Cultura y poder:
Las contradicciones de un Director General*
“Hacer
las cosas bien importa más que hacerlas”, afirmaba el director general de
Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, Iltmo. Tusell, citando a Machado, en un
breve discurso en el acto de la inauguración de la Fundación Santillana (El País, 5-7-81, pág. 28). No sólo hacer
las cosas: hacerlas bien. Por fin –pensé- este país saldrá de la política de
parcheos y abordará las acciones necesarias en cada caso con lógica, energía y
visión de futuro. Por fin la Cultura de este país –me alegré- tiene una
eminente autoridad que se plantea hacer las cosas no sólo por fachada, no sólo
con fines electorales a corto plazo, sino con el firme deseo de cambiar en base
al refrán castellano que decía que “lo bien hecho bien parece”.
Uno,
que ha padecido de cerca algunas de las grandes contradicciones de un
Ministerio en el que el Iltmo. citado tiene un cargo relevante, ha sufrido una
decepción más al comprobar que esas importantes manifestaciones del Sr. Tusell
han quedado en palabras, solamente palabras.
La
Biblioteca Pública otra vez
Buena
piedra de toque para hacer las cosas bien en materia cultural es Toledo. Y,
dentro de la amplia problemática que en cuestiones de patrimonio artístico,
archivos, bibliotecas y museos registra esta ciudad, el tema clave y más
polémico de los últimos tiempos es la necesaria ampliación de la Biblioteca
Pública. El Iltmo. Tusell podía en esta cuestión haber mostrado su rica
imaginación, su sensibilidad cultural, su capacidad de comprensión de un
problema y su firmeza para afrontarle sin evasiones y sin amenazas. Pero ha
fracasado. El Director General empezó dividiendo el convento de Santa Fe. La
actitud en contra de esta partición de entidades culturales y de la prensa le
hizo recapacitar y entonces decidió dejar el viejo convento íntegramente para
el museo y trasladar la biblioteca al monasterio de San Pedro Mártir. De todo
esto se ha escrito ya ampliamente en estas mismas páginas y no es plan
repetirse.
La responsabilidad del Iltmo. Tusell
Sí
importa ahora recordar que un Director General es el responsable en un Estado
de determinadas áreas o competencias que se le asignan. Y que su actuación
puede hipotecar, por tanto, la de un Gobierno o, al menos, la de un Ministerio.
Si las críticas actuales al ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social por
su actuación en el tema de la mal llamada neumonía
atípica hacen vulnerable a todo un gabinete ministerial, las
contradicciones de un director general pudieran ser peligrosas para la
estabilidad de un ministerio tan tristemente poco estable como es el de
Cultura. Y en esto estamos: en las contradicciones del Iltmo. Tusell. Habla
pública y pomposamente de hacer las cosas bien, mientras que en las actuaciones
(“hechos, no palabras”, es lo que siempre se ha dicho) está demostrando que
trata de salvar un problema lo más pronto posible, aunque la solución adoptada
no se la mejor ni la más conveniente para los intereses generales. Las
sucesivas decisiones de partir Santa Fe o de trasladar la Biblioteca a San
Pedro Mártir fueron inmaduras; se ha demostrado que ambas se tomaron sin
estudios previos detallados de la recuperación/utilización de esos inmuebles.
La importancia de un cargo como el que detenta Javier Tusell hace que éste
practique a menudo el ejercicio de la filosfía de la cultura, originando nuevas
contradicciones entre su pensamiento y su actuación: así, su artículo “La
desvertebración cultural” (Diario 16,
de 14-7-81) en torno a la incorrección con que se han planteado las autonomías,
alude a que “es preciso y urgente un debate nacional”, que hay que hablar “de
problemas concretos”, que nuestro país y nuestra infraestructura cultural
necesita de “personal técnico”, etc. Y le pregunto, señor Tusell: ¿esto se lo
cree o lo ha soñado? ¿era un artículo de un intelectual o el de un director
general? Porque está claro que, desgraciadamente, no es lo mismo: la política,
los cargos públicos hacen a veces al intelectual actuar en contra de su
correcto y estructurado pensamiento, ¿es éste el caso? Porque no me parece
serio ni coherente pedir debates públicos, cuando desde estas columnas y otros
organismos se le están solicitando al Iltmo. Tusell desde hace meses ese mismo
debate para el caso de las necesidades de nuestra biblioteca, nuestro museo y
nuestro archivo, sin que hasta ahora se haya dado la más mínima explicación
convincente ni la más pequeña razón que justifique las distintas posturas que
esa Dirección General ha ido tomando. No es serio recodar la necesidad de
hablar de problemas concretos, cuando
diversos responsables de nuestra política cultural a nivel provincial y
nacional afirman que Toledo no es único y que, en consecuencia, el Iltmo. Sr.
Director General no puede prestar especial atención a este caso concreto, lo que le impide visitar los
centros de Toledo. La Biblioteca continúa sin ser visitada por el Iltmo Tusell,
a pesar del número y riqueza de sus fondos y la belleza de parte de sus
instalaciones, que harían sentirse orgullosos de ellas al país más exigente en
esta materia. Y, finalmente, me parece demagógico apesadumbrarse por la escasez
de personal técnico, cuando a parte del personal de este carácter actualmente
disponible no sólo no se le escucha, tachándole de simple funcionario que ha de
acatar sumisamente lo que los inteligentes e infalibles técnicos del Ministerio
(¿son éstos los únicos especialistas del país?, ¿los de provincias no cuentan?)
decretan, sino que se les prohibe hacer cualquier tipo de declaraciones a la
prensa sobre los problemas que nadie mejor que los funcionarios en cuestión
conocen. El viejo problema del funcionario sumiso a las arbitrariedades de los
superiores surge de nuevo, problema tantas veces recogido en la literatura
universal y que hace obligado pensar en eso que se ha llamado “abuso de poder”.
Puntualizaciones a una respuesta
Pero,
marginando el análisis de estos artículos del Iltmo., merece especial atención
a su carta de contestación a mi artículo del 10 de junio, aparecida en este
mismo semanario el pasado 8 de julio, y a la que hago las siguientes
puntualizaciones:
1ª)
Si los criterios de ubicación de los servicios culturales toledanos dependen
exclusivamente de los técnicos destinados en esta ciudad, es bien patente que
la Biblioteca ha expuesto repetidas veces las razones por las que debería
ocupar el edificio de Santa Fe, como lo demuestran las Memorias del Centro publicadas durante largos años. No es ese el
caso de Museo, cuyas razones todavía se desconocen.
Si
la Biblioteca hubiera considerado conveniente su ubicación en San Pedro Mártir,
habría reivindicado este edificio para sí, dado que se trataba de una propiedad
perteneciente a una entidad pública, la Diputación Provincial, evitando así el
gasto que supuso la compra de santa Fe.
2ª)
A pesar de que el Sr. Director General afirma lo contrario, la impresión que se
desprende de su actuación frente al problema es de clara parcialidad hacia el
Museo, ya que nunca se han esgrimido razones convincentes para que este Centro
haya de ocupar el edificio de Santa Fe.
Como
ya preguntaba en mi artículo de 10 de junio ¿por qué no el Museo a san Pedro
Mártir? ¿por qué razón ha de ser la Biblioteca la trasladada cuando el
emplazamiento del convento de Santa Fe cumple con todos los requisitos que las
normas internacionales enumeran para establecer una biblioteca digna de tal
nombre? Más cuando el traslado de la sección arqueológica del Museo al convento
de San Pedro Mártir potenciaría unas colecciones no suficientemente bien
expuestas.
3ª)
Esta impresión de total parcialidad hacia el Museo que se desprende del escrito
se confirma en el punto tercero de su carta, en el que la Dirección General en
lugar de actuar como “árbitro arbitrador amigable componedor” en un asunto de
su competencia, amenaza a los toledanos con dejar de resolver los problemas de
ambos centros (solución la más salomónica
de todas) en el caso de que no seamos niños obedientes y acatemos los inseguros
deseos/órdenes del Iltmo. Tusell.
El hecho de que la Academia de
Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, máximo organismo consultivo de la
demarcación provincial en cuestiones culturales, y a la que, curiosamente,
pertenecen las directoras de ambos centros, haya dado curso a dos mociones a
favor de la Biblioteca, a las que se han adherido otras Instituciones
toledanas, debería ser razón más que suficiente para que la Dirección General
fallase a favor de este Centro, si es que los dictados de los organismos
internacionales (UNESCO e IFLA) no se consideran suficientes.
4ª)
Es verdad, de acuerdo con el Sr. Tusell, que de no resolverse el problema los
más perjudicados somos los toledanos, y es por esa razón por lo que la
Dirección General debería velar por que ese daño no se produzca, si es que
desde el puesto que el Sr. Tusell ocupa quiere servir verdaderamente a los
españoles. Por ello debería arbitrar una solución comenzando por conocer en
profundidad ambos centros, además del Archivo.
El
temor a que el Iltmo. Tusell se lave las manos y que por no enfrentarse con un
problema que es real y grave destine a otras provincias las partidas
presupuestarias que inicialmente iban a invertirse en Toledo, late en sectores
oficiales de la cultura a nivel provincial y en cualificados representantes de
la UCD toledana. Pero sería triste, infinitamente triste que bajo el peso de la
amenaza todos tuviéramos que callarnos y dejásemos las manos libres a los que,
en último caso, toman las grandes decisiones. Demasiado pesan ya sobre nuestro
país y sobre nuestra libertad la amenaza del golpismo y la crisis, para que
ante un problema eminentemente cultural como el que comentamos nos veamos
también coaccionados por el miedo a que el Ministerio de Cultura se enfade con
Toledo y le abandone a su suerte y a su desesperanza. Esa hipotética decisión
sería, en todo caso, una grave e
irresponsable solución que sólo sería signo de un contenido: la debilidad.
Por la libertad de expresión: debáte público
Sí,
realmente, como se afirma en la carta-respuesta del Sr. Tusell, el problema
debe ser resuelto por los técnicos destinados en Toledo, ¿por qué no se permite
a las directoras de ambos Centros hacer declaraciones exponiendo a la opinión
pública sus razones para solucionar las acuciantes necesidades de espacio de
las dos Instituciones, tal como está solicitando toda la prensa toledana e
importantes diarios de ámbito nacional. Y aún más, ¿por qué no la transparencia
y la claridad? En la luz es donde mejor resplandecen la Verdad y la Razón. ¿Por
qué la confusión que el Ministerio de Cultura está creando? ¿Cómo es posible
que ahora se lance la noticia de que Santa Fe será ocupada íntegramente por el
Archivos Histórico Provincial? (Ya,
de 16-7-81). Da la impresión de que lo único que se pretende es desorientar a
la opinión pública, lanzando continuamente noticias no profundamente meditadas.
Y esto es peligroso, sobre todo para la propia Dirección General. Y sólo podrá
evitarse la murmuración hablando claramente. La Asociación de Amigos de la
Universidad ha invitado al Director General o a persona que le represente a
comparecer en Toledo en un acto público en le que explique el plan de actuación
del Ministerio en los temas propios de la citada Dirección General de Bellas
Artes, Archivos y Bibliotecas, con especial referencia a la problemática de la
Biblioteca Pública.
Sería bueno que acudiese a esta
invitación, porque así podría demostrar su talante democrático real y su
vocación de solucionar los graves problemas que en materia histórico-artística
aquejan a nuestra ciudad. Y ello en un debate donde las directoras de los
Centros puedan expresar libremente, donde aporten su opinión surgida de la
experiencia y donde otros técnicos y las autoridades provinciales y locales
puedan darse cita para, entre todos, contribuir a que el deterioro de Toledo en
tantas materias no prosiga la irresistible y fatal ascensión a que parece
destinada esta ciudad. Si ello sucede, creeremos un poco más en este tiempo que
nos ha tocado vivir y todos ganaremos: Los toledanos, la biblioteca, el museo,
el archivo, la Dirección General, la Democracia, la Libertad,
la Cultura.
Los
retos siempre merecieron la pena.
* La Voz del Tajo (29-7-1981), pág. 5. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 230-234.
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