Elegir
bibliotecas públicas
Un refrán
castellano sentencia que “somos
pobres hasta para pedir”. Yo
podría reinterpretarlo de esta forma: “somos
pobres hasta para soñar”. Y
lo digo a propósito de mi reciente artículo sobre la necesidad de
bibliotecas municipales en la ciudad de Guadalajara. En realidad, ese
texto viene a continuar mi opinión a favor de que los servicios
bibliotecarios sean un derecho de todos los ciudadanos, vivan donde
vivan. He insistido en clamar por esos tres millares de municipios
españoles que carecen de biblioteca o de otra forma de servicios de
acceso a la lectura y la información. En Castilla-La Mancha, soñamos
con el reto, con la utopía de obligar a los municipios mayores de
1.000 habitantes a disponer de biblioteca pública, en lugar de sólo
los de más de 5.000 habitantes como dispone la Ley de Bases de
Régimen Local. Y antes incluso de que hubiera una ley que ratificara
esa obligatoriedad ya se había conseguido; e incluso hay bibliotecas
que funcionan estupendamente en localidades muy pequeñas.
La clave estuvo en
pensar que leer es la actividad más importante de la persona y que
las bibliotecas son la puerta democrática para acceder a los libros,
la prensa, la educación permanente, la creatividad cultural, la
convivencia ciudadana, la participación de las personas en la vida
pública…Para conseguir una sociedad lectora lo fundamental no es
hacer campañas de comunicación ni planes de lectura: hay un trípode
esencial para conseguir ciudadanos lectores que sean libres,
críticos, constructivos, solidarios…La familia, el centro
educativo y la biblioteca pública. Pero las familias están
absolutamente mediatizadas por el modelo de vida que propugnan los
medios de comunicación, las estrategias de consumo, los intereses de
las grandes marcas...Los centros educativos empezaron a ser
importantes cuando constituyeron un servicio obligatorio, que prestó
el Estado y, en la actual configuración territorial, la
Administración Autonómica. Por eso la proliferación de nuevos
centros educativos es elogiable, en todas las ciudades y formando una
red que atiende a toda la población. Pero las bibliotecas públicas
son distintas: la obligación de crearlas y sostenerlas la tienen los
Ayuntamientos, aunque sólo en el caso de los mayores de 5.000
habitantes. ¿Y qué ocurre si no crean bibliotecas? Pues a lo visto
en Guadalajara y en otras ciudades españolas, nada. Los ciudadanos,
a través de las asociaciones de vecinos podrían impugnar los
presupuestos municipales de esas ciudades por no destinar los
recursos a los servicios que deben prestar obligatoriamente.
Pero, en el otro
polo, ha habido muchos alcaldes y alcaldesas inteligentes que saben
que las bibliotecas son servicios básicos, esenciales para los
ciudadanos que viven en sus localidades. Y por ello han realizado el
esfuerzo presupuestario para que funcionen y sean centros vivos e
imprescindibles en sus comunidades locales. El Gobierno regional de
Castilla-La Mancha estimuló con ayudas la creación de bibliotecas
públicas, de acuerdo con dos principios básicos de actuación:
cofinanciación
y corresponsabilidad.
Y luego llegaría la nueva ley de bibliotecas de nuestra comunidad,
que hasta el momento ha sido papel mojado porque la distribución de
la participación presupuestaria de las distintas administraciones
públicas no se está cumpliendo. Afortunadamente comienzan a ponerse
en marcha algunas de las previsiones de la Ley, como el Mapa
de Bibliotecas Públicas
o los distintos consejos. Pero no se han firmado convenios entre la
Junta y los ayuntamientos y no se han vuelto a convocar los programas
de ayudas económicas para las bibliotecas municipales. Podría
decirse que el Gobierno de Castilla-La Mancha tiene miedo a fabricar
ciudadanos lectores, críticos, independientes…El mayor incumplidor
de la Ley
3/2011, de la Lectura y de las Bibliotecas de Castilla-La Mancha
es el. Propio Gobierno Regional, apoyado en un parlamento autonómico
que tampoco ama la Cultura y las bibliotecas.
La carencia de
bibliotecas municipales en Guadalajara es tercermundista. No puede
ser que sólo la Biblioteca Pública del Estado preste servicios a
los casi 84.000 habitantes de la ciudad, además de ofrecer servicios
de red a toda la provincia. El Ayuntamiento
de Guadalajara
tiene la obligación de crear una Red
Municipal de Bibliotecas
que paulatinamente ofrezca servicios de cercanía a todos los barrios
y pedanías. Y debe pedir ayuda al Gobierno Regional y a la
Diputación Provincial, que también tienen sus obligaciones. Repasen
el número de centros educativos, sociales e incluso culturales y
comprobarán que las bibliotecas públicas no pueden ser un servicio
olvidado en la ciudad de Guadalajara.
Las bibliotecas
municipales están olvidadas también en la capital de la región,
que mantiene desde hace décadas cuatro bibliotecas que no crecen ni
en instalaciones, en personal, en horario… Toledo se vende como una
gran muestra cultural que parece planificarse para que sea un gran
escaparate de iniciativas de todo tipo. Pero poco o nada hace el
Ayuntamiento toledano para conseguir que sus bibliotecas tengan un
horario de apertura de mañana y tarde, también los sábados, y un
personal bibliotecario que pueda trabajar en coalición con la
sociedad que vive en esos barrios. He prometido un próximo artículo
sobre las bibliotecas de la capital toledana pero quiero recordar que
en estos treinta años de la declaración de la ciudad como
Patrimonio de la Humanidad las bibliotecas están totalmente
olvidadas.
En Medellín
(Colombia) donde he dicho que las bibliotecas son el servicio
cultural y social emblemático de la ciudad se está llegando a unos
extremos que no me resisto a comentar. Existe una verdadera red de
Parques Bibliotecas y otros centros bibliotecarios que forman el
Sistema
de Bibliotecas Públicas de Medellín.
No sólo conservan contenidos sino que construyen realmente una
verdadera actividad ciudadana y pone en contacto a los distintos
sectores sociales. Es verdad que Medellín tiene 2,5 millones de
habitantes pero hoy son una verdadera referencia bibliotecaria y
cultural para muchos países y ciudades. Allí “Las
bibliotecas son parte fundamental del encuentro ciudadano”. Las
personas, a través de distintos procedimientos, tienen una
importancia en la planificación de la ciudad, participando en el
destino de una parte de los presupuestos municipales. Los barrios
tienen el objetivo de contar con tres servicios públicos: centro
educativo,
centro
sanitario
y biblioteca.
Lógicamente no todo se puede hacer al mismo tiempo. Pues bien, hace
poco más de un año, en una reunión para priorizar el primer
servicio con el que dotar a uno de los grandes barrios, la elección
fue sorprendente: los vecinos dijeron que lo primero que querían era
una biblioteca, porque así se formarían los ciudadanos y después
llegarían los restantes servicios. Y así se ha hecho. Esto es sin
duda inimaginable en nuestro país y en nuestras ciudades. Porque la
cultura es la gran olvidada de los políticos y las bibliotecas
constituyen un servicio público que, aunque algunos demos singular
importancia a estos centros, no es así generalmente.
Por ello, invito a
los ciudadanos de Castilla-La Mancha a soñar, a exigir servicios
bibliotecarios, a no votar en próximas elecciones a aquellos
políticos que no tengan a las bibliotecas públicas entre sus
prioridades. Contesto a los conformistas: claro que hemos avanzado en
las últimas décadas en el ámbito de las bibliotecas, pero en
ningún caso se ha hecho al ritmo de otros servicios públicos. Las
bibliotecas, centros de conocimiento y de libertad, santuarios de la
diversidad; servicios públicos sin barreras ideológicas, sociales,
religiosas, educativas, raciales, tienen que estar necesariamente en
todos los barrios, en todos los pueblos, en todas las ciudades.
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