Y la Biblioteca cerró sus
puertas…*
I.
Cuando esa tarde los usuarios de la
biblioteca llegaron a renovar el préstamo de sus libros, se encontraron con una
desagradable sorpresa. Un cartel fijado con chinchetas en la puerta del centro
anunciaba: “Desde hoy la biblioteca
permanecerá cerrada por fin de contrato de la bibliotecaria”.
José
Luis, Paco, Olvido, Borja, Inma y Roberto no acababan de creerse la noticia.
Aún recordaban el día en el que la biblioteca abrió sus puertas, con la
presencia del Director General de Bibliotecas y con aquel discurso del alcalde
en el que decía que por fin se había conseguido que la cultura se implantase
definitivamente en Roquedal de la Sierra. La
verdad es que los cerca de quinientos habitantes de la localidad habían acogido
gozosamente la apertura del nuevo servicio municipal, y en apenas un año de
actividad el 70% de la población eran socios activos de la biblioteca,
prácticamente la totalidad de los vecinos con posibilidad de leer. La bibliotecaria, Rebeca Fernández, no sólo
había conseguido que los vecinos se hicieran poco a poco habituales de la
biblioteca: también se había convertido en su amiga y confidente. Los mayores
encontraron en el nuevo centro su lugar de encuentros, y en el taller de prensa
comentaban las noticias del día. Igualmente era ya realidad el club de
lectoras, al que acudían amas de casa que habían encontrado una tarea apasionante
y además gratuita que, junto a la actividad lectora, estaba siendo escuela de
amistad y convivencia…Y los escolares, tantas veces aturdidos por las lecturas
obligatorias, comenzaban a descubrir el gozo y la pasión de leer.
Pero ahora muchos de los sueños se
derrumbaban. El grupo de amigos decidió ir a ver a la joven bibliotecaria, a
quien encontraron preparando su equipaje:
- ¡Hola Rebeca! Nos acabamos de
enterar…
-
¡Hola, chicos! ¡No creáis que iba a despedirme a la francesa! Pensaba veros y echar una última parladita con vosotros, mis queridos
amigos…
- ¡Qué palo!, ¿no, Rebeca?
- Bueno, lo cierto es que estoy
acostumbrada. Es la tercera vez que me pasa. Los ayuntamientos se han dado
cuenta de la importancia del servicio público de biblioteca, pero realmente
tienen un problema de financiación importante. Y como la legislación no acaba
de obligarles a prestar este servicio, pues los ayuntamientos en el momento que
se les acaba la subvención…¡echan el cierre! ¡Fijaos qué pena y qué derroche!
Aquí queda un centro cerrado, que ha habido que construir, y unas colecciones
que quedarán obsoletas muy pronto…Y, lo peor, ¡unos ciudadanos, vosotros
mismos, que se quedan sin servicio bibliotecario!
- ¡Y tú sin trabajo!
- Sí, es un problema social, pero no
distinto al de tantas personas que tienen un trabajo precario, en malas
condiciones, o que están en el paro…Los bibliotecarios somos todavía como los
maestros de hace décadas. Hemos avanzado, pero muchos dependen del capricho o
de la buena intención del político de turno, o de que haya alguien que
realmente descubra la fuerza transformadora de la biblioteca…Y entonces, si
esto ocurre, no volverá a haber problema: la biblioteca se consolida, elimina
las dificultades, permanece abierta,
progresa y se convierte en un servicio esencial e imprescindible para la
comunidad. ¿Me entendéis?
- ¡Claro, Rebeca! Pero, si ahora se
cierra es que algo ha fallado ¿no es eso?
- ¡No, no, mis amigos! Ahora se ha
producido la crisis, la prueba de fuego. Que la biblioteca se abra o se cierre
permanentemente depende de muchos factores: de cómo haya hecho yo mi trabajo en
el municipio, de la importancia que para vuestras vidas tenga ahora este
centro, de las alianzas con la sociedad que haya generado la biblioteca…No sé,
¡pensadlo, hablad con la gente, tomad el pulso a la comunidad, y si creéis que
merece la pena no os dejéis privar del alimento
que encontráis en la biblioteca! Yo en este año he intentado abriros una
ventana, mostraros un paisaje bellísimo y que necesitamos como el aire que
respiramos cada día. ¡Luchad si queréis conservad este servicio en Roquedal!
¡Está en vuestras manos!
Las palabras de Rebeca, pronunciadas
así, con esa fuerza y convicción que ella siempre ponía en su trabajo, dejaron
a los jóvenes pensativos. Se despidieron, porque Rebeca tenía que coger el
autobús que hace el trayecto hasta la
capital provincial. Allí, según les dijo, se presentaría a una oposición para
Secundaria.
- Chicos, mi vida es la biblioteca,
y me gustaría trabajar siempre en servicios bibliotecarios, pero la situación
laboral está provocando una verdadera sangría. Vivimos en la Sociedad de la Información y del
Conocimiento, pero nuestro papel no acaba de descubrirse. Y ¡qué os voy
a decir de las bibliotecas escolares…la
mayoría sin bibliotecarios!... ¡Así que a la docencia!
La reflexión en alta voz de Rebeca
ahora les había impregnado de tristeza. Ellos no podían imaginar que personas
con la capacidad de influir positivamente en las personas como un bibliotecario
tuviesen tal grado de precariedad laboral.
En la plaza del pueblo se
encontraron a otros chicos y chicas, que también se habían visto sorprendidos
con el inesperado cierre de la biblioteca. Eran ya una decena de lectores, de
usuarios de la biblioteca pública a los que se iba a privar de un servicio que
se les había introducido en su vida. Habían descubierto el teatro, la poesía,
la búsqueda de información para trabajos en grupo,…La biblioteca se había
convertido en un verdadero lugar de encuentros en la pequeña localidad serrana.
Y ahora….
- ¡No podemos permitir este
atropello! –gritó Inma-. Nos están quitando algo nuestro, y todo lo basan en el
delito de que nuestro pueblo sea
pequeño. Al parecer la biblioteca sólo es obligatoria en los pueblos mayores de
5.000 habitantes. ¿Os imagináis qué injusticia?
- Pero ¿qué podemos hacer nosotros
para evitar que la biblioteca se cierre a
cal y canto? –se preguntó Roberto.
- ¡Tengo una idea! –dijo con alegría
Borja-. Mi padre dice que ha leído que en una ciudad cesaron al director de la
biblioteca, y constituyeron un comité de defensa de la biblioteca. Consiguieron
unir a mucha gente, recogieron firmas, fueron a las emisoras de radio y
televisión…Claro que aquí no tenemos nada de eso, y estamos casi aislados del
mundo…
- ¡Pero tenemos nuestra voz y nos
asiste la razón! –se expresó de forma categórica Olvido, que era una gran
lectora y además escribía poesías.
- ¡Pues venga, vamos a trazar un
plan. No podemos perder ni un minuto! –animó José Luis, que siempre era muy
estratega.
- ¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Manos a
la obra! –dijeron todos a coro.
II.
Al
día siguiente, una cadena humana recorría algunas de las calles de Roquedal de la Sierra. Eran apenas un grupo de
jóvenes, pero en una tarde habían visitado casa por casa a todos los vecinos de
la pequeña localidad haciéndoles partícipes de la triste noticia del cese de la
bibliotecaria. De igual modo, habían animado a todos a rebelarse contra la
decisión del alcalde, que a la menor dificultad
cerraba un centro que estaba siendo neurálgico para el desarrollo
social, educativo y cultural del municipio. Por ello, no resultaba extraño que
toda la población estuviese dispuesta a sumarse a la causa.
Resultaba impresionante. Una parte
de la cadena recorría la plaza del
pueblo, en la que estaba la sede del consistorio municipal. En torno a la
fuente central, unas cien personas unían sus manos y constituían la forma de un
libro abierto. Desde el balcón del ayuntamiento se percibía nítidamente el
objeto construido por esos vecinos. Un libro unía a cada dos habitantes,
agarrado significativamente por las manos entrelazadas. Uno de los miembros de
la cadena humana llevaba un cartel-pancarta que decía:
“QUEREMOS UNA
BIBLIOTECA ABIERTA.
TODOS LOS VECINOS DE ROQUEDAL VAMOS A LUCHAR
HASTA CONSEGUIRLO”
Otra
parte de la cadena llegaba desde la plaza hasta la biblioteca, y otro ramal
transcurría por las dos calles que había que recorrer desde la misma plaza
hasta llegar al monumento a la
Constitución que se había levantado hacía varios años por
iniciativa de un famoso escultor local. La forma era idéntica: personas que
unían sus manos y entre ellas un libro de los que la gente tenía en sus casas
en concepto de préstamo domiciliario de la biblioteca. Frente al monumento
constitucional y a la sede de la biblioteca, un niño en cada caso portaba otro
improvisado cartel-pancarta de cartulina, reforzada con unos junquillos, y ambos contenían idéntico texto:
“TENEMOS
DERECHO A SERVICIOS BIBLIOTECARIOS
SOMOS CIUDADANOS DE ESPAÑA”
En el Ayuntamiento, el alcalde había
reunido con carácter de urgencia a la Corporación municipal. Todos estaban sorprendidos
de la protesta vecinal, pero el alcalde mostraba su enfado:
- ¡Hay falta de lealtad en la
oposición! La decisión de cerrar la biblioteca se tomó con el acuerdo de los
dos grupos políticos, por una razón meramente presupuestaria y considerando que
es un servicio que no nos corresponde prestar. ¡Y ahora habéis organizado esta rebelión!
- ¡No te confundas! –protestó el
portavoz de la oposición-. Nosotros no hemos levantado a nadie, sino que han
sido un grupo de chicos y chicas los que han animado a la rebelión a todos los
vecinos. Sin duda, la bibliotecaria ha conseguido el fin último de una
biblioteca: formar personas, hacer ciudadanos libres y críticos. Y ahora nos
encontramos con que tenemos una verdadera sociedad
civil en Roquedal…
Pero mientras las autoridades
municipales debatían acaloradamente, al pueblo estaban llegando poco a poco
distintos medios de comunicación, para sorpresa de todos… ¿Qué estaba ocurriendo?
- Por favor, buscamos a Olvido, la
chica que ha mandado los correos electrónicos a la prensa…-indagaba un
periodista de la televisión regional que, junto a otros medios, acababan de
llegar a Roquedal de la
Sierra.
Nadie daba crédito a los acontecimientos
que vivía el tranquilo y lejano pueblo. Incluso una joven bibliotecaria, ya en
su domicilio, escuchaba con inaudita sorpresa los informativos regionales:
-
Sin duda es la noticia de la jornada. Todo un pueblo se ha echado a la calle
pidiendo que la biblioteca pública abra de nuevo sus puertas. En Roquedal de la
Sierra, donde el Ayuntamiento acababa de despedir a la
bibliotecaria, los vecinos han formado una cadena humana pidiendo la reapertura
de la biblioteca. Y han sido unos jóvenes, ese sector de la población al que
frecuentemente se acusa de pasotismo y falta de implicación ciudadana, los que
han levantado al pueblo. Escuchemos a Olvido Bustamante, la portavoz del Comité
de Defensa de la Biblioteca:
-
Hemos iniciado esta rebelión por la biblioteca pública porque los habitantes de los pueblos pequeños
también tenemos derecho a leer y a estar informados. Y la biblioteca garantiza
un acceso democrático a estos derechos constitucionales. Pero no culpamos sólo
al Ayuntamiento: tiene culpa el Gobierno regional, que en estos años no ha
cumplido su promesa de una nueva legislación bibliotecaria. Y tiene culpa el
Gobierno de nuestro país, que en la ley recientemente aprobada no ha sido sensible con la problemática de los
municipios más pequeños y no ha garantizado este derecho al conjunto de
ciudadanos españoles…Si ahora no se rectifica, las urnas se llenarán de votos
por la biblioteca en las próximas elecciones…
III.
Apenas unas horas más tarde el
alcalde, desde el balcón del Ayuntamiento, hacía un importante anuncio:
- No tenemos dinero, pero tenemos
dignidad y sabemos escuchar a nuestro pueblo. Mañana mismo la biblioteca
volverá a abrir sus puertas. Hemos comprendido algo muy importante: que la
biblioteca está en el corazón del pueblo y de la gente. Nos habéis dado una
gran lección: tenemos que gobernar en coalición con la sociedad. Tenemos que
escuchar vuestra voz y haceros
partícipes de los problemas del municipio. Sois los mejores aliados de
la biblioteca y del propio Ayuntamiento, pues con vuestra rebeldía nos habéis
ayudado a recapacitar y a rectificar, que dicen que es de sabios…¡Enhorabuena!
Con vuestra decidida defensa de la biblioteca habéis hecho un gran servicio a
Roquedal de la Sierra…
¡GRACIAS!
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