La biblioteca pública se cierra un poco más*
El Toledo cultural ha tenido que
encajar un nuevo golpe: el cierre de la Biblioteca Pública por las mañanas. En
la puerta de la Casa, una octavilla lo anuncia: “A partir del próximo
lunes día 17 de septiembre no se abrirá la biblioteca por las mañanas debido a
falta de personal”. Hace ya unos años que cesó toda su actividad cultural complementaria
(conferencias, recitales, teatro, ...) Hubo algunas protestas, pero el
resultado es que nadie consiguió poner remedio a esa situación de penuria que
se avecinaba para nuestra ciudad.
Ahora,
esta nueva medida viene a ser un claro indicador de la situación cultural que
atraviesa Toledo: una ciudad que algunos pretenden sea declarada Capital cultural de España, pero que,
como única realidad tangible, presenta la de su cultura muerta: su ambiente
milenario, su arte, su historia. El recuerdo... No hay verdaderamente una
actividad tal que pueda definir a Toledo como centro de cultura viva: el propio
Ministerio de Cultura lo reconoce oficialmente en sus informes mensuales sobre
la Situación coyuntural de las
actividades vinculadas al Ministerio de Cultura, publicados por la
Secretaría General Técnica del mismo, dando a Toledo como de niveles de
“actividad poco importante” en la mayoría de los campos (expresiones
literarias, plástica, musical, escénica,...). En efecto, relativo a la capital
existe una crisis de cine (2 salas de proyección y ningún Cine-club que
funcione), de teatro (la importante labor del grupo Pigmalión cada vez se ve más dificultada y, por otro lado, el
teatro comercial brilla por su ausencia), de bibliotecas, un Centro
Universitario mortecino, etc. Sólo en el terreno plástico la actividad se puede
considerar en el nivel medio del país, gracias a la continua obra del grupo Tolmo y a las exposiciones montadas en
salas de diversas instituciones. Y algo que aún refleja más tristemente la
situación: no hay una prensa que sea el espejo cotidiano de la ciudad. Sólo un
semanario, La Voz del Tajo, aún con
tirada limitada; pero falta un diario: Toledo es la única capital de provincia
de toda la geografía del país que carece de prensa diaria propia.
Y
lo terrible no es sólo el carecer de actividad cultural: es peor el desinterés
de los toledanos hacia la cultura, por supuesto como resultado de la nefasta
política cultural que se ha hecho en este país y en esta ciudad en concreto. Se
ha cerrado la biblioteca, pero no importa. Nadie protestará. La ciudad está
sembrada de bares, comercios y no faltan las discotecas o los pub. Todo tiende al consumismo y a la
alienación. Hasta el día en que no proliferen las bibliotecas –siempre que ofrezcan una dimensión popular real-, no
podremos decir que hay cultura y que se hace cultura. Por supuesto que la
existencia de bibliotecas y la vertiente popular de la cultura no son los
únicos datos significativos de la coyuntura cultural de una determinada
comunidad, pero creemos que sí son algunos de los indicadores más importantes del nivel cultural de un
pueblo. En Toledo, es ya urgente no sólo solucionar de una vez la problemática
de la Casa de la Cultura, sino la
creación de bibliotecas en cada uno de los barrios, siempre que se instalen no
con la mera misión de almacenar libros. Pero, mientras tanto, el cierre parcial
de nuestra biblioteca no va a tener ninguna trascendencia a nivel de ciudad: y
esto porque cada vez es menor el número de lectores que acuden a ella. Una biblioteca que cierra por las
mañanas y que en las tardes sólo acoge a 1, 2, 3, ó 6 lectores, como está
sucediendo en los últimos días, es una buena muestra de su ineficaz labor
popular.
Los
dirigentes del Ministerio de Cultura hablan de “popularizar la cultura”, y
añaden que eso significa que “llegue a todos la cultura del pasado y aplicar a
las generaciones actuales a que hagan cultura”. Nunca han faltado palabras en
este país y nunca tampoco las intenciones de hacer una política de “cultura popular”
–al menos de palabra, claro-. Nunca ha faltado la cultura oficial, pero muy pocas veces ésta ha ido destinada a
fomentar la cultura del pueblo. Si algo no ha faltado en la cultura de estos
años ha sido el elitismo, el personalismo y la fachada de los grandes
acontecimientos culturales no enraizados en el pueblo. Pero tal vez ahora
cambie...
La
Biblioteca cierra por las mañanas: no creo que haya manifestaciones populares
pidiendo su apertura. Con el nuevo curso, los estudiantes acudirán por las
tardes a consultar algún libro para realizar cualquier trabajo. El resto del
pueblo permanecerá incomunicado con esta institución cultural. No va a pasar
nada. Al final, se comentará: “Realmente no era necesario abrir por las
mañanas. Para la gente que viene...Para el interés que la gente tiene... “
Justificaremos este cierre.
Hace unos días, cuando me encontraba
en un centro “educativo-cultural” de carácter provincial, se me acercó un niño
de unos 10 años y me preguntó: “¿Qué curso haces?” Le miré sonriente y traté de
evadir la respuesta, pues no hubiese comprendido, y, como hacen los gallegos,
le respondí con un interrogante: “¿Y tú?” Me impresioné al escuchar su
respuesta: “Burrología –dijo, y se echó a reír”. Me puse triste y recordé las
palabras de aquel pionero del periodismo toledano que fue Navarro Ledesma,
cuando llamó a esta ciudad Aburrópolis.
¿Era una profecía?: si los toledanos no lo remediamos, pronto Toledo será un
poco más Aburrópolis que en aquellos
primeros años de siglo, cuando contaba con varios periódicos diarios y había
una inquietud cultural popular muy importante. Pero queda la esperanza de que
el Ministerio de Cultura lo remedie.
* La
Voz del Tajo (3-10-1979), pág. 13. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 214-215.
Los problemas que atravesó la Biblioteca Pública de Toledo
en los finales de los años setenta y los ochenta, hicieron correr ríos de tinta
y levantaron una polémica con gran resonancia ciudadana. No es preciso recordar
en esta nota las circunstancias que motivaron tal polémica, pues queda
perfectamente reflejada en los artículos seleccionados. El conocimiento que yo
tenía de la situación de la Biblioteca, por haber trabajo en ella años atrás,
me hizo posicionarme claramente con una serie de artículos periodísticos, que
fueron contestados en algunos casos por los responsables del Ministerio de
Cultura y en otros por representantes locales y provinciales del entonces
partido en el poder, Unión de Centro Democrático. El largo contencioso me llevó
también a buscar la colaboración en la defensa de la Biblioteca toledana de
intelectuales, instituciones culturales, asociaciones vecinales, ayuntamiento y
otras entidades públicas, sindicatos, etc., así como a articular
posteriormente el llamado Comité Permanente de Apoyo a la Biblioteca
Pública de Toledo. Las protestas en la etapa del gobierno de U.C.D.
proseguirían tras la llegada al poder de los socialistas. El talante mostrado
por Jaime Salinas, nuevo Director General de Bibliotecas en el Ministerio, no
resolvería tampoco el problema, pues, igual que hizo el equipo de Javier
Tusell, el problema de la necesidad de ampliación de la Biblioteca de Toledo se
aparcó y no se formuló una decisión al respecto. Con la autonomía regional,
pronto el equipo de la Consejería de Educación y Cultura, bajo la
responsabilidad del consejero José María Barreda Fontes, y en el que participé
activamente, planteó una solución alternativa y casi revolucionaria en aquel
momento: la utilización del Alcázar. Tampoco es momento aquí de narrar los
avatares de este proyecto, pero finalmente, en octubre de 1998, la Biblioteca
de Toledo se instalaba en la última planta del Alcázar, convertida en
Biblioteca de Castilla-La Mancha.
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