La Biblioteca de
Toledo pide vivir*
Uno
de los grandes defectos de este país ha sido la falta de planificación,
construir con escasa visión de futuro. Así ocurrió también en Toledo con la
Biblioteca Pública del Estado: ubicada en un nueva edificio en 1966, los
técnicos de archivos y bibliotecas coincidieron en que esas brillantes instalaciones que integraban
la que entonces se denominó Casa de la Cultura
quedarían pequeñas en varios años y así lo comunicaron a los responsables del
Ministerio de Educación y Ciencia. Evidentemente, se les hizo caso omiso,
argumentando que era excesivo el celo
profesional que mostraban. El tiempo daría la razón a los técnicos provincianos y, a los cuatro años de
inaugurada, la Directora de la Biblioteca Pública se vio obligada a iniciar
gestiones para ampliar sus instalaciones, pues su eficacia había quedado
limitada por la carencia de espacio;
como el problema era progresivo, en 1973 tuvo que suspender las actividades culturales
organizadas por la Biblioteca y el salón de
actos comenzó a llenarse de libros que ya no podían acoger los depósitos.
De centro vivo cultural, la biblioteca pasó a convertirse en un gran almacén de
libros...
Aquellos
intentos primitivos de ampliación no fructificarían hasta finales de 1979, con
la compra por parte del Ministerio de Cultura del antiguo convento de Santa Fe,
contiguo a la Biblioteca. Ello supuso una esperanza para los toledanos que
echábamos en falta un centro bibliográfico moderno, dinámico y funcional, que
fuese el núcleo de la actividad informativo-cultural de la ciudad imperial. Pero aquel viejo defecto de
este país, de parchear en lugar de
dar soluciones a largo plazo, volvió a surgir y en 1981 la Dirección General de
Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas anunciaba que Santa Fe se dividiría entre la Biblioteca y el contiguo museo de
Santa Cruz. La salomónica división
–que no solucionaría los problemas de espacio de ninguna de las dos entidades
afectadas- provocó una fuerte polémica contra esa arbitraria decisión. El
Ayuntamiento, la Real Academia de Bellas
Artes y Ciencias Históricas de Toledo, el sindicato CC.OO., la Asociación de
Amigos de la Universidad, intelectuales
toledanos y la prensa provincial se opusieron a la división y pidieron
que el histórico convento de Santa Fe, donde naciera el rey Sabio, Alfonso X,
se destinara exclusivamente a Biblioteca Pública. El actual partido en el poder
se opuso igualmente a la solución Tusell,
y por mediación del senador Manuel Díaz-Marta interpeló al Gobierno centrista,
asumiendo con claridad y firmeza la postura de los que defendíamos que Santa Fe
debería convertirse en la gran biblioteca que necesitábamos y en el centro
cultural por el que la ciudad suspira.
Una riqueza bibliográfica y documental desaprovechada
El
cierre total en marzo de 1983 de la biblioteca toledana agudizaría al límite el
problema, formándose un Comité Permanente
de Apoyo a la Biblioteca Pública que difundió un manifiesto en defensa del
centro bibliográfico, solicitando la inmediata reapertura, la paralización del
proyecto de reparto de Santa Fe y la formación de una comisión que estudiase la
situación bibliotecaria, museística y archivística en Toledo y negociase una
solución real y válida a largo plazo con el Ministerio de Cultura.
Historiadores, artistas, escritores, profesores, periodistas y otros numerosos
profesionales, caracterizados progresistas de la ciudad, se solidarizaron con
el Comité Permanente de Apoyo a la
Biblioteca incorporándose así a la lucha para salvar la biblioteca
toledana. Lo inaudito e indignante era, además de la catastrófica situación
bibliotecaria y archivística de la ciudad (cerrados los archivos Municipal y Diocesano, igual que la Biblioteca, y reducida la jornada del Archivo Histórico Provincial a sólo las
mañanas), que el PSOE asumiera sin mayor problema un proyecto elaborado por el
equipo de UCD, olvidando incluso que cuando era oposición había luchado contra
ese maldito proyecto de división redactado por la Dirección General del Iltmo.
Tusell, hombre que desde luego no pasará a
la historia como benefactor de las bibliotecas. El único cambio respecto
a la actuación de los centristas ha sido la apertura al diálogo del equipo de
Jaime Salinas, con una de arena: no
están dispuestos a modificar tan sabia
decisión, aún a costa de demostrar su falta de coherencia política.
Para
aquellos que pudieran pensar que el caso de una biblioteca provinciana no es
para ocupar tanta página de periódico ni para levantar tan grande polémica, les
aclararé que la Biblioteca de Toledo es uno de los más importantes centros
bibliográficos europeos. Además de su fondo moderno, contiene la
internacionalmente conocida Colección
Borbón-Lorenzana (unos 100.000 libros impresos procedentes de las
colecciones de los antiguos arzobispos toledanos, algunos de ellos grandes
bibliófilos; junto a 411 incunables y más de 1.000 manuscritos de los siglos XI
al XIX). A ese interés hay que sumar el legado Malagón Barceló, compuesto por unos 20.000 volúmenes que recogen la
producción de los exiliados españoles en Iberoamérica, aún no puesto a
disposición del público por las dificultades de espacio de la Bibliotecas, y
que será de consulta imprescindible para los interesados en la historia y
literatura contemporánea española. El valor de la biblioteca es reconocido por
numerosos investigadores de todo el mundo que la visitan o la solicitan
servicios como fotocopias, microfilm, etc.
No a lucha Biblioteca-Museo
Los
simplistas quieren reducir el problema a una lucha entre los partidarios de la
Biblioteca y los amigos del Museo de Santa Cruz. Ambos centros están
evidentemente, infrautilizados e imposibilitados de crecer por las dificultades
de espacio. Las dos entidades tienen prestigio y ricos fondos. Por ello habrá
que buscar una solución que lo sea de verdad y para muchos años. Hace dos años
los que clamamos contra la partición de Santa
Fe fuimos tachados como rojos,
mientras que las voces que defendieron la división lo fueron de derechosos o centristas. En un asunto que la izquierda asumió casi
unánimemente, la postura del PSOE merece al menos un punto de reflexión y la
posibilidad de corregir su error con valentía. Si la división se lleva a
efecto, Toledo hipotecará su futuro cultural: ni una ni otra institución verá
solucionados sus problemas. El Museo, es verdad, tiene lícito derecho, igual que la biblioteca, a
vivir. Pero hay otras fórmulas: Toledo que es una ciudad-museo, salpicada
ricamente de museos que muestran las distintas épocas históricas del Arte en
Toledo, puede perfectamente asumir el desdoblamiento del actual museo de Santa
Cruz, uno dedicado a las Bellas Artes y otro a mostrar la riqueza arqueológica
de la provincia toledana. En una ciudad que ve cómo su casco histórico se
despuebla y sus edificios monumentales quedan vacíos y amenazados de ruina, no
es difícil encontrar sede: el monasterio de San Pedro Mártir, en una ruta
museística envidiable, sería ideal para ubicar el nuevo museo arqueológico
toledano y diseñarlo modélicamente, con arreglo a las condiciones pedagógicas
que la museología actual proclama.
Santa Fe, situado en el corazón de la
ciudad, junto a Zocodover, espera su
restauración y desea ser pronto el lugar de encuentro de los toledanos. El
actual proyecto de partirlo en dos pedazos obligará dentro de unos años a
buscar un nuevo emplazamiento para una de las dos instituciones que se lo
disputan. ¿Por qué no empezar a ser serios? ¿Por qué no construir para el
mañana? Los toledanos, que estamos cansados de soportar las decisiones
arbitrarias del centralismo (el trasvase Tajo-Segura, el fantasma del campo de tiro de Cabañeros, en plenos Montes de
Toledo...), espera que en esta ocasión se obre racionalmente y se cuide una
ciudad en muchos puntos olvidada y degradada. La rica historia de estas tierras
nunca podrá bordarse adecuadamente por los investigadores si seguimos dando
sólo soluciones a corto plazo; la libertad de creación y de información, el
cambio cultural que tantos deseamos será difícil hacerlo realidad en Toledo con
el actual proyecto de dividir Santa Fe.
Aún se está a tiempo de rectificar. Si la biblioteca pública es, según la
UNESCO, “una fuerza viva al servicio de la enseñanza, la cultura y la
información”, la de Toledo puede vivir: instalaciones capaces para acoger el
fondo legado por los siglos y los libros que nacerán cada día, y que se
garantice el espacio necesario para ejecutar una actividad cultural propia y
acorde con el prestigio universal de esta ciudad.
* Escrito el 23-9-1983 para El País. Inédito. Recogido en el libro Combates por la biblioteca pública en España, págs. 247-249.
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