Desigualdades en el Estado autonómico:
las bibliotecas, un derecho de todos
Soy defensor del Estado de las
Autonomías, pero numerosas veces he criticado las fuertes desigualdades que se
están estableciendo de unas regiones a otras. Estos días, por ejemplo, las
fuerzas de seguridad del Estado protestan por sus bajos salarios y reivindican
que se equiparen a los de algunos cuerpos autonómicos. Esto no es nuevo, pues
protestas de este tipo se vienen produciendo desde hace décadas por los
salarios de funcionarios o incluso los cargos institucionales de unas u otras
comunidades autónomas o por el acceso dispar para el acceso a la función
pública. También se hace visible en la atención sanitaria, en las dificultades
para la dispensa de medicamentos cuando un ciudadano está fuera de su región. Y
no digamos en el sistema educativo… Ahora los partidos políticos están
instalados en la opinión de que la Constitución de 1978 ya no tiene vigencia,
está muerta, e intentan unos su reforma y otros su derogación. Claro que las
constituciones no son eternas, pero antes de su abolición habría que tener la
valentía de cumplirla y de adaptarla a las necesidades institucionales,
sociales y políticas de una España que tiene ya cuatro décadas de vida amparada
en la Constitución de 1978. Y de utilizar los cauces que tiene en su articulado
para corregir los defectos y desigualdades que se producen en unas y en otras
comunidades autónomas. Ya hemos visto polvoreda de la aplicación del famoso
artículo 155. Y estamos de acuerdo en la prioridad de desarrollar la función
del Senado y otros temas puntuales de todos conocidos y aceptados. Pero hay
otros artículos que yacen olvidados, al menos en la práctica, y que los
gobernantes parecen huir de ellos como de la peste.
Un caso muy claro es el artículo
149.1.1ª), esencial para conocer el papel de la Administración General del
Estado en la resolución de estas desigualdades: “El Estado tiene competencia exclusiva sobre…la regulación de las
condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el
ejercicio de los derechos y en el incumplimiento de los deberes
constitucionales.” El artículo 150.3 prevé incluso que “… podrá dictar leyes que establezcan los
principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las
Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia
de éstas, cuando así lo exija el interés general…”
Pero preferimos certificar la mortandad de
nuestra Constitución, aunque se celebre a bombo y platillo su aniversario, en
lugar de utilizar las posibilidades institucionales que aporta. No me resisto,
una vez más, a citar la desigualdad existente entre regiones e incluso entre
municipios en un servicio público que considero esencial: la biblioteca pública. Como he denunciado
reiteradamente, más de tres mil municipios españoles carecen de todo servicio
bibliotecario y, además, llevamos décadas instalados en el desarrollo de
desiguales políticas bibliotecarias autonómicas y locales. Personalmente, he
demandado y luchado por una Ley nacional de Coordinación Bibliotecaria, promesa
que venía desde tiempos preautonómicos, y que a mediados de la primera década
del siglo XXI parecía que iba a ver la luz. Desgraciadamente, a pesar de
promulgarse la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las
bibliotecas, largamente esperada, esta legislación no resolvió los
problemas históricos de las bibliotecas españolas, porque no hubo voluntad
política para hacerlo. De este modo, la única regulación nacional sobre
bibliotecas es la Ley 7/1985, de Bases de Régimen Local, que establece en su
artículo 25, 2, que el municipio “ejercerá
en todo caso como competencias propias, en los términos de la legislación del Estado
y de las Comunidades Autónomas”, una serie de materias, entre las que cita
en su apartado m) la “Promoción de la
cultura y equipamientos culturales.” Y a continuación, en su artículo
26, dispone la obligatoriedad de determinados
servicios: en su apartado b) que los
municipios tienen la obligación de crear y mantener el servicio de biblioteca
pública cuando tengan un mínimo de 5.000 habitantes. Esta es la obligación
legal para toda España en cuanto a la
creación de biblioteca pública, sin expresar cuántas bibliotecas y qué
servicios debían prestar esos centros en función de la población y
características del municipio respectivo. Paralelamente, durante las últimas
décadas las comunidades autónomas se han ido dotando de leyes de bibliotecas
con criterios y recursos muy dispares, que han consolidado una España
bibliotecaria de distintas velocidades y que ofrecen un mosaico autonómico
basado en la desigualdad.
Ahora celebramos 39 años de vida de la
Constitución Española de 1978 y conviene recordar algunas de sus previsiones
que afectan a las bibliotecas. El artículo 44.1 expresa nítidamente: “Los poderes públicos promoverán y tutelarán
el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho”. Considero que las
bibliotecas públicas, centro clave para el servicio público de la cultura, son
un derecho de todos los ciudadanos, de todos los españoles, vivan donde vivan.
Insisto en el derecho de todos los españoles a disponer de servicios
bibliotecarios públicos. No podemos olvidar esta referencia constitucional
hacia un derecho fundamental (la cultura) que justifica la necesidad de que
exista un buen sistema bibliotecario público puede.
Pero no es el único artículo que hay que
considerar. Si las bibliotecas son centros para la información, la cultura, la
educación permanente y el ocio, podemos afirmar que las funciones asignadas en
nuestro tiempo a la Biblioteca Pública justifican que se recuerden, junto al
derecho a la cultura, otros derechos fundamentales de nuestra Constitución: el
Derecho a la información (“a
comunicar o recibir información veraz por cualquier medio de difusión”, art. 20.1) y el Derecho a la
educación (“Todos tienen el
derecho a la educación”, art. 27.1).
Hay otro artículo que no podemos olvidar: el 149.2, que dice: “Sin perjuicio de las competencias que
podrán asumir las Comunidades Autónomas, el Estado considerará el servicio de
la cultura como deber y atribución esencial y facilitará la comunicación
cultural entre las Comunidades Autónomas, de acuerdo con ellas.” En
definitiva, además de las competencias locales y autonómicas, se precisa una
verdadera Política de Estado en materia bibliotecaria para garantizar la
prestación de esos servicios en igualdad a todos los españoles. Pero los
gobernantes parecen abjurar del cumplimiento de muchas de las previsiones
constitucionales.
Hace veinte años el Defensor del Pueblo Andaluz,
prestigiosa institución, proclamó en un informe sobre las Bibliotecas Públicas
Municipales de Andalucía el derecho de todos a acceder a la cultura. Ese Informe Especial al Parlamento
fue un fuerte detonante sobre la situación de las bibliotecas públicas en
Andalucía y, en general, en España y reflejaba dramáticamente la desigual
situación de este servicio público, demasiadas veces todavía obsoleto y con
precariedad de personal, débiles presupuestos y colecciones y en muchos casos
con falta de estabilidad y penetración social. El estudio se realizó en
localidades de más de 5.000 habitantes, por constituir la franja de población
que tiene legalmente la obligatoriedad de prestar el servicio de biblioteca
pública. Pero aquella denuncia del Defensor del Pueblo Andaluz no encontró
demasiado eco ni sirvió de estímulo para que desde Instituciones similares se
luchase por resolver este problema histórico en España. Como vengo insistiendo, es indudable que se
han producido importantes avances en el conjunto de España, pero me remito a
los datos estadísticos para demostrar el largo camino que queda por recorrer.
Las desigualdades entre los ciudadanos, regiones y localidades no sólo no se
resuelven sino que se agrandan en la prestación de este servicio público. El
desarrollo bibliotecario de nuestro país, especialmente en regiones como
Cataluña, Navarra, País Vasco e incluso Castilla-La Mancha, no oculta las
deficiencias existentes todavía en los servicios de biblioteca pública. La
diversidad y desigualdad entre las diferentes Comunidades Autónomas se suma a
la distancia que nos separa en términos nacionales de los países más avanzados
de nuestro entorno.
En el Día de la Constitución, vuelvo a
clamar a la totalidad de los partidos políticos para que luchen por establecer
una Política
de Estado en materia bibliotecas públicas,
que este servicio llegue a todo des los españoles y se garantice que España
esté en la vanguardia de los servicios bibliotecarios.
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