miércoles, 15 de abril de 2015

Entrevista en Infobibliotecas. Promesas electorales. Entrevista sobre elecciones.

¿Qué balance haces de las políticas municipales y autonómicas ejecutadas en los últimos cuatro años respecto a las bibliotecas?

Sinceramente no conozco en detalle las políticas bibliotecarias seguidas por ayuntamientos y comunidades autónomas en todo el país. Hay, lógicamente, de todo, pues como he dicho muchas veces en España en el campo de las bibliotecas públicas hay  un verdadero marco de desigualdades. La situación depende de la legislación existente en cada región o del interés institucional y político de cada gobernante. Al contrario que en otros servicios públicos (centros docentes, sanitarios…) que existen unos parámetros y obligaciones de carácter estatal, las bibliotecas públicas siguen siendo demasiadas veces una opción muy voluntarista. Las diferencias entre regiones y localidades son enormes, y ahí están los datos para corroborar el mayor o menor interés político en los servicios bibliotecarios. Lógicamente, como interesado por las políticas bibliotecarias,  sigo los datos estadísticos del conjunto del país, y desde luego son significativos de los recortes y del parón que se está produciendo en los servicios de bibliotecas públicas en nuestro país.
Las estadísticas de bibliotecas públicas españolas que coordina y publica el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte son bien explícitas de estas diferencias de políticas. Aunque los últimos datos corresponden al 2012 y faltan los de Cataluña, que lamentablemente lleva varios años sin aportar información estadística al sistema, creo son elocuentes. Por ejemplo, en documentos por habitantes lideran las colecciones Navarra (3,2) y Castilla-La Mancha (3,0) frente a regiones como Canarias (1,06),  Madrid (1,15), Andalucía (1,18), Cantabria (1,32), Valencia (1,40). La media nacional es de 1,67.
Si cogemos otro indicador significativo, como el del gasto corriente por habitante, con un gasto medio de 7,99, que es ridículo frente a cualquier otro servicio público, las diferencias son también abrumadoras. Están a la cabeza el País Vasco, con 17,29 € y Castilla-La Manchas, con 13,25.  En el polo opuesto están Baleares (3,78 €), Canarias (4,57 €), Valencia (5,18 €), Andalucía (5,64 €). Invito a ver otros indicadores para no alargar aquí la serie.

Sí he seguido, lógicamente, y conozco bien las políticas desarrolladas en Castilla-La Mancha. El Gobierno regional siempre actuó de “punta de lanza” en las políticas, promoviendo programas de apoyo a las bibliotecas municipales (ayudas para personal, adquisición de colecciones, actividades culturales, e incluso para inversiones) y todo ese entramado de colaboración económica se ha paralizado. Muchos ayuntamientos han rebajado sus aportaciones hasta el mínimo e incluso en las cinco bibliotecas públicas del Estado, gestionadas por la Junta, se han producido descensos escandalosos. Afortunadamente los ciudadanos respaldan a las bibliotecas y por ello las bibliotecas municipales se están manteniendo contra viento y marea. 

¿Qué modelo de biblioteca pública os gustaría ver reflejado en los programas electorales de las fuerzas políticas que se presentan a las próximas elecciones municipales y autonómicas?

Lo que es el servicio de biblioteca pública está bien expresado en la legislación, en documentos de IFLA, en el Manifiesto de la UNESCO, etc. Lo que ocurre es que dependiendo del tipo de población puede enfocarse de distinta manera.  En la mayoría de los municipios la Biblioteca Pública debe constituir el centro sociocultural e informativo más importante para la comunidad. No sólo es la puerta democrática de acceso a la información, la cultura, la educación permanente y el ocio positivo. Es que debe asumir el papel de lugar de encuentro, de debate público, de convivencia, de acogida de sectores sociales de todo tipo. La biblioteca pública prescinde de barreras ideológicas, sociales, religiosas, lingüísticas, de edad, de nivel social…y acoge a todos los ciudadanos.  Esto no es una teoría: cualquier persona debe sentirse en una biblioteca como en su propio y hogar y, lógicamente, los políticos responsables de la institución de la que depende la biblioteca no pueden seguir criterios partidistas para gestionar el centro. La biblioteca es un centro de libertad y un faro de esperanza, y en época de crisis como la actual es la institución que garantiza el acceso de todos los ciudadanos al conocimiento. En las grandes ciudades es lógico que existan otros centros culturales, pero aún en esos casos la Biblioteca debe ser un amplio espacio de oferta de servicios: exposiciones, conciertos de pequeño formato, ciclos de conferencias, presentaciones de libros, cuentacuentos, cine, teatro, clubes de lectura, reunión de colectivos…

Esto puede parecer una teoría, pero es la realidad en una biblioteca como la que yo dirijo, la Biblioteca de Castilla-La Mancha, y en  tantísimas bibliotecas de nuestro país.. Pero, lamentablemente, hay gentes que no creen en este modelo de biblioteca, que incluso piensan que en la era de internet las bibliotecas y los bibliotecarios ya no hacen tanta falta (que tenemos a google  ¡vamos!).  Pero no es así. Necesitamos bibliotecas en nuestra vida. Una biblioteca –y perdóneseme la definición un poco “comercial”- es una gran superficie cultural, informativa y educativa y cada día debe ofrecer “ofertas” a los ciudadanos que les animen a ir a la biblioteca. Las bibliotecas no pueden caer en la rutina y de forma permanente deben estar presentes en la vida de las personas y de la sociedad.

¿Qué prioridades deben tener las políticas municipales respecto a las bibliotecas en los próximos cuatro años?

Los ayuntamientos en el período democrático han realizado sin duda un gran esfuerzo financiero. Pero a veces sin cabeza. Quiero decir que es necesario articular las políticas culturales en torno a las bibliotecas públicas y dejarse de crear tantos centros culturales (salas de exposiciones, centros cívicos,…) luego difíciles de mantener. Esto sobre todo es fundamental en localidades de hasta aproximadamente 25.000 habitantes y, desde luego, imprescindible en localidades menores de 10.000 habitantes. En ciudades como Toledo hay centros culturales sin una planificación y oferta continuada, a veces monumentos faraónicos ahora paralizados, mientras que   las bibliotecas municipales están igual que hace décadas, con horario escaso y sin apenas personas sin presupuesto.
Luego hay ayuntamientos que no cumplen siquiera la obligación de tener una biblioteca pública en su municipio. Vengo denunciando desde hace décadas que un ayuntamiento de capital de provincia como Guadalajara que no tiene ni una biblioteca pública y la ciudad sólo dispone de la Pública del Estado.
Otra cuestión es el número de bibliotecas en los municipios mayores de 5.000 habitantes. En otros servicios (educación, sanidad…) se han construido centros de acuerdo a las necesidades de la población. En bibliotecas no siempre ha sido así y muchas veces entendemos que porque una ciudad tenga una biblioteca ya tenemos atendida la población. La cuestión de las verdaderas redes de bibliotecas en localidades de más de 25.000 habitantes en una asignatura pendiente en muchas localidades españolas. Y no estoy poniendo el acento en lo negativo: claro que se ha hecho mucho en bibliotecas durante los últimos treinta años, pero es insuficiente. Leer, la información, la educación permanente…todos los servicios que se prestan desde una biblioteca pública constituyen un derecho de todos los ciudadanos, independiente de en qué localidad o en qué región vivan. Y no debe discriminarse a nadie por vivir en un municipio pequeño. En Castilla-La Mancha hemos sido muy progresistas y nuestra legislación “obliga” a tener biblioteca en municipios mayores de 1.000 habitantes, frente a lo establecido en todo el país. Pero no es fácil.

¿Qué medidas concretas pueden impulsarse desde municipios y CCAA para que las bibliotecas se conviertan en epicentro de la vida cultural de sus comunidades?

Ahora precisamente necesitamos que las bibliotecas sean el centro neurálgico de los ciudadanos, que lance propuestas de regeneración y de cultura para la sociedad a la que sirve, que disponga de colecciones actualizadas, que sea el lugar de expresión y de vida cultural de todos los colectivos. La biblioteca debe trabajar en coalición y complicidad con la sociedad y tener una presencia pública permanente a través de sus programas y de los medios de comunicación. Pero esto no es cosa de “magia”.  Las bibliotecas precisan bibliotecarios profesionales y con unos horarios que garanticen un servicio adecuado a los ciudadanos.  No puede haber bibliotecas que abren unas horas o unos días. Igual ocurre con las adquisiciones: necesitan un presupuesto que garantice la actualización de la colección y, consiguientemente, el interés de los usuarios por acudir a la biblioteca a utilizar sus servicios. Igual ocurre con las nuevas ofertas de libros electrónicos: han de buscarse fórmulas a nivel nacional para ampliar el catálogo, sin que ello suponga una concentración del gasto del presupuesto en esos nuevos servicios.

En época de crisis y de recortes, hay que exigir a los responsables políticos que no tomen la decisión fácil de prescindir de biblioteca o del bibliotecario o disminuir sus presupuestos de forma tal que hagan inviable o poco atractivo el servicio de biblioteca pública. Cuando hay disminución de presupuestos públicos, los responsables tienen que hacer una profunda reflexión sobre las prioridades políticas y sociales que han de seguirse en cuanto a la elección de las prioridades de actuación. Por ejemplo, no pueden gastarse en actuaciones culturales de “escaparate· (grandes conciertos y exposiciones, conmemoraciones…) cantidades enormes mientras que a las bibliotecas se destinan presupuestos ridículos. A veces dejar de hacer varios  kilómetros de autovía garantiza el funcionamiento de una red regional de bibliotecas con dignidad. Los presupuestos estoy de acuerdo que no pueden ser inmovilistas pero tiene que haber un equilibro y un traspaso de partidas a unos servicios como las bibliotecas públicas por los que pasan cada día millones de personas.

En definitiva, los bibliotecarios hemos de hacer un esfuerzo pedagógico sobre las bondades de la biblioteca pública, cada uno en su marco de actuación. Y conseguir la complicidad de los usuarios: si tenemos el apoyo de la sociedad ningún político se atreverá a cerrar una biblioteca pública o a disminuir de forma radical sus presupuestos.

Por todo esto es importante una presencia pública y una exigencia seria, sobre todo desde las asociaciones profesionales, para que los partidos políticos incluyan en sus programas propuestas para las bibliotecas. Yo al menos lo haré para mi región.

¿Es necesario introducir cambios legislativos a nivel autonómico en relación a las bibliotecas públicas? En caso afirmativo, ¿en qué aspectos?

Durante décadas clamé por una ley nacional de bibliotecas, exactamente de coordinación bibliotecaria. Prediqué muchas veces en el desierto, plantee esa necesidad en todos los foros profesionales e institucionales a los que asistí, escribí artículos de opinión en prensa nacional y regional…Pero cuando finalmente se aprobó la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas, resulta que es un monumento a la estupidez y la escenografía. Es una Ley que no sirve para corregir ninguno de los problemas de las bibliotecas de nuestro país, a pesar que en  la tramitación se introdujeron enmiendas presentadas por asociaciones e incluso por otros partidos. Pero finalmente el PSOE en la última sesión de aprobación en el Congreso deshizo el camino andado y anuló las modificaciones que incluso ellos mismos habían presentado. Digo esto porque lo primero que habría que hacer es una modificación más ambiciosa de esa Ley. Ya sé que algunos hablan de que las comunidades autónomas tenemos competencias en política de bibliotecas, pero ello también ocurre en la sanidad o en la educación y sin embargo tiene que haber una ley-marco que establezca quién debe prestar el servicio de biblioteca pública y cómo debe ser ese servicio en función de la población a atender.
Eso es lo primero que hay que hacer. En este sentido sería necesario paralelamente demandar a la Unión Europea una directiva que obligue a los Estados miembros a prestar el servicio de biblioteca pública en unas condiciones que se garantice ese derecho de los ciudadanos de la Unión.

A partir de esas dos iniciativas legales, habrá que abordar la reforma de algunas de las leyes autonómicas, especialmente de aquellas que no han desarrollado suficientemente su legislación y normativa. A veces la ley no es suficiente pero es un paso necesario. Y luego hay que continuar luchando: por ejemplo, en Castilla-La Mancha contamos con una Ley que yo creo que es excelente –dentro de las posibilidades-, una ley que yo llamo de “segunda generación” que se promulgó en 2011. Se aprobó en la anterior legislatura y en la actual está costando mucho trabajo su desarrollo. Hay un aspecto crucial: la firma de convenios entre la Administración Autonómica y las Administraciones Locales para garantizar el servicio de biblioteca pública de forma estable. De momento, a pesar de que la Junta  ha dejado de destinar recursos a subvencionar programas de las bibliotecas municipales, se está manteniendo la Red, aunque se hayan producido algunos cierres. Pero es fundamental garantizar la financiación que garantice que el servicio de biblioteca pública no va a depender de vaivenes políticos o personales. Tenemos un gran castillo, una gran red de 500 bibliotecas, que podría desmoronarse como un “castillo de naipes” si no se garantiza esa estabilidad. Que hubiese un compromiso de las Administraciones Públicas para la nueva Legislatura ya sería mucho, aunque nos parezca poco relevante…

¿Cuáles son los grandes errores que se cometen habitualmente en las políticas municipales y autonómicas respecto de las bibliotecas y que convendría evitar?

 En bastantes comunidades autónomas y en numerosas ciudades españolas hay grandes carencias en sus políticas bibliotecarias.  La primera cuestión, de orden conceptual, ya la he expresado: no se da a la biblioteca pública la importancia y consideración que tiene para los ciudadanos o que debe tener. En la sociedad de la información las bibliotecas tienen un papel esencial, crucial, y precisan de recursos. Creo que este primer error es común a ayuntamientos y comunidades autónomas. El segundo error, en los municipios, es no considerar a la biblioteca como un centro vertebrador y generador de la política cultural e informativa del municipio. Un tercer error es la atomización de espacios culturales (salas de exposiciones, centros de juventud, centros de mayores centros cívicos y culturales, centros de internet…), que luego no pueden prestar un servicio adecuado, con horarios insuficientes, muchas veces cerrados, personal escaso o falto de preparación técnica…  Por ello tenemos un mosaico muy grande de situaciones: ciudades medianas o grandes con unas redes de bibliotecas muy potentes, que muchas veces son el servicio mejor valorado por los ciudadanos, frente a ciudades de similar población con un número ridículo de bibliotecas, sin planes estratégicos, que no programan actividades culturales, con presupuestos escuálidos y poco personal….


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