martes, 1 de julio de 2008

Y la Biblioteca cerró sus puertas…



Y la Biblioteca cerró sus puertas…*

I.
            Cuando esa tarde los usuarios de la biblioteca llegaron a renovar el préstamo de sus libros, se encontraron con una desagradable sorpresa. Un cartel fijado con chinchetas en la puerta del centro anunciaba: “Desde hoy la biblioteca permanecerá cerrada por fin de contrato de la bibliotecaria”.

            José Luis, Paco, Olvido, Borja, Inma y Roberto no acababan de creerse la noticia. Aún recordaban el día en el que la biblioteca abrió sus puertas, con la presencia del Director General de Bibliotecas y con aquel discurso del alcalde en el que decía que por fin se había conseguido que la cultura se implantase definitivamente en Roquedal de la Sierra. La verdad es que los cerca de quinientos habitantes de la localidad habían acogido gozosamente la apertura del nuevo servicio municipal, y en apenas un año de actividad el 70% de la población eran socios activos de la biblioteca, prácticamente la totalidad de los vecinos con posibilidad de leer.  La bibliotecaria, Rebeca Fernández, no sólo había conseguido que los vecinos se hicieran poco a poco habituales de la biblioteca: también se había convertido en su amiga y confidente. Los mayores encontraron en el nuevo centro su lugar de encuentros, y en el taller de prensa comentaban las noticias del día. Igualmente era ya realidad el club de lectoras, al que acudían amas de casa que habían encontrado una tarea apasionante y además gratuita que, junto a la actividad lectora, estaba siendo escuela de amistad y convivencia…Y los escolares, tantas veces aturdidos por las lecturas obligatorias, comenzaban a descubrir el gozo y la pasión de leer.

            Pero ahora muchos de los sueños se derrumbaban. El grupo de amigos decidió ir a ver a la joven bibliotecaria, a quien encontraron preparando su equipaje:

            - ¡Hola Rebeca! Nos acabamos de enterar…

            - ¡Hola, chicos! ¡No creáis que iba a despedirme a la francesa! Pensaba veros y echar una última parladita con vosotros, mis queridos amigos…

            - ¡Qué palo!, ¿no, Rebeca?

            - Bueno, lo cierto es que estoy acostumbrada. Es la tercera vez que me pasa. Los ayuntamientos se han dado cuenta de la importancia del servicio público de biblioteca, pero realmente tienen un problema de financiación importante. Y como la legislación no acaba de obligarles a prestar este servicio, pues los ayuntamientos en el momento que se les acaba la subvención…¡echan el cierre! ¡Fijaos qué pena y qué derroche! Aquí queda un centro cerrado, que ha habido que construir, y unas colecciones que quedarán obsoletas muy pronto…Y, lo peor, ¡unos ciudadanos, vosotros mismos, que se quedan sin servicio bibliotecario!

            - ¡Y tú sin trabajo!

            - Sí, es un problema social, pero no distinto al de tantas personas que tienen un trabajo precario, en malas condiciones, o que están en el paro…Los bibliotecarios somos todavía como los maestros de hace décadas. Hemos avanzado, pero muchos dependen del capricho o de la buena intención del político de turno, o de que haya alguien que realmente descubra la fuerza transformadora de la biblioteca…Y entonces, si esto ocurre, no volverá a haber problema: la biblioteca se consolida, elimina las dificultades, permanece abierta,  progresa y se convierte en un servicio esencial e imprescindible para la comunidad. ¿Me entendéis?

            - ¡Claro, Rebeca! Pero, si ahora se cierra es que algo ha fallado ¿no es eso?

            - ¡No, no, mis amigos! Ahora se ha producido la crisis, la prueba de fuego. Que la biblioteca se abra o se cierre permanentemente depende de muchos factores: de cómo haya hecho yo mi trabajo en el municipio, de la importancia que para vuestras vidas tenga ahora este centro, de las alianzas con la sociedad que haya generado la biblioteca…No sé, ¡pensadlo, hablad con la gente, tomad el pulso a la comunidad, y si creéis que merece la pena no os dejéis privar del alimento que encontráis en la biblioteca! Yo en este año he intentado abriros una ventana, mostraros un paisaje bellísimo y que necesitamos como el aire que respiramos cada día. ¡Luchad si queréis conservad este servicio en Roquedal! ¡Está en vuestras manos!

            Las palabras de Rebeca, pronunciadas así, con esa fuerza y convicción que ella siempre ponía en su trabajo, dejaron a los jóvenes pensativos. Se despidieron, porque Rebeca tenía que coger el autobús que hace el trayecto  hasta la capital provincial. Allí, según les dijo, se presentaría a una oposición para Secundaria.

            - Chicos, mi vida es la biblioteca, y me gustaría trabajar siempre en servicios bibliotecarios, pero la situación laboral está provocando una verdadera sangría. Vivimos en la Sociedad de la Información y del Conocimiento, pero nuestro papel no acaba de descubrirse. Y ¡qué os voy a  decir de las bibliotecas escolares…la mayoría sin bibliotecarios!... ¡Así que a la docencia!

            La reflexión en alta voz de Rebeca ahora les había impregnado de tristeza. Ellos no podían imaginar que personas con la capacidad de influir positivamente en las personas como un bibliotecario tuviesen tal grado de precariedad laboral.

            En la plaza del pueblo se encontraron a otros chicos y chicas, que también se habían visto sorprendidos con el inesperado cierre de la biblioteca. Eran ya una decena de lectores, de usuarios de la biblioteca pública a los que se iba a privar de un servicio que se les había introducido en su vida. Habían descubierto el teatro, la poesía, la búsqueda de información para trabajos en grupo,…La biblioteca se había convertido en un verdadero lugar de encuentros en la pequeña localidad serrana. Y ahora….

            - ¡No podemos permitir este atropello! –gritó Inma-. Nos están quitando algo nuestro, y todo lo basan en el delito de que nuestro pueblo sea pequeño. Al parecer la biblioteca sólo es obligatoria en los pueblos mayores de 5.000 habitantes. ¿Os imagináis qué injusticia?

            - Pero ¿qué podemos hacer nosotros para evitar que la biblioteca se cierre a cal y canto? –se preguntó Roberto.

            - ¡Tengo una idea! –dijo con alegría Borja-. Mi padre dice que ha leído que en una ciudad cesaron al director de la biblioteca, y constituyeron un comité de defensa de la biblioteca. Consiguieron unir a mucha gente, recogieron firmas, fueron a las emisoras de radio y televisión…Claro que aquí no tenemos nada de eso, y estamos casi aislados del mundo…

            - ¡Pero tenemos nuestra voz y nos asiste la razón! –se expresó de forma categórica Olvido, que era una gran lectora y además escribía poesías.

            - ¡Pues venga, vamos a trazar un plan. No podemos perder ni un minuto! –animó José Luis, que siempre era muy estratega.

            - ¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Manos a la obra! –dijeron todos a coro.

II.

            Al día siguiente, una cadena humana recorría algunas de las calles de Roquedal de la Sierra. Eran apenas un grupo de jóvenes, pero en una tarde habían visitado casa por casa a todos los vecinos de la pequeña localidad haciéndoles partícipes de la triste noticia del cese de la bibliotecaria. De igual modo, habían animado a todos a rebelarse contra la decisión del alcalde, que a la menor dificultad  cerraba un centro que estaba siendo neurálgico para el desarrollo social, educativo y cultural del municipio. Por ello, no resultaba extraño que toda la población estuviese dispuesta a sumarse a la causa.

            Resultaba impresionante. Una parte de la cadena recorría la plaza del pueblo, en la que estaba la sede del consistorio municipal. En torno a la fuente central, unas cien personas unían sus manos y constituían la forma de un libro abierto. Desde el balcón del ayuntamiento se percibía nítidamente el objeto construido por esos vecinos. Un libro unía a cada dos habitantes, agarrado significativamente por las manos entrelazadas. Uno de los miembros de la cadena humana llevaba un cartel-pancarta que decía:


“QUEREMOS UNA BIBLIOTECA ABIERTA.
TODOS LOS VECINOS DE ROQUEDAL VAMOS A LUCHAR
HASTA CONSEGUIRLO”



            Otra parte de la cadena llegaba desde la plaza hasta la biblioteca, y otro ramal transcurría por las dos calles que había que recorrer desde la misma plaza hasta llegar al monumento a la Constitución que se había levantado hacía varios años por iniciativa de un famoso escultor local. La forma era idéntica: personas que unían sus manos y entre ellas un libro de los que la gente tenía en sus casas en concepto de préstamo domiciliario de la biblioteca. Frente al monumento constitucional y a la sede de la biblioteca, un niño en cada caso portaba otro improvisado cartel-pancarta de cartulina, reforzada con unos junquillos, y ambos  contenían idéntico texto:




“TENEMOS DERECHO A SERVICIOS BIBLIOTECARIOS
SOMOS CIUDADANOS DE ESPAÑA”



            En el Ayuntamiento, el alcalde había reunido con carácter de urgencia a la Corporación municipal. Todos estaban sorprendidos de la protesta vecinal, pero el alcalde mostraba su enfado:

            - ¡Hay falta de lealtad en la oposición! La decisión de cerrar la biblioteca se tomó con el acuerdo de los dos grupos políticos, por una razón meramente presupuestaria y considerando que es un servicio que no nos corresponde prestar. ¡Y ahora  habéis organizado esta rebelión!

            - ¡No te confundas! –protestó el portavoz de la oposición-. Nosotros no hemos levantado a nadie, sino que han sido un grupo de chicos y chicas los que han animado a la rebelión a todos los vecinos. Sin duda, la bibliotecaria ha conseguido el fin último de una biblioteca: formar personas, hacer ciudadanos libres y críticos. Y ahora nos encontramos con que tenemos una verdadera sociedad civil en Roquedal…

            Pero mientras las autoridades municipales debatían acaloradamente, al pueblo estaban llegando poco a poco distintos medios de comunicación, para sorpresa de todos… ¿Qué estaba ocurriendo?

            - Por favor, buscamos a Olvido, la chica que ha mandado los correos electrónicos a la prensa…-indagaba un periodista de la televisión regional que, junto a otros medios, acababan de llegar a Roquedal de la Sierra.

            Nadie daba crédito a los acontecimientos que vivía el tranquilo y lejano pueblo. Incluso una joven bibliotecaria, ya en su domicilio, escuchaba con inaudita sorpresa los informativos regionales:

            - Sin duda es la noticia de la jornada. Todo un pueblo se ha echado a la calle pidiendo que la biblioteca pública abra de nuevo sus puertas. En Roquedal de la  Sierra, donde el Ayuntamiento acababa de despedir a la bibliotecaria, los vecinos han formado una cadena humana pidiendo la reapertura de la biblioteca. Y han sido unos jóvenes, ese sector de la población al que frecuentemente se acusa de pasotismo y falta de implicación ciudadana, los que han levantado al pueblo. Escuchemos a Olvido Bustamante, la portavoz del Comité de Defensa de la Biblioteca:

            - Hemos iniciado esta rebelión por la biblioteca pública  porque los habitantes de los pueblos pequeños también tenemos derecho a leer y a estar informados. Y la biblioteca garantiza un acceso democrático a estos derechos constitucionales. Pero no culpamos sólo al Ayuntamiento: tiene culpa el Gobierno regional, que en estos años no ha cumplido su promesa de una nueva legislación bibliotecaria. Y tiene culpa el Gobierno de nuestro país, que en la ley recientemente aprobada  no ha sido sensible con la problemática de los municipios más pequeños y no ha garantizado este derecho al conjunto de ciudadanos españoles…Si ahora no se rectifica, las urnas se llenarán de votos por la biblioteca en las próximas elecciones…

III.

            Apenas unas horas más tarde el alcalde, desde el balcón del Ayuntamiento, hacía un importante anuncio:

            - No tenemos dinero, pero tenemos dignidad y sabemos escuchar a nuestro pueblo. Mañana mismo la biblioteca volverá a abrir sus puertas. Hemos comprendido algo muy importante: que la biblioteca está en el corazón del pueblo y de la gente. Nos habéis dado una gran lección: tenemos que gobernar en coalición con la sociedad. Tenemos que escuchar vuestra voz y haceros  partícipes de los problemas del municipio. Sois los mejores aliados de la biblioteca y del propio Ayuntamiento, pues con vuestra rebeldía nos habéis ayudado a recapacitar y a rectificar, que dicen que es de sabios…¡Enhorabuena! Con vuestra decidida defensa de la biblioteca habéis hecho un gran servicio a Roquedal de la Sierra… ¡GRACIAS!



* Escrito en julio de 2008.

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