Bibliotecas y sociedad de la información:
Teoría de los cuatro mundos*
Hace ya dos décadas que Julia Méndez Aparicio, que
dirigió durante tantos años la Biblioteca Pública del Estado en Toledo, publicó
su libro La Biblioteca Pública, ¿índice
del subdesarrollo español? Sin duda, desde entonces mucho se ha avanzado en el terreno de las
bibliotecas en nuestro país y en nuestra región. Sin embargo, subsisten
problemas verdaderamente históricos, estructurales, que impiden que el derecho
constitucional que todo ciudadano tiene a la educación, a la cultura, a la
información –y este trípode está en toda biblioteca que cuente con recursos
para cumplir adecuadamente su misión- sea verdaderamente una realidad.
Contamos
en España con magníficas bibliotecas, dotadas de amplias colecciones,
actualizadas y diversificadas en cuanto al tipo de soporte. Bibliotecas que
junto a la tradicional colección de libros y publicaciones periódicas, ofrece a
sus lectores CD-ROM, DVD-ROM, Videos y DVD-Vídeo, Compact Disc, acceso a Internet. Bibliotecas que además son
centro de formación permanente para los ciudadanos, que organizan de forma
estable actividades culturales y de animación a la lectura, que tienen
programas de formación de usuarios y se relacionan con la comunidad educativa,
con asociaciones culturales y sociales. Son bibliotecas con presupuestos
importantes, con personal técnico y auxiliar numeroso, con amplios horarios de
servicio al público... En nuestra región, un ejemplo claro de este tipo de
bibliotecas es la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Podríamos decir,
simplificando, que este tipo de bibliotecas, aunque no estén exentas de
problemas y de necesidad de mayores recursos, constituyen hoy el primer
mundo en cuanto a bibliotecas, perfectamente preparadas para servir a
los ciudadanos del siglo XXI, de la sociedad de la información.
Existen
luego numerosas bibliotecas que han mejorado sus servicios, que amplían sus
colecciones, que van diversificando sus fondos mediante la incorporación
progresiva de soportes multimedia y paulatinamente incorporan nuevos servicios
basados en tecnologías de la información. Están haciendo un esfuerzo para
mejorar la situación de sus plantillas, incrementar el horario de apertura,
consolidar un programa de actividades, conseguir de sus responsables un
incremento de sus presupuestos, reformar sus espacios para que se adapten a las
nuevas necesidades...Nunca es fácil trazar divisorias, por lo que muchas de
estas bibliotecas rozan a menudo el primer
mundo; pero por algunas carencias podrían incluirse en un segundo grupo, un
segundo
mundo. Son la mayoría de las Bibliotecas Públicas del Estado, un número
cada vez más creciente de bibliotecas
municipales de ciudades y pueblos, a veces las propias redes municipales de algunas grandes o medianas
ciudades. También podemos incluir en este mundo
muchas bibliotecas de pequeños municipios, incluso inferiores a 5.000
habitantes, que a base de tesón y esfuerzo han conseguido levantar un servicio
bibliotecario verdaderamente digno, sobre todo si se compara con la población
de la localidad... Son servicios bibliotecarios cada vez más consolidados y que
reciben el apoyo incondicional de sus usuarios, que ven cómo se moderniza
paulatinamente su biblioteca y está enraizada en su comunidad.
Espero
que nadie se ofenda si empleo el término de tercer mundo para
referirme a tantas bibliotecas que mantienen unos presupuestos escasos, un
reducido horario de servicio, locales inadecuados y unas colecciones obsoletas
y sin apenas incremento anual, en las que además no se han incorporado los
nuevos soportes de información. Son bibliotecas en las que normalmente sólo los
niños son sus usuarios y apenas se programan actividades de animación. También
estarían aquí las ciudades carentes de una red municipal de bibliotecas
suficiente, y que en muchos casos disponen de una sola biblioteca para toda la
población. También podría estar aquí un servicio de biblioteca móvil que no
tenga una frecuencia adecuada. No es un problema de población del municipio
sino de interés político y comunitario por este servicio público. Apenas me
atrevo a dar más características, pues podrían ser injustos los juicios. ¿Cómo
no valorar a un pequeño municipio que ha puesto en marcha una pequeña Sala de
Lectura Pública, contratando a un bibliotecario a media jornada? ¿Cómo no
elogiar a un ayuntamiento de 700 habitantes que tiene biblioteca pública
municipal e incluso ofrece acceso a Internet a sus usuarios? No me atrevería a
decir que están en el tercer mundo: desde luego, sí están en un tipo de
servicio bibliotecario que frecuentemente se aleja de las necesidades presentes
que tienen los ciudadanos. Pero es
verdad que esos municipios están prestando un servicio público sin que tengan
actualmente obligación legal de hacerlo. Así, aun reconociendo las dificultades
para generalizar y conformar un grupo, esos servicios bibliotecarios, pequeños
o inadecuados, podrían conformar este tercer mundo en el panorama bibliotecario español.
Pero,
a pesar de las sombras, los ciudadanos que disponen de algún servicio de acceso
público a la lectura y a la información, pueden considerarse privilegiados.
Pues existe un porcentaje todavía importante de la población española que
carece totalmente de acceso a bibliotecas, bien sean fijas o móviles. Esto es
inimaginable en servicios públicos como la educación, la sanidad,..., pero las
bibliotecas siguen siendo asignatura pendiente no sólo por sus deficiencias
sino por su inexistencia en tantos casos. Son el cuarto mundo, los sin
techo, los que por vivir en pequeñas localidades o en barrios de
ciudades parece que carecen de derechos en este terreno. Según el Anuario Estadístico de las Bibliotecas
Públicas Españolas de 1999, publicado recientemente por el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte con datos de las Comunidades Autónomas, estimamos
en más de 3.000 los municipios españoles que carecen de biblioteca pública y
que tampoco están atendidos por otros servicios bibliotecarios alternativos.
Ahora
se nos llena a todos la boca con términos como sociedad de la información, Internet,
CD-ROM,...y a veces nos lamentamos de los bajos índices de lectura
existentes en nuestro país. Es el servicio de biblioteca pública el llamado a
democratizar totalmente las ventajas de esa sociedad de la información. Pero
mientras que haya ciudadanos sin derechos, personas que no tienen la
posibilidad de leer, de conectarse gratuitamente a Internet, de consultar bases
de datos, de experimentar la emoción y el placer del libro y la lectura, no
deberíamos lanzar las campanas al vuelo sin rubor. ¿Cuál es la solución? Si me
lo permiten, parafraseando La historia
interminable, esa es otra historia, y la contaremos en otra ocasión.
Cuestión sólo de espacio...
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