Tiempo de elecciones, tiempo de bibliotecas
Este año hay elecciones autonómicas y municipales.
Creo que todo el mundo lo sabe. Partidos gobernantes, en oposición o emergentes
afilan sus estrategias para conseguir arrancar el voto a convencidos o a aquellos
que no saben a quién votar, desengaños, aquejados por la crisis o asqueados por
la corrupción imperante en nuestro país. Sin embargo, siempre he animado a
votar, eligiendo a aquel partido que se acerque
más o que desentone menos con los personales criterios de vida e ideas. No
votar significa desentenderse del ejercicio democrático y nos deja al margen de
la evolución del país. Todo no acaba con el voto, pues la democracia es un
ejercicio y una pasión diaria, pero desde luego el sistema democrático comienza
cuando depositamos nuestro voto en una urna.
En mi caso, hay cuatro aspectos que me interesarán especialmente: la
defensa de la vida, el apoyo a los sectores sociales más vulnerables y
necesitados, el incentivo de los mecanismos de participación para conseguir una
sociedad activa y las políticas de bibliotecas públicas. Ya sé que hay muchos
más aspectos importantes: la educación, los servicios sociales, el fomento de infraestructuras……Pero mi termómetro personal lo basaré en esos
cuatro ámbitos.
En elecciones pasadas el programa está dejando de
ser la referencia, unas veces por su inexistencia o por ser demasiado genérico;
y en otras ocasiones por sus sonoros incumplimientos. El programa de todo
partido político no es sólo imprescindible sino que los ciudadanos debemos
exigirlo para saber en qué políticos depositamos nuestra confianza. La política
no puede estar basada sólo en acciones de comunicación, en viscerales ataques
al adversario o en el carisma personal de un candidato. La política responde a
satisfacer un modo de vida, de convivencia y de resolución de los problemas
cotidianos de las personas, siempre en clave de servicio y nunca de poder. Tal vez algún lector a estas
alturas de mi artículo me considerará ingenuo y habrá dejado de leer. Pero
necesito creer en la política como un ejercicio noble, un arte en el servicio a
la sociedad y además siempre en clave de esperanza. Estar en política hoy
constituye una oportunidad para participar de forma constructiva en el modelo
de sociedad que deseamos para nosotros y para nuestros hijos.
En el ámbito de las bibliotecas públicas, los
problemas históricos para este servicio público, no regulado convenientemente
por la legislación nacional, se han agrandado en los últimos años por los
recortes presupuestarios que han caído sobre muchos sectores. Siempre he
defendido que, con independencia de lo que dice la Ley de Bases de Régimen
Local, que sólo obliga a tener biblioteca a los ayuntamientos de localidades
con población superior a 5.000 habitantes, la biblioteca pública debe ser un
servicio básico y neurálgico para las comunidades locales y es un derecho de todos
los ciudadanos. No sólo significan la puerta democrática para el acceso a la
sociedad de la información sino que además son el centro de convivencia, ocio,
educación permanente y actividad cultural más importante de cada ciudad.
Aunque dejo para otra ocasión mis propuestas
concretas y el análisis de la situación actual de nuestra Comunidad Autónoma en
este ámbito, sí quiero ahora hacer un llamamiento a todos los partidos
políticos a que no olviden a las bibliotecas en sus propuestas electorales.
Apenas trece euros por ciudadano es el gasto corriente que las distintas
administraciones públicas dedican en nuestra región a los servicios
bibliotecarios. Es sin duda una cantidad exigua, muy alejada del gasto
educativo, en servicios sociales o en carreteras, por ejemplo; pero los
lectores se sorprenderán que el gasto medio por habitante sea de ocho euros en
el conjunto de España y que sólo nos superan regiones como Cataluña o el País
Vasco. En definitiva, a nivel regional y en cada ayuntamiento, los partidos
tienen este año una oportunidad de apostar por servicios públicos de calidad y
que además atraen de forma voluntaria a millones de personas. Consolidar puestos de trabajo dignos, disponer de un presupuesto para renovar
las colecciones o para realizar un programa permanente de actividades
culturales, adecuar las instalaciones en muchos casos obsoletas y abrir
bibliotecas municipales en ciudades que, como Guadalajara, no cumplen la ley y
nunca han abierto una biblioteca. Sabemos de las dificultades presupuestarias,
pero ahora precisamente es cuando el político tiene que establecer prioridades
y dedicar los dineros públicos a los servicios más necesarios para los ciudadanos.
Y, desde luego, las bibliotecas públicas no pueden ser olvidadas. Deben estar
en la agenda y el programa de cualquier partido político.
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