viernes, 28 de septiembre de 2007

El corazón de la lectura



El corazón de la lectura*

            Nadie pensaba que Matías sobreviviese a su empeño más de unos meses. Conseguir una sociedad lectora en este pequeño pueblo de 563 habitantes estaba condenado al fracaso. Los bares, el pequeño polideportivo, los viajes a la capital, la gran televisión de 50 pulgadas que agrupaba a los vecinos en los grandes partidos, el centro de Internet que habían instalado los de Ciencia y Tecnología y que se había convertido en un ciber, como los que había de pago en las ciudades…Todo esto sí que eran actividades de ocio con etiqueta garantizada de éxito. Por eso cuando el Ayuntamiento, desafiando legislaciones e incluso criterios de profesionales avanzados, decidió abrir una biblioteca pública, todos, casi sin excepción, vaticinaron que antes de un mes cerraría sus puertas.

            Pero los agoreros se equivocaron. Aquella colección de libros amplia y actualizada, para todos los públicos, como las grandes películas, atrajo ya en la primera semana a los vecinos y en la estadística de esos 6 días Matías contabilizó 177 socios de carnet y 915 préstamos. Además, la sección de música, las películas en DVD y el lote muy selectivo de 100 CD-ROM,  todo ello aportado por el Servicio Regional de Bibliotecas, consiguió que personas que tradicionalmente padecían una considerable alergia al libro, no tuvieran reparo en acceder a las salas de la biblioteca. Claro que la cuidada campaña de publicidad hacía difícil resistirse al indudable encanto de la biblioteca: Matías, el joven bibliotecario, había visitado una a una todas las casas de la localidad e invitado a cada residente a conocer los servicios de la biblioteca pública. Y esta cercanía supuso un dato que al Alcalde le emocionó y le llenó de escalofríos: “¿Qué ya hay 378 socios, Matías?”, preguntó la máxima autoridad municipal con un gesto de alegre sorpresa. Pero lo importante no eran los fríos datos estadísticos.

            Durante el segundo mes, el horario de la biblioteca, que había comenzado a abrir sus puertas en jornada de tarde, se aumentó e inició sus actividades a las 10 de la mañana. Primero eran los jubilados, que leían la prensa que por primera vez llegaba al pueblo, porque el quiosco o la librería nunca fueron negocios rentables en tan pequeña localidad.  A las 12 un grupo de 15 mujeres formaban el primer club de lectoras de la biblioteca, y alguna llevaba a su bebé, que abría sus ojos de alegría cuando Matías, el bibliotecario, ponía entre sus manos pequeñas un libro de imágenes que arrancaba sonoras exclamaciones en esas criaturas.

            Matías fue convirtiéndose en asesor,  cómplice,  confidente, en amigo…Había escuchado en una conferencia de otro bibliotecario un verso profético: “estás llamado a ser un dirigente”, escritas hace décadas por el poeta Bertolt Brecht, en alusión al papel neurálgico que un bibliotecario tenía en la comunidad local, especialmente en tan pequeños municipios. Y creyó que el libro, como en general la cultura, era “un arma de futuro expansivo”, en palabras de Celaya, y que la biblioteca estaba llamada a ser la puerta democrática de acceso a la lectura y a la información. Pero las sombras alargadas, las carencias de las políticas bibliotecarias de nuestro país, incluso el desánimo de muchos profesionales habían propiciado en él una inicial actitud de recelo, de estar a la defensiva, dudando tal vez si esta profesión tan especial se introduciría, como algunos decían, en lo más hondo de su ser.

            Las colecciones pronto fueron ampliadas y toda la actividad cultural, de ocio y de participación, comenzó a generarse desde la biblioteca. Todavía guardo en la retina de mis ojos la imagen de aquel pueblo que en masa acudió a la plaza del Ayuntamiento para contemplar la obra de teatro que el grupo de jóvenes de la biblioteca representó  bajo el aliento de Matías, el bibliotecario, y la ayuda de un autor amigo que había conocido el creciente precio de la fama de esta  biblioteca.

            Los ojos de los pueblos vecinos se posaban, con cierta envidia, en este pequeño pueblo de los Montes de Toledo. Pronto la Biblioteca amplió sus instalaciones, y allí los ordenadores del fracasado Centro de Internet, constituyeron el núcleo para nuevos servicios. Ahora sí que aprovechaban las gentes los modernos equipos informáticos, y descubrían que el bibliotecario era un mediador de la información, alguien que les ayudaba a no utilizar las nuevas tecnologías para juegos y barridos rápidos por la Red y a descubrir día a día cómo buscar y utilizar esa ingente información para no perecer en el intento. También cobró nueva vida el viejo Centro de Turismo Rural que, como los ojos del Guadiana, funcionaba y dejaba de funcionar, a merced de la dichosa subvención; la biblioteca, se convirtió en un verdadero centro de información local y la vertiente turística sirvió para que los centenares de personas que, sobre todo en verano, pasaban por el municipio conocieran una biblioteca que les sorprendía y que veían como una gozosa y deslumbrante realidad cultural, educativa y de información.

            El Alcalde, Genaro Martínez, se convirtió en un verdadero abanderado de la causa de la biblioteca pública. En el nuevo presupuesto municipal no sólo incrementó espectacularmente la partida destinada a fondos bibliotecarios y a actividades de difusión. Consiguió el apoyo del Pleno, incluso del grupo de la oposición que había criticado la creación de un servicio público como la biblioteca porque este Ayuntamiento no tenía obligación legal de ponerla en marcha. Pero si la biblioteca se estaba convirtiendo en un verdadero ejemplo y objeto de deseo, no dudó el Alcalde en plantear una medida que causó, nuevamente, una sorpresa infinita: “Pero esta proyección social y cultural de la biblioteca no sólo precisa de esfuerzos financieros. Para no morir de éxito, necesitamos un segundo bibliotecario…” El debate fue muy fuerte, a veces tenso, por lo que el Alcalde llamó a sus mejores aliados: Matías, el bibliotecario, hizo una sosegada pero apasionada  intervención, en defensa del papel de la biblioteca en tan pequeño municipio; luego habló Juana, la coordinadora del Club de Lectoras, de forma deslumbrante, citando incluso a unos cuantos  autores que habían escrito sobre el importante papel del libro, la lectura y la información en el desarrollo de la persona, y que terminó diciendo: “Pero el bibliotecario es el corazón de la biblioteca. Y si hay dos corazones, tenemos muchas más garantías de que la cosecha sea más fructífera. Sr. Alcalde, señoras y señores concejales: que otros pueblos se gasten el dinero en fuegos de artificio; pero que el nuestro destaque para que el libro esté en el corazón de la gente”. Y, al terminar, un nudo ató su voz, y unas lágrimas de emoción sembraron de luz la sala de plenos. Finalmente fue un niño de 7 años, Moisés, quien leyó la carta que había mandado al Rey y al Presidente del Gobierno preguntándole porqué los pueblos pequeños no podían tener biblioteca, porqué las leyes que hacen en las Cortes no obligan a que en todas las localidades de España haya una biblioteca pública. Moisés, el niño defensor de las bibliotecas, todavía cuenta a sus amigos, y una vez lo contó en un periódico provincial, que no entendía la respuesta que le había dado el Presidente: “Es cuestión de presupuesto; no se puede gastar tanto dinero en un servicio público para tan pocos vecinos”. Y el inteligente niño lanzaba siempre una pregunta: “¿Entonces, los  que vivimos en los pueblos pequeños no tenemos derecho a leer?”

            Y claro, no se habló más: toda la Corporación aprobó la moción del alcalde. Y en el pueblo, ya con 599 habitantes, al poco tiempo hubo una gran fiesta en la biblioteca: una nueva y también joven bibliotecaria había llegado para poder ampliar y mejorar los servicios bibliotecarios. Y los indicadores estadísticos siguieron marcando retos que llenaban de admiración a tanto político que jamás creyó en la fuerza transformadora de la biblioteca pública. Y pronto una librería abrió sus puertas y los índices de lectura de prensa del municipio asombraban a los expertos de la universidad regional que esos días hacían un estudio sobre hábitos de promoción lectora. Y en sus conclusiones una frase llenaba de interrogantes a quienes todavía no estaban convencidos del papel esencial de la biblioteca en la comunidad: “Promover lectores, hacer lectores, es sinónimo de hacer personas, de educar de forma permanente. Y para esta tarea, no bastan los Planes nacionales o regionales de Lectura; son inútiles las costosas campañas publicitarias en medios de comunicación. La lectura debe de nacer en el corazón, y para que ese hábito sea permanente y genere el placer de leer, ningún instrumento mejor que la biblioteca pública. La biblioteca es el corazón de la lectura.”·

            Pero ni el Presidente, ni el nuevo ministro de Cultura, ni la Federación de Municipios y Provincias, ni el Director General del Libro y Bibliotecas del Gobierno de España escucharon ese clamor que se extendía por pueblos y ciudades de todo el país: “La biblioteca pública es el corazón de la lectura”. Y siguieron sin legislar para que leer fuera un derecho de todos, para que las bibliotecas estuvieran en la vida de todas las personas. De todos los pueblos. De todas las regiones. Sin desigualdades.

            Mientras tanto, en los Montes de Toledo, un pueblo significaba y representaba  el mejor ejemplo de fusión de la biblioteca con la comunidad local. Y Genaro, el alcalde, y Matías, el bibliotecario, comenzaron su labor de apóstoles de la lectura y las bibliotecas: eran llamados a Congresos, Jornadas Técnicas, Ferias del Libro e incluso al Parlamento regional para que contaran su experiencia bibliotecaria. Son los nuevos sembradores de semillas lectoras que generan en la sociedad frescas esperanzas. Y siempre terminan su intervención con una frase que un grupo de bibliotecarios pronunció hace varios años con emocionada pasión: “Una biblioteca es como una estrella en su municipio. Por eso,  nos consideramos sembradores de estrellas”. Y sienten que, en esta carrera de relevos a favor de la biblioteca y la lectura, ellos han cogido el testigo.



* Escrito en septiembre de 2007, fue publicado en Noticias Toledo. Año II, núm. 40 (28-9-2007), p. 2.   

1 comentario:

  1. Me encanta.
    Es tal y como la vida misma de los bibliotecarios que disfrutamos haciendo nuestra trabajo en pequeñas poblaciones, donde una de las cosas gratificantes del día a día son esa gran, o pequeña Biblioteca

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