Toledo:
de la tolerancia al pacto
Recientemente,
en el histórico Salón de Mesa, sede de la Real Academia de Bellas
Artes y Ciencias Históricas de Toledo, pronuncié el discurso
inaugural del presente curso 2014-2015. Esto se hace por riguroso
turno, cada año un académico numerario, y decidí que Toledo
estuviera en el centro de mi intervención, con el título “Decálogo
para Toledo: ideas y propuestas de un historiador y bibliotecario”.
El discurso está publicado en la web de la Real Academia y accesible
en el siguiente enlace
http://www.realacademiatoledo.es/index.php?start=6
Al
respecto he recibido muchas llamadas y mensajes, que agradezco. Pero
quiero hacer público que me sorprende que buena parte de quienes me
han felicitado por este Decálogo tienen una actitud conformista, en
el sentido de que mi discurso puede ser un buen instrumento literario
e incluso histórico pero no creen, por ejemplo, que la despoblación
del casco histórico tenga solución. Y yo digo que claro que todos
los problemas cuando se plantean pueden tener solución, cuando nos
señalamos metas y retos que pueden parecer utópicos se pueden
abordar si confiamos en nuestro esfuerzo y, lo más importante, en el
esfuerzo colectivo.
Dije
en mi intervención que el eslogan que podríamos considerar para ese
sueño de los toledanos que deseen compartir o discutir las ideas que
propuse podría ser “De
la tolerancia al pacto”.
Y es que es fundamental, no sólo para Toledo sino para el conjunto
de nuestro país, la necesidad de pactar aquellos aspectos que
consideremos fundamentales para nuestra sociedad. Pero no habrá
pacto sin tolerancia, sin respeto al otro, si pretendemos
monopolizar la verdad. Toledo, ciudad de las tres culturas, no
estuvo exenta históricamente de confrontaciones e incluso de luchas
como consecuencia de ideologías o religiones; pero en esencia, ese
espíritu de tolerancia prevaleció y ahora debe ser un camino para
los toledanos del siglo XXI.
El Decálogo
comienza con la idea de Vertebrar
Toledo. La necesidad de un modelo de ciudad,
definir y trabajar por Toledo como un todo, como una ciudad única.
No debemos centrarnos en el casco histórico sin considerar a los
demás barrios toledanos ni viceversa. Pero para ello es preciso
Pensar Toledo, reflexionar
sobre Toledo de forma colectiva, contando con los expertos. Nuestra
ciudad no puede estar exclusivamente en manos de sus instituciones
políticas; necesita las ideas de la sociedad y de los colectivos y
entidades socioculturales, educativas y científicas. El
Padre Tajo, tercer
objetivo de mi Decálogo, tiene que estar presente de forma
estratégica en la vida de la ciudad y en los planes y proyectos que
se desarrollen. Y no sólo en los aspectos ornamentales: algún día
deben afrontarse con seriedad las claves del río: caudal y calidad
de sus aguas. Y efectivamente también hacer proyectos que animen a
los toledanos a mirar a su río, a amar nuestro rio. El cuarto
apartado del Decálogo se llama
Las personas son el Reino: ¿Qué
decirles de la gravedad de una ciudad sin gente, de un casco
histórico sin residentes? En la ciudad en la que llegaron a vivir
60.000, y según algunas fuentes, hasta 80.000 toledanos, hoy apenas
sobrepasamos los 10.000 habitantes.
Un casco histórico vivo necesita residentes, familias que vivan y
sueñen en el Casco. Ventajas fiscales, ayudas en cuantías no casi
simbólicas como ahora se otorgan y, sobre todo, convicción:
animemos a los toledanos a vivir en el casco, con ventajas.
El quinto apartado
se refiere al
paisaje, patrimonio permanente de
Toledo. Hace unos
años, el Gobierno Regional dio marcha atrás en los proyectos de
edificación en la Vega Baja, pero surgen nuevos riesgos y es
preciso que uno de los objetivos comunes de nuestra ciudad sea
defender el paisaje de Toledo.
La cultura
debe
constituir un firme pilar
de Toledo . Ha
de conjugar una política de eventos atractiva para los toledanos y
para atraer turismo, pero no puede relegar a los centros
socioculturales, que deben ofrecer servicios de primera calidad a los
ciudadanos que viven en los distintos barrios. El turista no puede
ser más importante que el toledano. Y las políticas culturales
deben mirar, especialmente, a los ciudadanos de Toledo, que han de
ser el foco de atención de toda labor cultural democrática. Esto no
impide programar acontecimientos culturales de gran resonancia que
difundan la marca Toledo
internacionalmente.
El
conjunto de la ciudad debe
considerar siempre
en el ámbito del
turismo
el patrimonio histórico-artístico y natural de Toledo como un
factor estratégico y sugestivo de atracción de turistas. Pero no
sólo por parte del sector tradicionalmente más vinculado al turismo
como es el hotelero y restauración. Junto al patrimonio, la cultura
es el otro ámbito que puede atraer turismo y consolidar la imagen de
ciudad cultural de Toledo.
Todos
estos aspectos de la vida toledana han de unirse a la necesidad de
relanzar una política económica que desarrolle el tejido industrial
y afiance también el sector servicios como fuente de riqueza y
empleo. Pero con un reto: no olvidar los sectores sociales más
vulnerables y más necesitados, que son los que más precisan el
esfuerzo conjunto de la sociedad.
El Decálogo dedica
sus últimos apartados a las dos ideas-fuerza que entiendo son
cruciales en este momento: La
lección de la tolerancia, donde
encontramos las
raíces de Toledo; y
la necesidad imperiosa de articular un gran
Pacto por Toledo, un
pacto de generosidad y de apertura, de respeto, de libre opinión,
que crea en la necesidad de que Toledo ha de construirse entre todos.
Pero ese pacto tiene que estar al margen de las confrontaciones
electorales y de los tiempos limitados de una legislatura.
Están próximas
las elecciones municipales, y ya anticipo que sólo votaré a quien
tenga en su programa el compromiso de construir Toledo desde la
generosidad, la esperanza, el compromiso y el esfuerzo colectivo.
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