Biblioteca de Castilla-La Mancha: de utopía a realidad*
Escribir
estas páginas significa para mí rememorar muchos años de ilusiones, de debates,
de trabajo... Muchos años de un esfuerzo colectivo realizado por las
instituciones de Castilla‑La Mancha, por los profesionales bibliotecarios y por
muchos intelectuales y colectivos socioculturales, especialmente toledanos,
junto con ciudadanos que demandaban un servicio bibliotecario más acorde con
nuestro tiempo.
Pero lo
importante ahora es que el Gobierno de Castilla‑La Mancha ha convertido en
realidad un proyecto que, siendo imprescindible para una joven Comunidad
Autónoma como la nuestra, parecía un sueño, una utopía inalcanzable. Este
proyecto ha pasado por sucesivas fases y prácticamente, de alguna manera, ha estado presente en la vida de Castilla‑La
Mancha en sus dos décadas de vida, primero como ente pre‑autonómico y luego
como Comunidad Autonóma con un gobierno democráticamente elegido por los
ciudadanos.
La
historia del proyecto de Biblioteca Regional ha estado unida a la de la
Biblioteca Pública del Estado en Toledo, o Provincial,
que desde los inicios de los años setenta
llevaba buscando una solución a la ampliación de sus instalaciones y servicios.
Dos instituciones distintas que estaban destinadas a la unidad, a constituir
uno de los más importantes centros bibliotecarios de nuestro país. Si la
Biblioteca provincial acumulaba dos siglos de historia y una impresionante
colección bibliográfica, la Regional
apenas había nacido legalmente e iniciaba lentamente su camino de recopilación
de fondos pero estaba llamada a constituir el corazón del Sistema Bibliotecario de Castilla‑La Mancha.
Con la
instalación en el Alcázar de Toledo de la Biblioteca de Castilla‑La Mancha ‑que
integra ambas bibliotecas y pone a disposición de todos los ciudadanos no sólo
unas importantes colecciones bibliográficas sino, además, los más avanzados
servicios de acceso a la información que pueden prestarse desde una Biblioteca
Pública‑ se consigue que Toledo, y en
general la Comunidad Autónoma de Castilla‑La Mancha, cuenten con un centro
bibliotecario de gran magnitud que
trabaja para hacer posible que la información, la cultura, la educación y el
ocio sean más accesibles para todos. Con la Biblioteca de Castilla‑La Mancha,
la Junta de Comunidades, a través de la Consejería de Educación y Cultura, ha
conseguido un gran objetivo: democratizar
el acceso a la información para
los ciudadanos y posibilitar que
los toledanos, y cuantos investigadores de todo el mundo lo deseen, utilicen de
forma cotidiana este singular edificio cargado de historia que es el Alcázar.
Este
artículo pretende ofrecer una síntesis del camino recorrido durante todos estos
años, trabajos que ahora se ven
recompensados con esta espléndida realidad que ofrece la Biblioteca de Castilla‑La
Mancha a todos sus usuarios: niños, jóvenes o adultos; hombres o mujeres,
investigadores o estudiantes...La Biblioteca de Castilla‑La Mancha ha sido
concebida pensando en todas las personas y está abierta a todos los que deseen
utilizar sus recursos para ser más creadores, más libres, más tolerantes y más críticos.
1.
Septiembre de 1986...
Fue el
16 de septiembre de 1986 cuando el ministro Serra visitó Toledo y, tras conocer
la sede de la Biblioteca Pública del Estado en el paseo del Miradero, se
dirigió al Alcázar y anunció el propósito del Ministerio de Defensa de
convertir el Alcázar en un gran centro cultural en el que la base principal lo
constituirían los servicios de una biblioteca pública. El informe que se
distribuyó entonces a los medios de comunicación constataba las graves
carencias que atravesaba la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, sus
necesidades, y se pretendía poner en marcha el modelo de biblioteca que
defendía la UNESCO: "La biblioteca pública es, de un modo habitual, el
centro cultural de la comunidad, en el que se reúnen las gentes que tienen
intereses semejantes. Ha de poder disponer, pues, de los locales y el material
necesarios para organizar exposiciones, debates, conferencias, conciertos y
proyecciones cinematográficas, lo mismo para los adultos que para los
niños".
Pero en
un edificio de tan grandes dimensiones, el proyecto de instalaciones culturales
era muy ambicioso, pensándose en implantar en el Alcázar los fondos y servicios
de la Biblioteca Pública del Estado y de la Biblioteca Regional así como el
Archivo Regional. Específicamente el
proyecto mencionaba una fototeca, una
hemeroteca (aunque esta sección es uno de los servicios básicos de toda
biblioteca pública), una gran sala de exposiciones y un salón de actos, además
de prever la utilización del patio del Alcázar para la celebración de grandes
conciertos, teatro, etc. Y, aprovechando las ricas colecciones bibliográficas y
las estanterías históricas, se pretendía ofrecer un Museo del Libro, entonces inexistente en España. En definitiva,
junto a las funciones clásicas de una biblioteca, el proyecto pretendía "potenciar el Alcázar como lugar sde
encuentros, foco de atracción y centro de cultura viva; y asimismo recuperar
todas aquellas tradiciones que le son propias".
La
noticia de la conversión del Alcázar en un gran centro cultural tuvo un
poderoso impacto social y fue destacada con grandes titulares y espacios por
los más importantes medios periodísticos del país y por todos los de la región.
El
proyecto redactado por la Consejería de Educación y Cultura, siendo entonces
consejero José María Barreda Fontes, incluía la puesta en marcha de un
Patronato del Alcázar. Pero toda aquella explosión informativa fue serenándose y parecía que la
instalación de la Biblioteca en el
alcázar no se produciría nunca. Desde luego, aparte de las declaraciones tanto
del Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha, José Bono,
como del entonces ministro de Defensa,
Narcis Serra, el proyecto no llegó a
plasmarse en un acuerdo ratificado documentalmente entre ambas administraciones
públicas.
En
septiembre de 1986, cincuenta años después de la Guerra Civil que enfrentó a
los españoles, se inició una polémica que probablemente ha repercutido en el
largo tiempo que ha sido necesario para hacer realidad este proyecto. La página
del asedio del Alcázar en 1936 eclipsó la historia de este edificio, que a lo
largo de los siglos tuvo fines muy diversos. En un esclarecedor artículo del
historiador Fernando Martínez Gil titulado “Historia del Alcázar de Toledo”
publicado en junio de 1987 en la revista Historia
16, este escritor afirmaba: “En un
tiempo en que la convivencia democrática apuesta por la superación de los
traumas de la Guerra Civil, la decisión del Ministerio de Defensa, permitiendo
a la biblioteca Borbón‑Lorenzana alojarse en el Alcázar toledano, puede representar un
bello carpetazo a cincuenta años de intolerancias y discusiones...”
2.
Los acuerdos del bienio 1990‑1991.
Cuatro
años después de las noticias anunciadas por el ministro Serra, cristalizó un
acuerdo entre el Gobierno de Castilla‑La Mancha y el Ministerio de Defensa que
fue firmado el 19 de julio de 1990. Mediante este protocolo, los fondos
históricos de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo se ubicarían en la
planta primera del edificio del Alcázar. En el apartado primero del Acuerdo, se
indica que en este nuevo espacio, esa
“importante colección de indudable valor histórico‑bibliográfico” podrá “cumplir su función social, ya que el lugar
que actualmente ocupan resulta totalmente inapropiado...” Y el punto tercero es bien significativo del Acuerdo: “La incorporación al Alcázar de este valiosísimo patrimonio documental,
unido al interés museológico que actualmente tiene una parte del edificio, hará
que el Alcázar en su conjunto se realce aún más y entronque con la tradición
misma de su propia historia, que, a lo largo de siglos de vicisitudes, ha
conocido funciones militares y culturales, pasando de ser sede de la principal
corte europea en el siglo XVI a Academia de Infantería o Real Casa de Caridad.”
El apartado cuarto señala los fondos
concretos objeto del acuerdo: “...los fondos históricos a que se hace
referencia en las manifestaciones anteriores son los integrados por la
denominada Biblioteca Borbón‑Lorenzana, por la específica existente sobre la
ciudad de Toledo y una tercera biblioteca conocida como 'Donación Javier
Malagón'”
Poco
más tarde, el 13 de septiembre de 1990 se firmó el Acuerdo entre el Ministerio
de Cultura y la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha sobre la
organización de la Biblioteca Pública del Estado en Toledo. Según este acuerdo, los fondos de esta
Biblioteca se dividen en dos grandes secciones: Históricos y Modernos, estableciéndose
que los fondos que se trasladarían a la primera planta del Alcázar serían los
de carácter histórico, integrados por las tres colecciones ya citadas en el
párrafo anterior. El punto segundo del acuerdo expresa: "...la voluntad del Ministerio de Defensa significa la solución
para albergar con dignidad la importante colección histórico‑bibliográfica de
la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, enriqueciendo de este modo el valor
monumental, cultural e histórico del Alcázar".
Los
sectores intelectuales y los medios de comunicación acogieron muy
favorablemente estos acuerdos, que rompían las dudas que empezaban a caer sobre el futuro de la
biblioteca en el Alcázar, especialmente por los cerca de cuatro años que habían
pasado sin que, al menos aparentemente, se
diesen pasos significativos. Como ejemplo, recordemos que el periodista
Baltasar Magro escribía en Ya el 23
de septiembre de 1990 un artículo titulado "El Alcázar y la ciudad de
todos", en el que podía leerse:
"El reciente acuerdo firmado
por el Ministerio de Defensa y el presidente de Castilla‑La Mancha el pasado
mes de Julio para instalar en el Alcázar los inestimables fondos de la
biblioteca Borbón‑Lorenzana empieza a poner las cosas en su sitio y representa
una iniciativa con pocos precedentes en el ámbito de la que fue calificada en
algún momento como imperial ciudad. Es una grata noticia para todos los que
amamos y nos sentimos cercanos a ese espacio...que hemos visto reducir con
criterios partidistas a una especia de frontera de las esencias patrias, muy
lejos de su principal característica como ciudad de pacto y encuentro entre
todas las creencias y culturas en las fracciones más vitales de su historia...
Con buen criterio, a mi entender, se abren ahora las puertas a todos los
ciudadanos sin exclusión...Con este paso no se pretende marginar ni restar
importancia a los hechos recientes del Alcázar. En el mismo lugar permanecerá el museo que
recordará, a quien lo desee, los acontecimientos de la Guerra Civil. Es por ello incomprensible que la resistencia
de unos pocos para convertir el monumento en patrimonio cultural de todos haya
impedido adelantar esta iniciativa. Los que reivindicaban un uso estrictamente
militar del conjunto participan del mismo espíritu que
ha evitado, desde hace bastantes años, cualquier ensayo con sentido
moderno en la ciudad...El acuerdo sobre el Alcázar permite revivir parte de su
historia y esperar con optimismo el futuro de una ciudad viva, otra vez, y para
todos".
El 1 de
marzo de 1991 el presidente de Castilla‑La Mancha, José Bono, y el ministro de
Defensa, Narcís Serra, firmaron un nuevo convenio para la instalación de los fondos históricos de la Biblioteca Pública
de Toledo en el Alcázar. El nuevo texto ratificaba los acuerdos de 1990,
autorizaba la incorporacion al Alcázar de Toledo de los "denominados fondos históricos de la Biblioteca Pública del Estado
en Toledo" y, también, autorizaba a la Consejería de Educación de
Cultura de Castilla‑La Mancha a que "efectúe
los estudios técnicos, obras y acciones necesarias para una adecuada
instalación de los fondos históricos en la ubicación prevista".
3.
Los intelectuales y el cambio de proyecto de 1994.
Probablemente
pocos temas han experimentado en Toledo la toma de posiciones de los
ciudadanos, especialmente del mundo de la cultura y la educación, como la
biblioteca pública. Basta acudir a las hemerotecas para comprender que los
toledanos han luchado en las dos últimas décadas para conseguir la
dignificación del servicio de lectura pública en nuestra ciudad. En los inicios
de los años ochenta se constituyó un Comité Permanente de Apoyo a la Biblioteca Pública
que mediante manifiestos y gestiones ante el Ministerio de Cultura luchó
para que la entonces proyectada ampliación de la Biblioteca se llevase a cabo
utilizando la totalidad el convento de Santa
Fe, contiguo a la sede de la Biblioteca en el paseo del Miradero, y no
sólo una parte como pretendía el Ministerio, que había decidido que otra parte
de ese edificio fuese para el museo de Santa Cruz.
En
1994, ya adjudicadas las obras de remodelación de la primera planta del
Alcázar, más de un centenar de toledanos se posicionó claramente en contra de
la división de los fondos de la Biblioteca y luchó para que, en caso de
trasladarla al Alcázar, se hiciese de todos sus fondos y servicios. La
proyectada división había propiciado la oposición al proyecto de una biblioteca dividida en el Alcázar de
numerosas instituciones culturales y científicas, así como de los profesionales
de bibliotecas. El manifiesto publicado en la práctica totalidad de medios de
comunciación de la ciudad en febrero de 1994 dejaba claro el apoyo de los
intelectuales a la ubicación de la Biblioteca en el Alcázar pero, al mismo
tiempo, rechazaba el proyecto tal y como se había convenido entre las
Administraciones públicas: "...la
división de la Biblioteca de Toledo supone un atentado contra nuestro
patrimonio histórico, además de una duplicación de recursos económicos,
técnicos y humanos. El hecho, además, de que se traslade la colección de fondos
antiguos significa que se invierte precisamente en la sección de la biblioteca
menos necesitada, mientras que los ciudadanos seguirán careciendo de un
servicio bibliotecario público, moderno y amplio". Los firmantes del
manifiesto, que se autocalificaban como "personas
a las que nos une nuestra preocupación por la cultura, por la integridad de
nuestra Biblioteca y por el deseo de que en el futuro los toledanos, y en
general todos sus usuarios, podamos disponer de una gran y moderna
biblioteca", concluían el texto hecho público con tres claros
mensajes:
‑ Su
oposición a la división de la Biblioteca Pública Provincial de Toledo.
‑
Solicitan "un proyecto global de
ampliación, mejora y modernización de las instalaciones de la Biblioteca,
efectuado de manera coordinada por las Administraciones Públicas implicadas y
que cuente con la colaboración de los profesionales bibliotecarios"
‑
Finalmente, "para que no se
malgasten los fondos públicos, exigimos la paralización del actual proyecto de
instalación en el Alcázar de una parte de los fondos de la Biblioteca". Los
intelectuales declaraban que aceptarían cualquier ubicación de la
Biblioteca, bien en el Miradero utilizando para la ampliación el contiguo
convento de Santa Fe, como en el Alcázar, pero con una clara condición: "todas las instalaciones y servicios
bibliotecarios deberán permanecer unidos."
Estoy
convencido de que la cercanía entre los administradores públicos y los
ciudadanos ayuda a resolver los problemas. Esta
creo ha sido una de las claves del éxito
del Estado de las Autonomías. Si en la polémica generada en 1981 el Ministerio no arbitró solución
alguna y su única iniciativa fue archivar cualquier proyecto de mejora de la
Biblioteca de Toledo, castigando así a los toledanos a no poder disponer de un
servicio bibliotecario moderno y de calidad por la carencia de espacio y
servicios en la biblioteca del Miradero, ahora el Gobierno de Castilla‑La
Mancha, desde la cercanía, reaccionó con prontitud. Creo que hay que decirlo en
justicia: a principios de abril, el Consejero de Educación y Cultura, Santiago
Moreno, anunció la rectificación e hizo público el nuevo proyecto de la que
calificó como Biblioteca del
futuro". El Consejero, en una
comparecencia ante los medios de comunicación,
expresó su satisfacción porque próximamente se firmaría un nuevo
convenio con Defensa por el que se conseguían más metros cuadrados de
superficie de los inicialmente contemplados y ello facilitaba el traslado de la
totalidad de los fondos de la Biblioteca al Alcázar. Es cierto que esto suponía el cambio de
ubicación en planta, que en lugar de hacerse en la primera se pasaba a la
segunda. Pero, sin duda, esta sensibilidad del Gobierno de Castilla‑La Mancha
provocó la satisfacción entre los toledanos.
Además, esta importante iniciativa tenía dos consecuencias más:
‑ Quedó
claro que los toledanos apoyaban la utilización del Alcázar para sede de la
Biblioteca, y mucha de la oposición que algunos querían ver hacia esta
iniciativa era en realidad sólo hacia el tipo de prouyecto que se había
articulado inicialmente, de división de fondos.
‑ De
nuevo, las autoridades culturales de Castilla‑La Mancha pensaron en integrar
los servicios de biblioteca pública del Estado y Biblioteca Regional, como se pensó originariamente en 1986. Es decir, y
desde mi punto de vista, los toledanos, y especialmente los creadores,
educadores y pensadores, habían
impulsado al Gobierno Regional hacia un proyecto de biblioteca mucho más
ambicioso y más acorde con las recomendaciones técnicas biblitecarias de los
organismos internacionales (UNESCO, IFLA,...)
El 12
de mayo de 1994 se firmó el anunciado convenio, entre el presidente Bono y el
ministro de Defensa, Julián García Vargas. El apartado segundo del convenio era suficientemente explícito: en el protocolo de
1991 "no se contemplaba el traslado
de toda la Biblioteca Pública del Estado, considerándose posteriormente
conveniente este traslado integral, a fin de evitar los problemas y
dificultades que se derivarían de la separación de los fondos de la
...Biblioteca". Y en el apartado tercero se decía: "...el Alcázar no sólo realzará de este
modo sus contenidos museológicos y culturales, mediante la incorporación de
ciertos fondos de carácter histórico...sino que también enriquecerá los usos y
valores culturales del inmueble, a través de la integración de una biblioteca
de carácter general e incuestionable importancia". La solución para
los problemas de la Biblioteca de Toledo, paralizada desde el inicio de los
años setenta, y el camino hacia la
Biblioteca Regional eran ahora más correctos técnicamente: nos acercábamos al
proyecto de Biblioteca de Castilla‑La Mancha que pronto podrán disfrutar tantos
miles de ciudadanos.
4.
La realidad de la
Biblioteca de Castilla-La Mancha
La
Biblioteca de Castilla-La Mancha constituye el centro bibliográfico y cultural
más importante de la región. Las obras realizadas en el Alcázar de Toledo no
sólo permiten acoger el importantísimo tesoro bibliográfico depositado en la
Colección Borbón‑Lorenzada sino que, además, han hecho posible contar con una biblioteca que presta
servicio a la sociedad regional y, en particular, a la comunidad científica.
Por supuesto, el interés de sus colecciones patrimoniales hacen que la
Biblioteca situada en el histórico edificio del Alcázar sirva de referencia a
investigadores en las materias humanísticas y sociales en todo el mundo.
La Biblioteca está llamada a ser el centro de
recursos bibliográficos e informativos más importante de la región y,
paralelamente, un centro de actividad cultural relacionado con la creación
literaria, la historia del libro y la reflexión científica en asuntos básicos
para la cultura y la sociedad de Castilla‑La Mancha.
Pero,
aun con esa dimensión regional, nacional e internacional de la Biblioteca, no
debemos olvidar que los primeros grandes beneficiarios de este servicio público
serán los ciudadanos de Toledo. La capital de la Comunidad Autónoma se
beneficia directamente no sólo de un mejor acceso a sus importantes colecciones
bibliográficas sino que, además, cuenta con un centro bibliotecario que, sin
duda alguna, constituye la Biblioteca Pública que más amplios y modernos servicios preste en el país. Un centro
cultural vivo y dinámico, abierto a todos, que conjuga los servicios de acceso a la información con
el valor añadido de poder disfrutarlos en uno de los edificios emblemáticos de
la ciudad, cuidadosamente adaptado -en la planta que ocupa- para este servicio
esencial para la comunidad.
En el
pórtico del tercer milenio, la Biblioteca Regional armoniza también la imagen
de la historia de las bibliotecas. Librerías del siglo XVIII que pertenecieron
a la primitiva biblioteca arzobispal de Lorenzana, que ahora acogen en libre
acceso fondos relativos a Castilla-La Mancha; una librería del siglo XIX
constituirá la sala de investigadores, denominada "Borbón-Lorenzana"
como homenaje a estos arzobispos; espectacular resulta la nueva sala general de
lectura, que entronca con la tradición más clásica pero con un uso funcional; y
las nuevas tecnologías están muy presentes en la biblioteca, democratizando a
todos los ciudadanos el acceso a las bases de datos (CD-ROM,...) y a las redes
mundiales de información (INTENET), además de a los soportes ya más
convencionales (Compact Disc, video, etc.) en una moderna mediateca. Pero la biblioteca se concibe
de forma muy integral, de modo que en todas las salas de lectura se cuenta con
diversos puestos de acceso a la red informática de la biblioteca, a las bases
de datos en CD-ROM e incluso a
INTERNET, de modo que los usuarios que están utilizando servicios generales
puedan en un momento determinado hacer las consultar que precisen a través de
esos soportes y redes. Finalmente, es
reseñable que la biblioteca está realmente dirigida a todo tipo de públicos,
cumpliendo su carácter de biblioteca pública o general, aunque también se trate
en buena medida de una biblioteca especializada por el tipo de fondos que
conserva. Los niños y los más jóvenes disponen de sus propias salas, tambiénn
con acceso a los nuevos soportes y redes. Y las personas mayores, como el resto
de adultos, podrán disfrutar de una
cómoda y relajada lectura de prensa diaria y de información general sin ningún
tipo de limitaciones.
La
Biblioteca de Castilla-La Mancha acogerá dos importantes archivos fotográficos:
el fondo Rodríguez, fundamental para la historia, el arte y la vida cotidiana
de Toledo, y el de Escobar, importante testimonio de la vida de Albacete. De
igual modo se irán incorporando a la Biblioteca reproducciones fotográficas
relativas a nuestra región y que se conservan en distintos archivos y
bibliotecas del país; y se ha iniciado un plan de conservación y difusión del
patrimonio fotográfico que existe en las localidades de nuestra región, y
muchas de esas fotografías se están reproduciendo para que integren la
importante fototeca de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, que constituirá una
sección denominada Centro Regional de
Fotografía.
La
biblioteca se ha concebido sin barreras, muy diáfana, con el atractivo añadido
de las maravillosas vistas de Toledo que pueden contemplarse desde sus
instalaciones. Y con una circulación muy fluida, de modo que todas las
generaciones de toledanos y, en general, de ciudadanos que acudan a la
Biblioteca puedan siempre contemplar a otros ciudadanos que aman el libro y la
información, que creen en la fuerza transformadora de la cultura y la educación
y que en la biblioteca pueden encontrar un buen servicio para el ocio. En esta
Biblioteca se cumple fielmente el Manifiesto de la UNESCO sobre la Biblioteca
Pública de 1994: "Este Manifiesto proclama la fe de la
UNESCO en la biblioteca pública como una fuerza viva para la educación, la
cultura y la información y como un agente esencial para el fomento de la paz y
del bienestar espiritual a través del pensamiento de hombres y mujeres".
*Revista
de Abenzoares, nº 6
(1999-2000); págs. 25-36. Escrito en 1998, este texto fue escrito originariamente
para el libro colectivo El Alcázar de
Toledo: Palacio y Biblioteca. Un proyecto cultural para el siglo XXI (Toledo:
Consejería de Educación y Cultura. Servicio de Publicaciones de la Junta de
Comunidades de Castilla-La Mancha, 1998), que coordinó mi buen amigo Fernando
Martínez Gil y que proyectamos desde la Consejería para su edición con motivo
de la apertura de la Biblioteca Regional.
Por diversas circunstancias, mi texto no fue incluido finalmente en el
libro, publicándose un tiempo después en esta revista.
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