¡Que
cierren las Cortes!
Este es el grito, así de fuerte y sorprendente, que escuché hace unos
días en una conversación que un grupo de personas mantenía a escasos metros de
mí. Aunque ahora “a mar revuelto,
ganancia de pescadores”, no seré yo quien tome partido en contra del Estado
de las Autonomías o de la existencia de gobiernos autonómicos y Cortes
regionales. Creo y defiendo la estructura territorial que la Constitución de
1978 diseñó; pero, sin duda, deben corregirse los desequilibrios y
desigualdades de todo tipo que el sistema ha generado, algunos preexistentes a
aquella fecha mágica. ¿Qué grado de responsabilidad tienen los políticos españoles
en la generación de esa corriente de opinión contraria al mantenimiento de
estas administraciones e instituciones autonómicas?
He escrito en varias ocasiones sobre la irresponsabilidad de la clase
política cuando está en Instituciones que deben ser un espejo para la sociedad
española: el Congreso de los Diputados, el Senado, las Cortes autonómicas… Así
en septiembre de 2007, hace una década, escribí en el periódico ya desaparecido
Noticias
de Toledo un artículo titulado “El sueño de la libertad”, en el que
entre otras palabras decía: “... Hace años en
España se clamó por la regeneración política, por el cambio de talantes, por
una vida pública al servicio realmente de la sociedad. Hoy, buena parte de la
clase política es cómplice de un sistema de valores en el que se ha perdido el
respeto al otro y en el que vale todo, lanzando mensajes muy negativos a todos
los sectores sociales, especialmente a los más jóvenes. Se exhibe la
confrontación, se ataca demagógica y sistemáticamente al otro, aunque luego se
tomen afables cafés; y así convierten la sociedad española de nuevo en dos
Españas. Grave irresponsabilidad de quienes tienen la obligación de construir
en lugar de sembrar destrucción y rencor. Y aunque presumen de libertad,
convierten a ésta en un sueño.”
Desgraciadamente,
diez años después, la situación no sólo no ha mejorado sino que es crítica. Nacieron
nuevos partidos que parecía lucharían contra las viejas “castas” políticas, pero
pronto han sido absorbidos por el sistema e intentan “tocar poder” como la
única de las vías posibles. Todos los escándalos de corrupción son mala cosa
para el propio sistema democrático, y un murmullo de reprobación se escucha de
labios de buena parte de los ciudadanos. La crítica –injusta cuando se dirige
hacia el conjunto de la clase política- se difunde como salpicadura de aceite
de la vida española. Esperemos que los procesos judiciales se vayan terminando
y pueda pasarse página, una desgraciada página que duele a España y mancha a
España.
Pero
junto a los problemas estructurales de la vida pública, difíciles de resolver
con políticos de tan corta talla como los que abundan hoy, está la vida
cotidiana que nos muestran nuestros diputados y gobernantes. Y esa sí que
resulta también absolutamente
censurable. He clamado contra unos parlamentos –nacional o autonómico-
convertidos en un circo mediático y con unos parlamentarios que se comportan más
que como próceres de la Patria o de la Región como irresponsables títeres de un
espectáculo partidista que en nada beneficia a la vida pública española o
regional y que es un torpedo contra el sistema democrático. Pero parece que no
aprenden, y en los últimos días han protagonizado unos espectáculos en las
Cortes de Castilla-La Mancha que me parecen bochornosos. Desde luego estoy contento
de no ser parlamentario pues si me hubiera envuelto en ese sainete político me
habría visto obligado a presentar mi dimisión con carácter irrevocable.
Hoy
escribo al margen de mi dolor como bibliotecario al comprobar cómo ni el
gobierno regional ni los partidos gobernantes (PSOE y PODEMOS) han escuchado mi
clamor pidiendo que las bibliotecas públicas estuvieran dentro de las
prioridades políticas y se plasmara en los acuerdos o en las enmiendas. ¡Allá
ellos!, que no desoyen al director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha sino
a un tercio de los castellano-manchegos que son socios de la Red de
Bibliotecas. Un día se iniciará una rebelión de los bibliotecarios y de los
usuarios y todos los políticos que ahora dan la espalda a las bibliotecas
comprobarán que no serán votados por los ciudadanos en próximas elecciones. Y
se lo habrán ganado a pulso…
Me
siento indignado por ver cómo hasta los más “progres” se aferran al sistema de
rodillo, de mayorías absolutas. No soy partidario de las mayorías absolutas sino
de la búsqueda de acuerdos y consenso; y de la declaración de algunos de los
grupos políticos de nuestras Cortes podría desprenderse que también son de esa
opinión. Pero, ¿ninguna de las enmiendas de la oposición merecía la pena ser
aprobada? Había un acuerdo previo entre PSOE y PODEMOS para aprobar los
presupuestos de 2017, y resulta que las únicas enmiendas aprobadas son las acordadas
por estos dos grupos que forman el gobierno. ¡Rodillo, rodillo, rodillo, como
en los mejores tiempos de mayoría absoluta!
Pero
hay mucho más. Yo no quiero juzgar, pero invito a todos los diputados a mirarse
en un espejo. Que ellos mismos juzguen sus comportamientos de patio de colegio
(perdón) o de bronca callejera. Un día un grupo político o varios grupos, salen
de la sede. Otro día son expulsados uno a uno hasta una decena de diputados. Un
presidente de comisión es separado y asume esa presidencia el de las Cortes. Y
no digamos cuando el insulto se convierte en el discurso parlamentario más
elocuente o se comienzan a mostrar pequeñas o no tan pequeñas pancartas que no
son propias de un parlamento democrático.
Se van
a aprobar los presupuestos, pero se ha perdido una nueva oportunidad de
regeneración de la vida democrática. Otra vez estamos en un sistema
partitocrático en lugar de democrático. Y no se ven nuevos tiempos por ningún
lado.
Los
tres grupos políticos de las Cortes de Castilla-La Mancha tienen que
comprometerse a un ejercicio parlamentario limpio, digno, constructivo y de
consenso. No me resisto a no citar la declaración del grupo de PODEMOS en la
web de las Cortes, hoy sin ninguna credibilidad, al menos para mí: “La responsabilidad de Podemos, en esta
situación política excepcional, es continuar siendo un agente social
estructurador del proceso de cambio político y social en marcha. Nuestro
horizonte de expectativa está claramente definido: ¡no podemos defraudar la
ilusión de cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas de nuestra Región!” Creo que no necesita comentarios: que dos
profesores universitarios se presten a un juego político de tan bajo fuste me
sorprende.
Ustedes, parlamentarios de Castilla-La Mancha, serán responsables por sus
actitudes caciquiles e irresponsables, del comportamiento de muchos ciudadanos.
¿Qué pensarán jóvenes y adultos de unos políticos que utilizan la sede de la
soberanía popular de nuestra región para el insulto y el esperpento? ¿Cómo van
a pedir diálogo y consenso a los ciudadanos si ustedes desprecian esas
actitudes que dicen defender? ¿Cómo van a invitar a la participación en la vida
pública y política si sólo envían mensajes de partidismo e intolerancia?
Las Cortes de Castilla-La Mancha deben ser una garantía para la sociedad
regional. Pero se necesitan parlamentarios que estén dispuestos a trabajar por
un verdadero consenso, a aprovechar las posibles buenas ideas de la oposición,
a construir nuestra región con la colaboración de todos. Las barreras
ideológicas tienen que desecharse cuando de lo que se trata es de buscar una
sociedad mejor para todos, sin tener en cuenta su credo político y las
etiquetas.
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