Claves para las Bibliotecas Públicas
de Castilla-La Mancha*
Siempre que me preguntan sobre
planes de promoción de la lectura, contesto de idéntica forma: el mejor Plan de
Fomento de la Lectura
es una excelente Red de Bibliotecas Públicas. Por eso ahora que, como un bello ritual celebramos el
Día del Libro, la Fiesta
del Libro, insisto en viejas ideas: crear servicios públicos de lectura es el
mejor instrumento para democratizar el acceso a la lectura y la información.
Pero como todo servicio público exige unos importantes recursos financieros,
humanos, espaciales y técnicos es más
complejo desarrollar servicios bibliotecarios estables que organizar
actividades de animación.
En
Castilla-La Mancha se ha realizado un esfuerzo desde la Junta de Comunidades y los
ayuntamientos verdaderamente notable. Y un fruto de ese tesón son las 515
bibliotecas públicas existentes, que ofrecen servicio al 97% de la población
regional. Unas bibliotecas que han mejorado sus edificios e instalaciones, han
diversificado y modernizado sus colecciones y que en un porcentaje cercano al
80% informatizaron sus catálogos y ofrecen servicio de acceso a Internet a sus
usuarios. También se ha comenzado a resolver el problema histórico del personal
bibliotecario, y esta mejora es precisamente la clave del gran desarrollo
bibliotecario experimentado por nuestra Región.
Pero junto a
estas indudables luces, hemos destacado siempre que era mucho el camino
que quedaba por recorrer. Un camino que marcó de forma nítida el Plan
Estratégico de Cultura iniciado a mediados de los años noventa, y que el
Plan de desarrollo bibliotecario de Castilla-La Mancha Bibliotecas Públicas Siglo XXI, iniciado
en 2003, perfilaba con claridad meridiana. En ambos documentos de planificación
se trazó un objetivo político y técnico muy relevante: conseguir en Castilla-La
Mancha la universalización de los servicios bibliotecarios para el conjunto de
municipios y población de la región, una utopía que es posible conseguir si se
mantienen o intensifican las políticas bibliotecarias diseñadas en dichos
planes.
He insistido que ya no me
corresponde a mí pronunciarme sobre las actuaciones que deben abordarse; no
obstante, cuando distintos colectivos profesionales siguen tratándome con
especial cariño, no quiero rehuir recordar algunas claves que he expuesto ya en
foros como las II Jornadas Bibliotecarias de Castilla-La Mancha, pues el
silencio podría interpretarse como desinterés hacia un servicio, las
bibliotecas públicas, que considero esencial para desarrollar una verdadera Sociedad
de la Información
y el Conocimiento.
Una primera cuestión es que no debe perderse de vista que aún existen 377 municipios que no cuentan con acceso a servicio bibliotecario. Aunque es cierto que la mayoría son localidades con población inferior a los 400 habitantes y sólo 10 municipios de más de 1.000 habitantes carecen de biblioteca pública fija, en esencial continuar el Plan de Bibliotecas Móviles. Para ello no sólo se precisa poner en funcionamiento los nuevos bibliobuses adquiridos hace un año, sino completar la dotación prevista con la adquisición de otros 5 bibliobuses para asegurar poder dar cobertura a toda la región. Estas carencias son especialmente preocupantes en las provincias de Cuenca y Guadalajara, donde los servicios bibliotecarios sólo llegan al 91% y al 84% de la población, respectivamente.
La segunda realidad sobre la que hay que trabajar es
el desarrollo de las redes urbanas de bibliotecas públicas. Sólo algunas de las
ciudades y mayores localidades de la región cuentan con una verdadera red
bibliotecaria que ofrezca servicio cercano, continuado y de calidad a sus
distintos barrios. Frente al gran desarrollo de Albacete, es paradójicamente
triste que la ciudad de Guadalajara siga sin abrir una biblioteca pública
municipal y sólo cuente con la biblioteca pública del Estado. Y ciudades como
Talavera de la Reina
o Toledo, que iniciaron muy pronto el camino bibliotecario, tienen que
articular una red municipal que garantice el servicio a todos los ciudadanos
desde la cercanía. ¿Alguien ha pensado, por ejemplo, que en Toledo la zona de
Vega Baja y Santa Teresa necesita una Biblioteca, o que Santa María de
Benquerencia no puede seguir sólo con los actuales servicios?
Pero todo lo
anterior está relacionado con la necesaria puesta en marcha de un Plan
Regional de Infraestructuras Bibliotecarias, contemplado en los planes
estratégicos y no abordado hasta el momento. Resulta esencial para resolver las
graves carencias de espacio, la modernización de los edificios y la apertura de
nuevas bibliotecas. Es revelador el dato aportado por el último Censo de
Bibliotecas publicado (2004): Un 47% de las bibliotecas tienen una superficie
inferior a los 100 m²
y un 39% oscila entre los 100 y los 249 m².
La vieja promesa de una nueva Ley de Bibliotecas de
Castilla-La Mancha, no parece que vaya a ser realidad en la presente
Legislatura. Y resulta urgente abordar ese compromiso, sobre todo para
delimitar con claridad las competencias y financiación de las distintas
Administraciones Públicas y afianzar el modelo de Sistema Bibliotecario
Regional, y especialmente la configuración y articulación de la Red de Bibliotecas Públicas.
Por ejemplo, la Ley
debe afrontar el papel de las Diputaciones Provinciales en cuanto a servicios
bibliotecarios, que actualmente ofrecen una escasa o nula colaboración, con la
excepción de la Diputación
de Toledo. Pero la carencia de nueva Ley no impide poner en marcha el Catálogo
Colectivo de la Red,
otro de los proyectos actualmente paralizado y que no admite demoras. No
desarrollar el Catálogo significa que Castilla-La Mancha está perdiendo el tren
y se aleja de las regiones bibliotecariamente más avanzadas.
También
está pendiente la aprobación de las Pautas para Bibliotecas Públicas de
Castilla-La Mancha, unos estándares que colaborarán a seguir mejorando
todos los aspectos de las bibliotecas. Este documento sólo precisa de la
decisión política para su publicación.
Resulta preocupante que sólo el 20% de las bibliotecas públicas de la
región abran más de 30 horas/semana, mientras que la mayoría abren sus puertas
sólo 15 horas a la semana.
Si
todas estas cuestiones son esenciales, la clave fundamental sigue siendo el
personal. Cuando en 1994 iniciamos el programa de apoyo a la contratación de
bibliotecarios municipales, dimos un paso esencial. Este instrumento, admirado
en todo el país y que ha cosechado frutos indudables, se ha seguido manteniendo
y es un modelo para otras regiones, que por cierto no han conseguido poner en
marcha programas similares. Pero como he expuesto muchas veces, hay que
intensificar este programa, con nuevos esfuerzos que permitan sobre todo
dignificar la situación de los
profesionales y la estabilidad del servicio bibliotecario. Datos como éstos son
muy preocupantes: a pesar de que la mayoría de bibliotecarios municipales
tienen estudios universitarios, un gran
porcentaje de los responsables de bibliotecas están contratados como auxiliares
(grupo C); otra nota negativa es que sólo el 60% del personal trabaja a jornada
completa; finalmente, la media de
personal bibliotecario por biblioteca se ha estabilizado en torno a 1,1, cifra muy
reducida para poder asumir con garantías un servicio bibliotecario de calidad,
sobre todo en municipios de más de 2.000 habitantes. No quiero insistir ahora
en las propuestas que presentamos en las II Jornadas Bibliotecarias de
Castilla-La Mancha en cuanto a políticas de personal bibliotecario, y que
considero necesario abordar.
En
definitiva, que la mejor celebración
cotidiana del Día del Libro sería la consolidación de la Red de Bibliotecas Públicas de
Castilla-La Mancha, con medidas como las enunciadas y que significarían la
continuidad de unas políticas bibliotecarias que han otorgado a nuestra Región
un liderazgo ideológico en este ámbito en España.
* Artículo de opinión. El Digital Castilla-La Mancha
, núm. 78 (20-4-2006) http://www.eldigitalcastillalamancha.es/articulos.asp?idarticulo=1647
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