En el verano del año 2005 nació Mateo Gómez, un
personaje de ficción que el autor creó para expresar públicamente sus ideas y,
mezclando de nuevo la realidad con la ficción, expresar los sueños por los que
venía luchando desde hacía décadas en el ámbito de las bibliotecas públicas. Apareció por vez primera en el relato Monólogo de Mateo Gómez. En
este inicial texto, Mateo Gómez recorre durante el año 2005 los municipios de Castilla-La Mancha por encargo del
Presidente del Gobierno y de la
Defensora del Pueblo de esta Comunidad. Aunque el
informe que elaboró no se hizo público, el cuento aporta una reflexión
literaria sobre lo que fue y significó el recorrido de este bibliotecario por
tierras y lugares de Castilla-La Mancha. En otros momentos vendrán otras intervenciones de este bibliotecario imaginado...
Monólogo de Mateo Gómez*
I.
Ha entrado la noche. Mis ojos están enrojecidos de
cansancio y mi frente se ha topado en varias ocasiones, por el sueño que me
vence, con la pantalla del ordenador. Mañana continuaré, como Don Quijote,
recorriendo caminos y ciudades. Y seguiré manteniendo en mi cabeza aquellas dos
ideas que el Señor Don Quijote pronunció
y que a mí hoy me saben a programa, a ideario, a reto utópico: la misma justicia
para todos, deshaciendo los entuertos que impiden el logro de esa justicia.
Porque ¿cuál es la razón que impide que todos los
ciudadanos puedan disfrutar de servicios bibliotecarios?, ¿qué poderoso gigante estimula que se agrande la brecha digital, que las diferencias
entre unas y otras regiones, entre unos y oros ciudadanos, aumenten a la hora
de acceder al libro, la lectura y la información?
Y, como telón de fondo, una pregunta se introduce en mi
cabeza y en mi corazón y no me deja
descansar: ¿servirá de algo mi itinerario por estas tierras de Castilla-La
Mancha?, ¿serán tenidas en cuenta mis observaciones, mis recomendaciones y
propuestas sobre la situación de las
bibliotecas de la Comunidad Autónoma?
Hoy ha sido un día repleto de emociones. En este pequeño
pueblo toledano he coincidido con unos sorprendentes viajeros que me han ayudado a reflexionar sobre mi misión y sobre
el contenido de mi informe…
II.
Todavía resuena dentro de mí aquel grito estridente, pero armonioso, del
Caballero andante:
- ¡La misma justicia para todos!
Había leído infinidad de veces esta idea de Don Quijote, pero esta
calurosa mañana de la primavera del 2005 me supo a nueva, a tremendamente
actual, y con tanta fuerza que no he conseguido desalojarla de mi cerebro. Eran geniales aquellos estrafalarios intérpretes
de Don Quijote y Sancho Panza. ¿La Recua,
se llamaba el colectivo teatral? Creo que sí. Repetían, como un viejo disco de
vinilo rayado, dos de las ideas emergentes de la obra universal de Cervantes:
“Desfacer entuertos” y “Justicia para todos”.
Esa casi veraniega mañana, en un pueblo de Toledo, parecía que habíamos entrado en el túnel de
la historia y que estábamos en el tiempo
del Quijote. En la plaza, junto a la iglesia, en las calles saltaba la
sorpresa, y los diálogos entre Quijote y Sancho salpicaban el aire cálido y
seco. Y era muy visible la expectación
que en niños y mayores arrancaban aquellos personajes nacidos en la
literatura y trasportados siglo a siglo a la historia, como modelos de
idealismo y realismo y todavía cargados de futuro.
A estas alturas del año, repleto en todo el país, y singularmente en
nuestra región, de celebraciones relacionadas con la efemérides de la
publicación del IV Centenario del Quijote, todo el mundo relacionaba el evento
que esa mañana contemplábamos con ese logotipo de las aspas del molino manchego
que llenaba las páginas e imágenes de publicidad de las más importantes
instituciones y empresas del país. Pero, aun así, ver, sobre todo, esos ojos
chispeantes y sorprendidos de los niños era suficiente para dar por bienvenida
y bien financiada esta representación callejera. Una actuación que sin duda
había roto la monotonía matinal que cualquier día del año caracteriza la vida
de este pequeño pueblo. Especialmente causaba sorpresa, inquietud incluso, la cabeza de Don Quijote, ensangrentada y
malherida, reflejo de los avatares de sus aventuras. Viéndoles alejarse, bien
podríamos recitar los versos de León
Felipe:
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el
rucio la armadura,
y va ocioso el caballero sin peto y sin
espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de
retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por
esa misma llanura
en horas de desaliento así te miro
pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un
sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Sí, inevitablemente yo, Mateo Gómez, también me
sentía esa mañana derrotado, cansado, comprobando en mí mismo qué largo es el
camino, y qué áspero; y tal vez a punto,
como León Felipe, de cobijarme bajo la sombra de un árbol –da igual un ciprés
que un álamo- donde pueda conseguir el descanso, el sosiego que los
acontecimientos de los últimos meses me hurtaban. ¿Ya no puedo batallar?, me
preguntaba insistentemente. Y cantaba en silencio, en mi interior, estos versos con la melodía que en los años
setenta compuso Paco Ibáñez. Era una imagen tal vez excesivamente derrotista la
que ofrecía el poeta sobre Don Quijote en estos versos, pero sin duda así debió
sentirse en tantas ocasiones, en tantas derrotas, en tantas batallas
perdidas…Porque esas dos ideas-fuerza emergían de nuevo, y me llenaban de
razón. Y otra vez hacía acopio de esperanza. Desfacer entuertos y la misma
justicia para todos…Y ambas frases se me quedaban revoloteando por mi
mente…
III
Se ha hecho el silencio. Ya no hay gentes en las
calles en esa mañana tórrida. Don Quijote y Sancho, La Recua, abandonaron ya la
localidad. En mi imaginación les veo ahora distintos, nuevamente pletóricos,
llenos de vida, deseosos de seguir luchando, sin heridas ni en cuerpo ni en
alma, portadores de esperanzas y anhelos de justicia. ¿Dónde estarán ya?
¿Fueron sólo unos intérpretes? ¿Llegó a este pueblo sólo la farándula o fue
realmente el espíritu de Don Quijote y Sancho quien cabalgó esta mañana por
estas calles castellanas?
Todavía me queda trabajo. ¿Tal vez un año? Llevo ya
recorridos 355 municipios. Aquí, en este mismo
municipio, estuvo hace cien años Adolfo Alvarez Buylla, comisionado por
el naciente Instituto de Reformas Sociales,
como en tantos pueblos de las dos Castillas, para elaborar una Memoria sobre la realidad agraria y
social de los pueblos castellanos en aquellos comienzos del siglo XX. Todavía
impresiona leer esas páginas llenas de realismo y crudeza. También hubo un
bibliotecario, Juan Vicens, que en tiempos de la II República recorrió más de
un centenar de pueblos españoles en calidad de
inspector de las bibliotecas de Misiones Pedagógicas y de las Juntas
Municipales creadas por la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros.
También en nuestros años, en distintas regiones, hay profesionales que se
dedican a una labor de apoyo e inspección de las bibliotecas públicas, aunque
su labor sea muy anónima y no se convierta en noticia.
Yo también soy un comisionado. Un anónimo enviado
del Gobierno autonómico. Es verdad que no soy un clandestino, pero se intenta
que mi presencia pase lo más desapercibida posible ante la opinión pública. Tal
vez para no politizar la cuestión. La Defensora del Pueblo quiere conocer en
profundidad la situación de las bibliotecas públicas de la región. En realidad,
pienso que es el propio Presidente quien ha lanzado este reto. Le preguntaban
continuamente qué quería que permanezca de este año mítico del IV Centenario. Y
decía que una estupenda Red de Bibliotecas que sirviese de espejo, de ejemplo,
para todo el país. Luego han surgido las críticas procedentes de tantos
municipios porque parecía que el edificio bibliotecario regional se
resquebrajaba…No todos los políticos tienen la misma sensibilidad hacia este
servicio público que es la biblioteca, pero era muy llamativo que precisamente
se paralizasen proyectos y se rebajasen los presupuestos regionales coincidiendo con un momento histórico de reforzamiento
teórico de las políticas de lectura en la Comunidad Autónoma….
Leo y escucho a menudo otra idea: ningún ciudadano
puede sufrir discriminación por razón del territorio, de la ciudad o pueblo,
donde le ha tocado vivir. Y el propio Presidente lo reitera en muchas de sus
intervenciones. Concretamente, en política bibliotecaria, se venía trabajando
en esa línea: conseguir que todas las personas tengan acceso a servicios
bibliotecarios de calidad y de última generación, como puerta de entrada a la
Sociedad de la Información y el Conocimiento. En realidad es la primera idea de Don Quijote: la misma justicia para todos. Y si no
existe esa misma justicia, si todos los ciudadanos no tienen acceso a la
biblioteca pública, hay que desfacer ese
entuerto y cambiar la realidad de desigualdad existente.
Creo en la sinceridad del planteamiento. Pero mis
fuerzas se debilitan a medida que escucho de viva voz la problemática de cada
lugar. Y rumio en silencio el informe que cada noche, al descansar en la última
localidad visitada, redacto. He prometido no adelantar aspecto alguno sobre los
contenidos del informe. Es verdad que la Administración elabora y publica
muchos y buenos datos sobre la situación bibliotecaria regional. Pero éste es un informe
confidencial que sólo entregaré a dos
altos destinatarios: el Presidente y la Defensora del Pueblo. Ni siquiera en
estas cuartillas que, como un desahogo, escribo hoy, quiero revelar noticia
alguna.
IV.
Estoy hablando con bibliotecarios, con alcaldes y
concejales, a veces con usuarios a los que me presento como un forastero e
inicio conversaciones que me ayuden a conocer mejor la realidad. Es un informe
científico, pero está lleno de diálogos, de frases que recojo, de visiones que
mis ojos captan. No me siento un arbitrista, pero a veces tengo la sensación de
estar escribiendo como aquellos arbitristas del siglo XVII que exponían al Rey
sus preocupaciones sociales y económicas. En los municipios que carecen de todo
servicio bibliotecario me resulta especialmente complejo aparecer allí, conocer
planteamientos y posibilidades y marcharme sin levantar expectativas pero al
mismo tiempo sin generar desesperanzas. Especialmente dramático me ha resultado
el viaje por las comarcas de Cuenca y Guadalajara que ya he visitado, y que
contienen buena parte de los municipios sin servicios bibliotecarios. Y tal vez
todo el peso, o la responsabilidad, empieza a hacer mella en mí y comienzo a
preguntarme si merecerá la pena este esfuerzo. Si realmente el análisis y
recomendaciones que formulo serán después tenidas en cuenta.
A veces me ha venido un grupo de niños. Y con sus
grafías todavía en formación me han escrito en un papel: “Don Mateo: No queremos que la biblioteca vuelva a cerrarse. Ésta es
nuestra casa. Es la casa de los libros para todos”. A veces han hecho un
dibujo lleno de color, que es un cántico de esperanza, y que a mí me retorna a
toda la dimensión del arco iris, a una vida más llena de mensajes vitales, en
la que la sociedad tiene un papel menos pasivo y lucha por cambiar lo negativo,
por conseguir los sueños y los retos que merecen la pena. En esas ocasiones me
he preguntado. ¿Y por qué vienen a mí, si yo hago mi labor en silencio? Y
entonces veo la mano del bibliotecario o la bibliotecaria, siempre generadores
de actitudes positivas; y en la sonrisa de sus ojos percibo la complicidad que
le llevó a delatar mi presencia.
No estoy desilusionado ni desesperanzado, pero sí
abrumado. La existencia de una amplia red de bibliotecas, el esfuerzo que se
viene realizando desde hace décadas, las luces en suma que alumbran esta
realidad, conviven con las carencias, las debilidades del servicio en tantos
lugares, las inquietudes de los profesionales, y todo el camino que resta para
conseguir una verdadera red integrada de servicios. Tanta información, tantas
imágenes no sólo se plasman en el trabajo que cada día realizo en mi portátil.
Se quedan en mi interior, en mi cabeza, y también en mi corazón. Según voy
recorriendo las carreteras y llego a nuevos pueblos, imposible eludir el
recuerdo de tantas experiencias, de tantas confidencias, de tantas
frustraciones, de tantos sueños en marcha….Pero al llegar, nuevos datos, nuevas
sensaciones hacen que en el disco duro de
mi cerebro tengo que dejar hueco a nuevas informaciones, y que tenga, al menos
momentáneamente, que archivar las historias
que venía recordando mientras conducía mi vehículo.
Sin duda estoy viviendo una experiencia única,
irrepetible, enriquecedora. Pero día a día los kilómetros, mezclados con la
frecuente dura realidad que percibo o me cuentan, crean en mí una sensación de
comisionado al borde del límite, interrogado por la duda de si podré culminar
el trabajo emprendido y que me ha sido encargado seguramente por mi condición
de experto. Seguramente soy un privilegiado que no valora en su justa medida la
posibilidad de aportar un informe que pueda definitivamente propiciar unas
iniciativas legales y programáticas que sitúen a nuestra tierra en una posición
destacada en el conjunto español en cuanto a servicios bibliotecarios.
V.
Amanece. Abandono
el pequeño hostal que me ha servido como lugar de descanso y de reflexión sobre
las ideas y sensaciones que ayer me salpicaron en esta pequeña localidad. De
repente mis ojos reparan en un titular del periódico La Tribuna de Toledo. Recoge
información sobre un encuentro científico
de bibliotecarios. “Sembradores de
estrellas”, es el titular; y un subtítulo aclara la temática del texto
periodístico: “La lenta travesía de las
bibliotecas públicas de la región”.
Se
refiere a la intervención de un grupo de profesionales en ese Congreso. En
Castilla-La Mancha ha habido verdaderos sembradores
de estrellas, personas que han luchado para conseguir que el servicio de
biblioteca pública se desarrollase cuantitativa y cualitativamente en la
región. Proclaman sus autores que cada una de estas bibliotecas es como una
estrella para su municipio, aunque a veces todavía tenga una débil luz porque
sus colecciones bibliográficas o multimedia, sus servicios, la propia situación
del bibliotecario o la proyección de la biblioteca en su comunidad no sean
representativos de un servicio público tan estratégico e importante como es la
biblioteca pública. Pero, continúan diciendo,
potencialmente estamos ante una verdadera constelación de estrellas, un conjunto de servicios bibliotecarios que
convierte a Castilla-La Mancha en un referente para el conjunto del país, 515
bibliotecas llamadas a convertirse en una red de servicios integrados que
ofrezcan a la sociedad regional los beneficios de la Sociedad de la Información
y del Conocimiento de forma gratuita y democrática.
Resulta hermoso. Sé que lo han dicho
convencidos del avance, que yo percibo también; pero veo en mi recorrido por
las tierras, ciudades y pueblos de Castilla-La Mancha cuántas sombras impiden
que esas estrellas, que esas más de
quinientas bibliotecas alumbren con una luz potente y constante.
Me alegra que existan personas que
creen en la fuerza democratizadora y transformadora de la biblioteca pública.
Ellos son los aliados de la biblioteca. Frente a políticos que se convierten en
una amenaza para las bibliotecas, profesionales que cogen la bandera de la
biblioteca y, como nuevos quijotes,
proclaman que la biblioteca pública es un derecho de todos los ciudadanos.
Cojo mi equipaje y el maletín que
guarda el portátil que me sirve cada noche de lugar de
encuentros para verter experiencias, crónicas, opiniones y propuestas. Ayer,
Don Quijote y Sancho partieron de este pueblo con esa imagen de vencidos. Ahora, la prensa me otorga ingredientes para marchar a nuevos
lugares cargado de esperanza. En los pueblos de Toledo ya va quedando poco
trabajo. Pronto entraré en el corazón de La Mancha, y entonces, como el estrafalario caballero andante,
proclamaré al viento: “¡La misma justicia
para todos!”. Es decir: ¡Servicios
bibliotecarios para todos!
*
Escrito en el verano de 2005. Publicado en mi libros Combates por la biblioteca pública en España (2006) y En defensa de la biblioteca pública (2012).
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