionismo cultural, los nuevos
creadores de la poesía, la narrativa, el teatro o el arte; la necesidad de
afianzar y acrecentar la estructura bibliotecaria y su mayoritaria utilización;
la puesta al día de los archivos para facilitar la reconstrucción, con
metodología y temas nuevos, de nuestra Historia; el cambio de orientación de
los museos toledanos; el acceso popular a medios como el cine o la música,
facilitando la integración creadora en dichas áreas de expresión y
comunicación, así como la búsqueda de canales para difundir y plasmar el
movimiento cultural toledano, serán algunos de los temas que semanalmente
iremos presentando.
La cultura es una cuestión clave de nuestro
tiempo: el cambio cultural, un reto
que la sociedad actual nos plantea y que
muchos toledanos hemos de asumir con decisión esperanzada. Con la serie de
artículos que ahora inicio sobre el panorama cultural toledano se intenta
ofrecer una aportación a los más directamente responsables de efectuar ese
cambio, a sabiendas de que ellos no serán los únicos protagonistas de la
política cultural que el PSOE establezca. El dialogo constructivo y la certeza
de que nadie estará en posesión de la verdad absoluta serán elementos imprescindibles a valorar para el pleno
desarrollo y consecución de la cultura
nueva.
* La
Voz del Tajo
(17 de noviembre de 1982), pág.
2. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 260-263. Los restantes
artículos de esta serie, todos ellos publicados en este periódico, fueron:
‑ “La cultura en Toledo/2. La
necesidad de la información: Las bibliotecas”. (24‑11‑1982), págs. 2‑3.
‑ “La cultura en Toledo/3. El
teatro andariego y necesario”. (1‑12‑1982), págs. 2‑3.
‑ “La cultura en Toledo/4.
Investigación, archivos y museos”. (11‑12‑1982),
págs. 2‑3.
‑ “La cultura en Toledo/5. Las
asociaciones y los nombres”. (25‑12‑1982), págs. 2‑3.
‑ “La cultura en Toledo/6.
Fábula de la ciudad que comprendió que su mayor riqueza estaba en su gente”.
(5‑1‑1983), págs. 2‑3.
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